AVISOS, PALABRAS DE AGRADECIMIENTO, EXPLICACIONES Y DE MÁS:
Primero que nada, gracias por al menos estar leyendo esto que escribo antes del fic.
Como siempre dejar el aviso de que si por alguna extraña razón les llega a interesar el fic, desde ya tendrán que tener paciencia, ya que tardo mucho tiempo en actualizar. En algunos casos puedo tardar un año entero en publicar otro capítulo.
Este fic lo comencé allá por 2010, y la manera en que fue escrito no ha sido muy alterada desde entonces, de manera que con suerte podrían notar alguna mejoría en la parte escrita, o así lo espero.
En este link subiré las imágenes de los capítulos, y es que en foros acostumbraba a acompañar el fic con algún dibujo (de hecho, gracias al dibujo comencé a escribir y no al revés x) )
Sin los asteriscos :P
http*:/*muerterigurosa.*deviantart.*com*/gallery*/50391751/CdZLSdO
Ahora, a la historia. Como muchos sabrán, en el ND ya sale el tema de ofiuco, pero por ahí en 2010 aún no se encontraba, de manera que esto que hago solo sería algo alterno a ND x)
Nuevamente, muchas gracias de darse un tiempito para leer esto!
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La Antártida, el continente helado del sur, el desierto de hielo. Tierra de extremos, uno de los lugares más fríos, las reservas más grandes de agua dulce, uno de los lugares con menos precipitaciones en el mundo.
Excluyendo a los científicos que estudian la zona, en la actualidad nadie habita este lugar, y no es de extrañar, por las duras condiciones de este. Se dice que el paraje está deshabitado hace miles de años, ¿será del todo cierto?
Una fuerte ventisca azotaba las níveas y desoladas tierras. El frío era insoportable, posiblemente veinticinco grados por debajo de los cero grados. Pero en este gélido infierno, podían verse dos personas en medio del peligroso lugar.
Un anciano de gran estatura, y escuálido estaba parado en medio de la congelante tormenta. Sus largos cabellos que hacían buena combinación con el ambiente eran mecidos violentamente por la turbulencia.
Este sujeto vestido con una especie de sotana de color blanco que llegaba al suelo y de largas mangas que ocultaban sus manos, estaba rodeado de una especie de aura multicolor. A su lado estaba un chico de cabellos largos y negros que contrastaban con el lugar. Era un poco más bajo en estatura del que era su maestro.
A pesar del frío típico de aquellas tierras del sur, vestía un buzo de manga corta, amarillento por lo viejo que era y que había sido remendado numerosas veces. Los pantalones eran de un color amarronado, y las botas de un color marrón casi negro estaban puestas sobre la terminación.
El joven también se encontraba circundado con un aura similar a la del anciano, esta vez de color blanco-azulado, pero que apenas era visible.
En sus celestes ojos que recordaban al cielo, se podía ver la dificultad por la que estaba pasando al estar en aquel sitio.
-Daeru, las tormentas como esta en la que estamos, normalmente serían peligrosas para cualquiera, provocan la muerte por congelamiento, pero si logras evitar sus efectos, la experiencia te será valiosa para otras situaciones que puedan ocurrir en el futuro. Imagina que esto es un ataque en tu contra, elevando tu cosmos deberías de ser capaz de evitar el daño-Respondió el anciano de níveos cabellos serenamente.
-Maestro, está en lo cierto, pero por más que lo intento, no creo poder llegar a lo que usted está haciendo. A duras penas puedo evitar que el viento me congele- Respondió el aprendiz tiritando de frío.
-El problema no radica en la técnica, veo que te desempeñas en ese sentido muy bien. El problema no es el cosmos, ya que el tuyo no es débil. El problema radica en la mente. Mientras no puedas liberarte de los pensamientos negativos, jamás podrás llegar a resistir satisfactoriamente una tormenta de este tipo. Y esto también puede aplicarse a otros ámbitos de la vida. Ese es tu obstáculo personal, si no puedes sortearlo, nunca podrás convertirte en caballero- Respondió el anciano.
El muchacho de escasos veinte años no respondió, solo continuó en su lugar, sufriendo el frío y reflexionando las palabras dichas por su interlocutor.
-Se que puedes hacerlo-Dijo el maestro brevemente al ver a su pupilo sumido en sus pensamientos, y el dolor físico que el frío le provocaba.
-Moriré aquí si no hago lo que dice el maestro, pero esto es demasiado…no, no puedo pensar así, es cierto, si creo que voy a morir por esto, es casi seguro que así será. Igualmente es un frío que intimida, y congela hasta los huesos…-Pensó Daeru.
-Es necesario que superes esto, ya que tu último reto, estará relacionado-Dijo el maestro.
-¿Último reto?-Preguntó el pupilo.
-Ah sido mucho tiempo el que has estado entrenándote, créeme, más de lo normal, pero es que será necesario que te de una misión importante, y debes de estar preparado para ello-Respondió el anciano.
-¿Misión importante?, ¿qué podría hacer yo que desconozco el mundo del que me hablas más allá del mar?, ¿Cómo podría ser de ayuda a la diosa Athena en un lugar tan remoto como este?-Indagó Daeru.
-No subestimes lo que puedes hacer, quizá no tengas conocimiento de muchas cosas, a mí también me ocurre lo mismo, hace muchos años que desconozco la situación fuera de estos parajes, pero mi misión ha sido la de proteger estas tierras, y si pasas las últimas pruebas, esta responsabilidad te será legada-Dijo el canoso.
-Comprendo-Respondió brevemente el alumno.
A muchos metros se alzaba una nívea montaña, y a sus pies se habría una caverna. De allí se asomó una niña de cabellos níveos que, contrastando con el clima del lugar, mostraba una cálida mirada y una gran sonrisa.
-¡No vengas!, hace mucho más frío aquí que ahí donde estás-Dijo el anciano con tono alegre a la pequeña mientras esta observaba con sus ojos verdes a Daeru y al Maestro.
-Es que Daeru se va a enfermar-Se excusó la infante mientras bajaba la cabeza aún dirigiendo la mirada hacia el viejo, e intentaba ocultar sus manos que se enfriaban aún más con el clima, en las mangas de su saco largo color café.
Entre tanto el aprendiz de caballero miraba hacia arriba de la montaña con cierta preocupación. Y no era de menos, ya que parecía que la nieve en el pico comenzaba a venirse abajo.
-¡Cuidado!-Exclamó ante la inminente avalancha que se avecinaba, y corrió hacia el pie de la cumbre en donde estaba la niña, agarrándola como pudo. En el trascurso de la acción, el cosmos que hasta ese entonces se había mostrado como un aura de poco grosor, comenzó a arder como llamas alimentadas por la madera. El problema en ese momento era que no les daría el tiempo de escapar del terrible monstruo helado de la naturaleza que ya estaba casi sobre ellos.
-¡Infierno de hielo!-Gritó el desesperado Daeru señalando enérgicamente hacia la avalancha con la mano que no sostenía a la pequeña. Pero la nieve embravecida ya estaba encima de ellos, a instantes de aplastarlos. Esto último no fue impedimento, como para que detrás del aprendiz comenzara una especie de contra-avalancha, que pasó sobre ellos sin hacerles daño y dio de lleno con su homónima natural, como si fuese una batalla de dos bestias titánicas. El ataque del joven arrastró con fuerza a la precipitada nieve, que acabó por ceder y unirse a su contra que subió la montaña y allí se quedó.
Casi que sin creerse de lo que se habían salvado el pupilo deja a la infante en el suelo y después se sienta mirando aún hacia el pico.
Entre tanto el anciano observaba lo que ocurría con serenidad y caminó hacia la cueva, pero al pasar por el lado de Daeru se detuvo.
