--Prólogo--
Tokio rodó lentamente sobre un costado y en sueños estiró uno de sus brazos, que ocupó el resto del futón. Se encogió ligeramente cuando el frío le mordió ese brazo destapado, y se volvió a remover inquieta.
La copiosa lluvia repicaba fuertemente contra el techo de tejas. A pesar de que tras el fuego habían tenido que comprarse una casa nueva, ella se las había arreglado para permanecer en el mismo barrio, incluso en la misma calle. Le gustaba aquél sitio, donde conocía a la gente de toda la vida... En seguida todos sus vecinos se habían ofrecido para ayudarles en lo que necesitaran, si bien realmente no les hacía falta. Aunque el sueldo de Hajime no era algo extraordinario, aún contaban con la mitad de la herencia que les dejó su padre al morir, y ésta había sido más que suficiente para sufragar los gastos.
De quien sí había necesitado había sido de Moe, ya que mientras duró todo el asunto la familia entera tuvo que marchar a vivir con ella y su marido. Suerte que su cuñado era un funcionario importante y su casa era suficientemente grande para acogerles a todos... De cualquier forma, en cuanto tuvieron la casa nueva habitable dejaron de incordiar a la familia, y de eso hacía ya cerca de siete meses.
Un rayo iluminó la estancia a oscuras, y el trueno fue tan terrible que despertó a la mujer. Tokio abrió los ojos soñolienta, y pronto sus oídos captaron el retumbar de otro trueno y las violentas gotas estrellándose contra el techo. La habitación estaba totalmente a oscuras, y sólo el resplandor de los rayos la iluminaba de cuando en cuando.
Se arrebujó en el edredón, tapándose hasta el cuello y dejándose mecer por el sonido monótono de la lluvia. Dejó escapar un ligero suspiro al darse cuenta de que su marido no llevaría paraguas. Ya podían haber en el cielo las nubes más oscuras; jamás se le ocurría llevárselo por si acaso.
Giró de nuevo en el futón teniendo cuidado de no destaparse, y miró el hueco vacío donde él debería estar durmiendo. Sabía que su trabajo le exigía mucho, y ella lo aceptaba, pero nunca lograría llevar bien el pasar la noche sola en la cama. Qué era siempre tan importante para el Gobierno que no dejaba a sus hombres llegar a cenar con sus mujeres? No podían dejarlo para el día siguiente...?
Volvió a suspirar y se obligó a no pensar en nada más que en el agua, que poco a poco la fue cautivando con su repicar. De cuando en cuando sonaba algún trueno, pero cada vez más lejos. La tormenta se estaba alejando de allí
Antes de que consiguiera conciliar de nuevo el sueño escuchó un ruido. Quizás fuera Hajime o alguno de los niños que se había levantado.... o quizás no. Siempre estaba atenta a esa posibilidad, porque sabía que su marido tenía enemigos; cualquier policía como él los tenía.
Se sentó en el futón tranquilamente mientras escuchaba los pasos del visitante. Alargó la mano y abrió el cajón donde siempre tenía escondido un tanto y lo tomó, escondiéndolo bajo el edredón por si acaso, pero cuanto más escuchaba sus pisadas sobre el tatami más convencida estaba de que era él.
La corredera se abrió suavemente, apenas sin sonar, y la oscuridad perfiló la silueta del personaje
"Te he despertado?" Preguntó en voz baja. Tokio sonrió ligeramente y dejó el arma en su sitio. Frunció ligeramente el ceño al escuchar un sonido peculiar
El policía había dejado su nihontou en el suelo, cerca del futón, y se estaba quitando el uniforme cuando ella encendió una de las dos lámparas de aceite que había en el cuarto. A la ténue luz anaranjada la mujer comprobó que el sonido lo producía el agua que resbalaba por todo él hasta gotear en el tatami
"Si te hubieras caído al río no estarías más mojado, Hajime... --comentó no sin cierta intención de fastidiarle-- Anda, ve a secarte..."
Saito no dijo nada, pero asintió mientras se quitaba el pantalón manchado de barro y sangre y lo dejaba de modo que no ensuciara el piso. Ella se sonrió; los hombres estaban tan graciosos en calcetines y con ropa interior....
Al verle marcharse al baño a por una toalla se dio cuenta de algo que le extrañó. No estaba muy segura pero le parecía como si cojeara ligeramente de la pierna derecha...
Cuando regresó, una vez seco y frotándose el pelo con una toalla, Tokio se fijó lo más disimuladamente que pudo, comprobando que era cierto
"Qué tal te ha ido, cariño?" Le preguntó observando su cuerpo cubierto de antiguas cicatrices en busca de alguna herida que seguramente no le diría que tenía
"Ese capullo no se volverá a escapar más" Murmuró alisándose el pelo con los dedos hasta devolverlo a su forma habitual. No había pasado por alto el escrutinio de la mujer sobre su persona, pero aquél día no tenía nada que esconder
"Es una buena noticia... Oye, Hajime... Tengo que hablar contigo. Estaba haciendo limpieza esta mañana y he encontrado un an--"
"No puedes dejarlo para mañana?" Le preguntó cortándola mientras se vestía con un ligero kimono beige
"Mañana cuándo? Cuando te marches a comisaría por la mañana y vengas de madrugada como hoy?!"
