The tale of a Dog
by: Janett's Darkness
Janett: n.n Hola¿qué tal? Aquí me tienen haciendo gala de mi mala costumbre de no terminar algo y comenzar otra cosa, en esta ocasión traje mi primer fic yaoi, que espero sea de su agrado. Prometo que trataré de no dejar pasar mucho tiempo para actualizar este fic y también el de Life Note.
De ante mano les agradezco mucho que se pasen por aquí a leer, n.n y ojalá me den el honor de leer sus comentarios.
Disclaimer: Death Note le pertenece a sus respectivos autores.
I
Él era posesivo, quizá por que raras veces había tenido algo que fuera meramente suyo o porque tenía la necesidad de sentirse superior; nunca había podido definirlo, pero sabía que NADIE tocaba lo que le pertenecía. Siguiendo esta lógica, era comprensible que se molestará cuando su perro jugaba con alguien más.
Mordió su chocolate, ni siquiera lo dulce de éste le servía para desaparecer el sabor amargo que tenía en la boca. Detestaba ver que su perro podía divertirse y sonreír junto a otros.
-¡Oye Mello¿No vienes a jugar?- Lo llamaron los otros niños, agitando las manos para llamar su atención, pero él no lo haría. Él sólo veía como su perro lo observaba en silencio, podría decir que estaba temeroso y asustado, quizá el cachorro jamás se habría imaginado que Mello aparecería frente a él, que lo atraparía con las manos en la masa, pues el simple hecho de que el pobre perrito hablará con otros ya era una falta.
Sin siquiera dignarse a responder, Mello se levantó de la barda, donde había estado sentado, y se marchó. El perro tendría que seguirlo, o si no acabaría por golpearlo cuando tuviera la pésima idea de regresar a su lado después de haberlo desobedecido por segunda ocasión. Después de todo él era un amo benevolente, podría perdonarle al perro que hubiese caído en la tentación de estar con otros en su ausencia, pero JAMÁS le perdonaría que se quedara con ellos en su presencia. Un perro siempre debe seguir a su amo, de lo contrario el amo tiene que castigarlo.
-¿Mello?- Lo llamo el cachorro, mientras seguía los pasos del amo. El muchacho rubio sonreía maliciosamente, complacido porque su perro fuera leal y obediente, definitivamente merecía un reconocimiento por haberlo entrenado tan bien; entonces se llevó la tablilla de chocolate a la boca y arrancó un pedazo con los dientes. Degustó el dulce sabor de la victoria, el chocolate se derretía en sus labios y su perro caminaba algunos metros tras él.
-No estoy de humor Matt- Finalmente espetó, sin volver el rostro para ver los profundos ojos azules del perro, los mismos que se escondían tras los cristales amarillos de unos googles. Aquello habría sido un error, y es que Mello no podía comprender porque últimamente los ojos de su perro le hacían perder fuerza. Eso no tenía razón de ser: el amo SIEMPRE será el amo. Por tanto, Mello no podía darse el lujo de doblegarse frente a su mascota, debía mostrarse fuerte y poderoso, altivo, dominante…como sólo el amo podía ser.
-Pero….
Antes que Matt pudiera continuar con su réplica, una fría mirada se clavó sobre él. Entonces el cachorro comprendió que estaba hablando de más, un error suyo que se había estado haciendo muy común durante los últimos días.
-¿Decías?- Preguntó el rubio, con la sonrisa sádica y retorcida en los labios, la misma mueca que a tantos otros tenía atemorizados. No era que estuviese esperando una respuesta, sólo deseaba ver como el cachorro bajaba la cabeza y se sometía a su voluntad.
-Nada, Mello.
La sonrisa del rubio no hizo más que ampliarse. Nuevamente el perro agachaba la cabeza ante su presencia. No iba a premiarlo por aquello, era deber del cachorro reconocer la autoridad del amo, aunque quizá tampoco le trataría tan mal ese día; aunque todo dependía del resultado que obtuviera después de hacerle un interrogatorio a su mascota, podía ser drástico pero no le importaba. Si él quería respuestas, debía obtenerlas, y en esos momentos necesitaba saber las razones que habían llevado a su mascota a acercarse a otros sin su permiso. Definitivamente le resultaba extraño que Matt quisiera jugar futbol con los demás. Quizá demasiado extraño.
