-Sé que usted la mató.
Jane pronunció aquella acusación con firmeza y un tono grave, clavando sus intensos y acusatorios ojos azules en el hombre. Éste, trémulo, esquivaba su mirada, acorralado.
-Hace dos horas que han encontrado su cuerpo. -balbuceó a modo de débil defensa, intentando hacer frente a su mirada.
-Usted la quería. -prosiguió Jane, impasible. -Fue incapaz de soportar que fuese a aceptar ese trabajo en África. La agarró, ella resbaló, se golpeó y murió. -Jane negó con la cabeza, fingiendo abatimiento. -Si supiera cuántos casos así nos llegan. Llamó a la ambulancia, pero se asustó y...
Se cortó cuando el hombre, viéndose completamente acorralado, derribó la mesa y echó a correr. Jane saltó hacia atrás, evitando el golpe.
-...Huyó. -concluyó. Lisbon, vigilando el interrogatorio, ya había echado a correr tras el hombre a toda mecha.
Tras una vacilación, Jane corrió también tras ellos.
Lisbon se ahorró gritarle que parase por enésima vez. Jadeante, se volvió hacia la fila de coches que aguardaban a que el semáforo se pusiese verde.
Corrió hacia el primero justo antes de que arrancase y subió al asiento del copiloto. Jane, que la había visto, subió detrás.
- ¡CBI! -gritó al asustado jovenctio que conducía. Durante un momento se preguntó si tendría la edad suficiente. - ¡Siga a ese hombre, ya!
Él arrancó justo cuando el semáforo cambiaba de color.
Sin embargo, el presunto asesino pronto se detuvo. Hizo un breve saludo hacia el coche.
Atónitos, Lisbon y Jane vieron cómo su conductor, olvidado todo su temor, le devolvía el saludo.
- ¿Qué estás...? -dijo Lisbon sin perder los nervios, oliéndose algo grave.
El joven, sujetando el volante con la mano izquierda, rodeó rápidamente su cuello con su mano libre.
-Si no se calla, la mato. -le dijo a Jane.
Él, petrificado y atónito, no se movió.
Lisbon le dirigió una rápida mirada. Y Jane leyó en sus ojos, tan hábilmente como siempre.
Destrúyele, le decía.
-Asumo que no te envía John el Rojo. -empezó, tenso y sin rastro de su habitual habilidad con las palabras.
La única respuesta fue un suave gemido de Lisbon, que Jane interpretó como dolor ante un aumento de la presión en su cuello.
-No. -dijo el otro parcamente. Jane no lo intentó más, preocupado por Lisbon. Se centró en la carretera. Tenía que grabarse a fuego en la memoria qué carreteras tomaban.
El otro condujo durante poco tiempo. Ya a las afueras de Sacramento, aparcó frente a un edificio pequeño y de un solo piso, aparentemente abandonado.
-Vamos. -dijo, quitándole a Lisbon la pistola. Salieron los tres al mismo tiempo. Una vez fuera, encañonó a Jane. -Adentro.
Echaron a andar, muy despacio. El joven silbó, atrayendo la atención de Lisbon. Le lanzó un manojo de llaves, que ella cazó al vuelo. Se volvió e intentó encontrar la llave adecuada para poder entrar.
- ¿No piensas decirnos quién...? -empezó Jane. El otro giró rápidamente la pistola entre sus manos y le golpeó con la culata.
Jane se desplomó sin un quejido.
- ¡Jane! -gritó Lisbon, tirando las llaves sobre la arena del suelo y agachándose a su lado. Cuando comprobó que tenía pulso, se obligó a calmarse. Le está bien empleado por bocazas. se dijo mientras alzaba sus ojos verdes, encendidos por la rabia, hacia el cañón de su propia pistola, que apuntaba ahora directamente a su rostro.
-Ambos sabemos que, si no te apuntase a ti, no se callaría. -dijo el chico. Hizo una mueca de resignación. -Y, si te apuntase a ti, intentarías huir. Llévale dentro. -ordenó. Lisbon apretó los dientes y arrastró a Jane.
El almacén era pequeño y vacío, salvo por una colchoneta tirada en el suelo. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas.
Pero lo que más llamó la atención de Lisbon fue su asfixiante atmósfera; pese a que fuera atardecía, hacía un calor insufrible allí dentro.
