Este fic pertenece a «Abstracular», a quien le agradezco que me haya dado su permiso para traducirlo. Su título original es "The Rurouni Settles" ( /s/8886632/1/The-Rurouni-Settles - para ir a la historia debéis añadirle delante la dirección de esta web).
Aunque reconozco que hay enfoques con los que no estoy totalmente de acuerdo, eso no quita que sea muy bonito y que me guste mucho. Lo que más me llamó la atención fue que tiene suposiciones muy atrevidas, pero a las que llega de una forma tan natural que hace parecer plausibles. Además, es terriblemente tierno. Sólo tiene 7 capítulos y está inacabado, sin embargo se podría leer como un fic terminado (y el último capítulo es muy divertido). Una vez termine la traducción lo pondré como completo y, si la autora consigue volver a escribir un nuevo capítulo (como me ha dicho que quiere hacer en cuanto encuentre un hueco), prometo actualizarlo y añadirlo.
Mención especial para MAEC, que ha tenido la santa paciencia de ayudarme y de aleccionarme para usar una correcta puntuación al escribir en español. A sus pies, sensei. Sin ella, esta traducción seguramente no habría visto la luz. ¡Muchísimas gracias, guapa! ¡Eres la mejor!
Me encantaría que me dejárais vuestras impresiones, pero no seáis muy malos, ¿eh?
La historia de Rurouni Kenshin y sus personajes pertenecen a Watsuki Nobuhiro.
Notas del traductor:
* En este fic, Kenshin se refiere a sí mismo como this one («éste»), pero yo lo he traducido como «uno», forma para referirse a sí mismo en 3ª persona.
* Dejaré algunas palabras japonesas sin traducir, como el propio título (La obra original en la que se basa se llama «Rurouni Kenshin» y no he querido traducir esa primera palabra porque todos sabemos lo que quiere decir, ¿no?). Sin embargo, pondré una aclaración indicando lo que significan al principio del capítulo e irán en cursiva en el texto.
Palabras clave:
Rurouni: Palabra inventada por Watsuki, que viene a significar «vagabundo» (pero teniendo en mente a «una persona que vaga, que yerra, sin un hogar fijo»).
Jinchuu: Término que denomina al tercer Arco argumental del manga Rurouni Kenshin. Es el más importante en la historia, ya que es el que une todos los arcos y le da un final a la misma. Significa «Justicia ejercida o llevada a cabo por el Hombre». Si alguno de vosotros no ha leído el manga, se va a sorprender mucho y le animo encarecidamente a que lo haga. En este Arco ocurre algo que no sale en ninguna de las animaciones, cosa que los amantes de este manga tenemos clavado en nuestro corazón (por supuesto, el Seisouhen no cuenta, ¡PARA NADA! Puesto que no reflejó lo que sucedió en el manga, ni tan siquiera el final real).
Futón: Colchón fino plegable con un cobertor que suele ser la típica cama japonesa. Se puede doblar y almacenar, cosa que suelen hacer una vez que se han levantado, dejando libre el espacio de la habitación en la que lo han desplegado.
Kendoka: Persona que practica el kendo, esgrima japonesa.
-dono: Honorífico arcaico usado por samuráis. Indica un trato respetuoso y de distancia ante la persona a la que denomina. Kenshin suele acotarlo a todas las mujeres como señal de respeto. En el manga se suele traducir como «señorita/señor/señora». A pesar de lo que se comenta en otros fics, no hay ninguna referencia en el manga de que sea algo que moleste a Kaoru.
-san: Honorífico estándar. Equivale a «Señor/Señora». Megumi llama cariñosamente a Kenshin (también para fastidiar a Kaoru) Ken-san.
-chan: Es como un diminutivo y se suele utilizar para designar a un niño o a alguien muy joven (Yahiko odia que le digan Yahiko-chan). O también para denominar a una chica cercana y querida (Misao suele llamar a Kaoru, Kaoru-chan).
Dojo: significa literalmente «lugar donde se practica la Vía» o «lugar del despertar» y se refiere a la búsqueda de la perfección física, moral, mental y espiritual. Espacio destinado a la práctica y enseñanza de la meditación y/o las artes marciales tradicionales modernas. Tradicionalmente supervisado por el sensei o maestro. Kaoru es una maestra adjunta.[
Sakabatou: literalmente «espada de filo invertido». Espada que usa Kenshin para luchar, con el filo en el lado opuesto. Es ficticia.
