Hi gente guapa, ¿Cómo os encontráis?
Esta vez os traigo un fic de Yuri! On Ice. Me he decidido a escribir porque soy una fan del YuuYu y hay muy pocas historias de ellos y hasta ahora solo he encontrado dos historias que realmente me han gustado pero… en general en muchos fic hay demasiado drama y por alguna razón Yuri bebé siempre termina en la friendzone y con el corazón roto o en todo caso con Otabek y por alguna razón no soporto esa pareja. Vale soy multishipper generalmente antes de que me ataquéis pero… me gusta más J.J. Style y pues que le vamos hacer.
Pero estoy divagando.
Esta historia esta hecha para satisfacer a mi fangirl interna shipper de esta pareja (Yuu/Yu).
Serán yo asumo que seis capítulos tipo one-shot en total de la evolución de la relación de los adorables Yuuu's, espero no caer tanto en los clichés de los fic que os he mencionado y pues si lo hago no os procuréis, que seguramente mi hermana me dará un par de palmadas en las mejillas porque tan bien los shippea.
En fin, solo espero que disfrutéis esta historia y si no os gusta bien podéis dar marcha atrás; y si no os gusta la pareja, pues no se que hacéis aquí.
Una cosa más, espero que perdonéis el OCC en el que posiblemente caeré y si veis que me desvió mucho de los caracteres hacérmelo saber.
Disclaimer: Yuri! On Ice © Production MAPPA, dirigido por Sayo Yamamoto y escrito por Mitsuro Kubo. Todo lo que diverge del canon es mío y esta hecho sin fin lucro. ¡Di no al plagio!
Carpe Diem
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by Miss. Breakable Butterfly
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Chapter 1: Phileo.
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.x.
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Te ví una vez, sólo una vez, hace años:
no debo decir cuantos, pero no muchos.
Era una medianoche de julio,
y de luna llena que, como tu alma,
cerníase también en el firmamento,
y buscaba con afán un sendero a través de él.
Caía un plateado velo de luz, con la quietud,
la pena y el sopor sobre los rostros vueltos
a la bóveda de mil rosas que crecen en aquel jardín encantado,
donde el viento sólo deambula sigiloso, en puntas de pie.
Caía sobre los rostros vueltos hacia la noche
de estas rosas que sonreían y morían,
hechizadas por tí,
y por la poesía de tu presencia.
¿No fue el Destino el que esta noche de julio,
no fue el Destino, cuyo nombre es también Dolor,
el que me detuvo ante la puerta de aquel jardín
a respirar el aroma de aquellas rosas dormidas?
[…]
Todo, todo murió,
salvo tú;
salvo la divina luz en tus ojos,
el alma de tus ojos alzados hacia el cielo.
Ellos fueron lo único que vi;
ellos fueron el mundo entero para mí:
ellos fueron lo único que vi durante horas,
lo único que vi hasta que la luna se puso.
Más ¡qué profunda, qué insondable capacidad de amor!
Pero al fin, Diana descendió hacia occidente
envuelta en nubes tempestuosas; y tú,
espectro entre los árboles sepulcrales, te desvaneciste.
Sólo tus ojos quedaron.
Ellos no quisieron irse
(todavía no se han ido).
Alumbraron mi senda solitaria de regreso al hogar.
[…]
Su oficio es iluminar y enardecer;
mi deber, ser salvado por su luz resplandeciente,
y ser purificado en su eléctrico fuego,
santificado en su elisíaco fuego.
Ellos colman mi alma de Belleza
(que es esperanza), y resplandecen en lo alto,
estrellas ante las cuales me arrodillo
en las tristes y silenciosas vigilias de la noche.
Aun en medio de fulgor meridiano del día los veo:
dos planetas claros,
centelleantes como Venus,
cuyo dulce brillo no extingue el sol.
Fragmento del poema "A Elena"
De Edgar Allan Poe
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.X.
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Yuri tiene cuatro años cuando por primera vez siente el hielo bajo sus pies. La mano cálida de su abuelo sosteniéndole con firmeza mientras con calma y paciencia le enseña a deslizarse sobre él.