-¡Mello, Matt regresen!
-¡Anda Mello, trae a Matt de vuelta, nos costo mucho trabajo convencerlo para que jugara con nosotros!
-¡Mello, no seas envidioso!
Lo llamaban a gritos los demás, pero el rubio no iba a ceder. De reojo miraba a los otros chicos, en especial a uno de los más nuevos en Wammy´s House. Aquél chiquillo en verdad que lo desesperaba, quizá no más que Near, pero aún así lo odiaba. Y suponía que el sentimiento era mutuo, el chiquillo también lo miraba con disimulo, pero con cierto aire de enfado.
Por su parte Matt se sentía más tranquilo, la verdad es que no quería jugar con los otros niños; pero no había podido decirle que no a una petición de Roger. Al contrario de lo que Mello se imaginaba, su leal cachorro no había salido a buscar a los niños, sino al contrario.
El solitario cachorro había estado jugando con su consola de videojuegos en un rincón, los otros niños había acudido a él para invitarlo a jugar, pero el perrito no quería; por tanto sus compañeritos tuvieron que acudir con Roger, sólo así consiguieron que Matt se levantara y accediera a jugar con ellos. Todo porque Roger se lo había pedido como favor. Sin embargo, cuando Mello aparecía, incluso las órdenes de Roger quedaban anuladas. Sobre Matt, sólo Mello mandaba.
-¿Y bien¿No me vas a explicar que hacías con esos idiotas?- Preguntó Mello, una vez que el orgulloso rubio se digno a hablar. Ambos jovencitos estaban lejos de los otros chicos, por tanto ya no había necesidad de seguir avanzando en aquél silencio sepulcral.
-Roger me lo pidió- Se limitó a contestar Matt, observando a su alrededor. Por un instante la piel del pelirrojo se erizo, un escalofrío recorría la espina dorsal del cachorro. ¿Por qué su amo lo había llevado hasta uno de los rincones más profundos del orfanato? Aquello sólo podría significar que su sádico amigo quería castigarlo.
Trago saliva. Por primera vez Matt sentía que le temblaban las rodillas, no sabía porque tenía tanto temor, pero la soledad y el descuido del lugar sólo servían para ponerlo más nervioso. Además, si a eso se le añadía que su amo no lo miraba y le hablaba con un tono que casi semejaba un gruñido de una bestia enfurecida, entonces el temor del pelirrojo pasaba a estar fuera de lugar; en casos así no debía tener miedo, sino estar aterrado. Y Matt comenzaba a estarlo.
-¿Y por qué Roger querría que jugaras con otros?- Volvió a gruñir el rubio
-Dijo que debía convivir con los otros.
-¿Para qué?
-No lo sé, sólo me pidió que jugara con ellos. Mello, yo no quería hacerlo, pero Roger…
-¡Roger, Roger, Roger¡¿Cómo sé que no me mientes?!
Si bien Matt detestaba que su rubio amigo le diera la espalda, detestaba aún más que cuando le viera a la cara sus ojos verdes se clavaran en él como navajas, pero no podía hacer ni decir nada. Si su amo decidía mirarlo de aquella forma tan cruel, él simplemente debía bajar la mirada y mostrarse sereno. Mostrarle a Mello debilidad era sinónimo de ser horrendamente castigado.
-¿Por qué tendría que mentirte, Mello?
-¡Eso quiero que me lo expliques!
-Si Roger no me lo hubiese pedido, yo no habría aceptado nunca jugar con nadie que no seas tú. No tengo más amigos que tú, no necesito a nadie más que a ti. No le pertenezco a nadie más que a ti, sólo te obedeceré a ti. Por eso estoy aquí- repitió Matt, procurando que la voz no le temblara. Tenía miedo, nunca había visto al rubio tan molesto con él.
Cuando menos se lo espero, un empujón lo hizo caer de espaldas al suelo. El cachorro reprimió un gemido de sorpresa, pero antes que pudiera levantarse, su amo se subió a horcajadas sobre él. Matt miraba a Mello a los ojos, procurando que sus ojos azules no mostrarán sorpresa; Mello sonreía maliciosamente.
-Cachorro- Le dijo el rubio, pasando sus manos sobre la cabeza pelirroja de su perro, acarició su cabello suavemente antes de pasar sus dedos bajo la tira elástica de los googles, los mismos que procedió a retirar. El amo deseaba ver los ojos del perro, aquellas orbes que le hacían sentir deliciosamente débil.