Dejó a Jane sobre la colchoneta como buenamente pudo y se volvió, a tiempo para oír la puerta cerrarse.
Se aseguró de que la herida de Jane no sangraba y se sentó con la espalda apoyada en una de las paredes.
Enterró la cabeza entre las manos y se quedó completamente inmóvil.
Jane abrió los ojos.
Al principio, solo veía una luz muy brillante, pero poco a poco logró enfocar un techo destartalado que no reconoció.
Se incorporó, apoyándose sobre un codo.
-Lisbon. -llamó suavemente. Ella, sin su chaqueta y con la camisa remangada, alzó la cabeza. Corrió junto a él y le obligó a tumbarse de nuevo, alegando:
-No sabemos si tienes una hemorragia, Jane.
Él debía sentirse realmente mal, porque obedeció sin una protesta.
Sus claros ojos recorrieron nuevamente el techo. No tuvo cuerpo para preguntar por su mancha de Elvis.
- ¿Dónde estamos? -murmuró con voz ronca.
-En aquel edificio que nos enseñó. Creo que es un almacén. Me obligó a arrastrarte dentro y nos encerró.
- ¿No dijo nada?
-No. Ni nos ha quitado la cartera para ver un número al que pedir un rescate.
Jane, con el brazo cubriendo los ojos, azuzó a sus torpes neuronas a quitarse las telarañas. Mientras, Lisbon esperaba alguna pregunta, preocupada.
- ¿Y los móviles?
Ella suspiró con alivio.
-No hay cobertura.
-Nos han secuestrado y no sabemos quién ni para qué. Vaya situación. -observó. - ¿Hay ventanas?
-Demasiado altas. Hay dos puertas, pero no he conseguido que cedan.
-No te resignes, Lisbon. -le aconsejó, antes de sumirse ambos en el silencio.
- ¡Jane! ¡Jane! ¡Despierta! -le gritó por enésima vez, sin atreverse a zarandearle.
Finalmente, Jane abrió los ojos y la miró. Ella disimuló su alivio.
-No deberías gastar tus energías así. No tenemos agua ni comida. -le reprochó él con algo que pretendía ser una sonrisa.
-Creí que estabas en coma, idiota. -le espetó, apartándose. No le dijo que se había quedado dormida a su lado, igual que no confesaría jamás lo sola que le hacía sentirse pensar que estaba muerto. - ¿Cómo estás?
-Mareado, pero mejor. -dijo, levantándose con su ayuda. Miró por la ventana. - ¿Está amaneciendo?
-Sí. Tal vez tengas razón, y debería haberme contenido, pero...
-Tengo razón. -dijo Jane. Ella le ignoró.
-...Pero tengo que hacer algo. Cuanto antes encontremos la forma de escapar, mejor, ¿no?
-No; si no la hay, solo gastamos fuerzas.
-Gracias por compartir tu optimismo, Jane, pero no te he pedido ayuda. -le respondió ásperamente. Comenzó a recorrer cada centímetro de la pared, buscando cualquier grieta.
-Aún. -concretó Jane alegremente, uniéndose a ella.
Lisbon solo respondió con un gruñido.
La búsqueda resultó infructuosa. Ambos cruzaron una mirada, frustrados. Jane, cansado, se apoyó sobre la pared. Lisbon comenzó a recorrer el almacén como una fiera enjaulada.
-Cálmate. No pretenden matarnos. -dijo para animarla, pero aún estaba algo torpe. Ella se detuvo y le miró, furiosa.
- ¿Cómo lo sabes, Jane? ¿Cómo demonios puedes estar seguro de algo así?
-Porque no me disparó para acallarme, sino que me golpeó, que también deja marca en un cadáver. Si quisiesen matarnos sin dejar huella, no habría hecho algo así. Si no te dejases llevar por el miedo te habrías dado cuenta, Lisbon.
-No tengo miedo. -dijo ella muy despacio, amenazadora.
-Claro que sí. Te han encerrado conmigo, y no sabes ni quién ni porqué. La situación está fuera de tu control, y eso te asusta.
-Cállate, Jane. -dijo, sintiéndose también muy cansada.
-Tenemos que hablar de algo grave.
- ¿Ah, sí? ¿Algo que ver con nuestro secuestro? -ironizó ella, dejándose caer hasta el suelo. Suspiró y se limpió el sudor de la frente.