-Has pasado la prueba. Solo algo tan imprevisto como esto pudo hacer que por un momento la negatividad que en ti reinaba desapareciera, y tu cosmos se elevara. Te felicito. Ahora descansa, más tarde llegará el último desafío del que te hablé, que deberás pasar si quieres la armadura plateada del pez volador-Dijo sin mirar hacia el aprendiz, y se alejó con una tranquila sonrisa de satisfacción al ver que su alumno estaba llegando ya hacia el final de su instrucción.
-¡Lo lograste hermano!-Exclamó la niña mientras abrazó al aspirante a caballero, que le devolvió una sonrisa.
-Kaira, me alegro que todo haya salido bien-Respondió este último, mientras se tumbaba en la nieve.
-¡Te vas a enfermar!-Reprochó la niña de corta edad mientras graciosamente jalaba de un brazo a Daeru sin poder siquiera moverlo de donde estaba.
-Estoy bien- respondió el muchacho, a lo que la infante desistió en su intento de quitarlo de ahí, pero en cambio dio un salto como quien quisiera lanzarse a una piscina de panza y cayó sobre su hermano.
-¡Estaba bien!-Exclamó este último mientras sus ojos se convertían en una cruz de manera cómica.
-¡Ups!- Respondió Kaira brevemente
-Solo bromeaba-Respondió el aplastado entre risas.
Tras la escena se dirigieron hacia la cueva, ya que el clima aún estaba embravecido.
-Señor Gamel, ¿Cuándo termina la tormenta?-Preguntó curiosa la niña al anciano, ya que no había nada que hacer allí dentro, salvo ver la nieve de las pareces de la caverna.
-Se paciente, en cuanto acabe iremos de pesca. Hay que aprovechar los últimos días de verano, ya que el invierno comenzara pronto, y ya saben, será duro-Respondió el peli-blanco.
-¡Luces!-Exclamó la infante, refiriéndose a las auroras australes, ya que le agradaba mucho verlas.
-Invierno, eso significará que pasaremos mucho tiempo a oscuras, las auroras al menos nos van a animar como siempre-Dijo su hermano.
-Claro que si, además que puede que se vengan tiempos difíciles, y eso hablando en otros aspectos-agregó el anciano.
-¿A qué se refiere?-Preguntó Daeru.
-Hay personas que nos perseguirán aprovechando las condiciones venideras, y no tienen buenas intenciones-Respondió el señor de níveos cabellos.
-Pero, ¿porqué?, ¿Cómo sabe eso?, ¿qué hemos hecho como para que nos busquen?-Continuó indagando el aprendiz.
-Eso no puedo decírtelo en este momento, pero espero que pronto pueda hacerles saber-Respondió serio su maestro.
-Está bien, en ese caso deberemos de tener cuidado, y si nos encuentran, prometo intentar vencerlos-Dijo sonriendo Daeru.
-De eso estoy seguro, no obstante hay uno de esos enemigos que me preocupa mucho, has mejorado demasiado en tus habilidades, pero…-Respondió el anciano mientras miraba hacia la tormenta de nieve.
-Entiendo lo que quiere decir, de todas maneras no estaría a su altura-Interrumpió el pupilo.
-No era lo que iba a decir. Estoy seguro de que podrías vencerlo, de proponértelo, no obstante, eso depende de cómo se den los hechos. Ya que es capaz de destrozarte con una sola técnica, pero si te alcanza estoy dudando de lo que podría pasar…-Contestó el maestro.
-¿Pero en qué cosas que podrían pasar duda?-Preguntó el aspirante a caballero.
-Si sobrevivirías o no, una de sus técnicas puede ser mortal con solo tocarte, incluso un roce con el ataque es riesgoso. Nunca he visto alguien que viviera después de esto para contarlo. Pero se dice que si te salvas, de todas maneras se acortará tu vida-contó el canoso.
-¿Entonces si me encuentro con este enemigo quiere decir que moriré, y no podré vencerlo? , ¿entonces para que dudaba?, un ataque así sería el fin -Respondió en tono de resignación Daeru.
-Allí es donde radica el problema, tu mentalidad, eres incluso más negativo que un número negativo. Sin voluntad no lograrás nada, y el pesimismo es lo que genera esto, de continuar así puedo asegurarte que ante este enemigo morirás al instante, pero si lograras llegar a ver las cosas desde otra perspectiva, y tienes la voluntad necesaria podrás salir victorioso, o al menos sobrevivir a ello.
Disculpa por haber sido directo, pero ese es el único aspecto al que veo, tienes que mejorar-Dijo el anciano.
-¿Pero entonces como es que solo me falta una última prueba?...¿Y por qué me ha elegido a mí como para convertirme en caballero entonces?-Preguntó el alumno.
-Porque si no tienes voluntad, nunca pasarás esa prueba. Y la respuesta a esa segunda pregunta, es que tienes el deseo y las aptitudes para ello, lo que te acabo de decir es la única contra que veo, pero de superarla, me sentiré feliz de que te habré ayudado en este sentido, ya que te será útil en la vida misma-Respondió el maestro.
-Está bien, entendido, haré lo que pueda por cambiar-Dijo el pupilo.
Después de aquello, todos permanecieron en silencio, mirando el níveo paisaje de afuera de donde estaban.
-Maestro…¿cómo es el mundo más allá del océano?-Cambió de tema Daeru. Una conversación sería mejor que estar sin hacer nada, o viendo como la nieve se acumulaba.
-El planeta tiene mucha diversidad, tanta que si quisiera decir todo lo que hay, tardaría mucho tiempo, o aún, no podría. Pero en general, hay lugares de climas más calurosos, que llegan al otro extremo de la Antártida, hay otros en donde está más templado, y es más probable que llueva...-Respondió el viejo tutor, antes de ser interrumpido.
-¿Qué es llueva?-Preguntó Kaira con curiosidad.
-Es cuando cae agua líquida del cielo Respondió Gamel, a lo que Daeru se imaginó al agua cayendo violentamente como un bloque solo.
-¿Pero nadie se ahoga por ello?-Preguntó consternado el alumno.
-No, al menos es lo que supongo, olvidé mencionar que el agua cae en gotas, y que no sería como estar bajo el océano, con lo más cercano con lo que la podría comparar es con las tormentas de nieve -Respondió entre risas el anciano a aquella pregunta mientras señalaba hacia la ventisca de afuera.
-¡Que tonto soy!, si eso pasara, usted no estaría aquí para contarlo, y ¿Cómo podría ser que cayera el océano sobre nuestras cabezas?-Dijo el pupilo de buen humor pero avergonzado.
-¡Quisiera estar bajo una "llueva"!-Exclamó la niña con entusiasmo.
-No se le llama "llueva" sino "lluvia"-Aclaró Gamel.
-¿Y qué más hay en el mundo?-Preguntó Daeru.
-¡Sí!, ¿qué más?, ¿qué más?-Apoyó Kaira.
-Está bien, está bien, les diré algo más…en cuanto a colores, encontrarán más variedades de los que pueden ver aquí, incluso encontrarán mucho verde-Dijo el anciano mirando a la infante.
-¿Cómo el de los ojos de Kaira?, eso sería digno de ver-Dijo el muchacho.
-Hay muchas cosas por ver, de seguro alguna vez podrán descubrir muchas de estas, nadie sabe lo que nos depara el futuro, pero si tienen la voluntad u oportunidad para llegar a esto, de seguro se maravillarán con lo que encontrarán-Concluyó Gamel.
-¿Podría hacerle otra pregunta?-Dijo Daeru pensativo.
-Claro, ¿qué es lo que quieres saber?-Respondió el canoso.
-Es sobre Athena y el santuario. Me gustaría saber si algún día podré conocer este lugar y a la diosa-Preguntó el alumno.
-Es posible que debas ir al santuario alguna vez, si es que surgen problemas que ameriten esto, no obstante, creo que no te será posible conocer a la diosa en persona, esta renace cada doscientos años aproximadamente, y no estamos en la época en la que podría regresar-Dijo el anciano.
-Comprendo-Respondió brevemente Daeru.
