ARCOIRIS

Mi tercer fic de Vampire Knight =). Es un conjunto de drabbles basados en los personajes del manga: un color para cada drabble, con un total de siete. Algunos son más simpáticos, otros son más tristes. ¡Definitivamente, os gustarán! =D

Por favor leed y comentad!!

El primero es el rojo: Yuuki y Zero :) Es una escena típica entre los dos, ¡pero nunca me canso de ella!


Rojo

- Ah – gime Yuuki, mientras la sangre fresca resbala por su camisa blanca, como tantas otras veces.

Es una sensación extraña, piensa, nunca me acabo de acostumbrar a ésto.

Nunca tiene tanta dificultad para respirar como en aquellos momentos, cuando los colmillos de Zero le desgarran la piel y penetran hasta su carne, haciéndole sentir mil pinchazos de amargo dolor.

Pero nunca se queja en voz alta.

Ella sólo contiene, todo lo que puede, cualquier signo de dolor, y se deja llevar por la sensación invasora que le llena al notar a aquel vampiro bebiendo de ella, alimentándose de su sangre.

Primero, ante el contacto, se estremece.

Luego llega el mordisco, que se hace eterno, y Yuuki nunca consigue reprimir los gemidos entonces, pero los calla en el hombro de Zero, mientras él cierra los ojos y la aprieta contra él, intensamente, como si nunca más se fueran a separar.

Tal vez eso era justo lo que él quería. Quedarse así por siempre. Beber hasta la última gota de ella.

Y eso era también lo que a Yuuki más le asustaba. No quería admitirlo, nunca lo haría, pero su cuerpo se tensaba cuando Zero empezaba a beber más y más, insaciable, y sus brazos la apresaban como a un muñeco incapaz de defenderse de su sed.

Sí, Yuuki era un muñeco en sus manos.

- Zero, basta – dice ella con esfuerzo, pero él no responde, y siguen unos segundos más en silencio, acompañados por el ritmo tintineante que hace la sangre al entrar por la garganta del prefecto.

- Zero, ¡he dicho que ya está bien! - protesta esta vez Yuuki, y con una mano estira de los cabellos plateados de él, y sólo entonces él la mira, sin inmutarse, sin retrocer y, lo que es más, sin dejar de saborear su sangre.

Oh, nunca he visto unos ojos tan rojos como esos. Parecen dos rubís.

Yuuki sabe que debe insistir más, que tiene que hacerlo parar, pero por alguna razón que no alcanza a entender se queda quieta, hundiéndose cada vez más en esa mirada salvaje, que es la de Zero y al mismo tiempo la de algún tipo de bestia, y que parece querer su cuerpo y su alma al mismo tiempo también. En ese pigmento carmín lee muchas cosas: lee rabia, odio, angustia, confusión... lee miedo y lee algo de locura momentánea. Pero sobretodo se siente cautivada por el deseo, un deseo irracional e imposible tan visible en los ojos de Zero que Yuuki piensa, durante un instante, que está viendo el corazón de él.

Y se pregunta qué sabe realmente de Kiriyu Zero.

- Lo siento. Es culpa mía – le susurra ella al oído, y le acaricia suavemente los mechones claros, y le abraza – Es culpa mía que tengas que sufrir así.

Entonces Zero la aparta de él como si el contacto le hubiera quemado, y algunas baldosas del baño que ha sido testigo de su pecado se tiñen de carmesí, porque los colmillos de él han dejado su yugular violentamente, llevándose piel a su paso.

Yuki está a punto de gritar del dolor, y sólo con una inmensa fuerza de voluntad consigue taparse la boca, aunque no puede contener las lágrimas mientras el escozor le recorre todo el cuerpo, desde el cuello hasta los dedos de los pies.

Cae al suelo, y una gran cantidad de miedo y sorpresa se mezclan en sus ojos caoba.

Zero está ahí, de pie, y parece furioso aunque ella no sabe por qué. Respira entre jadeos y está todo perdido de sangre. La sangre de Yuuki.

- No entiendes nada – gruñe él, y hay una fúria temible en su voz - ¡No sabes qué dices!

Abre la puerta para irse, pero Yuuki le agarra, silenciosa, de la manga de la camisa, todabía arrodillada.

- No te vayas – suplica – Perdóname

Una sonrisa cínica aparece en los labios de él, y entonces, rendido, cae al suelo de rodillas, y ahora los dos están a la misma altura. Zero suspira, y la rabia ha dado paso a una profunda tristeza en sus ojos y su pequeña sonrisa.

Con dos dedos separa el cabello de Yuuki y lo aparta, y deja al descubierto la horrible herida que han dejado sus colmillos al beber de ella. No es la primera. Bajo esta herida la piel está también cicatrizando, y con seguridad las marcas de todos aquellos momentos en los que, como hoy, se habían encerrado juntos en el baño, no desaparecerían en mucho, mucho tiempo.

- Mira lo que te he hecho – susurra él – mira la clase de monstruo que soy.

Entonces Yuuki entiende, y lo entiende muy bien. Pero eso hace que se sienta todabía peor: no le importa que Zero la odie, que se enfade con ella, que le haga daño. Puede soportar todo eso con gusto. Pero no puede verlo consumirse así, odiándose a sí mismo por una naturaleza que nunca quiso, por hacer daño a sus seres queridos.

Yuuki llora por fin. Sin decir una palabra, sin convulsionarse ni gemir, simplemente le caen las lágrimas una detrás de otra.

Zero, ante ese gesto, hunde la cara entre las manos y se siente destrozado y salvado al mismo tiempo, porque sabe que ella nunca podrá culparlo por beber su sangre, porque sabe que de algún modo, ella siempre encontrará un modo de solucionar las cosas. Entonces oye la voz de Yuuki con claridad.

- Zero, ¿puedes hacer algo por mí? - susurra.

Él le mira, espectante. Está dispuesto a cualquier cosa.

- Cúrame – dice ella, suavemente, y con las dos manos le coje de la cara y le atrae hacia ella – Toda esta sangre – añade, señalando la herida del cuello – Toda es tuya.

Y él, sorprendido, la mira, y al cabo de unos segundos la atrae hacia su pecho y, lentamente, casi con timidez, empieza a lamer las heridas que ha dejado en ella. Son unos instantes mágicos y silenciosos, en los que los dos tiemblan de pura emoción y desean parar el tiempo en aquella extraña pero maravillosa felicidad que les invade, tan juntos. Zero prueba de nuevo el sabor adictivo de Yuuki, pero esta vez no con avidez o con miedo, sinó con amor. Un amor que le desborda y que ya no sabe como alimentar, como demostrar.

Pero, aunque él no es consciente, Yuuki ya ha leído en su corazón. Y cuando él se separa de ella, aliviados por fin los dos de la tristeza que siempre cubría aquellas escenas, Yuuki no puede evitarlo y le besa, con una ternura infinita, sin dejar de perderse en esos ojos, en los cuales ya desaparece el último rastro de rojo sangre.