Este es un fanfic, pues que bueno, se me ocurrió un buen día en que pensé, según la historia del manga, Mitsumasa Kido tuvo 100 hijos, pero solo volvieron 10, ¿qué ocurrió con los otros 90?
Uno puede pensar que esos restantes morirían en el entrenamiento, sin embargo, ¿y si no lo hubieran hecho alguno de ellos y tuvieran el plan de vengarse por lo que su padre les hizo? Desde esta perspectiva planteo este fanfic.
CAPÍTULO 1
EL ATAQUE AL SANTUARIO
Mu llevaba bastante tiempo intranquilo. Tras la batalla contra Poseidón, Atenea había regresado al Santuario para descansar, e incluso les había solicitado a los caballeros que, en el caso que Seiya y sus amigos fueran a los doce templo, acabarán con sus vidas. Estaban en alerta máxima, pues parecía ser que el dios del más allá, Hades, no tardaría en despertar.
Quien debía avisarlos de ese momento sería el viejo maestro de los cinco picos, y de momento no había dado la voz de alarma. Entonces, ¿qué era ese mal presentimiento que tenía? Encima, no paraba de sentir un cosmos oscuro, cargado de odio por los alrededores del Santuario. Un grupo de doce figuras, cubiertas por túnicas, aparecieron ante él.
- Alto… si no deseas morir, te recomiendo que te marches.
- Ju, ju, ju… ¿y nos dices eso cuando estás tú solo y nosotros somos tantos? Que gracioso eres, caballero de Aries.
Sin previo aviso, los doce lanzaron un rayo de energía directo hacía Mu, provocando una explosión que hizo temblar los cimientos de la casa del carnero.
Ichi, Ban y Nachi estaban cansados de tener que hacer tantas rondas. Daba igual cuantas vueltas dieran por el Santuario, nunca encontraban nada que mereciera estar en alerta máxima. Sin embargo, hasta los caballeros de oro parecían nerviosos, lo que quería decir que la situación era realmente sería.
- En serio… que ganas tengo que de Jabu y Geki tengan que venir a relevarnos… estoy harto de hacer la ronda.
- No te quejes Ichi, podrían habernos puesto a hacer algo peor.
- Nachi tiene razón, la cosa es…
El caballero del león menor enmudeció cuando vio un gran número de figuras, tapadas con túnicas y capuchas, caminando en su dirección. No eran soldados, eso desde luego, y por lo que podían ver eran un gran número. Más de cincuenta, incluso podían decir que casi cien.
- ¡Alto! ¡¿Q-Quiénes sois vosotros? – Preguntó Ichi, que estaba nervioso, porque parecían espectros por su forma de caminar más que personas.
- ¡Estáis en territorio del Santuario! ¡Si no os identificáis nos veremos obligados a atacaros!
Todos se detuvieron. Por culpa de la noche, no eran capaces de distinguir que se ocultaba bajo sus capuchas, apenas podían verles los labios. Uno de ellos, el que iba más adelante, rió.
- Fu, fu, fu… ¿nos vais a detener vosotros? Que buen humor habéis adquirido estos años, Ichi y Ban.
- ¡¿C-Cómo sabes sus nombres? ¡¿Quiénes sois?
- Oh, vamos… ¿no nos recordáis?
Los miraron bien, pero seguían sin poder verles las caras a ninguno de ellos. Y tampoco es que les sonasen las voces.
- ¡Basta de tonterías! ¡Vamos a echaros de aquí ahora mismo!
Los tres se lanzaron de golpe, haciendo arder sus cosmos. No serían los más fuertes del Santuario, pero para acabar con esos tipos se bastaban ellos solos.
- ¡Lionet Bomber!
- ¡Dead hauringu!
- ¡Hydra no kiba!
