House abandonó la oficina de Wilson informándole que le entraban ganas de fastidiar a alguien. Y se fue, como era costumbre, a incordiar con el paciente que lo aguardaba en la clínica.
Sabía que para los demás no había razón válida que justificara su comportamiento contra los pacientes, pero para él (y tal vez un poco para Wilson que lo conocía a la perfección) sí que la había.
Cuando el último paciente salió dándole duro a la puerta justo después de mirarlo con incredulidad e indignación, él se sentó con cautela en el banquito y se pasó instintivamente una mano por el cabello.
Aguardó.
Aguardó un poco más.
Y entonces la vio venir desde la oficina hecha una furia, con el ceño fruncido y el vuelo aletargado de su cabello negro y rizado.
Sintió la adrenalina previa al ansiado ataque, y las ganas incontrolables de querer humedecerse los labios.
Ella entró a la habitación y House le otorgó una mirada desafiadora, pero cuando sus ojos de ese verde sobrenatural lo irradiaron, su aroma inundó la estancia y su voz imperiosa lo abordó, no pudo reprimir que su corazón sufriera esa tradicional contorsión.
-¿Qué hiciste esta vez, House?-tan ella y tan inmediata.
Él sonrió ampliamente.
Sabía que para los demás no había razón válida que justificara su comportamiento contra los pacientes, pero para él no podía existir mejor razón.
