Advertencia: Ni el cómic, ni la película, ni los personajes de V for Vendetta me pertenecen, tan sólo los tomo prestado de la mente de sus respectivos autores. Lo mismo sucede con la foto que utilicé para hacer la portada, créditos a su respectivo autor.


Prefacio:

Podés pasarlo de largo e ir a la historia directamente, aunque ayuda a entrar en clima y a ponerte un poco en mi lugar como escritora, ya que me sentí movida a escribir brevemente lo que ésta obra dejó en mí, y seguramente, en vos también.

Hace días he terminado de ver la película y ha logrado tocar mi fibra sensible, permaneciendo persistentemente en mi mente, como toda obra que logra cambiar la vida de quienes se topan con ella, aunque sea un poco, algo que hace que ya no vuelva a ser la misma. Hay escenas memorables y frases con las cuales no hace falta ser anarquista para estar de acuerdo. Y como a mí me gustan los personajes de moralidad cuestionable y cuya línea del bien y el mal no está perfectamente delineada en sus convicciones y su actuar (aunque las mismas, según el personaje, parten de objetivos justos). V es un personaje, al menos en la película, que te obliga a cuestionarlo de alguna manera, pero de repente los ves cocinando y tarareando tranquilamente y puede verse que detrás de esa máscara cargada de significación, hay un hombre como cualquier otro, que disfruta de los buenos libros y la buena música, un hombre que podrías ser tú, y ahí esta Evey, que muchas veces se vuele los ojos y el corazón del espectador. La película plantea entre otras cosas el nacimiento de la extraña relación entre Evey y V, que deriva finalmente en un romance trágico, aunque poco idealizado. A mí me gustan las buenas historias de romance, incluso si éstas no suponen el elemento central de la obra, de hecho, muchas veces, es mejor así. Al final, por supuesto, la venganza es más importante que la relación con Evey, pero no más importante sobre cómo ésta muchacha endeble y asustada logró transformar su vida, tanto como V lo hizo con ella. Al final de trama, nada en la vida de esos personajes vuelve a ser lo mismo, y el beso de Evey sobre la sonrisa congelada de Guy Fawkes representa todos esos sentimientos que nunca podrán traspasar los anhelos del hombre enmascarado, aquel hecho inevitable: morir para lograr su venganza. Pero, si las cosas hubieran sido diferentes, jamás se hubiera topado con aquella mujer, a la cual también amó.

La película me llenó de inspiración por su contenido y su narrativa, y sobre todo lo que implica la trágica relación entre V y Evey, presentándose como el tipo de historias que son tan desgarradoramente emocionantes que vale la pena verlas una y otra vez. La tragedia de la muerte además sirve para mantener por siempre la expectativa generada de lo que fue y pudo ser.

Por supuesto, tengo pendiente leer el cómic he imagino que las cosas no van a ser lo mismo que en la película, incluso tal vez me decepcione, porque al final uno suele quedarse con lo primero que vio y hacer comparaciones en base a eso. Por ésta razón, tener en cuenta que la historia está escrita desde las cosas que el film cuenta.


El baile del fuego y la lluvia


Cuando la V roja se dibujó en los fuegos artificiales, cuya luz se reflejó en los ojos conmovidos de Evey, sabía que todo había terminado, que no había marcha atrás, que era un destino inevitable, por V, por sus padres, su hermano, por Gordon y por ella.