Del grupo se adelantó uno solo de ellos. Los tres pensaron que estaban locos si pensaba enfrentarse él solo a los tres a la vez. El encapuchado hizo un gesto con sus manos y ninguno pudo creer lo que pasó cuando las garras de Ichi se clavaron en sus cuerpos al mismo tiempo que ellos golpeaban el cuerpo de su amigo. Los tres cayeron a tierra malheridos.
- ¿Q-Qu….?
- ¿Y este es el poder que conseguisteis durante vuestros seis años de entrenamiento? No sé ni como Atenea os permite ser sus caballeros.
- M-Maldito… - intentaron levantarse, pero les fue inútil.
El veneno de la Hidra ya estaba haciendo efecto en sus cuerpos, e Ichi había recibido un gran daño del ataque de sus compañeros. Esos tipos eran realmente peligrosos. El grupo iba a avanzar, para pasar al lado de ellos, hasta un rayo violeta cayó del cielo partiendo la tierra bajo sus pies, cortándoles el paso.
De la nada apareció una mujer, con una máscara ocultándole el rostro. Sus afiladas garras parecían estar dispuestas a clavarse en sus corazones en cualquier momento.
- ¡Ey, chicos, ¿estáis bien? – Jabu y Geki se acercaron a ver como estaban sus compañeros malheridos.
Estaban yendo con Shaina al lugar del encuentro para cambiar el turno de guardia, cuando sintieron unos cosmos muy poderosos. No esperaban encontrarse esa situación.
- ¿Quiénes sois? ¿Y qué hacéis en el Santuario?
- ¿Una mujer caballero? Y de plata nada menos… debes ser la famosa Shaina, ¿no es así?
- Es descortés preguntarle a alguien su nombre cuando aún no has dado el tuyo, hombre misterioso. De todas formas te he preguntado primero, ¿qué asuntos tenéis con el Santuario?
- Si te soy sincero, hemos venido a por la cabeza de Atenea… no, de Saori Kido.
- ¡¿Qué? – Todos los miraron.
- Sabemos bien que la dirigente de la Fundación Kido se encuentra ahora mismo en el templo de Atenea, en pleno corazón del Santuario. Hemos venido a por su cabeza.
- ¡¿Acaso sois sirvientes de Hades? – Si eso fuera cierto, la cosa estaba peor de lo que Shaina se pensaba.
- ¿Sirvientes de Hades? No, actuamos por cuenta propia.
- Entonces, ¿quiénes sois?
- Si quieres saber nuestros nombres, mujer… pregúntaselo a esos de allí – señaló a Jabu y sus compañeros.
Jabu se los quedó mirando, ¿acaso los conocía? No les sonaba haberlos visto nunca. Al ver que no había respuesta, empezó a reír por lo bajo.
- Indistintivamente, estáis en nuestro camino. Si no quieres salir malherida, te recomiendo que te apartes, mujer.
- ¡Si queréis ir a por Atenea, tendrá que ser por encima de mi cadáver!
El cosmos de Shaina empezó a arder, provocando que el oscuro cielo empezará a emitir unas poderosas descargas eléctricas.
- ¡Es vuestra última oportunidad de marcharos! – Pero ninguno pareció siquiera sentirse intimidado, ante lo que lanzó su ataque - ¡Thunder Claw!
Saltó en el aire para alcanzar un rango mayor con su ataque. Si todo iba bien podría librarse de todos ellos de un solo golpe. Lo que no esperaba es que uno de ellos saltara en su busca, deteniendo su golpe con un ágil y delicado movimiento, seguido de un contrataque.
- ¡Usagi no dansu!
El golpe lanzó a Shaina contra uno de los pilares, que se vino abajo con el impacto, enterrando a Shaina en un montón de escombros.
- ¡Shaina-san! ¡Malditos! ¡Vamos a por ellos, Geki!
- ¡Adelante!
De nuevo dos figuras salieron del grupo para interceptarlos. Geki se topo frente a frente con un rival de su misma estatura con el que midió fuerzas, mientras que el de Jabu era más pequeño que él, ante lo que decidió acabar de un solo golpe.
