Sick

No era la primera vez, eso era seguro.

¿La última?

¿Quién sabe?

Estaba cansado, y sabía que él también lo estaba, se lo había dicho.

La misma mierda todo el tiempo - pensó para sí.

Las mismas peleas, las mismas palabras, la misma conversación, las mismas disculpas y las mismas promesas rotas.

El tiempo siempre parece arreglarlo todo, pero cuando menos se lo esperan...

La misma mierda todo el tiempo - repitió en su mente.

Si lo lograran superar de una vez por todas... Sería perfecto. Serían más fuertes que nunca.

Pero... ¿Si no lograban superarlo?

Se perdería todo.

El amor que alguna vez se tuvieron, a la basura. Y aún se amaban, pero era más de lo que ambos podían soportar.

Todo tiene un límite, pero ninguno quería admitirlo realmente.

Aun así sentía que esta vez algo se había roto entre ellos.

Sus ojos grises se perdieron en el vacío, en los recuerdos de su amado. El que un día fue su enemigo. El que un día odió sin razón. El que un día se robó su corazón.

Una... Dos... Tres... Perdió la cuenta de las lágrimas. Y es que era imposible detenerlas.

No quería perderlo, y si lo hacía... Sabía que era su culpa.

Orgullo. Quejas. Insultos. Maltratos. Cómo se arrepentía. Pero no podía cambiar lo que era. Aunque lo intentó, simplemente seguía siendo el mismo idiota de siempre.

Ni siquiera por la persona que más amaba podía cambiar.

Al principio todo era una maravilla. Pero después, todo lo que el otro hacía parecía molestarle, y lo demostraba, aunque lo amara.

Enfermo. Sí, eso es lo que era. Un enfermo.

Sin dejar de llorar, enredaba sus finos dedos entre sus rubios cabellos mientras parecía querer arrancarlos. Antes el solo gritaba, maltrataba e insultaba a su novio, que como ingenuo, aceptaba feliz sus disculpas. Pero algo había cambiado, después de tantas peleas, la ingenuidad se volvió frialdad, las disculpas eran aceptadas, pero con desconfianza. Sabiendo que no se iban a cumplir.

Su relación se había vuelto gris.

Gris, como sus ojos.

Tomo una botella de whisky de fuego, y sin siquiera buscar un vaso se la llevó directamente hacia los labios, dejándola a la mitad en un par de tragos.

Una... Dos... Tres... Cuando creyó que ya no tenía lágrimas, volvieron a brotar como una cascada de sus ojos.

Rió. Entre sus incontrolables lágrimas rió.

Estaba loco. Estaba enfermo. Haciéndole daño a su tesoro se hacía daño a sí mismo.

Y se odió por sobre todas las cosas en este mundo.

Si seguían juntos, bien lo sabía, era por puro masoquismo.

Él no quería seguir lastimándolo, no. Y solo había una forma de acabar con todo este amargo sufrimiento.

La pelea que habían tenido esa tarde, definitivamente iba a ser la última...

Buscó frenético entre los pliegues de su túnica hasta que por fin la encontró, su varita.

Sin dejar una nota.

Sin ver sus ojos por última vez.

Sin avisar, como un beso robado.

Se apuntó a sí mismo.

- Avada Kedavra - dijo casi en un susurro, seguido por una luz verde.

Verde, como los ojos del chico que perdieron su brillo al enterarse de la trágica noticia de la muerte de su amante de ojos grises.

The End