Las palabras que V le había dedicado segundos antes de cerrar los ojos para siempre, se repetían constantemente en su cabeza, eran llagas punzantes que le provocaban un profundo dolor, uno que ella pensaba, jamás disminuiría. Al verlo aparecer caminar con dificultad, sangrando por las heridas de bala, sabía que muy probablemente serían mortales, pero no quería aceptar tal cosa, estaba dispuesta a hacer lo que fuera para lograr que sobreviviera. Pero cuando V estaba en sus brazos, hablando con dificultad, se sintió profundamente desolada, la vida del hombre que le dijo que la amaba se apagaba a cada segundo, lo único que pudo hacer es expresar su deseo más profundo y sincero: "no quiero que te mueras", como si las palabras fueran suficientes, como si pudieran retroceder el tiempo atrás. Aun así, eran mucho más de lo que la respuesta de un "yo también te amo" podría decir, más aún, resultaron ser lo mejor que pudo hacer y decir en aquel momento: "eso es lo has hermoso que has podido darme", respondió V, antes de que ella fuera lo último que sus ojos verían. El mundo de repente se volvió un lugar solitario, como lo era antes de conocer a V. Se echó a llorar contra su pecho en aquella fría estación subterránea, ya no le quedaba nadie más, sólo ella y la muerte, que pasaba de cerca silenciosamente otra vez.

Cuando su llanto hubo cesado, decidió que el destino para V no era un simple lugar bajo tierra, sino el vagón que terminaría por destruir el último bastión que sofocaba al pueblo. Así es como llevó su cuerpo hasta el tren, con una fuerza que no pensó que poseía, y lo reodeó de cuantas rosas pudo conseguir de las muchas que V cuidaba con esmero, mezclando así el dolor de la muerte con la efímera belleza de las flores.

Después de acomodar la última rosa, miró la máscara para tenerla grabada por última vez en su mente, y la acomodó como lo hizo luego con su pelo y su ropa. Jamás conocería el rostro de aquel hombre, uno que según él, no era el verdadero, pero había tenido el privilegio de conocer algo mucho más importante que eso: cómo era la persona que se ocultaba tras esa mascara: sus deseos, sus sentimientos, sus ideas.

Aquel hombre había cambiado su vida desde el momento en el que, como un héroe de facultades mentales alteradas que llevaba una máscara extravagante, la salvó de ser vejada por miembros de Dedos, amparados por el régimen al que ella había puesto fin al accionar la palanca de tren. ¿Cómo era posible que cambiara tanto en una año?, sólo alguien como V pudo hacer tal cosa; pero eso no era todo, ella también había tenido el poder de cambiarlo a él.

Cuando los últimos destellos de pólvora brillaron en el cielo, y el Parlamento ya no era más que un montón de escombros e ideales destruidos, no había razón por la cual obedecer al Régimen, sus cabecillas estaban muertos. Quienes le habían servido eran libres, era decisión suya unirse al resto del pueblo al reconstruir el nuevo futuro de Inglaterra.

Evey de repente sintió que quería estar sola, ¿a dónde iría ahora?, no, la pregunta era, ¿en dónde quería estar?, por supuesto, en la Galería de la Sombras, de la cual V la había hecho dueña en sus últimas bocanas de aire, pero, eso tampoco era, ya que no es dónde quería estar, sino con quien: con su amado V, quería volver a escuchar su voz susurrante hablándole bellamente sobre arte, sin embargo, eso ya no iba a ser posible. Camino lentamente, dejando atrás a un Eric Finch todavía sorprendido por lo que acababa de ver. Pensó que todos en la ciudad deberían estar festejando, y preguntándose dónde está ese misterioso hombre enmascarado, cuyo cuerpo ella adornó de rosas rojas para luego hacer realidad su objetivo. Debería estar feliz, pero, aquella tristeza hacía que toda esa felicidad que pudiera sentir no fuese suficiente para sonreírle al nuevo porvenir.

Después de una larga caminata siguiendo las vías del tren, llegó a la Galería de la Sombras, se paró en medio, cerca de la armadura con la cual había observado a V combatir enérgicamente, imitando a la escena de la película El Conde de Montecristo que tanto le gustaba, y que hizo que a ella también. —Yo era Mercedes, supongo que así es como debía terminar— una sonrisa se dibujó amargamente en su rostro mientras varias lágrimas de deslizaban por el surco de su mejilla, —debería estar feliz, V lo estaría, sonreiría igual que lo hace su máscara, él sonreía incluso cuando su corazón dejó de latir— concluyó, pero ella no podría sonreír así, tal vez, jamás.

