Hola a todos! Tenía que hacerlo, no podía resistirme a hacer mi propia versión de Enredados! Jeje…

Esta historia será igual que la peli, solo que desde el punto de vista de Flynn…Además, haré que continue un poco más allá de donde se acabó la película.

Y también iré intercalando flashbacks sobre su vida, sobre como se hizo ladrón y esas cosas…

El primer capitulo empieza poco antes de robar la corona…

Espero que os guste

Respira. Respira…

Conocía bien aquellos nervios, aquella vertiginosa sensación que parecía dar un vuelco a mi estomago, los sudores, las manos temblorosas e, inclusive, las ganas de echar la pota.

Eran sensaciones normales.

Como cuando esperas, ansioso, la hora de cenar estando salivando por un hambre voraz.

Como cuando el cielo se encapota antes de romper en una tormenta.

Como cuando un actor se prepara para salir a escena…

Sin embargo, después de los primeros nervios, el resultado es exquisito. Mi trabajo siempre era impecable. Y ese, era mi gran golpe. Mi gran y, posiblemente, último golpe.

No iba a fallar, eso lo tenía claro.

Expiré aire, intentando calmarme por todos los medios. Me pasé una mano por el pelo y avancé, esquivando a la gente de la concurrida plaza, hacia la enorme fuente, decorada, como en muchos sitios del reino, con los retratos de los reyes y su hija perdida. Aquella escena me la conocía de memoria así que no me molesté en observarla demasiado.

Sumergí la mano en la fría agua que brotaba limpiamente cayendo en chorro sobre mis dedos. Me lo humedecí y me los pasé por la nuca, consiguiendo librarme de aquel calor inhumano que me atosigaba. Entonces me fijé en el reloj de sol…

¿Las once y media ya? Tenía que darme prisa…

Me levanté con determinación, decidido. Mi sueño estaba a dos manzanas de distancia, lo podía sentir, lo podía tocar con la yema de los dedos, lo podía casi saborear…

Nada ni nadie me iba a detener.

Finalmente, después de caminar unos metros, entré en la cantina sin vacilar, agarrando con firmeza mi bolsa de cuero. Me quedé momentáneamente estático al entrar. No era el tipo de local que yo solía frecuentar. Aquel sitio era tan tranquilo y refinado…

Tenía la sensación de estar gastando una fortuna solo por estar ahí.

¿Puedo servirle en algo?- me despistó una joven de cabello oscuro, elegantemente recogido en una cola de cabello. Parecía ser la camarera.

Pestañeé y, volviendo en mí, le dediqué una de mis mejores sonrisas.

Ay, si yo te contara preciosa…- ronroneé con voz seductora. La chica se sonrojo levemente y soltó una risita un tanto ridícula, producto de sus nervios. – Verás, estoy buscando a unos amigos…

Te ayudaré encantada si me dices sus nombres- susurró excesivamente amable. Tuve que reprimir la risa…Ninguna, ni una se libraba de rendirse a mis encantos.

¿Sabes si están por aquí los señores Stabbignton? Había quedado aquí con ellos…

Oh, por supuesto…Tercera mesa a la izquierda- señaló hacia el final del bar, donde en una mesa apartada, se podía distinguir la figura de aquel par de brutos.

Gracias- reposé con cortesía.

¿Puedo ayudarte en algo más?- preguntó coquetamente.

No…De momento.

La dejé atrás después de guiñarle un ojo y, mientras caminaba hacia mis socios, me preparé mentalmente para interpretar mi papel.

A cada paso, mis medios se disiparon, mis nervios fueron exterminados y en su lugar, la seguridad en mi mismo y el carisma afloraron, dándome confianza. Aparté a un lado a Eugene Fitzherbert…Y en su lugar, dejé brotar a Flynn Ryder, el ladrón más brillante del reino.

A las buenas, caballeros- saludé tomando asiento ágilmente en la silla libre enfrente de ellos. Sus caras de bulldogs rabiosos no parecían alegrarse de verme.

Llegas tarde, Ryder- gruñó uno.

Yo no llego tarde…El tiempo me contradice.

El otro soltó un resoplido.

¿Te crees perfecto?

Por favor…No soy perfecto…Pero he de reconocer que mis defectos son encantadores- declaré resueltamente con una sonrisa de autosuficiencia.

Los hermanos Stabbignton se miraron entre si con los ojos entrecerrados.

¿Qué?

Nada… ¿Traes lo que te pedimos?- preguntó rudamente el pelirrojo pelón.

¿La cuerda de tres metros y la bolsa? Habría sido un descuido por mi parte no haberlo traído- para demostrárselo, balanceé la bolsa delante sus narices. - ¿Y vosotros? ¿Traéis lo vuestro?

¿El que?- preguntó uno, confundido.