-Pero si quieres saber en dónde queda el santuario, como te he dicho muchas veces, está en Grecia, y aquí quedaría el lugar aproximadamente, pero es mucha distancia-Indicó Gamel en un mapa de cuero que tenía marcado el lugar del sagrado sitio, y que había sacado de una bolsa de trapo vieja que llevaba atada a un cinturón de la misma tela blanca que el resto de su atuendo.
-La tormenta merma, es una suerte, ahora hay que moverse-Cambió de tema al ver hacia afuera.
Así todos emprendieron la caminata que los hizo pasar por el bello paisaje eternamente nevado, grandes picos blancos se elevaban a la lejanía, el cielo era celeste intenso, sin nubes, lo único que interrumpía aquella armonía de colores era el sol que iluminaba y hacía a la vez de acompañante.
Estaban acostumbrados a aquel camino de modo que este no les resultaba muy cansador, incluso Daeru recordaba los días en que su maestro lo hacía cargar con un gran bloque de hielo, lo que de seguro le fue de mucha ayuda, aunque en aquel momento hubiese deseado no haber salido de la cueva.
-¿Cuánto falta para llegar?-Preguntó la niña mientras jalaba de la larga túnica de Gamel para llamarle la atención.
-¡Recién hemos salido!, eres impaciente, aún nos falta para llegar-Respondió el anciano de buen humor.
Así continuaron por largo rato, aproximadamente una hora, en donde lo único que veían frente suyo era nieve, nieve, y más nieve. Pero de repente, en el horizonte se divisó el gran océano.
En ese momento Kaira corrió felizmente hacia la costa, le gustaba mucho ver las criaturas que allí rondaban, pero sin dudas sus favoritas eran aquellas aves de torpes movimientos en tierra, que a veces para evitar caminar, preferían deslizarse por la nieve.
-¡Espera!, ¡Yo también voy!-Exclamó el joven que corrió tras ella.
-¡No me dejen!, ¡no puedo ir más rápido!-Suplicó el maestro graciosamente mientras intentaba perseguir a su alumno y a la niña.
Después que todos llegaron (Gamel tardó bastante), ya era hora de pescar.
-Daeru, la mayor parte de la pesca correrá por tu cuenta, a la vez te servirá de entrenamiento para lo que viene-Dijo el anciano mientras hacía que del cielo surgiera una bola de nieve que al parecer era de considerable peso a pesar de su tamaño, ya que esta se precipitó sobre el océano y tras caer levantó unas gotas del líquido como si algo hubiese explotado. Al instante un pescado subió a la superficie, a uno de sus lados salían muchos picos de hielo, marcando el lugar en el que había sido golpeado.
-Oh, muy bien, este es grande-Comentó a cerca de lo que había pescado.
-Está bien, lo haré-Respondió el pupilo, entonces comenzó a hacer lo mismo que había hecho su maestro para pescar al pez. Observar, esperar y atacar.
-¿Recuerda que me dijo que me ha estado entrenando más de lo normal?, ¿cuánto tiempo de más aproximadamente?-Preguntó el alumno.
-¿Cuánto tiempo?, por lo general se entrena de dos a seis años, pero tú has comenzado a entrenar un tiempo después desde que me conociste, si tuviese que decir el tiempo, creo que han sido quince años-Comentó Gamel
-¿Tanta diferencia?, no me explico para que tanto tiempo-Indagó Daeru, eran nueve años de diferencia con lo normal.
-Eso pronto lo sabrás, pero ahora deberías de preocuparte por lo que estás pescando-indicó el anciano ya que el aspirante a caballero estaba golpeando con el ataque a un indefenso trozo de hielo que flotaba.
-Tiene razón, lo siento-Respondió el pupilo sorprendido y avergonzado, continuando tras esto con su labor.
Entre tanto Kaira observaba fascinada la naturaleza, las aves volaban, y a la lejanía podían divisarse ballenas. Pero el mejor espectáculo ocurría cuando las rechonchas aves de color negro y blanco salían del agua y se arrastraban por el hielo. Aunque algo andaba mal, y es que ya sabía lo que ocurriría si veía cerca una criatura gorda de color gris con punzantes dientes amarillentos en su gran boca. Con dos aletas a modo de brazos y en la punta de la cola otras dos.
Gamel ya le había dicho que lo que ocurriría era una ley de la naturaleza. De todas maneras, no le gustaba nada que aquella bestia devorara pingüinos. Entonces corrió hacia esta con el fin de ahuyentarla. Pero al ver que no se iba, extendió uno de sus brazos con la palma de la mano hacia el animal, y del cielo surgió un copo de nieve, que al caer en el suelo, estalló en cientos de cristales de hielo que volaron hacia la foca, que enfadada comenzó a perseguir a Kaira.
-¡Ahhh!, ¡me quiere comer!- Gritó con mucho temor mientras intentaba escapar.
Aunque la persecución no duró mucho, ya que sin previo aviso, un pescado congelado golpeó a la criatura, que huyó lanzándose al mar.
-¿Estás bien?, no deberías de haber hecho eso-Dijo preocupado Daeru, que había dejado la labor en la que estaba para salvar a la niña.
-Sí, pero se quería comer a los pingüinos-Respondió Kaira con la cabeza baja, pero mirando a su hermano.
-Sé lo que sientes, pero para sobrevivir las focas deben comerse a los pingüinos, pero no se los comen a todos-Explicó el muchacho sonriendo.
-¿No?, ¿y cómo hiciste que se vaya?-Preguntó la infante que no sabía cómo había echado al furioso animal.
-Simplemente es...¡el poder de la pesca!-Respondió Daeru entre risas, mientras tomaba lo que le había arrojado a la bestia y se lo mostraba a la niña.
-Es muy poderoso…-Comentó sonriendo, siguiendo el hilo a la broma Kaira.
Entonces el aspirante a caballero, continuó con su tarea, ya que debían tener una buena reserva porque en invierno el mar se congelaría y si querían pescar deberían recorrer una mayor distancia hacia donde estaría la costa. Ese camino de seguro lo tendrían que hacer, pero lo mejor era evitar llegar a eso prontamente.
Mucho tiempo pasó en el ahora pacífico lugar. Daeru había conseguido una buena cantidad de pescado, Gamel que hasta ese entonces había estado mirando la pesca, se acercó y extendió su mano por sobre la pila de alimento y esta comenzó a congelarse, a tal modo que en un rato era un gran trozo de hielo.
-Ahora debes llevar de regreso este bloque hacia la caverna-Comentó.
-Si señor-Respondió brevemente el alumno, pensando en que ya sabía que le diría eso, y que debería empujar el helado objeto.
Así emprendieron el recorrido de vuelta, la fría brisa del aire mecía los cabellos de todos, que a excepción de Daeru, estaban tranquilos. Pero la razón era que se acercaba el momento de aquella prueba final. El aspirante a caballero se encontraba en la duda. Sabía muy bien que debía confiar en que podría pasarla, pero una parte de si le decía que quizá eso no ocurriría.
-Solo lleva el pedazo de hielo y no te preocupes por eso, el maestro dijo que debo sacar la negatividad de mi mente-Se decía.
Por su parte, el anciano miraba hacia su pupilo, como sabiendo de esa batalla interna que estaba librando contra la negatividad, más no dijo nada al respecto. Tenía la esperanza que el optimismo podría alzarse victorioso.
El camino de regreso hacia la cueva en la que se alojaban en ese momento (los tres eran nómadas), no tuvo sobresaltos, tan solo fue un tiempo de reflexión para los caminantes.
Cuando estaban a pocos metros de la caverna, la nieve en frente del grupo, vuela por los cielos como una violenta erupción volcánica pero de poco tamaño, lo que toma por sorpresa a Daeru y Keira y los hace dar un salto hacia atrás.
-¿Otra vez hace eso sin previo aviso?, uno de estos días nos va a matar-Dijo el pupilo en el suelo producto del brinco dado, y sobándose la cabeza.
