Bueno, este es el prólogo. Espero que os guste y pensad que solo es el principio n_n. (Perdonad si tardo en actualizar, pero es que estoy escribiendo otra historia) ó_ò


PRÓLOGO

Caminando por los oscuros pasillos del palacio de la Hermandad, Malon intentaba imaginar qué encontraría en la habitación de la Encantadora. Ella tan solo era una simple Protegida, no podía hacer esto sin sentir miedo. La habían obligado a llevarle el desayuno a la Encantadora a cambio de seguir siendo una Protegida y no ser echada a los cocodrilos que todos los residentes tenían por mascotas. Malon estaba realmente asustada porque tal y como se la habían descrito… con ojos fríos y azules, cabello rubio y brillante, tanta belleza incomprensible en un ser humano, cuerpo alto, esbelto y ágil, a la vez que fuerte y resistente.

Se habían creado muchas "leyendas" de la Encantadora, las cuales no sabía si eran ciertas o no. Había oído susurrar a algunos otros Protegidos que utilizaba su belleza y su voz para atraer a sus víctimas, como una sirena que se había escapado del mar para no compartir sus presas con sus demás compañeras. También decían que, cuando atraía a esos hombres avariciosos, se acostaba con ellos y, cuando estos ya estaban exhaustos, les clavaba un cuchillo y se lo volvía a quitar luego, para que murieran más lentamente. Y que a las víctimas femeninas… las mataba donde las pillaba.

Tampoco es que Malon se quejara, le pagaban por ello, daba igual el método, ¿no? Además, no había quién le dijera algo, así que nadie se quejaba. Bueno, el The Killer sí lo hacía, obvio el por qué. La Encantadora bien podía ser más débil que él, pero no había nadie que la intimidara.

Decían que en los entrenamientos junto con otros compañeros, los vencía sin más y que no los mataba por pena. Malon creía que solo uno era mejor que ella, el The Killer, pero por algo era el jefe.

Porque en la gran Hermandad, la Encantadora era su mejor asesina. La más ágil, la más rápida, la más fuerte… la más letal.

OoOoOoOoOoOoO

Saltó la pequeña valla electrificada, algo para nada complicado. Llevaba unos guantes especiales para eso. Aunque no eran tan especiales, tan solo llevaban una capa de aluminio hecho polvo por dentro.

Cayó al suelo como un gato silencioso y corrió a esconderse detrás de un arbusto cuando oyó pisadas. Si lo veían estaba acabado.

Con el brazo se secó el sudor de la frente mientras caminaba a hurtadillas - los pantalones del traje negro no le molestaban en absoluto - entre los arbustos hasta llegar a un lugar donde no había guardias. A lo mejor se creían que podían detener al gran Ventilador.

Con agilidad, escaló por el desagüe de la pared de ladrillo hasta el tercer piso. Antes de entrar por la ventana, miró hacia abajo y vio la distancia que lo separaba del suelo. Menos mal que la altura nunca había sido uno de sus problemas. Aunque pocos problemas tenía.

Entró en la habitación y miró alrededor, buscando la puerta que daba a donde estaba su más apreciado tesoro. El de la semana, al menos.

Pegó la oreja al lado de la puerta, mientras giraba una de las cuatro roscas negras con números. Cuando se oyó un pequeño 'clic', continuó con la segunda y así hasta que logró entrar en la habitación.

Cerró la puerta detrás de él y se puso unas gafas infrarrojos. Miró alrededor, había rayos por todas partes y mini-explosivos de bombas de humo y cloroformo por todos lados. Pensaban que eso asustaría al gran Ventilador.

Con ágiles movimientos expertos, fue esquivando los rayos hasta llegar a su destino, un gran diamante azul que, según había oído, valía más de cien millones. Sonrío al tocar el cristal antibalas que rodeaba la gran joya.

Se agacho y, con un simple destornillador, quitó la chapa de abajo, viendo todo el cableado de los rayos rojos que había por dentro del cristal. El gran Ventilador pensó que sería complicado, pero no pudo ser más fácil.

Cortó un cable de aquí, lo empalmó al de allá… y listo, rayos rojos fuera.

Sacó el cristal lentamente por encima de la joya azul y, después de coger el diamante, dejó un ventilador con pilas y una nota que ponía; "Tomad, para que superéis el infarto".

Salió de la ventana, bajó y, tranquila y silenciosamente se fue por donde había venido.

Cuando sus dueños se diesen cuanta de que faltaba algo, él ya estaría lejos.


Y ya está, aquí está el prologo. Espero que lo hayais disfrutado y que espereis con ansias el CAP 1. ¡Dejad review!