Vuelta a casa

- ¿Cuándo volverá papá? - Preguntó la pequeña Emily.

- Pronto, cielo. Esta noche estará aquí, te lo prometo - respondió su madre.

Emily arrugó la nariz y sacudió la cabeza.

- No te creo. Ayer dijiste lo mismo.

La joven sonrió con tristeza. Dijiste que volverías ayer. ¿Por qué aún no estás en casa? Te echo de menos.

Beck había estado fuera seis meses en Europa. Ellas habían ido a visitarle un par de veces, pero esta vez era él el que venía a Atlanta, e iba a quedarse bastante tiempo. Stewart había fallecido hacía poco, y había sido llamado para tomar su lugar. Beck había estado ocupado en Escocia y no se le había permitido ir a su funeral, lo que le entristeció mucho.

Riley se sentó en el sillón de su modesta casa y subió a Emily a su regazo. La pequeña soltó un bostezo y se recostó contra su madre. Solo tenía año y medio, y ya era bien entrada la noche. Normalmente ya haría horas que estaba durmiendo, pero si su padre iba a venir, quería estar levantada cuando llegara.

A pesar de todos sus esfuerzos, Emily se quedó dormida. Riley pasó repetidamente las manos por las ondas rubias de la niña mientras escuchaba su suave y relajada respiración. Poco a poco, ella también se fue quedando dormida.

Un chasquido hizo que Riley se despertara sobresaltada.

- ¿Den? ¿Eres tú? - dijo vacilante.

- Vaya - respondió una voz desde el pasillo -. No era mi intención despertaros.

Emily se frotó los ojos, todavía adormilada.

- ¿Papá? - murmuró.

Un hombre rubio de unos veintiséis años entró a la sala y dejó una maleta en la entrada. Emily saltó del regazo de su madre y corrió a abrazarle. Beck rio y la cogió en brazos.

- Ven aquí, pequeñaja. ¿Tú no deberías estar en la cama?

Emily rio, feliz, y sacudió la cabeza.

- Quería verte. Te eché de menos.

- Y yo también os echaba de menos a vosotras, mi niña - dijo enterrando la cabeza en su pequeño cuello -. Yo también.

Beck levantó la cabeza y miró divertido a Riley, que seguía sentada en el sillón.

- Al parecer, hay alguien que no me echó de menos, ya que no viene a recibirme - bromeó.

Riley sonrió y fue hacia donde estaban su marido y su hija. Besó a Beck con dulzura, derramando todo el amor y la preocupación que había sentido cuando no regresaba a tiempo.

- Te amo - susurró.

- Yo también te amo, Riley.

Los tres se fundieron en un abrazo, no dispuestos a volver a separarse. Porque esta vez Denver Beck había vuelto para quedarse.