Y lloró, arrodillándose y golpeando el piso con los puños, como lo hizo cuando su hermano murió en aquella fría cama de hospital, cuando vio que se llevaron a sus padres para nunca más saber de ellos. Otra cicatriz, otra persona importante que se iba de su vida, otra vez la soledad, —soledad…—, pensó cuando su llanto se apaciguó un poco, recordó que así es como V vivía su día a día, su compañía eran sus libros, obras de arte y música de la vieja gramola, pero, no tenía ninguna interacción humana más que con sus víctimas, hasta que, cuando apareció ella, compartió todas sus posesiones los meses en los cuales vivió con él. Mirando todos aquellos objetos que había a su alrededor, los cuales hacían de la galería un paraíso cultural, todas esas cosas que eran de V se suponía que ahora eran suyas, sin embargo, no lo sentía así, porque al mirar todos aquello, parecía que V no había muerto, todo rastro de su presencia permanecía en cada uno de esos libros, esculturas, cuadros, en cada pared y en los bellos candelabros que colgaban desde las altas bóvedas del techo. Se puso de pie pensando que ese lugar debía quedar tal y como él lo había dejado.

Volvió a su precario apartamento, su cuerpo estaba cansado, pero su mente no, apenas llegó se recostó en la cama mirando el techo, no paraba de pensar y de llorar, sus lágrimas no parecían ser suficientes para sobrellevar todo ese dolor, hasta que, sin darse cuenta, terminó cayendo dormida, cansada de tanto llorar y pensar una y otra vez en todo lo que había sucedido.

El sol salió como todas las mañanas y se filtró por las cortinas de la habitación, iluminando los parpados irritados de Evey. Abrió sus ojos con pesadez, se levantó para dirigirse hacia la ventana y deslizó las cortinas para apreciar la ciudad y el cielo. —El amanecer de una nueva era—, pensó.

Se duchó y desayunó una tostada con un huevo encima, muy lejos del perfectamente cuadriculado huevo a la canasta que V cocinó para ella varias veces. Prendió la televisión y los canales de aire, ya no manejados por el Gobierno, anunciaban los sucesos de aquel 5 de Noviembre y se preguntaban dónde estaba V, aquel héroe al que le habían rendido culto utilizando su máscara, aquel que los había hecho hacer algo por sí mismos, despertándolos de su letargo. Evey entonces se preguntó si debía decirles lo que había sucedido con él, para dejar todo claro y que no comenzaran a surgir preguntas que hicieran dudar sobre el sacrificio que V hizo, también debería decir que fue ella quien puso en funcionamiento el tren cargado de explosivos, no para buscar admiración, sino para hacerles saber que él había dejado las cosas en las manos de ella, en las de todos, en el pueblo, porque en sus manos estaba la construcción de un nuevo porvenir, uno que él no vería.

El tiempo que pasó con V le hizo conocer cómo era que lograba infiltrarse en el sistema de los parlantes distribuidos por toda la ciudad, aquella genialidad hecha por él, estaba en lugar que habitaba, La Galería de la Sombras, a pesar de que volver a allí le resultaba muy doloroso, debía hacerlo, sólo ella podría, le correspondía.

Salió de su apartamento camino hacía el que fue el hogar de V, inmediatamente notó que se respiraban otros aires, la gente a su alrededor ya no tenía miedo, la gente estaba sonriendo, tal como lo hacían las máscaras de V que conservaban, algunos las tenían puestas, otros las hicieron a un lado de su cabeza, otros la guardaron, pero nadie la desecharía. Quedaría como un recuerdo, como un símbolo. Sintió el dolor de la tristeza volver a aparecer en su pecho, pero no lloraría, debía centrarse, había algo que tenía que hacer, aunque eso produjera que aquel día se volviera agridulce para la nueva Inglaterra, como ya lo era para ella.

