Habían pasado muchos siglos desde que las vió por última vez. ¿La reconocerían? Se acordarían de ella? ¿Tendría hermanos nuevos que no conocía? Estos pensamientos rondaban por la cabeza de la joven mientras aceleraba su moto para llegar cuanto antes a East End.
Bien podrían pensar que era una impostora. No las culparía por ello, a fin de cuentas la habían dado por muerta mucho tiempo atrás. Las palabras de su abuelo reverberaron en su mente, como un mal sueño "Un destino peor que la muerte". Sintió un escalofrío y apretó los dientes. Desde luego que había querido morir. Infinidad de veces. Pero no había manera. Estaba segura de haber muerto de casi todas las maneras posibles. Pero estaba maldita, y las cosas no funcionaban así. Sacudió la cabeza. "No seas negativa, ahora las tendrás a ellas. Será más llevadero".
Paró la moto y esbozó una sonrisa amigable.
-¿Perdone, la casa de las Beauchamp?- dijo a un señor mayor que paseaba con un perro enorme.
-Por allí, al final de la calle a la derecha- por suerte era un pueblo pequeño y todos se conocían.
-Gracias- volvió a ponerse en marcha. Estaba nerviosa, pero deseaba verlas otra vez. Volvía a casa. Por fin.
Paró la moto y se bajó. Se sacudió el polvo y se arregló el pelo. Joanna siempre la reprendía por no ir adecuadamente arreglada "como a una señorita corresponde" casi la oyó decir. Una señorita con una moto y botas militares. Sonrió de lado al pensarlo. Llegó por fin a la puerta y respiró hondo para tranquilizarse. Llamó al timbre y esperó.
Oyó a su madre llamar a Wendy a gritos sin obtener respuesta. Casi podía verla suspirar derrotada e ir hacia la puerta. Contuvo una risita y la puerta se abrió.
Su madre estaba parda en el umbral, congelada por la impresión. A parte de la expresión de sorpresa desmedida, estaba igual. Incluso parecía más joven. Tenía unas ganas enormes de abrazarla, pero se contuvo. "Paciencia, deja que lo asimile".
-¿Nymeria? –musitó Joanna después de un largo silencio.
-Mamá- sonrió y le tendió los brazos.
Joanna actuó de inmediato y rodeó a la joven y la apretó contra sí, quedándose un rato en esa posición. Besó su pelo.
-Creíamos que habías muerto, cuando…- calló- Me alegro de que no haya sido así pero…- se separó de ella- ¿Por qué no hemos sabido nada de ti en todo este tiempo?- se puso las manos en las caderas y esperó una respuesta. Una regañina era lo último que esperaba encontrar después de cuatrocientos años.
-Mamá, intenté buscaros, pero todos mis intentos fallaron. Supuse que habrías hecho algún hechizo para que no os encontraran- admitió cabizbaja- pero aun así cada cincuenta años insistí por si había suerte, pero no fue así. Ahora que el portal se ha abierto, tu hechizo se ha roto y he podido encontraros - suspiró. Se dio cuenta de que seguían en el porche. -¿Puedo pasar?
Joanna sonrío- Si, por supuesto, estás en tu casa- remarcó pasando una mano por encima de sus hombros.- Pero quizá haya algunas cosas que debas saber primero…
Wendy asomó con una cazuela entre las manos interrumpiendo lo que iba a decir Joanna.
-Jo, dirás lo que quieras pero esta poción no hay manera de que se vuelva verde, creo que deberíamos esperar a que vuelva Freya… - levantó la cabeza para mirarla y soltó la cazuela por la sorpresa, repitiendo la misma expresión que su hermana momentos atrás. Por suerte, Joanna la hizo detenerse en el aire antes de que chocara con el suelo, la cogió y la llevó a la cocina.
Wendy seguía mirando a Nymeria pasmada, como si fuera un fantasma. Por su parte, Nymeria no dejaba de darle vueltas a lo que había dicho su tía.
-Freya… ¿está viva? –dijo sin poder aguantarse más.
Wendy simplemente asintió. Sin mediar más palabras, la abrazó sonriendo y una lágrima cayó por su mejilla.
-Pequeña Nym, me alegra tenerte de vuelta- Nymeria sonrió, devolviéndole el abrazo. Las había echado de menos incluso más de lo que imaginaba. Ahora se daba cuenta.
-Freya si está viva. Ingrid también –dijo respondiendo a su pregunta
-¿Pero cómo...? - dijo sorprendida
-Renacen- explicó con naturalidad. Nymeria asintió. –Por cierto, no recuerdan nada de sus anteriores vidas, dalas un poco de tiempo. No saben nada de ti. – Abrió los ojos y señaló hacia la cocina- Jo, te has metido en un lío. Se van a enfadar.
Su madre apareció de nuevo en el rellano suspirando.
-Lo se- Se las arregló para examinar de arriba abajo a su hija menor- No me gustan esas botas- se cruzó de brazos.
-Yo también te he echado de menos, mamá- sonrió la chica