La suave risa de su madre llena el silencio, el ligero olor de los puros de su padre inunda su olfato y la entusiasta respuesta cuando finalmente puede mantenerse en equilibrio por su cuenta y llegar hasta sus brazos extendidos agita su corazón con felicidad.
Y es ese día cuando Yuri Plisetsky decide que será un patinador profesional, si es lo que se necesita para mantener esa alegría en su corazón y de su familia.
Por supuesto que once años después la memoria se ha disipado casi al completo. El único recuerdo persistente es el de la mano cálida de su abuelo cuando sus padres comenzaron a tener una agenda demasiado ocupada como para hacerse cargo de él y luego había venido el accidente.
Ocho años y un dolor no tan agudo sobre su corazón.
— Todo va estar bien —la voz triste de su abuelo suena en sus oídos. Ocho años y sus padres perdidos en el cielo.
Asiente con la cabeza y solo espera que ahora que están en el cielo puedan prestarle atención.
— ¿Crees que ellos me verán? —pregunta en un murmullo. Las flores blancas y el silencio interrumpido por los murmullos de las personas que han acudido al funeral ahogando su voz.
— Por supuesto —la voz suave pero firme de su abuelo, la sonrisa sobre sus labios y la mano cálida sobre su hombro.
Su primera competencia, el dolor de una caída y la satisfacción total de haber conseguido el primer lugar.
— ¡Mírenme! —había pensado mientras se deslizaba entre el hielo—. ¡Mírenme!
Había pedido y por un fugaz momento, pareció haber oído la sonrisa suave de su madre y ver los ojos amables de su padre.
Después no importa. La sensación de los gritos, los aplausos y…
— ¡Oh! Podría competir contra Victor algún día…
Lo ahoga… una sombra se cierne sobre él y nada importa.
Cuando Yuri tiene quince, un montón de recuerdos olvidados y lo que parece una brillante carrera a través del patinaje sobre hielo —y eso suponiendo que su crecimiento no lo joda—, siente que se ahoga.
Observa… chasquea la lengua y frunce el ceño.
Las pantallas secundarias que adornan variaos pasillos para que todos puedan disfrutar de la final del Grand Prix, llaman su atención cuando se dirige a la pista para ver la presentación de Victor.
Los movimientos sinuosos, suaves y la expresión de absoluta desesperación del competidor japonés llaman su atención, no solo por la manera en que parece llevar su corazón y emociones en la manga y en la manera interpretativa de su coreografía, sino por los movimientos que evocan a los de Victor.
Su ceño se pronuncia aun más cuando escucha su calificación y por supuesto… su nombre, Yuuri Katsuki.
Sin embargo, pronto lo desestima —aunque no lo hace realmente, porque aun puede recordar la primera vez que le vio sobre el hielo—, y observa la coreografía de Victor.
Su corazón se agita. El latido igual de desenfrenado como la primera vez que viera a Victor sobre la pista y odia completamente la sensación.
Las manos cálidas, las sonrisas entusiastas y el olor suave pero persistente de los puros que su padre fumaba completamente enterrados en su memoria.
— Eres casi tan bueno como Victor a tu edad…
Yuri quiere vomitar cuando ve la manera perfecta en la que Victor termina su presentación. La postura, la sonrisa, la manera en que su cabello se agita y sus ojos. Yuri odia a Victor… pero se odia más a si mismo por la manera en que se agita su corazón cada que le ve deslizarse a través del hielo y por la admiración que sabe siente por él.
Así que cuando las calificaciones son dadas se aleja porque ya sabe como termina el show, con Victor y una resplandeciente medalla de oro en su cuello.
Agita su cabello y espera recargado contra la pared a que Victor y Yakov salgan cuando le ve pasar.
La postura tensa, las manos temblorosas y la cabeza gacha, Yuuri Katsuki es un desastre.
Yuri chasquea la lengua y frunce el ceño profundamente mientras lo ve perderse en el interior del baño, pasando de él, solo por una leve mirada por el rabillo del ojo mientras agachaba más la cabeza.
(A veces Yuri quisiera reírse de los acontecimientos y tal vez mostrare el dedo medio al destino.)
