Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, solo a su autor: Tite Kubo.
-Esta es una nueva historia que llevo escribiendo desde hace un tiempo, no la había publicado ya que quería tener varios capítulos escritos y luego publicarlos, por ahora dejare solo el prologo, si llega a tener buenos resultados, entonces lo continuare. Agradezco enormemente a mi hermana quien me ha ayudado a avanzar la historia, me he inspirado mediante, letras de canciones, e imágenes para escribirlo, y casi siempre termino agregando cosas al capítulo. Les agradecería dejar un comentario si les ha llamado la atención la historia, no les tomara mucho tiempo.
Prologo.
Hace diecinueve años atrás.
Paris, Francia.
—Si dígame—respondió la persona del otro lado de la línea, ella tomo el aparato con más fuerza y con las manos temblorosas, al escuchar una voz gruesa y ronca que hizo que la piel se le erizara y se colocase más nerviosa; estaba decidida a hacer aquella llamada para acabar con todo de una vez por todas, pero tenía muchísimo pánico por pronunciar una palabra. Le tomo una eternidad responder aunque en realidad fuesen solo unos cortos segundos, y aunque no había dicho una sola palabra, ella sabía que él estaba esperando su llamada y no le sorprendía tal repentina acción en aquellos momentos de la tarde.
—Soy yo—habló en un intento de sonar calmada y relajada, pero fue algo imposible debido a su constante tartamudeo. Tomo un trago de agua rápidamente y se dispuso a continuar su oración—. Necesito verlo urgentemente.
— ¿Crees que puedo perder mi tiempo de esa forma? —dijo bruscamente, ella apretó las manos molesta.
—Lo siento, pero…—titubeó—. Realmente necesito hablar de un tema importante, y no creo que sea necesario recordarle sus palabras de aquella vez, además—agregó—. Se trata acerca de su hijo.
—A medianoche—ordenó y fue lo último que escucho hasta de que se cortara la conversación.
Luego de que colgara, se preguntó si realmente sería buena idea ir, pero era algo de suma importancia que no podía dejar para sí misma, tenía que pensar en su familia, tenía que hacerlo por él.
Cuando la hora finalmente llego se encontró con que sus nervios eran tan grandes como la vez en que se había presentado en el teatro de la universidad; lo único que lograba calmara era la idea de que no tenía que preocuparse de que su esposo llegase a casa mientras ella estaba afuera, debido a que este se encontraba de viaje de negocios. Por precaución preparo con anticipación su equipaje con todo lo necesario para huir si lo consideraba necesario y demasiado peligroso.
Salió de su casa y espero a un taxi mientras miraba a cada segundo la hora en su reloj. A él no le gustaba esperar.
Cuando su transporte llego lo primero que hizo luego de entrar en él fue entregarle al conductor un pedazo de papel con la dirección a la cual quería ser llevada; llevaba más de un año en aquel país y aún no había aprendido el idioma correctamente más que lo básico, cosa que la avergonzaba. Mientras el carro avanzaba se limitó a observar por la ventana; tenía el pecho oprimido y estaban tan nerviosa que sentía su frente sudar. Su único consuelo era el paisaje que pasaba por la ventana bajo la luz de la luna.
Cuando el carro se detuvo, sintió por unos momentos que a sus pulmones no le llegaba oxigeno suficiente, el ruido de la música en la radio y la voz del conductor la hizo despertarse de su pequeño trance.
— ¿Vous êtes tout droit mademoiselle? — le preguntó el conductor al ver que ella no reaccionaba.
—Oui monsieur. C'est ici—dijo en respuesta entregándole el dinero para luego recoger sus cosas y salir del auto.
—Ressemble à un hôtel chic, je l'espère bien faire—ella asintió y con la mano le hizo un ademan de despedida. Recorrió el camino hecho de piedras y llego a las rejas más grandes de la mansión. Al lado de esta, se encontraban dos guardias que apenas observaron su presencia abrieron la puerta para que ella pasase.
La estaban esperando.
Estaba un señor mayor, de altura media con una inusual barba de color blanco que en cuanto la vio se irguió pretencioso y sin decirle nada más le indico que le siguiera; ella camino tras de él con pasos tímidos. Deseaba no tener que pasar en medio de la velada que se celebraba ese día, pero no era como si tuviese otra opción, lamentaba no haber traído otras ropas más elegantes ni haberse arreglado lo suficiente, todos en la fiesta la miraban de una forma un tanto extraña, pero por otro lado, estaba acostumbrada a ese tipo de miradas desde que se casó. Cuando llegaron a una gran puerta de madera, el hombre a su lado la toco y sin decirle una palabra continúo su camino por el pasillo.
Del otro lado alguien le abrió la puerta y le incito a que entrara, con un suspiro tomo valor para dar unos cuantos pasó. El lugar era enorme, tenía un ventanal adornado con rojizas cortinas justo detrás de un escritorio de grafito donde podía observar al patio delantero de la mansión donde se desarrollaba la fiesta. La sala era redondeada en las esquinas y en las paredes eran adornadas con diferentes cuadros dibujados a mano de la familia.