Battousai: Nombre por el que conocían a Kenshin cuando era un asesino en las filas de los Ishin Shishi.
Yukata: Una vestimenta de algodón más ligera que el kimono que se suele usar para dormir o en los baños termales, o para usar en verano (aunque éste es más elaborado).
Oro: Expresión típica de Kenshin para demostrar su desconcierto, su sorpresa o cuando sufre un golpe o caída (como cuando «cae» sobre el bokken de Kaoru). Muchas veces lo hace para «hacerse el tonto».
CAPÍTULO 1: Tras el Jinchuu
Las dos primeras noches que Kaoru pasó en casa, lloró.
Kenshin la oyó, por supuesto. Siempre lo hacía, porque siempre estaba despierto. Solía pasar sus noches en la cocina o tras la puerta de la habitación de ella, que era donde ahora se quedaba dormido la mayoría de las veces. No podía arriesgarse a perderla a manos de algún monstruo desconocido, no otra vez, no después de la última vez. Especialmente no cuando acababa de recuperarla.
Así que él siempre la oía llorar. Ella intentaba amortiguar su llanto; era evidente que lo hacía porque sabía que él la oiría sin importar el lugar de la casa en el que ella estuviera. Pero ese pensamiento nunca detuvo sus lágrimas.
—¿Vas a limitarte a escucharla otra vez?
Kenshin levantó la mirada de su taza de té y la dirigió hacia Sano, que se acercaba con pesados pasos y se dejaba caer a su lado, en el camino que salía de la cocina. Éste se quedó mirando al hombre de menor estatura durante un momento antes de suspirar y reclinarse apoyándose sobre las manos.
—¿Por qué no vas con ella?
Kenshin tragó el pequeño sorbo de té que había mantenido en su boca de manera inconsciente antes de contestar.
—No sería apropiado que uno entrara en su habitación.
Sano se quedó mirándolo perplejo antes de estallar a reír quedamente.
—¿Apropiado?
Kenshin observó pacientemente a Sano hasta que éste recuperó el control y comenzó a negar con la cabeza.
—Kenshin. —Suspiró—. Hay una chica joven soltera ahí dentro... y tiene a tres hombres viviendo en su casa. ¿Qué parte de todo esto te parece apropiado?
Y tras esa simple observación, le dio un ligero golpe a su amigo en el hombro y se levantó para volver tranquilamente a la habitación de invitados que había reivindicado como suya. Kenshin se quedó allí sentado durante un momento, mientras terminaba con calma su té. No es que no fuera consciente de ese tipo de comentarios sobre Kaoru en la ciudad. No es que no oyera lo que las chicas de su edad cotilleaban cuando ella pasaba, o cómo se burlaban de ella sutilmente. No era idiota.
Mordiéndose la mejilla durante un momento, fue un último sollozo proveniente de su habitación lo que por fin le llevó a pensar «¡al infierno!».
Cruzó el vestíbulo y se detuvo tras su puerta durante un instante, preguntándose si debía llamar o entrar directamente. No es que a estas alturas Kaoru no fuera consciente de lo que él sentía por ella, se lo había dejado más que claro la noche antes de que Enishi atacara.
«La noche antes de que se la llevara de mi lado.»
Cerró sus ojos con fuerza y deslizó la puerta, entrando silenciosamente en la habitación. Kenshin sabía que ella lo había oído, aunque estuviera de espaldas a la puerta. La mano de Kaoru subió con rapidez y secó su rostro.
—Yahiko. —Suspiró dejando escapar una leve y tierna risa—. Te lo dije, estoy bien. De verdad. Vuélvete a dormir.
No era un secreto para los de la casa que el joven también solía venir por la noche para cerciorarse de que Kaoru estaba bien. De entre todos los que vivían allí, Kenshin creía que al que más le afectó la «muerte» de Kaoru fue a Yahiko... bueno... sin contarle a él. No, puede que incluso contándole a él.
Sin contestarle, se arrodilló junto a su futón y levantó la manta, acurrucándose bajo ella al lado de Kaoru. A ella se le paró la respiración durante un instante, antes de que él la atrajera hacia sí, apoyando su espalda contra el pecho, rodeándola con sus brazos y entrelazando sus dedos con los de ella. Apretando los brazos de ambos contra el pecho de la joven kendoka, Kenshin acarició suavemente su pelo con la nariz y apoyó la frente en su hombro.
—Ahora todo está bien, Kaoru-dono —susurró—. Ahora uno está aquí para que usted pueda llorar tanto como quiera.