Con las manos dentro de los bolsillos, le sigue. El sonido del llanto nada más entrar, le hacen sentir realmente incomodo y frustrado. ¿Por qué? Se pregunta pero no hay respuesta más que otro sollozo ahogado.
Camina hasta la puerta donde sabe que el patinador japonés se encuentra y:
— ¡Ey, tú! —su voz sale en un gruñido enojado y ante la falta de respuesta patea la puerta.
Katsuki Yuuri lo mira asustado a través de sus gafas. Su cuerpo temblando y Yuri quiere reír de lo patético que se mira, pero, no lo hace porque debajo de eso hay algo que no puede identificar, pero tal vez, tiene mucho que ver con la competencia de tres años antes y el póster que hasta hace medio año adornaba una de las paredes de su habitación.
— El próximo año haré mi debut y no hay espacio para otro Yuri —informa, la voz en un seseo agresivo que hace temblar al hombre frente a él aun más—. ¡IMBÉCIL!
Por supuesto, eso había sido como un proceso catártico, después de todo, el idiota era evidente que idolatraba a Victor y bueno, Yuri estaba más que fastidiado de estar bajo su sombra.
Yuri tiene quince años y esta acostumbrado a ser dejado de lado.
Sabe a un nivel conciente que no es del todo cierto porque, cada que lo necesita su abuelo estará presente y aunque Victor es un idota despistado cuando realmente es necesario sabe que puede contar con él pero, aun esta la bruma acechante de la soledad.
Así que cuando Victor, el imbécil que le había prometido hacer su coreografía para su debut se marcha, Yuri enfurece pero, dentro… puede sentir ese agudo aguijón de la soledad intensificarse y no del todo sorprendido recibirle con los brazos abiertos.
Entonces, por supuesto lo sigue y cuando conoce a Katsuki Yuuri, las cosas se complican porque, a diferencia de Victor, que siempre ha tenido todo; una familia amorosa, un talento nato y un montón de marcas que nadie parece superar más que él mismo, Yuri se siente comprendido. Sin embargo, Yuuri demasiado sumergido en la atención de Victor y viceversa, se siente desplazado y tal vez… solo tal vez con el corazón extrañamente roto.
Así que cuando se marcha, se esfuerza el doble, se traga el dolor y finge desinterés cuando alguien o en general el tema de Victor y su nuevo estudiante salen a la luz.
Está acostumbrado y esta bien.
(No lo esta pero no importa, el recuerdo sutil de una mano cálida sobre la suya, una sonrisa suave, ligera y el más sutil del olor de puros retorna suavemente pero no del todo.)
Cuando Victor se marcha por su perro enfermo. Yuri quiere gritarle, no por obligar a Yakov a ser el entrenador sustituto de prácticamente la competencia, sino por la forma en que los hombros de Yuuri se hunden y la desesperación de su rostro.
Así que, cuando la noche cae, va en su búsqueda y pese a que esa tarde ya había compartido con él una pirozhki; toca a la puerta de su habitación.
Por una décima de segundo se mira, demasiado conciente de si mismo. La ropa que usualmente usa de pijama solo cubierta por un amplio abrigo, las botas para nieve negras con una fina línea al final de animal print en tono blanco y negro y la gorra de nieve que mantiene sus orejas calientes. Sus manos sudan y se ve tentado a retirarse cuando las pisadas detrás de la puerta llaman su atención.
— ¿Si? —La voz baja y ronca amortiguada por la madera de la puerta, le hacen fruncir el ceño y olvidarse momentáneamente de su apariencia.
— Katsudon, abre la puerta. Me congelo —su voz es baja y parece casi un gruñido, sin embargo, no ha terminado la declaración cuando la puerta ha sido abierta.
— Yurio —la voz de Yuuri es confusa y sorprendida cuando sus ojos encuentran los suyos. Yuri solo puede agradecer al clima frío porque sabe que sus mejillas se han sonrojado sin remedio. En cambio frunce el ceño.
— No me llames así —las palabras salen por costumbre y Yuuri sonríe. No la sonrisa temblorosa que le diera esa tarde, una sonrisa que ilumina su rostro y hace resplandecer sus ojos. Las orejas de Yuri se sienten calientes y por un segundo siente sus labios contraerse en respuesta pero empuja el termo que hasta ahora traía en sus manos y lo empuja en las manos de un confundido Yuuri—. Es chocolate.