Y ahí estaba, otra vez en la Galería, abrió las puertas que rechinaron con hastío, cuyo sonido retumbó por todo el lugar. Intentó recordar por un segundo dónde era que estaban los aparatos que V utilizaba, una vez que se acordó, se dirigió a un pequeño rincón de la galería en dónde estaba el viejo sistema de audio y lo observó pensativa, intentando recordar, nuevamente, cuáles eran los botones que su dueño accionaba para encenderlo. Cuando finalmente lo recordó, pudo encenderlo e inmediatamente el micrófono estaba listo para captar su voz, entonces, empezó a repetir las palabras que había pensado para que el mensaje llegara claramente a la mayor cantidad de habitantes.

—Buenos días, éste es un importante comunicado que deseo hacerles así que escúchenlo atentamente.

V está muerto, se sacrificó para salvarnos dando fin a la vida del líder Adam Sutler y al miembro del gabinete y jefe del servicio secreto, Peter Creedy. Yo fui quien puso en marcha el tren con los explosivos, dónde también estaba el cuerpo de V, quien me dejó ese último encargo. El resto, queda a cuenta todos y cada uno de nosotros.

Recuérdenlo y jamás lo olviden. Fin del comunicado.

Al terminar de hablar, el silenció volvió a la Galería, sintió aflicción por aquellas palabras, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no llorar al anunciar la muerte de aquel hombre que dejó una huella imborrable en su corazón, —V está muerto—, repitió internamente aquella frase que acababa de decir, la cual se escuchó por toda Inglaterra, y en cuyas palabras aún no se hacía a la idea del todo.

Antes de empezar a llorar ahí mismo, se levantó del escritorio para abandonar el lugar, pero cuando se dirigía hacia la puerta de salida, el aroma a rosas que adornaban el homenaje que V le había hecho a Valerie, llegó tenuemente hacia su nariz, haciéndola recordar y sentirse culpable por no haber tenido en cuenta el detalle de las rosas, que si no las cuidaba, iban a secarse y se estropearía lo que V había estado cuidando con tanta dedicación. Se dirigió hasta el homenaje hecho a la bella actriz y pudo comprobar que las rosas estaban en buen estado, ya que no había pasado demasiado tiempo desde la última vez que V las había regado.

—No puedo dejar que se sequen—pensó. Intentó mirar dónde se encontraba la regadera de aluminio que V usaba, no estaba muy lejos, la tomó, la llenó de agua y empezó a regar con dedicación el rosal. Al terminar, pensó en buscar algún libro sobre floristería, el cual seguramente V tendría en una de las varias torres de libros apilados que había, para saber cada cuánto tiempo y cómo debía regar las rosas correctamente para mantener su belleza intacta, tal como se mantenía Valerie en las fotos de los posters de sus películas.

Le llevó vario tiempo tomarse el trabajo de buscar entre los lomos de aquellos cientos de libros. Ayudándose de una escalera, su búsqueda en las torres de libros no resultó exitosa, prosiguió a ir a la que fue su habitación, donde también había varios libros apilados rodeando todo el lugar. Abrió la puerta y una sensación de nostalgia la invadió de lleno, recordando cómo, durante vario tiempo, despertaba en ese lugar cada mañana para encontrarse con V preparando el desayuno.

Alejando todos esos recuerdos que comenzaban a visualizarse en su mente, se puso de cuclillas y retomó la búsqueda comenzando desde los primeros libros que se encontraban apilados hasta los últimos, aunque esa búsqueda tampoco resultó exitosa. Un tanto rendida y cansada se sentó en el piso, en medio del cuarto, — ¿qué otro lugar me queda?—, se preguntó con el estómago rugiéndole de hambre. Eran pasadas las doce del mediodía, pero no quería almorzar hasta haber buscado en cada rincón. —El cuarto de V— recordó. Salió de la habitación para encontrarse con la puerta que daba al dormitorio, aunque ni siquiera se atrevió a tocar la manija, ya que sentía que estaba invadiendo el sitio más privado de V, —¿qué estoy haciendo?—, jamás entraría a ese cuarto.