Ella se quedó respirando en silencio unos instantes antes de que al final empezara a llorar de nuevo, llevándose sus manos entrelazadas hasta la boca para cubrirla con ellas. Se dobló contra el cuerpo de Kenshin, haciéndose un ovillo y llorando debidamente por primera vez desde que bajó de aquel barco. Lloró tan fuerte y tanto como su cuerpo pudo, y se dio perfecta cuenta de cómo su pelo se le humedecía por las lágrimas que caían tras ella.
—Todo está bien, Kaoru-dono —repitió—. Uno está aquí.
Lo dijo tantas veces como él necesitó decírselo, no sólo por ella, sino también por sí mismo. Que le hubieran arrancado a otra persona de su vida lo había destrozado por dentro. Y el hecho de que fuera precisamente su pasado lo que había regresado para arrebatársela lo empeoró. Otra mujer a la que amaba arrancada de su lado a causa de la vida que escogió de forma atolondrada a los catorce años.
Kenshin enterró la cara en el hueco de su cuello y repitió el mantra, acercándola más hacia él, abrazándola fuerte contra sí. Kaoru no supo cuántas horas lloraron juntos, pero empezó a notar el sutil cambio en la forma de hablar del rurouni durante el transcurso de la noche.
—Ahora todo está bien, Kaoru —decía. Después acariciaba su hombro y su cuello con la nariz, inspirando profundamente antes de que las palabras que iban a continuación resbalaran de sus labios—. Ahora estoy aquí.
Ella se dio la vuelta entre sus brazos apretándose contra él y levantó una mano para apartarle el pelo de la cara. Cuando él bajó la vista hacia ella, Kaoru vio oro en sus ojos y por fin comprendió la verdadera razón por la que cambiaban a ese color cuando luchaba al límite. No era un cambio en su personalidad. Sus ojos cambiaban simplemente cuando sentía demasiada emoción para que su temperamento, entrenado con gran esmero para permanecer sereno, pudiera contenerla.
Kaoru secó las lágrimas de los ojos de Kenshin y le sonrió, sorbiendo las suyas. Alzó la mano de él y rozó los magullados nudillos con sus labios, apoyando la mano contra su mejilla. Estuvieron así durante un tiempo, únicamente mirándose el uno al otro y compenetrando sus respiraciones hasta que ambos se calmaron. Cuando el amanecer rompió sobre el tejado del dojo, todavía permanecían contemplándose el uno al otro. Sus manos estaban juntas, y el pulgar de ella le acariciaba de forma despreocupada el pulso.
—¿Por qué tardaste tanto, Kenshin? —susurró ella al fin.
Él se tragó su culpa y soltó una larga exhalación.
—Uno... yo... yo pensé que habías muerto. Enishi hizo que le construyeran un cuerpo falso con diferentes cadáveres. Era idéntico a ti. Entré en el dojo y vi un cuerpo que tenía tu cara. Había una espada atravesándole el pecho y una cruz en su mejilla. Me vine abajo, Kaoru.
Kenshin parpadeó para evitar que las lágrimas rodaran por su rostro y frunció el ceño mientras sus dedos se alzaban para tocar la mejilla de Kaoru. Tan lisa como los suelos de marfil. No había ninguna cicatriz allí. El recuerdo asaltó su mente por un instante y cerró los ojos antes de continuar.
—Puedes imaginar por qué. Que mi pasado viniera y te llevara de mi lado, otra mujer a la que amaba, me mató, Kaoru. No pude encontrar las fuerzas para siquiera blandir la sakabatou. No fui capaz de protegerte con ella. Había jurado que podría proteger a la gente con esa espada y no sirvió para protegerte.
Kaoru se mordió el labio con suavidad, observando el rostro de Kenshin mientras hablaba. Por supuesto que podía entender por qué se había venido abajo. Ella habría hecho lo mismo en su lugar, pero eso no cambiaba el hecho de que, tras descubrir que ese cuerpo no era el suyo, él tampoco había venido. Cuando se lo mencionó, él rio con frialdad.
—Nadie me dijo que estabas viva. Eso tuve que descubrirlo yo solo... bueno... —En su mente apareció la sonrisa de Tomoe—. No completamente solo.