Pronuncia y sin mucho de una invitación entra en la habitación. Es demasiado pequeña y genérica. No entiende porque Victor no le dio acilo en su departamento pero no pregunta.
— ¿Cuándo vuelve? —pregunta en su lugar. Mira a Yuuri buscar un par de tazas para servir el chocolate.
— Mañana —su voz es todas luces y anhelante y Yuri solo quiere ahogar el latido doloroso de su corazón.
En su lugar asiente y recibe la taza de chocolate vaporoso que le ofrece y:
— En realidad era para ti —se encuentra diciendo mientras evita sus ojos y se centra en la manera en que el vapor sube hasta ser nada. A veces el quisiera que sus sentimientos fueran como el vapor, que se disiparan y desaparecieran pero…
Cuando escucha el sonido de Yuuri al atragantarse, sus ojos enseguida buscan los castaños de él. Las mejillas rojas de vergüenza —muy probablemente por lo ocurrido, piensa Yuri—, le hacen parecer demasiado adorable para su gusto y se ve tentado a desviar la mirada porque muy probablemente fue por su declaración anterior y seguro viene el temido ¿por qué? Y el realmente no quiere ponerse a pensar en ese tipo de temas espinosos que sus sentimientos confusos traen consigo. Sin embargo, Yuuri solo sonríe, las mejillas a un rojas y los ojos brillantes.
— Gracias —pronuncia en cambio mientras sostiene su mano. Sus mejillas enrojecen levemente pero no puede hacer nada para deshacerse del contacto o de controlar el rubor de sus mejillas y Yuri realmente quiere odiarlo por hacerlo sentir de esa manera porque sabe que más temprano que tarde Victor volverá y su sombra lo consumirá pero—; sin embargo, ya no podréis decirme "cerdo" cuando estas incentivando el consumo de azúcar a estas horas de la noche, Yuri.
Su corazón se salta un latido y luego quiere reír cuando finalmente toda la oración se hunde en él. Su nombre, ha pronunciado su nombre y Yuri solo quiere sostenerlo en sus brazos y no dejarlo ir nunca.
— De eso nada "Cerdo" —hace hincapié en el mote y solo quiere acortar la distancia entre ellos cuando él hace un puchero y joder es un adolescente con hormonas que al parecer han decidido entrar en acción. Se siente valiente mientras se acerca un poco y toca su mano y mira sus labios, sin embargo, el entusiasmo se disipa cuando con un rostro más sereno pronuncia:
— Gracias Yuri, es demasiado solo sin Victor aquí.
El silencio se precipita sobre ellos y antes de que la realización de lo que Yuri quería hacer antes de esa frase surgiera, se aleja y mira a su alrededor con una mueca.
— No lo menciones —suena como un gruñido avergonzado y la risa suave de Yuuri a traviesa su corazón.
— Por supuesto que no —concede y luego beben su chocolate en un silencio relativamente cómodo. El reloj avanza y cuando miran es demasiado tarde para que él se retire así que ven películas rusas que Yuuri no entiende del todo y Yuri tiene que traducir.
Finalmente se quedan dormidos en el sencillo sofá de dos plazas. Sin embargo, Yuri se despierta temprano y se encuentra con la cabeza metida en el hombro de Yuuri, por un momento se permite estar ahí pero cuando su teléfono vibra sabe que es el momento de irse.
Cubre a Yuuri con la manta y se marcha. No mira atrás ni una vez.
Le enseña el dedo medio a la soledad y sonríe, no es feliz pero…
No importa, ¿verdad?
Cuando llega Otabek, es refrescante y tal vez un alivio.
La sombra de Victor demasiado grande y densa parece querer comérselo.
Así que cuando él lo ve, es ligero y por primera vez Yuri se siente fuera y en la superficie.
Es refrescante tener a alguien que lo vio por primera vez a él y no a Victor así que cuando le ofrece su amistad, él no duda en aceptarla.
Es un poco egoísta en los bordes porque sabe —y él raramente se miente, regularmente ignora que es diferente—, que ha aceptado solo por ese deseo algo narcisista de sentirse por encima de Victor.
