Hola amigos:
Pueden ver que me he dispersado de nuevo. Justo ahora que debía escribir el nuevo capítulo de uno de mis fics me quedé pegada a la hermosa melodía de Tristesse y no supe porque imaginé a Draco Malfoy tocando el piano para descargar todo lo que llevaba en su corazón.
Esta historia le hace alarde a su título y es algo que yo necesitaba hace mucho. Un Dramione trágico, doloroso y bello como los antiguos.
Es creo el último que escriba, pues he dejado a mi Ron solo demasiado tiempo.
No sé cuantos capítulos tendrá y si alcanzaré la meta que me he fijado, pero espero que quienes lo lean lo disfruten y me acompañen hasta el último capítulo.
Besos…
Yaem (pensando cómo lograr un hermoso Dramione) Gy
Prólogo: La Voz de mi Alma en el piano
¿Cuántas veces nos quedamos sin palabras?
¿Cuántas veces el dolor en el pecho, la pasión más profunda, el amor más poderoso no puede ser expresado por ellas?
¿Cuántas lágrimas quedan atajadas antes de salir desbordadas?
¿Cuánto amor callado?
El corazón grita, la boca calla… el alma queda así… atormentada.
Y el silencio es el único que habla.
Desesperado, uno acalla al mundo lo que el pecho está gritando.
Pues no hay palabras… no hay como explicarlo.
Hay momentos, sensaciones, sentimientos tan profundos, tan desesperados que no pueden caber en unas letras. Y a veces el peso es tan profundo que todos estos fuegos que se arremolinan en el pecho se confunden, se derraman. Y no los puedes fundir en una palabra.
Pero a veces hay palabras que no nos atrevemos a decir. Palabras hermosas que mueren en la garganta, oraciones que solo se forjan en la cabeza y que el corazón asume como su voz. Gritos, susurros, ríos de emociones que callamos pues están vedadas. Y uno se acostumbra a callar… Uno se acostumbra a matar los versos que están por escapar por los labios.
Y yo he callado tanto…
Hay quien prefiere expresarse con imágenes, hay quien habla con los gestos… Yo prefiero los sonidos.
La música…
Y la música habla por mí.
Pero no cualquier música puede gritarle al mundo lo que estoy sintiendo. Ni cualquier instrumento ser la vía para ese discurso.
Solo un sonido se convierte en mi voz…
La voz potente del Pianoforte.
Quizás el único que en una palabra puede decir que tengo dentro.
Piano, pues es la suavidad y la dulzura que escondo bajo un manto de altivez y arrogancia.
Forte, pues es lo que expreso en energía, en furia, en pasión acorralada.
Suave y fuerte, tierno y rudo, dulce y amargo.
Ese… soy yo.
Y cuando mis dedos tocan las notas arrancadas en desespero, mi alma habla.
Y habla de dicha, de gloria, de anhelo, de sueño.
Y habla de odio, de furia, de dolor… de tristeza.
Porque mi corazón no ha sabido más que de ella. De ella, la reina entre todas mis emociones. La que me despierta en amargos besos en mis mañanas de sábanas de seda. La que me acompaña en mis horas lentas y agobiantes en medio de esta guerra. Ella, la que duerme en mis brazos por las noches susurrándome palabras de amor que nunca terminan por acariciarme.
La tristeza… mi amiga más fiel.
Es cuando toco las teclas del piano que al fin puedo fluir sin dique y digo y hablo y grito lo que llevo dentro. Todo lo que he callado por tantos años. Todo lo que nunca he podido decirle…
Todo lo que ella ignora.
Mis manos recorren las notas de mi amor y mi tormento. Y los recuerdos llegan a mí en ráfagas de luz y de sombra.
Ella y sus rizos desordenados en un juego gracioso…
Ella en aroma a flores y pergamino…
Ella y sus ojos de dulce chocolate…
Ella… siempre ella.
Y yo…
El clamor melodioso me invade, el tempo me domina.
Imágenes de salones de clase, de luz y sombra en la biblioteca, de campo, de árboles, de lago oscuro. Yo callando mi admiración al descubrirla tan talentosa, tan inteligente. Yo no admitiendo que su sonrisa es tan bonita. Yo… yo hiriéndola para no reconocer que ya la quería.
Porque siempre fui un tonto.
Jamás le dije que ella era hermosa. Jamás le dije que añoraba su mirada, su sonrisa.
Y la insultaba, la hería, la atacaba. Pues al lastimarla me lastimaba a mí mismo. Me castigaba por sentirme tan aturdido cuando ella aparecía de pronto ante mí. Me castigaba por emborracharme con su perfumada estela. Me castigaba y trataba de matar ese calor que crecía en mi pecho, en mi alma, en mi corazón. Ese fuego que me consumía, que me quemaba. Ese fuego… ese amor.
Y apropósito, intencionalmente, me convertí en su enemigo, pues era lo más cercano que podría estar de ella.
Si no podía hacer que me amara… Al menos me odiaría con todas sus fuerzas.
Y cultivé ese sentimiento como si de un gran amor se tratara.
Mientras… yo por ella me perdía… por ella, por sus besos que nunca serían míos, por su cuerpo que nunca tocaría.
El grito atronador del piano me arrastra. Él ruge en este momento. Ruge una pasión interrumpida, un dolor acuciante.
Grita… Grita amigo… grita el tornado que se ahoga en mis labios.
Porque luché tanto contra esto. Porque partí mi corazón en mil pedazos. Porque la fuente que contiene mi alma se ha derramado…
Porque la amo… Merlín, la amo tanto.
Y quiero susurrárselo al oído y demostrárselo con mis manos…
Suave melodía que llenas mi cuerpo torturado. Ayúdame a decirle cuanto la amo
Anhelo desbocado cantado muy alto. Para ella y por ella…
Mi amada, mi prohibida reina desterrada…
Te ofrezco en esta melodiosa letanía, mi declaración más desesperada…
Con mi amor, mi temblor, mi callada tristeza…
Tristesse por Chopin ilustrada…
Tristesse…
Mi llanto, mi voz, mis palabras. Todas interpretadas en mi piano para mi única amada
Música que me acompaña en esta historia desolada…