Matt trago saliva nuevamente. Cuando recién sintió las manos de su amo sobre sí, pensó que había comenzado la hora de los golpes; pero cuando el rubio las paso delicadamente sobre su cabello, Matt comenzó a sudar frío. ¿Ahora que demonios planeaba el maldito rubio sádico? Su corazón comenzó a latir con demencia mientras el rubio le retiraba los googles. Aquellos malditos googles que su amo le había obligado a usar siempre que estuviese en su presencia¿por qué? No lo sabía ni tenía porqué conocer las razones, sólo necesitaba acatar órdenes.
En el momento más inesperado, un tercer niño apareció en escena. Al verlo, Mello rápidamente se quito de encima de Matt y frunció el ceño, era como ver a un gato con el pelo erizado y gruñendo ante el evidente peligro. Matt por su parte suspiro aliviado, se puso de pie y sacudió su ropa; después levantó la vista para ver al recién llegado.
-Matt, Roger te llama- Dijo el infante desaliñado, apenas esbozando una sonrisa para Matt. Mello miró al entrometido con furia, frunció el ceño y estaba por gritar alguna grosería cuando escuchó como su perro se disculpaba con él en voz baja, mientras lo veía alejarse.
-Gracias Kail¿Ya lograste avanzar de nivel?- Preguntó Matt procurando no escucharse emocionado, el otro niño se llevó la mano detrás de la cabeza y esbozó una sonrisilla.
-No soy tan bueno como tú. A decir verdad me quedé atrapado en un laberinto y no tengo idea de cómo salir.
-¡Pero que tonto!
Mientras el cachorro se marchaba con el otro chiquillo, Mello se quedó conteniendo la rabia que sentía. Aquél maldito infante siempre llegaba en los momentos más inoportunos. Desde que el mocoso había sido trasladado a Wammy's House, su simple figura irritaba al rubio.
Y es que Mello era posesivo. Nadie podía tocar sus juguetes o sus pertenencias sin su consentimiento, pero aquél maldito infante siempre pasaba por alto aquella regla vital. Desde su llegada no había hecho otra cosa que procurar estar cerca de Matt, ya fuese jugando videojuegos con él o realizando cualquier otra actividad, pero siempre cerca del cachorro. Incluso en clases se sentaba al lado del perrito y, para el colmo de Mello, por si fuera poco compartía la habitación con el pelirrojo. El rubio comenzaba a llegar a su límite, porque nada ni nadie podía vencerlo, no iba a dejar que le quitaran lo suyo; y el caso era que MATT le pertenecía. A él y sólo a él.
Mientras Mello se retorcía de rabia, Matt platicaba amenamente con su compañero ( a quién creía su salvador, pues el pelirrojo casi había podido jurar que Mello estaba a punto de golpearlo). Desde que aquél niño había llegado al orfanato, su vida había cambiado en algunos sentidos. Al menos ahora ya tenía a alguien con quien charlar sobre lo que a él tanto le apasionaba: los videojuegos.
Por su parte, Kail no pensaba mucho en la situación en la que se encontraba inmerso. No me importaba como lo veía Matt o porqué lo odiaba Mello, él sólo sabía que en el pelirrojo tenía un amigo y eso era todo. Era nuevo en Wammy's House, lo habían trasladado desde Lyon hasta aquél lugar en contra de su voluntad, no conocía a nadie y se había sentido solo hasta que un buen día conoció a Matt.
-Por cierto, hoy cumples dos semanas aquí- Le dijo el pelirrojo a su amigo, entregándole una barra de chocolate –Feliz día.
-Gracias- Sonrió Kail, recibiendo el chocolate con gusto; a pesar de que prefería los sabores amargos.
Janett: n.n Hasta aquí el primer capítulo, en el siguiente les revelaré porqué Kail Y Matt se llevan bien, cómo fue que el niño llego al orfanato y las razones de Mello para enfurecerse. XD estoy medio loca y creo que este es el primer fic donde comienzo por el detonante y después pretendo pasar a explicarlo todo, espero que no los confunda y la historia llegue a divertirlos. En fin, ojalá que tengan un buen día! De momento me despido.
¡¡Hasta pronto!!