-Ahora puedes dejar el hielo en el hueco que se formó, y no, no creo que eso suceda-Rió el anciano -Keira, puedes regresar a la caverna-agregó, dirigiéndose a la niña.
-¡No es justo!, yo quiero ver-Respondió esta, refiriéndose a la última prueba de su hermano, que sabía que se avecinaba.
-Desde ahí podrás ver, ya que puede ser peligroso-Dijo el septuagenario.
-Bueno…-Contestó de mala gana la niña, aunque después de eso regresó al lugar indicado con una sonrisa en su rostro.
El aprendiz de caballero ya había dejado el pedazo de hielo, por lo que su maestro hizo que la misma nieve que hace un rato los asustó, se levantara y se lanzara contra el agujero.
-Daeru, ha llegado el momento de la prueba final…-Dijo serio Gamel a su pupilo.
-¿De qué se trata?-Interrumpió intrigado este último, mientras la duda sobre si estaría a la altura de tal desafío volvía a crecer dentro de él.
-…Para lograr el derecho a portar la armadura de plata, primero deberás vencerme-Concluyó el anciano.
-¿Está hablando usted en serio?, pero…no quisiera hacerlo…-Respondió el alumno con mucha sorpresa, nunca se le habría ocurrido un escenario así.
-Nadie te dijo si estabas de acuerdo o no, en la vida suelen haber situaciones en las que no se te da otra opción. En este caso, si existen dos posibilidades, o luchas, o sino pierdes toda posibilidad de convertirte en caballero-Dijo el maestro de manera seria-debes demostrarme que estás listo para ello, quisiera comprobarlo de esta manera-agregó
-De tener oportunidad, no quisiera hacerle daño. No a usted- Puso como razón para negarse a tal prueba el pupilo.
-¿Alguien dijo que sería una batalla a muerte?-Preguntó Gamel.
-Ahora que lo dice, no-Respondió brevemente Daeru, ya estaba entregado, sabía que no había otra opción que enfrentarse, ninguna de las dos posibilidades le agradaban, pero al menos, el saber que no sería un duelo de desenlace fatal lo confortaba.
-En ese caso, ¿Qué te lleva a rechazar la batalla?, ya te lo he dicho, quisiera ver por mi cuenta si estás preparado para ser caballero o si aún no, ¿o quizá tus dudas están llevándote a rendirte tan rápido?-Indagó el anciano.
-Maestro…para serle sincero lo que sucede es que es muy difícil enfrentarse a alguien que se le aprecia, supongo que nadie quisiera tener que pasar por algo así, y más sabiendo de su edad.
Y créame que en este momento dudo de mí, como siempre, pero de una duda, surge una respuesta, y espero encontrarla. No se preocupe por ello, haré lo mejor que pueda-Contestó el aspirante a caballero.
-¿Me estás tratando de viejo?, bueno, eso es cierto, con la edad uno pierde habilidad, no obstante no te preocupes por mí, y espero que puedas dar lo mejor de ti-Dijo de buen humor Gamel, al menos parecía que ya se habían puesto de acuerdo.
Mientras tomaba distancia recordaba vivencias pasadas de aquellos años de entrenamiento que precedieron al encuentro que se avecinaba. ¿Aquel muchacho de buen corazón y humor, lleno de alegría, aquel que por circunstancias de la vida, nació en esos parajes helados, y le tocó ser huérfano a muy poca edad, sería el indicado para convertirse en santo de plata y además cumplir con otra función y una misión bastante importante?, por lo vivido a lo largo de todo ese tiempo, le parecía que era el indicado, pero ahora se revelaría si el arduo entrenamiento había dado resultado.
-Por cortesía, puedes comenzar tú-Habló el peliblanco parado tranquilamente a varios metros de su alumno.
-Si así lo desea…-Respondió Daeru que hasta ese entonces estaba a la defensiva, ya que sabía que su maestro era fuerte aún con sus muchos años encima. O al menos eso le pareció al recordar las veces en las que este le enseñó alguna técnica.
Entonces levantó el brazo derecho, extendiéndolo hacia la dirección en la que se encontraba el septuagenario que aún seguía en su lugar apaciblemente, tranquilidad que era bastante intimidante para su pupilo. Del cielo se formaron copos de nieve que se precipitaron con velocidad-como si su peso fuese más grande que el que debería tener algo así- hacia el sitio indicado, pero el ataque fue repelido sin molestarse mucho por el anciano, quien puso sus brazos en posición de equis mientras un resplandor blanco lo cubría, y al extenderlos rápidamente toda esa luz formó una onda expansiva que barrió con la explosiva nieve.
-Ahora es mi turno-Informó el peliblanco, indicando hacia el aspirante a caballero de una manera similar a la que este último había hecho. Pero copos de nieve no fue lo que sucedió esta acción, sino que la nieve que se arremolinó en torno a él, se levantó en una columna y dirigiéndose hacia el objetivo, cayó violentamente formando una avalancha.
Daeru no tenía mucho tiempo para pensar en qué hacer ante tal situación.
-Como me lo imaginaba-Pensó, mientras veía acercarse al imponente monstruo helado, pero no se quedaría viendo como arrasaba con él, así que respiró hondo para intentar calmarse, y corrió al encuentro de la bestia, levantando su cosmos de color azul blanquecino. Y tal como hizo su maestro, se envolvió en un resplandor blanco. Pero al estar frente a frente con la avalancha, se lanzó al suelo, dejando que esta pasara sobre él.
Por un momento Gamel creyó que aquel acto arriesgado no había servido de nada, pero su pensamiento cambió, al ver que en un sitio donde yacía la nieve, esta voló hacia todos lados producto de la onda expansiva de nívea luz.
-Ya veo, levantó su cosmos tal y como en la tormenta para poder protegerse del frío y después esperó para usar la técnica defensiva, lo que le dio protección extra, estuvo bien pensado, pero aún así fue arriesgado-Pensó el anciano.
-Maestro, no sé si yo conozca todas las técnicas que usted sabe, pero las mías las conoce todas. ¿Cuál es el fin entonces de esta batalla?, dijo que quería probar si estaba preparado, ¿pero a caso lo que se propone es que intente demostrarlo contra alguien que sabe todos los movimientos que voy a hacer?-Preguntó el alumno.
-Demuéstrame que a pesar de tener todo en contra, puedes dejar de lado tus pensamientos pesimistas, y puedes vencer, ese es el objetivo, si no lo logras y te rindes por ello, demostrarás que no podrías ser un buen caballero, ya que de estar en una situación difícil, no podrías sobrellevarla y en casos extremos, esto significaría la muerte-Respondió el septuagenario teniendo en mente el arriesgado movimiento que hace un momento hizo su pupilo, ya que eso fue algo lo cual no pudo predecir, contrariando lo que expresó Daeru –Ahora, basta de palabras, continuemos-Agregó, e hizo que la nieve alrededor de su alumno se levantara, formando una especie de fauces que lo "engulleron" de una manera nada pacífica. La formación voló por los aires un momento, para estrellarse contra el suelo, junto con su "presa".
El aprendiz se levantó costosamente, la acción de Gamel le decía que la batalla sí que iba en serio.
-¡Toques de cristal!-Insistió el alumno, lanzando bolas de nieve explosivas, no obstante el helado suelo alrededor de su maestro se levantó con fuerza y golpeó al ataque, haciendo que cayeran estrellas formadas por muchos picos de hielo, producto del estallar de la técnica, y que golpearon a Daeru. Pero el anciano no dio respiro y lanzó el mismo ataque con el que insistía su pupilo. Desde el suelo, lo único que pudo hacer este último, fue contraatacar de la misma manera. No obstante, no pudo con cada una de las bolas de nieve, y varias de ellas lo golpearon, pero otras de ellas al estallar en la contra, cayeron como estrellas.