Él estaba sentado cómodamente en los muebles de terciopelo rojo justo detrás de una mesa de vidrio donde apreció el vino de la mejor marca y dos copas que lo acompañaba.
—Oh, siéntate querida—le indicó—. No querrás estar allí parada. La forma en la que sonó aquello le dejaba un mal sabor a la boca, no tenía necesidad de ser agradable.
—No es necesario ser tan formal señor—se sentó en otro sillón accediendo a su petición—. Usted sabe perfectamente cuál es nuestra relación.
—Tienes razón, no tengo por qué darle el gusto de tal amabilidad de mi parte. Ella ignoro aquel tosco comentario y tomo asiento lo más alejada posible de aquel hombre; si veía lo nerviosa que estaba solo sería peor—. ¿Quieres una copa? —le preguntó al verla admirar la botella, pero ella se negó.
—Aunque quisiera, no podría.
— ¿Entonces qué es lo que no podía esperar para interrumpir mi agradable velada? —ella suspiró pesadamente y con las manos temblorosas, saco un sobre amarillo de su bolso. No quería entregárselo en la mano y decidió solo dejárselo sobre el vidrio frio. A pesar de su ansiedad logro mirarle a los ojos.
— Es mejor que lo veo usted mismo. El hombre confundido se inclinó para recoger el sobre, saco de allí un par de hojas; las leyó tomándose su tiempo, los ojos se le abrieron como platos y apretó el agarre. De un momento a otro las hojas eran solo papeles rotos que llego hasta su regazo, eso la sorprendió pero prefirió quedarse en silencio.
—¡ ¿Qué significa esto!? —Le grito—. ¡Maldita perra! ¿No te es suficiente ya haber arruinado esta familia y llevarla a la vergüenza con su compromiso? ¡Vete de aquí muchacha ingrata! Ya no quiero ver tu rostro. Al ver que no se inmutaba ni respetaba sus órdenes su ceño se frunció y elevo mucho más la voz—. Ni se te ocurra venir de nuevo o acércate a él; yo mismo me encargare de que desaparezcas. Y por primera vez desde que conocía a ese hombre, ella también elevó su voz.
— ¿Irme? ¡Cómo se atreve usted a llamarme y hablarme de esa forma! —le dijo. ¿No es para usted suficiente la infelicidad de su hijo con su amargura?
—No quiero a esa cosa en mi familia—le dijo con voz tan fría que la dejo helada.
—No me importa lo que usted diga—tomó valor de la furia que albergaba en su pecho—. Esta es mi vida y la de su hijo, nada de lo que haga me impedirá tenerla.
— ¿Que tu vida y la de mi hijo? ¡Maldita! Tú nunca sabrás lo que es mejor para esta familia—gritó golpeando la mesa—. ¿Crees que él te aceptara? —le preguntó—. O te deshaces de esa cosa o yo mismo lo hare. Cuando termino ella realmente comenzó a tenerle miedo, no quería perder a su esposo y mucho menos a su hijo que ya estaba creciendo en su vientre, con pasos lentos y cortos camino hasta la puerta que le daría escape de aquel hombre.
—Usted gana. Me iré, me alejare de él—sollozó—. No le contare a nadie, pero, a cambio quiero que me deje vivir tranquila con mi hijo-empujo la puerta con fuerza y corrió todo lo que pudo, a pesar de que no era algo muy saludable para ella. Cuando salió de la mansión y ya estaba del otro lado de la calle se detuvo cayendo al suelo; el pecho le dolía de tanto correr y sus mejillas estaban empapadas. Como pudo tomo su teléfono y marco el teléfono de la única persona que podría ayudarla.
— ¿Alo? —se escuchó del otro lado, ella solo soltó un suspiro de alivio.
— ¿Sora? —preguntó para estar segura—. Soy yo.
— ¿Hisana? —preguntó sorprendido—. ¿Eres tú? ¿Estás bien?
—Necesito tu ayuda—dijo aferrándose al teléfono—. Necesito un lugar donde quedarme esta noche, por favor ayúdame. —. ¿Qué ocurre? Byakuya me ha llamado hace poco no le has llamado y está preocupado. La pelinegra palideció.
—No le digas de mi paradero por favor, te lo contare todo—tartamudeó—. Pero por favor no digas nada, sobre todo a él.
—Nos vemos donde siempre—contestó y ella cortó la llamada.
La mujer camino hasta su restaurante favorito de comida rápida donde siempre solía or cuando era una adolescente y cuando estaba en la Universidad. Espero pacientemente hasta que su amigo llegara y cuando por fin lo hizo, le conto todo lo ocurrido. El compañero de mesa solo se atinó a escuchar con atención la historia de una de sus mejores amigas.