Ah sí…Ya veo que lleváis puestos esos 200 kilos de masa muscular… - musité burlonamente. "Pero el cerebro os lo habéis dejado en casa" estuve a punto de añadir, aunque finalmente decidí callarme para no tentar a la suerte. Un puñetazo estropearía mi perfecta fisonomía…

Además, era justamente por eso que los había elegido: Por su evidente falta de inteligencia y su exceso de masa corporal. Solo con verlos la noche anterior, supe que eran mis hombres…Perfectos para el juego de usar y tirar. Aun quedaba pensar como me desharía de ellos, pero ya encontraría la forma…Siempre acababa encontrando la forma.

Me encanta improvisar- musité entre dientes.

¿Cómo?

Pestañeé al darme cuenta que lo había dicho en voz alta.

Oh…No, nada…Bueno, vamos a repasar el plan ¿Queréis?

¿Qué plan? Simplemente te atamos a la cuerda y te hacemos bajar por el tragaluz…

Sí, claro… ¿Sabéis? Me encanta este plan…Es simple, fácil de recordar.

Tu procura no fallar- me gruñó uno. Sonreí burlonamente.

¿Sabéis también que me gusta? Ese bueno rollito que os traéis, así, sin presiones...- los dos me fusilaron con la mirada y solté una pedorreta- Venga ya…Chicos, soy Flynn Ryder… Con eso lo digo todo.

Gruñeron al unísono mientras yo dejaba reposar mis pies sobre la mesa, al lado de sus cervezas.

No fallaré. Nunca fallo…

Bien…Y recuerda como hemos quedado…65% para nosotros y 35 para ti ¿Queda claro?

Clarísimo…

En realidad, iba a ser 100 para Ryder, 0 para patanes. Lo que pasa es que ellos aun no lo sabían. Era un detalle sin importancia que no pensaba comentarles.

Más te vale…

Ambos se acabaron la cerveza con rápida voracidad y se levantaron exactamente al mismo tiempo. Alcé una ceja.

¿Ensayáis ese tipo de cosas?

¡En marcha! – gruñeron agarrándome del cuello de la chaqueta para levantarme de mi asiento.

Les seguí torpemente mientras seguían tirando de mí, con lo que casi consiguen que cayese encima de la camarera. Choqué contra su hombro y me enderecé elegantemente, a la vez que, casi por instinto, le arrebataba con disimulo una bolsita de terciopelo que tenía toda la pinta de llevar una gran recompensa. La escondí tras mi espalda, sintiendo el repiqueteo de las monedas.

¡Eh! No habéis pagado- se molestó ella mirando al par de trols que me acompañaban.

Oye, sal del miedo guapa, tenemos prisa- dijo uno de los Stabbignton, haciéndola a un lado con rudeza…

Si no pagáis tendré que llamar a la guardia- nos amenazó ella. Sentí un escalofrío recorrer mi nuca.

Vaya, vaya…Así que tenemos a una valiente en el bar- gruñó uno de mis socios arremangándose las mangas con fiereza y avanzando hacia la chica con no muy buenas intenciones.

Tragué saliva. Aquel parecía ser el tipo de bruto progresista, pegaba a hombres y mujeres por igual…

Antes de que pudiese pasar, me interpuse entre ellos poniendo las manos en alto.

¡Eh, eh, eh! ¡Quieto fiera! Si no tienes dinero, yo invito, no hay problema ¿Para que están los amigos? – vacié la bolsita de terciopelo tras de mi y mostré mi palma llena de monedas de oro a la chica, la cual parpadeó sorprendida- Si no me equivoco, con esto hay más que suficiente para pagar un buen par de cervezas ¿Cierto?

Pero…Pero esto es más de lo que he ganado en todo el día…

En realidad es exactamente lo que has ganado en todo el día- repliqué en un murmullo tan bajito que solo yo pude oírme. Sonreí seductoramente- Soy un tipo generoso…Quédate con el cambio…

Hice una respetuosa reverencia y escapé por la puerta junto a los Stabbignton. Empezamos a caminar calle abajo, directamente por el camino donde nos llevaría hacia el edificio de blancas torres nacaradas bañadas por el sol. Las banderas con los soles dibujados ondeaban arrogantemente al son del viento.

Oíd, si fuerais un poquito más amables, ligaríais más… Os podría dar algún consejo si queréis… ¿Hmm?

Tú limítate a cumplir con tu trabajo, Ryder.

Y me tomó del brazo, zarandeándome hacia la dirección del castillo, donde cientos de guardias vigilaban las puertas y los alrededor con tenacidad. Una sonrisa se deslizó a través de mi rostro.

Y el lugar, donde, por fin, se cumpliría mi sueño.

Ya estaba cerca.

Nada me detendría.