Cuando la final llega un dique se agrieta.
— No importa —se repite mentalmente—, no importa.
Cuando Victor informa que regresa al patinaje y sus ojos y la sonrisa tensa en sus labios le dicen todo lo que necesita saber. Katsuki Yuuri se va. La sombra de Victor parece ahogarlo y quiere culparlo pero…
— No importa…
Sus ojos le buscan, el resplandor después de su brillante actuación opacada y una sonrisa forzada en sus labios.
Yuri Plisetsky solo quiere maldecir y gritarle por idiota y tal vez dejarle llorar un poco porque sabe lo inservible que es Victor en esas áreas, no es su culpa por supuesto pero, a veces solo Yuri se pregunta si realmente hace el esfuerzo de entender.
Agita la cabeza, tal vez, pero no es suficiente. Así que cuando Victor le abraza, con renuencia lo acepta, aunque quiere gritarle:
— No es a mí, no es a mí…
Pero calla y asiente imperceptiblemente a la mirada que Victor le da cuando se aleja, sin embargo:
— No importa —se repite mentalmente. Había decidido dejar atrás eso que parecía consumirle cuando dejo al Katsudon durmiendo en el sofá y realmente no es su problema si el idiota decide retirase por lo que seguramente es una idea estúpida que se le metió de última hora.
— No importa… —suena como un tantra en su cabeza.
Chasquea la lengua con disgusto.
No debe importarle y sin embargo…
Recuerda la manera fluida de sus movimientos, el balanceo casi etéreo en la que parecía ir sobre el hielo y la expresividad de su rostro.
Su boca se abrió ligeramente cuando le vio intentar un salto cuádruple y caer al finalizar.
— Y así Katsuki Yuuri finaliza su presentación…
La voz del locutor siguió reverberando pero Yuri apenas presto atención. Sus ojos fijos en la pantalla hasta que el rostro del competidor japonés desapareció.
— Él es bueno —la voz de su abuelo resonó en sus oídos y la mano cálida y confortante se poso sobre su hombro.
— No sabes nada de patinaje artístico, abuelo —desestimo él con el ceño fruncido pero con las mejillas extrañamente rojas. Su abuelo le había visto admirando a ese perdedor.
— Tal vez… —le mando una extraña sonrisa y sus mejillas enrojecieron aún más—. Tal vez…
Cuando sale al hielo sin embargo, sus ojos resplandecen…
Iba a mostrarle, iba a mostrarle porque no era una buena idea renunciar ahora…
Solo que…
El dique se rompe y los recuerdos fluyen…
Las manos cálidas, las sonrisas ligeras, el olor a puros, los movimientos suaves, las emociones en cada expresión del rostro de Katsuki Yuuri, las coreografías perfectas de Victor, los ojos enrojecidos, el llanto, los movimientos evocativos, las mejillas rojas… y su corazón roto pero extrañamente entero.
Cuando su interpretación termina cae, las lágrimas ruedan y no puede hacer nada para detenerlas. Patético, se siente patético por esa perdida de control en televisión abierta y solo quiere llorar más.
— "Yuri" —entonces ahí esta, los ojos suaves de Katsuki Yuuri, la mano extendida y la sonrisa radiante y comprensiva. Sin un segundo de vacilación la acepta—. Felicidades Yuri.
Pronuncia, sus labios se curvan en una sonrisa aún más amplia pero sus ojos resplandecen de una manera que Yuri esta seguro jamás ha visto dirigidos a él.
— Sin embargo, la próxima vez será diferente —añade, un guiño tan impropio de las características regularmente amables e inseguras de Yuuri le es enviado robándole el aliento y calentando sus mejillas aun más.
Y se encuentra con los labios curvados hacía arriba en un amago de sonrisa porque sabe que esta vez a sido él y no Victor el que ha hecho la diferencia.
Pero eso ha sido desde el principio, ¿no? Victor no puede entenderlos de la manera en la que ellos lo hacen entre si.
Así que por ahora se conforma con eso mientras lo ve partir a lado de Victor.
Sonríe cuando la soledad no es tan asfixiante como antes.