-¡Infierno de hielo!- Se dignó a cambiar de estrategia el muchacho, y el monstruo helado se dirigió hacia Gamel, quien seguía tranquilo en su posición, y que cuando faltaba poco para que el ataque llegara, hizo que otra técnica de la misma naturaleza se levantara y tragara a la otra. Pero no se dedicó solo a esto, sino que también engulló al de cabellos negros, y lo lanzó a gran altura.
Aunque esta vez el receptor logró caer de pie.
Daeru se encontraba en problemas, y es que la superioridad del anciano era en ese momento evidente, ya había atacado con éxito al pupilo varias veces, y este no había logrado siquiera acercarse. No obstante, no se rendiría, en su mente rondaba la idea, pero no iba a dejar que esta lo venciera.
Otra vez se levantó e invocó la técnica que hizo que cayera nieve "explosiva", pero invariablemente esta fue fácilmente contrarrestada por el peliblanco con el poder del infierno de hielo, y tras esto contraatacó con la avalancha de gran majestuosidad y bestialidad.
Pero el alumno permaneció en el sitio donde se encontraba, dio un suspiro, intentando calmarse e insistió en lanzar la misma técnica que había utilizado antes, aunque esta vez ante la gigantesca ola blanca que se avecinaba.
De repente esta arrasó con el muchacho quien si quiera le había dado el tiempo de defenderse, y tras avanzar un pequeño tramo, termina lanzando a Daeru por los aires, tal y como si fuese un muñeco, cayendo este boca abajo y a pocos metros del anciano. Fue vencido, o al menos eso parecía, estaba frío producto del clima, y no se movía, pero estaba con vida.
-No evitó el ataque, ni siquiera levantó su cosmos como la vez anterior, para evitar las gélidas temperaturas y reducir el daño. Si esto continúa, lo voy a matar, y no es lo que deseo-Pensó Gamel sin llegar a comprender del todo aquella acción imprudente-Todo acabó…-Expresó serio con aire de desilusión.
-¡Se equivoca!-Interrumpió el pupilo con una sonrisa en su rostro, levantándose de repente con bastante dificultad, y con el brazo derecho en alto hacia la posición de su maestro.
La nieve se levantó violentamente formando una especie de tubo-en cuyo centro se encontraba inmutable el anciano- que en su parte superior se estaba cerrando -como si fuese a engullir al septuagenario-, y al estar haciendo esto lanzaba nieve a su interior.
Parecía un ataque sorpresa bueno, por el hecho que el peliblanco estaba acorralado por todos lados, no obstante, la nieve de la zona en que se encontraba este salió disparada hacia todos lados producto de la onda expansiva que uso, y con esto la formación en tubo fue destruida. Aunque el viejo fue sorprendido por toques de cristal-lanzados por Daeru-, que se estaba preparando para repeler con facilidad, pero algo lo descolocó, la poca nieve que estaba cayendo de lo que había sido aquella especie de cilindro lo golpeó, pero no eran simples copos como se esperaba que fueran, ya que estallaron, además formaciones de hielo conformadas por picos que salían desde un centro a su alrededor, y que daban aspecto de estrellas de cristal le cayeron encima. Y sumando a esta sorpresa-entre todas las que le había dado el muchacho, la mayor- el ataque que repelería se le vino encima. Producto de esto, y por primera vez en lo que iba la batalla, el anciano cayó de bruces al suelo.
-Ya lo entiendo del todo, no es que se estuviese rindiendo, se estaba usando de señuelo, quería hacerme creer que estaba en clara desventaja, y lo logro, algo muy imprudente. En algunos casos recibió mis ataques a propósito, el hielo fue el proveniente del choque de los toque de cristal hace un rato, ¿pero en qué…en qué momento juntó esa nieve explosiva?-Pensaba el peliblanco mientras observaba a su alumno, quien se acercaba.
-Me rindo-Dijo este –Quería demostrarme que no perdería, no sin antes acercar o acertar un ataque hacia usted, aunque de todas maneras, desde el principio no quería hacerle daño, pero si era lo que deseaba, quería demostrar que por lo menos podría llegar. Ya no deseo continuar con esto, por eso le digo, que he perdido, usted gana-Concluyó.
-Te equivocas, aquí quienes han perdido han sido yo y tu negatividad, y ganaron tanto tu astucia, como tu voluntad. Felicidades caballero de plata, Daeru del Pez volador-Respondió el septuagenario.
-Pero…no vencí…-Dijo brevemente el alumno sorprendido por haber conseguido su objetivo.
-Claro que si, desde el principio mi intención no fue que alguien terminara gravemente herido, sino que deseaba ver como habías desarrollado tus habilidades a lo largo de todo el tiempo que has entrenado. Y por lo que veo, estás listo.
Seré viejo, pero a pesar de los años, uno no deja de ser caballero de Athena, por lo que ahora, eres un camarada-Contó Gamel –y tengo una duda que me deberás de aclarar…¿de dónde sacaste esa nieve que explotó sobre mí?, ¿en qué momento la dejaste allí…?-Agregó.
-Bueno …en verdad cuando intentaba atacar a sus técnicas, no es que de alguna manera quisiese evitar que me hicieran daño, sino que quería intentar mezclar las nieves, y después de eso, para tratar de no ser descubierto, intenté correrla hacia los lados fingiendo que mi infierno de hielo era engullido por el suyo-Respondió Daeru de manera animada.
-Ya veo, ¡en verdad que te arriesgaste mucho al hacer eso!, pero valió la pena-Rió el anciano –regresemos, que Kaira nos espera-agregó.
De esta manera, se dirigieron a la cueva, en donde la niña observaba, aún sin saber el desenlace de esa pelea.
-¿Qué pasó?-Preguntaba esta mientras corría al encuentro del viejo, y su hermano.
-Daeru se ha convertido en santo de plata, ha cumplido con los requerimientos-Respondió el septuagenario, de buen humor.
-¡Sí!-Gritó alegremente esta mientras de un salto daba un abrazo al ahora caballero, pero a su vez hacía que este resbalara y cayera.
-¡Ay!, ¡Mi espalda!- Exclamó este graciosamente con una cruz en vez de ojos.
-Ahora, entremos en la caverna-Sugirió el anciano viendo la escena, e intentando no estallar en risa.
De esta manera entraron en el lugar, que se encontraba un poco más agradable que en el exterior, aunque de todas maneras el frío era tremendo. Pero acostumbrados al clima, el trío se encontraba a gusto.
-Encontré esto en la playa, y en verdad combina bien contigo, y te lo quiero dar-Dijo la niña, al muchacho, mostrándole algo que pendía en una cuerda. Era un dije de color plateado, que representaba un pequeño pez alado.
-Muchas gracias, parece una coincidencia que justo sea un pez con alas- Respondió Daeru. En verdad le agradaba el pendiente.
-Pero si te lo di porque eres el hombre pescado-Comentó cómicamente Kaira haciendo referencia a aquel suceso de la foca y del desenlace.
-¿Qué tengo cara de pescado?-Rió el muchacho, a lo que la infante también se le unió.
-Daeru, ha llegado el momento de explicarte sobre las responsabilidades que tienes a partir de ahora…-Interrumpió Gamel -…tengo que advertirte que no será algo fácil, quizá pueda llegar a costarte la vida.
Como primer punto, y como ya lo sabías de antemano, desde ahora tienes la responsabilidad de proteger estas tierras…-Agregó.
-¿Proteger?, ¿Pero qué he de proteger aquí?, ¿se refiere a la vida que hay, como los pingüinos?-Interrumpió el muchacho con mucha curiosidad, en verdad le interesaba saber eso, pero también la otra razón que tanto tiempo había sido escondida suyo.
-Exactamente, créaslo o no, en este mundo todo es importante para mantener su equilibrio. No importa cuántas personas residan aquí. Sé que tu deseo es ser de ayuda al santuario por Athena, la justicia. Y lo eres, por más lejos que te encuentres-Respondió el anciano.