-Mataron a aquella mujer, Lisa Hawley, para poder atraparnos, Lisbon. -dijo Jane, frustrado por no haber sabido verlo. -Y su marido, Hawley, la mató sólo para poder cazarnos. ¿Cuánto hay que pagar a un hombre para que mate a una mujer con la que lleva siete años casado?
-Millones de dólares, supongo. -dijo Lisbon con los ojos cerrados. -Maldita sea, qué buen actor era ese Hawley. Engañó a su mujer, a ti... y a mí. Supongo que... somos valiosos.
-Lisbon, ¿estás bien? -dijo Jane, mirándola fijamente. Ella se apartó la melena rizada del rostro para mirarle a los ojos.
-No me gusta el calor. -admitió. Jane soltó un bufido.
-Vaya, mejor para ti.
-Tenemos que salir de aquí, Jane.
-Por una vez, confesaré que estoy en blanco. ¿Cómo piensas hacerlo?
Lisbon alzó su vista hacia las ventanas. Jane siguió la dirección de su mirada.
-Ésa es la única vía de escape.
- ¿No llevas ni doce horas secuestrada, y ya quieres tirarte por una ventana? -bromeó Jane.
-Me alegra que al menos uno de nosotros conserve el sentido del humor. -gruñó Lisbon, enterrando nuevamente su rostro entre sus brazos.
-Tú nunca has tenido sentido del humor conmigo, Lisbon.
-Yo sí creo que quieren matarnos. Con este calor y sin agua, no hay otra posibilidad...
-Confía en mí, Lisbon. -dijo en tono conciliador. - ¿Cuánto pesas?
Ella ni siquiera alzó la cabeza, en señal de profundo desdén ante sus desvaríos.
-Hablo en serio, Lisbon. -protestó Jane ante su silencio.
- ¿Sabes lo difícil que es convivir con alguien que sabe lo que piensas? -dijo ella de golpe.
-Sé lo difícil que es estar con alguien indescifrable. -respondió con suavidad. Se instaló un denso silencio hasta que Jane volvió a hablar. -Replantearé la pregunta. ¿Crees que podría contigo?
-Creo que es mejor que primero me digas para qué quieres saberlo.
-Bueno, ¿crees que podría alzarte hasta una ventana?
Lisbon alzó la mirada hacia ellas, calibrando la distancia y su peso.
-Creo que sí. -dijo con cautela. La mirada de Jane se iluminó.
-Eso creía yo. Ayúdame a buscar algo con lo que romper el cristal...
-Aquí no han dejado nada, Jane. -dijo Lisbon, sacando su móvil de su chaqueta, tirada en el suelo, y entregándoselo.
Jane apuntó con cuidado y lo tiró, con certera puntería y fuerza suficiente como para romper el cristal. Después, ayudó a Lisbon a encaramarse hasta la ventana.
Desde el suelo, Jane observó cómo, durante un fugaz instante, una mueca de dolor cruzaba el rostro de Lisbon.
Pero ella lo eliminó enseguida mientras se sentaba, cuidando de no caer.
-Esto está muy alto, necesitaremos algo en lo que caer... Pásame la colchoneta, Jane.
Él obedeció, displicente. Lisbon la tiró al suelo y después se volvió hacia Jane.
Le tendió su mano izquierda.
-Vamos, te toca saltar. -le dijo con una sonrisa burlona.
Poco después, ambos habían logrado subir. Lisbon, con su agilidad de policía, saltó sobre la colchoneta. Jane saltó tras ella, más torpemente.
Vio por el rabillo del ojo una gota de sangre sobre la arena.
-Vámonos de aquí. -dijo Lisbon, sacándole de sus cavilaciones. Ella echó a andar por el borde de la carretera.
Jane tuvo que apresurarse para alcanzarla.
Fin del primer capi y su nueva edición, corregidos errores. Salu2
Vuelven las clases y toda esa mierda, y como podéis ver no estoy demasiado alegre, así que estoy baja de ánimo y tiempo libre. Bueno, las buenas nuevas: adelanto que he retomado el tercer capi de este fic. A ver si logro abstraerme de las clases completándolo.
Como decía la primera edición, "aprovecho para aventurar que intentará ser un fic largo" (no demasiado, suelo pasar de fics de diez capis porque no me gusta andar pendiente...) "y que no estoy segura sobre cómo seguirá, así que es posible que quede inacabado" ¿o con un final poco apropiado? WTF?