Kaoru frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Tomoe. —Él exhaló su nombre, sonriendo con ternura—. Ella vino a mí. Me sonrió y me dijo que había alguien que todavía estaba esperando ver mi propia sonrisa. Fue entonces cuando supe que aún estabas viva. Me alegré de que fuera ella quien me lo dijera, porque si lo hubiera hecho alguno de los otros... probablemente habría ido y le habría cortado el cuello a Enishi.
Kenshin observó su rostro para ver si ella reaccionaba de algún modo a lo que acababa de decir. Sabía cómo debían de verse sus ojos; sabía que su forma de hablar era diferente de la del torpe rurouni que había conquistado su corazón. Para su deleite, ella simplemente frunció los labios y le dirigió una mirada reprobadora, pero alzó la mano para pasar sus dedos sobre la cicatriz de su mejilla acariciándola con dulzura. Tuvo que reprimir una sonrisa. Esta mujer, esta irritante, terca y vulnerable mujer, era la única que le daba una mirada reprobadora a Battousai el asesino. Era como si él fuera un niño y ella le estuviera diciendo que jugara amablemente con los demás, porque era muy irrespetuoso hablar de cortarles el cuello.
—¿Te...? —Su sonrisa se desvaneció—. ¿Él te...? ¿Alguien allí te...? ¿Te hicieron daño, Kaoru?
Ella negó con la cabeza.
—De hecho, Enishi me protegió de todo eso. Lo que no quiere decir que no me arrojaran a una habitación cuando creían que me estaba pasando de la raya. O cuando intentaba escapar. Pero nadie me hizo daño. No de la manera que estoy segura que te estás preguntando.
Kaoru se estremeció por el aire matutino del otoño y se apretó contra él, metiendo la cabeza bajo su barbilla mientras él los arropaba con la manta.
—No creo que pudiera hacerme daño, ya que tenía casi la misma edad de Tomoe-san. Creo que cada vez que ve a una chica de mi edad, él sólo la ve a ella. Y, de hecho, eso me salvó la vida.
Él musitó un suave «hm» en reconocimiento y acarició su pelo con dulzura. Ambos se quedaron inmóviles al oír pasos afuera en el pasillo. Una pequeña sombra se paró tras la puerta antes de que una voz ronca le siseara desde el otro lado del vestíbulo.
—Yahiko, no te atrevas. Sólo vuélvete a dormir.
—Cállate, Sano. Puedo comprobar si ella está bien si me da la gana. Yo soy el único que de hecho vive aquí, por si no te has dado cuenta.
–Si abres esa puerta lo más mínimo, te voy a dar tal patada en el culo que saborearás los dedos de mis pies.
Kaoru se tapó la boca para contener la risa y Kenshin se mordió el labio.
—Está bien. —Yahiko suspiró tras la puerta—. ¿Dónde está Kenshin? Tengo hambre.
—No te importa —siseó Misao desde la habitación que estaba al lado de la de Sano—. Yo haré el desayuno hoy.
—¡¿Tú?! ¡Tú cocinas peor que Kaoru!
—¡Te haré saber que soy un genio culinario, mierdecilla!
Kenshin estalló a reír y Kaoru tuvo que sofocar su risa contra el pecho del rurouni, pero era imposible que no les hubieran oído ahora. Kenshin notó cómo Yahiko se tensaba tras la puerta cuando oyó sus voces, antes de dar la vuelta y marcharse.
—Eh... Sí, Misao, entonces muéstrame tus dotes culinarias, e intenta no cocinar nada que me haga vomitar.
Kaoru puso los ojos en blanco, gritando por encima del hombro de Kenshin.
—¡Estoy tan contenta de estar criando a alguien tan caballeroso, Yahiko!
Él murmuró algo sobre chicas feas exigentes mientras se marchaba, y Kenshin negó con la cabeza.
—Uno debería ir y empezar a hacer el desayuno para todos. Tenemos más gente en casa de lo habitual.
Mientras empezaba a levantarse, los dedos de ella se cerraron con fuerza alrededor de su yukata y él se quedó mirándola sorprendido.
—Quédate. —Kaoru le sonrió adormilada—. Misao-chan sabe cocinar y Aoshi-san está aquí para ayudarla.
Kenshin asintió, volviendo a acostarse y deslizando el brazo alrededor de su cintura, acercándola más a él.
—¿Kenshin?
—¿Oro?
—¿Podrías decirlo otra vez... por favor?
Él sonrió, posando la mejilla sobre su cabeza antes de cerrar los ojos.
—Todo está bien, Kaoru. Uno está aquí. Uno no se va a marchar a ninguna parte.