-Comprendo, o al menos eso creo- Dijo el ahora caballero de plata.
-Si no tienes más preguntas al respecto, ya puedo revelar el otro punto, el porqué de tenerte tantos años en entrenamiento-Manifestó el peliblanco, a lo que la respuesta de Daeru fue más atención, ya que sabía que se le diría algo importante, o al menos era lo que pensaba.
-Básicamente, tu otro deber es el de ocultar cierta información, y si la situación lo requiere, en convertirte en mensajero. Quizá no suene como algo que importe, pero cuando pase a darte más detalles, comprenderás que necesito a alguien de confianza.
Te contaré una anécdota de mi juventud. Existía un grupo de personas ocultas en estas tierras, que –lamentablemente- como en otros lugares, alababan a Lucifer, y su líder planeaba encontrar una armadura que se creía perdida, con fin de vencer al bien y así ayudar a su señor. Uno de sus enviados la halló…-
-¿Y de qué tipo de armadura se trataba?-Preguntó con intriga el muchacho de largo cabello negro.
-Era una de oro. ¿Recuerdas que te había dicho que estas pertenecen al rango más alto del santuario, y que son doce?, pues no dije la verdad sobre lo último. Existe una treceava, la de ofiuco, que se decía que había sido perdida en tiempos de antaño, después que su portador desapareciera misteriosamente sin dejar rastro-Respondió el anciano.
-Eso no es posible, ¿o así lo es?, usted mismo dijo que existe una armadura de plata de dicha constelación-Volvió a indagar el caballero.
-Es cierto, por razones que desconozco, convivieron ambas, hasta que la de oro desapareció-Comentó el septuagenario –Continuando con la historia, el tema del ropaje de oro, y aquel sujeto que la encontró, no se supo en el santuario antes de terminado el dilema, y es que en estos remotos lares, la comunicación es muy difícil. De modo que en ese momento solo éramos dos caballeros de plata, contra el que portaba la armadura de oro…-
-Espere… ¿Cómo es que uno de ellos la pudo usar?, ¿no había dicho que las armaduras están vivas y que sirven a la justicia?-Preguntó confundido Daeru.
-Sí, eso es cierto, pero en este caso tampoco sé la razón exacta por la cual se pondría al servicio del mal...a menos que dentro de ese mal haya un algo que la armadura haya encontrado que valía la pena perseguir...-Aclaró Gamel, y continuó el relato-…superar ese problema que de fracasar, quién sabe en qué habría afectado al mundo o tal vez solo al santuario, fue probablemente el mayor reto que tuve en mi vida, pero afortunadamente no estaba solo, junto a un gran amigo luchamos hasta el final, y de no ser por él, incluso hoy no estaría aquí para contarlo-dijo, y tras esto se quedó en silencio, con tristeza en su mirada que intentaba ocultar bajo sus níveos cabellos.
-¿Qué sucedió?-Preguntó el muchacho de ojos azul cielo, al notar como estaba su maestro, quizá era una pregunta sin mucho sentido, ya que por la tristeza de su maestro, era posible que este camarada hubiese muerto.
-Quedamos cara a cara con el maléfico personaje vestido en oro. Este nos superó ampliamente, a tal punto que nos pudo dejar casi vencidos en poco tiempo. Aunque mi compañero estaba en mejores condiciones de todas formas, ya que pudo continuar por un rato más la batalla, a base de evitar ataques, pero en un momento, el malvado decidió que el primero en morir sería yo…-Respondió mientras continuaba con su profundo pesar.
-¿Entonces su amigo se sacrificó para que siguiera con vida?-Interrumpió el alumno con cierta sorpresa porque nunca había sabido que le haya ocurrido algo así a su maestro.
-Exactamente, pero este sacrificio afortunadamente no significó su muerte. No obstante al hablar de esto me vienen a la mente esos recuerdos de cómo sucedió todo, lo inútil que fui...y no quisiera hablar de ello…-Dijo el viejo, quedándose después en silencio.
-Está bien, lo comprendo, no preguntaré más al respecto, pero al menos lo bueno es saber que no murió…
¿Qué hacían dos caballeros de plata en un lugar tan remoto?, ¿porqué el santuario los haría venir hasta aquí?- Interrogó Daeru sobre el tema de la armadura.
-Faltaba quien protegiera estas tierras, por lo que al ser proveniente del ártico, y estar por lo tanto bastante adaptado a las condiciones climáticas, fui el escogido. No obstante dentro de mi no quería venir, y es que al elegir este lugar también exige rigidez de espíritu…-
-¿De espíritu? Interrumpió el ahora caballero.
-Claro que sí, no solo se trata de sobrevivir en estas condiciones, sino también de sobrellevar la falta de comunicación, el constante silencio, y no quedar demente en el proceso…-Aclaró Gamel –En aquel momento no creía ser el indicado, no obstante Telos, este gran amigo que mencioné, a pesar de preferir climas más cálidos, sugirió al patriarca que podría venir a estos remotos parajes en mi lugar, cosa a la que me opuse, pero como insistió, el patriarca accedió, Decidiendo al final que viniésemos los dos.
Continuando con la historia, logramos destruir la armadura de oro y creímos vencer al enemigo, fue muy difícil pero conseguimos ese objetivo, no obstante ese sujeto sobrevivió y anda por los alrededores en busca de lo que tomó como suyo-
-Pero si era tan poderoso…¿cómo hicieron para vencerlo en las condiciones en que estaban?-Preguntó el muchacho.
-No deberías de aprender de lo que ocurrió…estaba tan furioso con ese sujeto, y conmigo mismo por tener la culpa de que mi compañero haya quedado en tal grave estado, que elevé mi cosmos al máximo posible usándolo todo en un ataque, con lo que conseguí acabar con la armadura, más no con el malvado, que de todas maneras se dispuso a asesinarnos ya que solo conseguí dañar el ropaje de oro. No podía seguir luchando, ni yo ni Telos, pero este de todas maneras se levantó y terminó la batalla. Ya que a pesar de como se encontraba, le quedaban fuerzas, y me pidió que no interviniera. De esta manera, y tras una batalla difícil, el infierno pareció terminar. Después usó su propia sangre, producto de las heridas que tenía, también aporté una parte y logró revivir la armadura. Pero el desenlace no termina aquí, y es que con el ropaje dorado reparado, decidimos ocultarlo en estas tierras. Y actualmente, solo yo sé donde se encuentra…-Respondió el anciano.
-No sabía nada de ello, pero me pregunto el porqué de tomar esa decisión, siendo que podría haber regresado la armadura al santuario…-Dijo Daeru.
-Es que esa armadura espera por su portador original…perdido hace miles de años, se dice que regresará para ayudar a Athena y a los demás santos en un momento crítico. Por tal razón, ocultar la armadura en el santuario solo sería atraer a los enemigos. Pero descuida, el patriarca está al tanto de esto. Tras la batalla, Telos regresó a Grecia, e informó sobre la decisión. Desde entonces me prometí ocultar la ubicación del ropaje aun a costa de mi vida.
Y aquí está la razón de tus años de entrenamiento…debes ser capaz de no debelar esa información, aun cuando la situación pueda parecer demasiado amenazante. Créeme, si este enemigo vuelve a conseguirla, será más peligroso que la última vez. Ahora tienes dos opciones, una es no aceptar esta encomienda, y que cuando llegue mi hora la armadura vuelva a perderse, o la otra es que accedas y de esta manera al menos tendremos la certeza de la ubicación de esta, y que no será un peligro ni para la seguridad del santuario, ni de otras personas. ¿Qué es lo que decides?-explicó Gamel.
-Está claro que ocultaré el lugar en donde se encuentra la armadura, si con esta tarea soy de utilidad al santuario, con gusto lo haré-Respondió sin dudar el chico de largo cabello negro.