El hombre se volvió a mirarla, un poco perplejo por su explosión "Ya hemos hablado de esto antes, Tokio..." El tema de su trabajo era un asunto bastante espinoso, pero creía que la última vez que lo sacaron a la luz se había solucionado todo. Por lo visto, no era así...
"No me importa si lo hablamos o no! Joder... Los niños apenas comen ya se vuelven a ir al colegio, y se acuestan pronto... Me siento sola en casa..."
"Pues vete con Moe" Fue la sencilla respuesta. Una respuesta de la que se arrepintió en el momento en que dejó su boca
Tokio abrió la boca, incrédula con sus palabras, y al momento el ceño se dibujó sobre sus bellos ojos verdes "De acuerdo!!" Le gritó lanzándole la almohada furiosa, sin darse cuenta de que podía despertar a los niños con el alboroto que estaba armando
Saito agarró el proyectil sin problemas y se sentó en el futón, a su lado "No debería haber dicho eso, lo siento"
Ella no respondió, se limitó a tumbarse y a taparse con el edredón, utilizando uno de sus brazos como la almohada perdida
"Oye, Tokio..."
"Ahora soy yo la que no quiere hablar, así que déjame en paz" Le dijo secamente resoplando al final y apagando la lámpara
La oscuridad les envolvió espesamente, al igual que el silencio. Apenas sí caían algunas gotas ya, y tan débiles que eran como un suave murmullo a su alrededor.
El hombre suspiró
con resignación y entró en el futón también.
No podía dejar las cosas así, pero sabía por experiencia
que tratar de hablar con ella cuando se enfadaba era tan inútil
como intentar que Battousai volviera a matar. Cerró los ojos y volvió
a suspirar.
De pronto la
luz se volvió a hacer en la habitación, y sintió que
Tokio abría la cómoda, rebuscaba y volvía a cerrar
el cajón. No había tenido tiempo de abrir los ojos cuando
la mujer le puso algo en la mano de malas maneras
"Esta mañana estaba limpiando y me lo encontré. De quién es?" Preguntó Tokio sin malicia, aunque cabreada por lo de antes
Hajime se sentó en el futón con el ceño fruncido mientras miraba el anillo, que pendía de una delgada cadena "Dónde lo has encontrado?"
"Estaba en uno de los cajones --se encogió de hombros mientras se sentaba también y le echaba otro vistazo. Era de plata labrada, y estaba ennegrecido, seguramente de no haberse usado en bastante tiempo-- de quién es?"
Pero su marido no parecía muy por la labor de contestarle. El policía miraba al anillo como si le estuviera preguntando qué demonios hacía allí. Por qué lo habrá encontrado Tokio justo en estos días...? Se preguntó cerrando el puño y apretándolo en su mano. No sabía por qué pero estaba empezando a tener un mal presentimiento...
Tokio le empujó ligeramente "Hajime, me estás escuchando?!"
"No. Qué decías?"
Ella le miró con ojos entrecerrados, contando hasta cien por lo menos para no enfurecerse más de lo que ya estaba "Qué de quién es ese anillo. Te advierto que si te quedas callado mucho más tiempo voy a empezar a pensar muy mal" Le advirtió cruzándose de brazos con un ademán que hizo que su larga mata de pelo negro se agitara sobre sus hombros
"No es de nadie. Confía en mí" Le dijo seriamente dándoselo de nuevo a la mujer
"Pero---" Comenzó ella tomándolo, remisa a que aquello acabara así. Saito se volvió hacia ella y miró en sus ojos.
"Lo harás? --Tokio abrió la boca para contestar pero como siempre que la enganchaba en sus ojos ámbar, su mente dejó de funcionar-- Gracias" Con esto, que no hizo sino sorprender aún más a su mujer, Hajime se volvió a tumbar en el futón con total intención de no contestar más preguntas y dormir de un tirón lo que quedaba de noche
Aún perpleja, sin podérselo creer, guardó el anillo misterioso en el cajón y apagó la luz. Estaba tan sorprendida que hasta se le había pasado el enfado. Se dejó caer sobre el futón y se tapó bien con el edredón. Le parecía increíble como su marido era tan misterioso incluso para ella, que le conocía mejor que nadie... Qué clase de imágenes conjuraba ese anillo de plata que no quería recordar...? Quién lo habría llevado al cuello...? Él...?
Suspiró y se obligó a deshechar todo pensamiento de su mente, porque se conocía y se sabía de sobra capaz de estar toda la noche dándole vueltas...
Capítulo I