Se apartó de la puerta, su búsqueda concluiría allí. Había otras opciones para conseguir la información que buscaba. Cansada y hambrienta, se dirigió hasta su hogar.

Pasados unos tres días, cerca del final de la tarde regresó para cuidar de las rosas, ya habiendo obtenido los datos sobre los cuidados que necesitaban. Al acercarse a la puerta, vio que a un lado había una caja del correo, algo que llamó su atención porque se suponía que nadie más que V y ella sabían de la existencia de ese lugar. Dilucidó que había llegado justo en los días en los que no estuvo allí. Recogió el paquete intentando sentir su peso, el cual no resultó ser mucho y su tamaño era más bien tirando a mediano. Entró a la Galería de las Sombras y dejó la caja a un lado, pensando en abrirla cuando terminara su tarea de regar las flores.

Al terminar, ya estaba anocheciendo, dejó la regadera vacía en el mismo lugar en el que la encontró la primera vez que comenzó a utilizarla. Se dirigió hacia el misterioso paquete que había dejado en suelo, cerca de la puerta de salida. Comenzó a quitar la cinta adhesiva y finalmente abrió las solapas de la caja para encontrarse con la máscara de Guy Fawkes, junto con la capa oscura y una rosa de vibrante escarlata, a la cual inmediatamente tomó y sintió su aroma, aunque ya estaba un poco marchita. —Es posible que V hubiese mandado éstas cosas antes de…—, no quería si quiera pensar en aquello, ver todos esos objetos le hacían recordar que todo lo que fue y ya no era. — ¿Por qué hiciste esto? —, se preguntaba, parecía que a V le gustaba ponerla en situaciones que removieran su corazón como si se tratara de un juego. —Puede que tal vez el paquete debía llegar el 5 de Noviembre y se demoraron en encontrar el lugar, por eso llegó unos días después—, analizó, tratando de llegar a una conclusión lógica. Prosiguió a centrarse en el resto de las cosas que había en la caja, dejando la rosa a un lado.

Mientras sacaba la máscara y la capa de gruesa tela negra con cuidado, abrió sus ojos sorprendida al ver que esas cosas no eran todo lo que había en la caja, sino que debajo se encontraba una hoja doblada a la mitad que decía "para Evey, de parte de V", rápidamente puso las cosas en su falda para tomar la misteriosa nota, la abrió y comenzó a leerla:

Mi apreciada Evey, sé que estarás sorprendida, y no es para menos. Decidí que como un poco antes del tan ansiado 5 de Noviembre todos recibirían un envío del correo de parte de mí, tú no debías ser la excepción. Pero agregué la rosa y ésta nota.

Estoy seguro de que dejé en la manos correctas a mi hogar y mis objetos, pero sobre todo, ojalá seas feliz Evey, y mi ausencia no sea un impedimento para ello, porque eres incomparablemente más importante que éstas cosas que te dejé, y sé que serás una mujer lo suficientemente fuerte para seguir adelante, y ser incluso mi voz.

Lamento sinceramente que todo esto termine así, pero no había otra manera. Sabrás que te pertenece todo de mí, incluso mi corazón.

Con afecto, V.

Sobre ésta última frase de despedida cayó una lágrima, siendo absorbida por el papel. Evey alejó de su vista la nota escrita por el puño de V, para con una mano intentar secarse las lágrimas que nacían de sus ojos una tras otra.

—No sé si pueda lograr ser feliz V, no soy tan fuerte como crees, te necesito— susurró entre lágrimas refregándose los ojos con la muñeca.

Había intentado no llorar pero en el fondo sabía que igualmente era inútil no hacerlo porque cualquier cosa podía desencadenar su tristeza traducida en lágrimas. Apretaba el papel en su pecho como si alguien se lo fuese a quitar. Pensar que hace unos días V lo había escrito, le hacía sentir que estaba cerca, lo más cerca que era lógicamente posible tenerlo.