- ¡Unicorn Gallop!
Sin ninguna clase de problemas, esquivó su ataque, agarrándole de la pierna y lanzándolo por los aires. Antes de que pudiera verlo, el tipo empezó a dar vueltas en el aire, como si pudiera volar, pasando por su lazo como un torpeo. Cada vez que pasaba, algo cortaba las ropas y dañaba la armadura de Jabu, sin que este pudiera evitarlo.
- ¡Hayai Ken!
Geki parecía estar mejor que su compañero. Su rival era fuerte, pero él se había entrenando matando osos en las montañas. En un combate de fuerza no había nadie que lo igualase. Aprovechó un descuido de su rival y lo rodeo con sus brazos, iba a romperle todos los huesos.
- ¡Hanging Bear!
Con esa técnica había derrotado a un montón de osos en cuestión de segundos. Un cuerpo humano no le iba a durar más que un milisegundo. Sin embargo, a pesar de la presión que ejercía, parecía que a su enemigo no le afectaba. Todo lo contrario, se reía.
- ¿Esta es toda la fuerza del caballero de la Osa Mayor…? Me siento decepcionado, Geki….
- ¡¿Qué has dicho?
Sin ningún problema, se deshizo de sus brazos y lo lanzó por los aires con un fuerte y rápido movimiento. Salto tras él, lo agarró con sus manos y luego lo lanzó contra el suelo con todas sus fuerzas. El impactó generó un pequeño cráter, al mismo tiempo que rompió varios de los huesos del santo de bronce. Sin embargo, el ataque no terminó ahí, ya que su rival cayó sobre la boca de su estómago usando sus dos rodillas.
- ¡Bear Ultra Bomber!
El suelo alrededor de Geki se partió en cientos de pedazos, haciendo más grande el cráter y hundiendo a Geki en un montón de tierra. El caballero perdió el conocimiento. Sus compañeros no podían creer lo que habían visto, como se habían librado en un suspiro de ellos, sin sudar una sola gota, ¿quién demonios eran?
Jabu se puso en pie, no pensaba dejar pasar a esos invasores tan fácilmente, y menos cuando Atenea les había pedido que vigilaran las afueras del Santuario. Si tenía que morir lo haría luchando, pero al menos pensaba llevar a uno. Aunque solo fuera uno.
- Eres obstinado, Jabu… ¿por qué no te apartas y nos dejas pasar?
- ¡No os permitiré poner un solo cabello en el Santuario!
- Cabezota…
El tipo se movió muy rápido, mucho más que la velocidad del sonido. Fue cuestión de un milisegundo antes de que se situará frente a Jabu y lo derribará de un puñetazo en el estómago. Mientras caía, el caballero del Unicornio tiró de la túnica de ese individuo, quitándosela, dejando su silueta a la vista. Ahora todos podían verle la cara. Los cuatro caballeros de bronce lo reconocieron al instante.
- ¡N-No puede ser…! ¡T-Tú eres…! – Jabu no se lo podía creer. Pensó que por el golpe estaba viendo visiones, pero lo tenía frente a sus ojos. No podía ser posible.
- ¡E-Entonces… los otros son…!
- Imposible… ¡¿ellos…?
- ¡¿N-No estaban muertos…?
- ¿Muertos? – Volvió a colocarse la túnica y la capucha - ¿Quién os dijo tal estupidez? En fin, da igual… por nuestra relación pasada os dejaremos vivir. Nuestro objetivo es solo la cabeza de Saori Kido.
- ¡E-Esperad…!
Todas las figuras siguieron su camino, pasando de ellos. No podía creer que ellos fueran esas personas. Y lo peor de todo, es que el cosmos que había sentido en varios de ellos podía equipararlo al de alguno de los caballeros de oro, no… incluso superior al de ellos. Si no había sido una equivocación del momento, las doce casas estaban en peligro.