—No creo que debas hacer esto—comentó rascándose de la nuca—. Pero si es tu decisión no puedo detenerte, pero tenemos un problema—le dijo y antes de que pudiera preguntarle el contexto de nuevo—. Me iré mañana de viaje a ver a mi mamá a Japón no puedo dejarte sola en casa, él te encontraría y lo sabes.
—Llévame contigo a Japón si es necesario solo sácame de aquí.
-No lograba entender la mente de ese hombre, luego de varias semanas sin llamarle, justo ese día, se atrevía a molestarla de nuevo. Estaba segura de lo que le había dicho aquella vez era mucho más que una advertencia y que realmente sería capaz de hacerla desaparecer.
—Tarde o temprano sabias que ibas a recibir esta llamada—rio con ironía—. No entiendo por qué estás tan sorprendida.
—Estoy más sorprendida por el tiempo que le ha tomado averiguar mi paradero.
—De todas formas no he venido para solo hacerte saber que te he encontrado, solo era para proponerte un sencillo trato, estoy seguro de que no querrás huir por siempre y yo no pasare toda mi vida buscándote. Sería totalmente ridículo.
—Por fin diría que estamos de acuerdo en algo.
—Te dejare tranquila, allí a donde iras. Vivirás con tu hijo—dijo con una mueca.
— ¿Pero no es tan sencillo como lo pinta no crees? —-le respondió.
—Después de todo si eres muy inteligente Hisana—rio. Solo tengo una advertencia, y es que jamás nunca nadie se entere de esto. Si no yo mismo me encargare de tratar con esa persona.
—Acepto—respondió rápidamente para que la dejase tranquila vivir con la pequeña persona que se desarrollaba en su vientre.
— ¿Lo juras por tu vida?
—Lo juro—afirmó.
—Excelente, entonces creo que ya podría comenzar.
Diecisiete años después:
—Estoy segura de que no me queda mucho tiempo—escribió en el diario. Y lo siento, por todas las malas decisiones que he tomado, por destruir todo y lastimar a mucha gente. Sus lágrimas nublaban la vista impidiendo que escribiera con una letra entendible, gotas mojaron las viejas hojas de papel. Sonrió al terminar de colocarle el candado. A pesar de haber arruinado todo aquellas hojas contenía la verdad, todas las mentiras dichas en mucho tiempo estaban allí, y solo una persona seria capaz de verlo.
Ella se encontraba sola ese día y estaba segura de que vendrían por ella, era solo cuestión de tiempo. Estaba sentada en su habitación luego de colocar el diario en otra habitación. Cuando la puerta principal cayo, supo que ya era hora. Escucho pasos lentos y firmes subir con cuidado las escaleras. La puerta estaba cerrada con llave pero sabía que no resistiría demasiado tiempo.
Cuando la puerta se destrozó vio la horrible sonrisa de aquel hombre, pero su ojos eran como platos cuando vio a las dos personas detrás de él.
— ¿Ustedes? —pregunto horrorizada—. Esperaba esto de Ginrei, pero nunca de ti.
— ¿No te lo esperabas eh? Por algo esta aquella frase de tal palo tal astilla ¿No crees? —preguntó riendo de lado con arrogancia. Su acompañante solo podía verla con una mezcla de culpa y arrepentimiento—. Vamos K, es hora de que hagas tu trabajo.
— ¡No puedo hacerlo! ¡Yo no hago esto! —vociferó con las manos temblorosas.
—Sabía que después de todo tu no podrías hacerlo—espetó con furia. —C es todo tuyo. El nombrado solo pudo ver alrededor sin ninguna emoción alguna. Ellos habían sido entrenados para ello, pero ahora que había llegado la hora, no podían hacerlo, no podían tomar el arma y asesinar a alguien, más cuando era alguien que conocía bastante bien.
El jefe cerró los ojos molestos y los aparto a ambos del camino.
—Creo entonces que tendré que hacer todo el trabajo sucio—hizo una mueca.
¿Por qué sonríe como si estuviera a punto de cometer una locura? ¿Por qué sonríe como si empezaras una nueva mentira? Fue lo que se preguntó Hisana en su mente,
— ¿Por qué no vino él?
—Este tema me concierne tanto a él como a mí—explicó tranquilamente—. El me robo todo y ahora yo le quitare todo. Escuche todas las conversaciones entre ustedes pero mi padre es tan suave de todas formas. ¿Dónde está?
—Nunca la encontraras, te lo aseguro.
—Sabes que todos modos lo haré—dijo sacando una daga dorada, el arma que le daría fin a su vida. Pero no le sorprendió el hecho de que sería asesinada con oro puro perteneciente de la familia Kuchiki—. Es hora de que todos tus secretos se vayan a la tumba.
Su vida pasó frente a sus ojos, su infancia, su adolescencia, cuando lo conoció, cuando se casaron, cuando lo supo, cuando se escapó, las muertes por su culpa, su último cumpleaños, ella. Todo paso rápidamente.
Luego todo se volvió negro.
ACTUALIZADO EL 03 DE JUNIO DE 2017.