-Sabía que aceptarías, pero también tendrás otra tarea más, y es que debes de ser un mensajero. Esa no es la única información que debes de ocultar. Si en Grecia necesitan enviar algún mensaje, deberás hacerlo, y asegurar el que no llegue a oídos no indicados. Pero descuida, te he entrenado por tanto tiempo, intentándome asegurar de que no serás una barrera fácil de pasar para aquellos enemigos que deseen beneficiarse con la información, aunque eso no sea todo y debas dar mucho de ti-Dijo con una sonrisa el viejo mirando hacia el gélido techo de la cueva.
-No dejaré que nadie me desvíe de lo que me sea encomendado, se lo prometo-Juró el muchacho.
-¿Pasa algo?-preguntó, al ver que el anciano observaba hacia afuera de la caverna.
-No, por ahora no-Respondió este intentando sacar algo nerviosamente de la vieja bolsa que llevaba atada a la cintura por un pedazo de tela, pero lo que hizo evidente que no sucedería nada bueno, fue que esta se le cayó de las manos, volteando todo lo que tenía en el suelo. Varios lienzos pequeños, trozos de cuero, papeles viejos, un saco con quien sabe que dentro, un pequeño libro en el que al parecer escribía o había escrito.
-¿Está seguro?, no parece tranquilo-Dijo Daeru estando alerta, ya que si su maestro estaba alterado por algo, no debería de ser bueno.
-Ya lo he dicho…por ahora no hay problema, solo buscaba algo en especial-Respondió Gamel intentando calmarse y aparentar que todo estaba bien, y comenzó a juntar los papeles y demás que estaban regados en el suelo.
-¿Quiénes son?-Preguntó Kaira, quien hasta ese entonces había estado cayada, pero ahora tenía un pequeño lienzo de esos que se le habían caído al peliblanco, el cual había atraído su atención, en parte por los colores que poseía –¿Y qué lugar es ese?-Agregó mientras mostraba aquel retrato.
-¿Es usted y aquel es el camarada suyo que luchó ante aquel malvado?-Preguntó el muchacho de ojos color cielo, observando la imagen que tenía retratado dos caballeros estrechando la parte posterior de sus puños entre sí, y que alrededor de estos salían llamas y trozos de hielo. Estaban en un fondo con una formación vertical de roca que le recordaba a un cilindro, pero que parecían talladas por manos humanas, y montañas como las de nieve que en ese lugar veía, pero de color verde. En el centro de esos campos había una formación del mismo color, que se levantaba sobre una base marrón. El suelo en el que se encontraban parados los santos también parecía rocoso, pero con unos flecos verdes que sobresalían en el fondo.
El sujeto que se encontraba a la izquierda era alto, de ojos color miel, con largos cabellos castaños.
Sus bigotes y un triángulo invertido formado por lo que no había sido cortado de su barba, y que se encontraba bajo su boca, además de los rasgos de su rostro, le daban un toque elegante. En sus labios podía verse dibujada una sonrisa que contagiaba alegría. Sin dudas, ese debía ser el anciano que conocía muy bien, pero en sus tiempos de juventud.
La armadura que llevaba era predominantemente blanca y azul, las hombreras, en dos capas, eran del primer color y los bordes del segundo. La parte del antebrazo, que era del color de aquellas tierras, tenía una especie de aleta.
Un rasgo que llamaba la atención en esta eran sus rodilleras, que tenían una púa que se doblaba hacia arriba.
Bajo todo esto, poseía un traje celeste al cuerpo y que carecía de mangas.
Poco conocía sobre la vida de su maestro como caballero, y por lo tanto no sabía de que armadura se trataba.
A su derecha se veía al otro caballero, más bajo de estatura, pero tenía algo que le llamaba la atención, y es que en vez de cejas tenía un círculo de color bordó sobre los sitios en donde deberían estar estas. Sus ojos, que reflejaban calma, le sorprendían, por el hecho que combinaban el verde, color de los ojos de su hermana, y celeste, el de los suyos, además que le daban la sensación de ser alguien transparente y puro, como el hielo del lugar. Sus cabellos eran azules claros, y más cortos hacia atrás, pero más largos hacia adelante, y eran mecidos por el viento. Su rostro, que era de rasgos delicados, mostraba una sonrisa serena. Sin conocerlo le parecía alguien que trasmitía paz, además de que parecía de confianza. Casi que, de ser quien pensaba, le costaba creer que ese caballero hubiese luchado alguna vez.
Su armadura de plata era color azulado, con bordes negros que sobresalían. Las hombreras eran grandes y se dividían en dos capas bajas color negro verdoso, y una por fuera de los tonos que predominaban más en el ropaje. Bajo todo esto, vestía un traje al cuerpo color gris oscuro y sin mangas. En su mano derecha, tomaba una cadena que en uno de sus extremos tenía una bola de metal con púas. Por lo poco que sabía sobre los distintos tipos de armadura, y a juzgar por esa característica, le parecía que esa era la armadura de cerbero.
-Sí, estás en lo correcto, ese es mi gran amigo Telos. Proviene del Tibet, un lugar distante a este, por esa zona habitan, entre otras, unas pocas personas de las cuales se dice que sus ancestros pertenecían a un antiguo continente llamado Lemuria-Respondió Gamel recuperando el buen humor y adivinando la curiosidad de los hermanos ante el caballero -Y ese sitio que se ve, es un lugar del santuario en Grecia-Agregó.
-¡Yo quiero ir!- Exclamó con entusiasmo la niña al saber que tal bello lugar era lo que hace tanto tiempo estaba oyendo y no sabía cómo era.
-Yo también creo que es genial, pero…solo tengo un problema…-Dijo Daeru pensativo.
-¿Cuál es?- Preguntó brevemente el anciano.
-¿Dónde queda el Tibet, y qué es lemuria?-Indagó el ahora caballero, a lo que de manera cómica el anciano cayó de costado.
-Lo ciento, olvidé mencionarlo, el tibet queda por esta zona-Indicó el viejo en su mapa grabado en un trozo de cuero, tras levantarse avergonzado –Y se dice que existió un continente el cual se hundió bajo el mar, llamado mu o lemuria. ** Por razones que desconozco, en esa zona viven algunos descendientes de los que pudieron huir de la catástrofe- Aclaró.
– Pensar que el enemigo está cerca, y nosotros estamos calmos en este lugar…-Concluyó.
-¿El enemigo cerca?, ¿es por eso que se encontraba nervioso?, ¿y por qué ahora se encuentra tranquilo?-Preguntó el muchacho de largo cabello negro sin obtener respuesta. Kaira miraba hacia afuera con temor a que apareciera algún malvado. Por su parte, el peliblanco tomó uno de esos viejos trozos de papel y escribió algo. Mensaje que le dio a su alumno sin decir aun nada.
Daeru leyó lo que decía, allí se encontraba la ubicación de la armadura dorada, más una indicación de Gamel: Ahora que lo había leído, debía destruir el mensaje.
Mientras esto ocurría, el anciano caminaba hacia la entrada de la cueva.
-Toma esto, ahora les será de más utilidad que a mí. Estoy tranquilo por saber que ya te he enseñado lo que debías aprender, y ya sabes lo que has legado. La armadura de plata de piscis volantis –el pez volador- se encuentra bajo el mar, en las costas de estas tierras, hay muchos sitios en donde podría estar, pero estoy seguro que cuando la necesites, la hallarás.
Les digo, que ha sido un gusto compartir tantos años a su lado, se los agradezco, ahora debo ir a enfrentar al destino, por una promesa, por Athena, y por ustedes. Ya huyan, y yo los distraeré- Se despidió el septuagenario lanzándole a su pupilo el mapa de cuero.
-¡Señor Gamel!-Lloriqueó la niña.
-Yo lo ayudaré, ¡esto no puede ser el adiós!-Exclamó Daeru corriendo al lado de su maestro.