Las doce figuras estaban felices. Parecía que habían logrado acabar con el caballero dorado de Aries. Había sido una labor mucho más sencilla de lo que imaginaban. Se prepararon para entrar en el templo, cuando chocaron contra algo invisible, como un muro, que les impedía el paso.
- ¿Q-Qué demonios es esto…?
Mu apareció de golpe, y se mostró un gran muro dorado. Los hombres misteriosos se alejaron de un salto. ¿Había parado sus ataques con ese muro? Si parecía un porquería.
- Os lo diré por última vez… marchaos si apreciáis vuestra vida.
- ¡No pensamos ir a ninguna parte hasta que consigamos la cabeza de Atenea!
- En ese caso…
Tras un fuerte resplandor, una serie de rayos de energía salieron volando contra ellos. Ninguno se libró de recibir un fuerte golpe que los lanzará por los cielos, hasta caer a tierra.
- El Crystal Wall… puede detener y devolver cualquier ataque, como si de un espejo se tratase… os daré una última oportunidad.
- N-No nos hagas reír… - se levantaron todos.
A causa de los rayos de energía, sus túnicas fueron desintegradas, por lo que ahora Mu podía verlos perfectamente. Vestían armaduras negras, y sus rostros les recordaba al de sus compañeros caídos, incluso de ellos se parecía mucho a él, sino fuera porque el tono de su cabello era negro.
- De modo que sois caballeros negros…
- ¡Exacto! ¡Somos los doce caballeros dorados negros! – Se presentó el doble de Mu que vestía una armadura de Aries negra.
- Pensé que Shakka había terminado con todos los caballeros negros en la isla Death Queen…
- ¡Pues ya ves que no! ¡Y hemos venido para acabar con Atenea! ¡Así que apártate de nuestro camino!
- Si venís a por la cabeza de Atenea-sama y encima sois caballeros negros, vuestra presencia en mi casa es una deshonra hacía nuestra diosa… por ello… me libraré de vosotros aquí mismo – encendió su cosmos, pero eso no impresionó a los caballeros negros que se lanzaron al ataque - ¡Stardust Revolution!
Como si se trataran de estrellas fugases que surcaban los cielos, pequeños rayos de luz atravesaron el muro de cristal en busca de los caballeros negros. Ninguno fue capaz de esquivar uno solo de los golpes, por lo que todos cayeron muertos a los pies de las escaleras del templo del carnero.
Mu pensaba que ya se había acabado todo, por lo que se preparaba para deshacer el muro de cristal, hasta que un grupo, aún más numeroso que el de los caballeros negros, apareció. Como ellos, estaban cubiertos por túnicas, así que no podía verles las caras.
- Vaya, vaya… la fama de los caballeros de oro se queda corta con esto… y nosotros que pensábamos que al menos uno de estos idiotas podría derrotar al menos a un caballero de oro.
- ¿Sois caballeros negros?
- Oh, por favor, no nos ofendas comparándonos con esta escoria.
- Entonces, ¿quiénes sois?
- Presentarnos carecería de sentido. Por favor, ¿podrías apartarte y dejarnos pasar? No tenemos motivos para luchar contra ti.
- La única forma de atravesar esta casa es derrotándome a mí, o con un permiso especial. Y no creo que vosotros lo tengáis.
- Efectivamente… por eso te pediría, amablemente por supuesto, que nos permitieras pasar. No queremos derramar sangre innecesaria.
- Si queréis pasar tendréis que derrotarme, ya os lo he dicho.
- En ese caso…
Mu no supo lo que pasó, pero de golpe su Crystal Wall se desvaneció en la nada, como si nunca hubiera estado allí. ¿Qué era lo que había pasado? Nunca había visto nada igual, ni siquiera su antiguo maestro podía hacer desaparecer esa técnica en la nada.
- Ahora, si no te importa… - iban a avanzar, pero Mu se interpuso en su camino.
- Ya os lo he dicho… si no me derrotáis no pasaréis.
- En ese caso…
Varios de ellos salieron en su busca. Librarse de ellos no debería ser problema con su Stardust Revolution, así que se preparó para realizar el ataque. Sin embargo, de pronto se sintió paralizado, indefenso ante el ataque que estaba a punto de recibir de uno de ellos.
- ¡Bear Clawn!
Mu logró teletransportarse justo a tiempo, antes de que el golpe lo alcanzase. Sin embargo, ya había uno de ellos esperándolo, y ataque.
- ¡Ídaina Kari!
Esta vez no pudo escapar del golpe y salió volando hasta chocar contra una columna. De nuevo iba a recibir un ataque justo cuando activó de nuevo su teletransporte. Esos tipos eran más fuertes de lo que pensaba, tenía que ser prudente o acabarían con él. De nuevo, el tiempo que lo había atacado antes, lo estaba esperando.
- ¡Mi olfato es capaz de detectarte aunque estés a cientos de kilómetros! ¡No escaparás de mí por mucho que te teletransportes! ¡Idaina Kari!
De nuevo recibió el golpe, pero esta vez lo lanzó contra las escaleras del templo, donde lo esperaba el primero que lo atacó, quien lo agarró al vuelo y luego lo estampó contra el suelo con más fuerza con la que estaba cayendo antes.
- ¡Bear Death Bomber!
No podía creer lo que estaba viendo. Esos tipos eran demasiado fuertes. Y lo peor de todo es que no le estaban atacando los más poderosos del grupo. Algunos de ellos emitían un cosmos muy superior al suyo, podía decir que incluso superior al de Saga o Shakka. ¿Quién demonios eran?
- Vamos, iros unos cuantos, no creo que os deje pasar por las buenas. Os seguiremos luego.
Un grupo de doce pasó hacía la casa del carnero. Mu quería atacarles para impedirles el pasó, pero, sin saber como, de golpe su cuerpo se elevó y estampó de nuevo contra el suelo, con la misma fuerza y brutalidad como cuando había recibido el Bear Death Bomber de ese gigante. ¿Qué estaba pasando?
- Me parece que no nos dejarás pasar tan fácilmente… por lo que vamos a tener que acabar contigo. Es una pena, porque no queríamos derramar la sangre de ningún caballero de oro, pero si hasta aquí es donde puedes llegar, mejor será acabar con tu vida.
Iba a lanzar un ataque contra Mu, cuando una ráfaga de meteoros lo detuvo. No le costó esquivarlos, pero le resultó molestó que alguien interrumpiera su ataque. Sobre una de las columnas, un joven de caballeo castaño permanecía orgulloso, cargando con una caja de bronce sobre su espalda.
- Vaya, vaya… mira quien está aquí… - murmuró.
El recién llegado saltó junto al caballero de oro, ayudándolo a ponerse en pie. Era increíble, nunca lo había visto en ese estado.
- ¡Mu, ¿qué te ha pasado?
- Seiya…. ¿se puede saber qué haces aquí…?
- Vine para ver a Marin, tenía algo que hablar con ella y… ¿quiénes son estos tipos?
- Es encantador volver a verte tras tantos años, Seiya.
- ¿Y tú como sabes mi nombre? ¿Quién demonios sois?
- Vamos… ¿ya nos has olvidado? Después del tiempo que pasamos juntos… que crueles sois todos…
- ¡No sé de que me hablas! ¡Pero, ¿a qué habéis venido?
- No corras tanto, porque estoy seguro que te acuerdas de nosotros… - todos se quitaron sus capaz, desvelando no solo sus rostros, sino también sus cuerpos, todos equipados con armaduras de diferentes colores y formas.
Seiya enmudeció, no por ver que todos eran caballeros y que vestían armaduras, sino por que reconoció el rostro de todos y cada uno de ellos.
- ¡N-No puede ser… vosotros sois…!
- Eso es Seiya… somos los huérfanos que junto con vosotros partieron para convertirse en caballeros.