-¡Alto ahí!, ese cosmos maligno que siento, se me es demasiado familiar, de hecho sé de quién se trata. Prefiero que intenten huir, ahora que pueden, y yo por mi parte trataré de enfrentarlo-Dijo con aire más rudo el anciano.
-¡Si están aquí por lo de la armadura, me seguirán después de todos modos!-Replicó el muchacho.
-¡Eso lo sé!... pero esta vez no quiero dejar que alguien se sacrifique por mí, esta vez seré el sacrificio si es que debo serlo, no quiero verlos morir, además que en este momento nosotros conocemos ese secreto.
Ustedes dos que querían conocer el mundo fuera de estas tierras, ahora es el momento, Daeru, lleva a Kaira a un lugar seguro-Respondió serio el anciano, mientras sus palabras evocaban casi que en contra de su voluntad, viejos y malos recuerdos.
-¿Sacrificio?, yo tampoco quisiera que a alguien le pasara algo por mi culpa, por eso me niego a moverme de aquí-Objetó este.
-Yo tampoco me quiero ir-Comentó aún entre lágrimas la niña.
El septuagenario no dijo nada más al respecto. Solo observaba a la lejanía, con su cosmos multicolor visible, no obstante, de repente, la nieve alrededor de los hermanos formó un embudo, engulléndolos.
-Lo comprendo, pero si puedo evitar que mueran ahora, será lo mejor. A ustedes les queda mucha vida por delante, o al menos eso espero…-Reflexionó Gamel, aún viendo al puro cielo azul.
-¡Que viejo tonto!, rehusar ayuda cuando nosotros somos veinte-Dijo una voz desde una cumbre, eran muchas personas de miradas hostiles.
-Cuantos años han pasado, mírate, estás anciano, y más patético que la última vez que nos vimos-Rió otra voz del que parecía el líder del pelotón, este le era lamentablemente muy familiar a Gamel. De cabellos cortos rojizos, ojos verdes que trasmitían malicia, orejas puntiagudas, colmillos aguzados que sobresalían de su boca que mostraba una siniestra sonrisa, parecía la encarnación del mal. Estaba vestido con un buzo marrón, viejo, y de manga larga. Sus pantalones también eran del mismo material y estaban en las mismas condiciones. En su cuello estaba puesta una gran bufanda de tela de color marrón más oscuro que el de sus ropajos. Y sus botas tenían la misma tonalidad. Pero lo que más llamaba la atención, era que su atuendo estaba salpicado por sangre, algunas gotas parecían viejas, y estaban secas, otras eran más recientes.
-Morten…y tú no has cambiado en nada…cualquiera sea lo que busques, ¡aquí no lo hallarás!-Respondió el septuagenario, levantando sus dos brazos, y de esta manera haciendo que los secuaces del maleante volaran golpeados por nieve que se desprendió violentamente del suelo, siendo vencidos posteriormente por las bolas de nieve explosivas que les cayeron encima, haciendo un efecto de choque entre ambas fuerzas.
-Así está mejor…no necesito de nadie que me ayude como para llevarte ante el jefe-Comentó el maquiavélico sujeto al ver derrotados a sus acompañantes.
-Te llevaré sano o sangrando, bueno, creo que de todas maneras te llevaré herido, ya que no puedo matarte, pero si herirte. O de otra manera, me podrías decir en donde está esa armadura de oro y te dejaré ir con vida, más no te aseguro si en buen estado- Rió malvadamente revelando su propósito de aquella visita.
-Creo que no has comprendido el mensaje…no voy a revelarte lo que quieres, por lo que puedes ahorrarte las palabras-Dijo Gamel, estando alerta a lo que el hombre malvado pudiese hacer.
-Ya veo, pero porqué te negarías si ya sé que si no puedo extraer la información de ti, lo haré de tu también patético pupilo-Comentó el de cabello colorado.
-Daeru jamás te entregará esa información, de eso estoy seguro, por lo que recurras a quien recurras, no obtendrás tu fin, así que da igual si te enfrentas a mi o no. Claro que si pretendes irte, te lo voy a impedir, aún no olvido lo que pasó hace exactamente cincuenta y cinco años- Respondió el anciano.
-¡Ah!, así que ya veo, eres un viejo rencoroso, quieres vengar lo que a tu flamífero e inútil amigo se le quitó. Das vergüenza, y te haces llamar caballero de Athena. ¿Y qué piensas hacer?, ¿darme un poco de hielo para beber con whisky?- Se burló Morten.
-Sí, lo sé…seré un anciano, decrépito y que ha guardado por tantos años un rencor profundo, pero tampoco puedo dejar de pensar que lo mismo que hiciste aquella vez, podrías repetirlo con cualquiera que se te interponga, y más aún portando la dorada armadura de ofiuco, no tienes corazón…-Dijo seriamente Gamel.
- Te enfadas por muy poco, pero si no me vas a dejar ir, pues deberé hacerte a un lado-Respondió con una sonrisa siniestra el pelirrojo. Entonces lanzó un rayo luminoso de color violeta que fue bloqueado por una gran cantidad de nieve que el septuagenario lanzó desde el frente suyo.
La batalla había comenzado…
Lejos de allí, en otro sitio de los helados parajes del sur, se abre un hoyo que "escupe" a Daeru y Keira, y tras esto se cierra.
-¡No!-Exclama golpeando con fuerza en el suelo el muchacho.
-Señor Gamel…-Solloza la niña al darse cuenta de que probablemente no lo volvería a ver.
-¡Hay que regresar de algún modo!, ¿pero hacia qué lado estará?-Se dijo nerviosamente el de cabello negro. Viendo que a su alrededor, todo era una llanura nevada, sin referencia para donde debería ir.
-…no, Kaira…creo que deberemos de hacer lo que nos indicó el maestro que hiciéramos. Hay que partir hacia la costa, y ver si de alguna manera podemos atravesar el mar…-Comentó el caballero al darse cuenta que no encontrarían a Gamel, o si lo hacían, pudiere que fuese demasiado tarde.
-¿Porqué?, ¿porqué hay gente mala en el mundo?-Preguntó aún entre lagrimas la niña.
-No lo sé, solo sé que debemos de luchar por la diosa Athena, para así buscar el bien en el mundo-Respondió Daeru, mostrando la misma congoja que su hermana –Ahora vamos, que si nos quedamos en este lugar, no llegaremos a ninguna parte…-
Así, partieron, sin un rumbo fijo, sin certeza de lo que se encontrarían en su camino, y sin saber si volverían a ver a Gamel, pero con la seguridad de que aunque se vinieran tiempos oscuros, estarían del lado del bien…
-Kaira, Daeru, este viejo no ha podido detener al enemigo, pero sé que al menos, ahora estarán por un tiempo seguros. Se vienen momentos de desesperanza, pero confío en que ustedes no dependen de mí, y podrán intentar sortear los obstáculos que vengan. No les aseguro que vayan a sobrevivir, pero si lo hacen, les deseo un gran futuro.
Telos, siento haber faltado a tu palabra, pero no podía perdonar a alguien que se, que torturará y matará a mucha gente sin remordimientos. Aun que me hayas dicho que este sujeto no es en verdad malo…lo siento…
Espero que el futuro sea auspicioso para el mundo, así como para Athena y para todos los santos, por mi parte, hice todo lo posible en esta vida para defender esos valores que han de perdurar en la humanidad-Reflexionó el anciano, desde donde luchaba con el malvado Morten. En ese momento estaba cayendo envuelto totalmente en hielo, tras un ataque fallido de toque de cristal, en una gran bola de nieve que maquiavélico logro hacer que estallara hacia Gamel.
-Adiós-Concluyó mientras a través del hielo se veía un destello en sus ojos. Una lágrima final…
**Según Saint seiya sería solo el continente de Mu, pero hay quienes consideran a Lemuria como otra manera de llamarle a ese lugar, y en mi caso particular es lo que uso. Y si de aquí en adelante me refiero como "Muviano" o "Lemuriano" a esos personajes, es por sus raíces.