"Sabrás que te pertenece todo de mí, incluso mi corazón",Evey recordó esas palabras y sí, por supuesto que lo sabía, el de ella también le pertenecía a él, y era indudable que se había llevado una parte de este, dejándole un vacío en el pecho que jamás podría remediar.

Cuando se cansó de llorar, guardó las cosas en la caja y las dejó sobre el sillón frente al televisor, quedándose únicamente con la máscara, se dirigió frente al espejo cuyo cristal una vez limpió, en donde se leía la frase en latín que decía: Vi veri universum vivus vici, que significa "Por el poder de la verdad, yo, estando vivo, he conquistado el universo". Una vez en frente, miró el estropajo que se habían vuelto su pelo y su cara, — qué mal me veo— se dijo con resignación. Decidió ponerse la máscara, nunca la había usado antes, quiso saber cómo se vería con ella. Al probársela la encontró bastante incómoda y hasta sintió un poco de claustrofobia. Imaginó que a V no le resultó sencillo acostumbrarse a usarla todo el tiempo. Lo segundo que notó es que era complicado ver a través de la rejilla negra que tenían los ojos, además, el campo de visión era limitado hacia los costados. Pensó que así era como él veía el Mundo cada día, y también, como la veía a ella.

Mientras se acomodaba el elástico de la máscara, al desviar la mirada levemente hacia a un costado del reflejo del espejo, creyó distinguir a V, estaba detrás suyo, a unos escasos metros, sobresaltada, pudo sentir como su corazón se detuvo por unos segundos. Se quitó la máscara rápidamente y se dio la vuelta hacia dónde estaba V, pero no había nadie. Se acercó al lugar para buscarlo, — ¡¿V, en dónde estás?! — preguntaba desesperadamente. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, recobró la compostura, — ¿qué habrá sido eso que vi?, ¿acaso me estoy volviendo loca? —, indagó con nerviosismo. —Parece haber sido una ilusión provocada por el anhelo de verlo otra vez—, concluyó, sin poder sacar de su mente la imagen de V estando de pie a pocos metros detrás suyo, observándola.

Se alejó del espejó para ver la hora del reloj de pie que estaba en el otro lado de la sala —son casi las once de la noche, ¿cómo es que se me hizo tan tarde? — se dijo asombrada y un poco molesta consigo misma. Guardó la máscara en la caja dispuesta a volver a su apartamento, abandonando una vez más, La Galería de las Sombras.

Al llegar, puso rápidamente a la rosa en un recipiente de cristal con agua sobre la pequeña mesada de la cocina. Cenó y se fue a dormir con la imagen del reflejo de V en el espejo rondando por su cabeza, y sobre todo, las palabras que él había escrito en ese papel única y exclusivamente para ella, —al menos, una de esas cosas sí ha sido real—, se dijo a sí misma. Pensar en eso le resultaba aliviador, incluso aunque había revuelto su tristeza, porque aquella nota acarició su alma, arropándola entre las sábanas, haciendo que creyera en ella misma para lidiar con todo eso, y que no estaba completamente sola, que V no se había ido tan lejos.

Finalmente esa noche, fue la primera en la que no derramó ninguna lágrima antes de dormir.


Ésta es la primer parte de las dos que son en total.

Inevitablemente este par me inspiró a escribir algo sobre ellos, con el cual no puedo evitar encontrar paralelismos, aunque pocos, con otra pareja que desde hace años también dejó una huella en mí.

Estoy muy contenta de haber podido publicar una historia después de años, había olvidado la felicidad que trae poder terminar algo. Aunque debo admitir que después de releerla una y otra vez para revisarla, no quiero volver a saber de ella por un tiempo, seguramente, si escriben, sabrán a la perfección a lo que me refiero.

Por cierto, juro que no pensé haberla terminado publicando un mes antes del 5 que Noviembre. Pero como V decía, no existen las casualidades, sino una mera ilusión de ellas.

Por supuesto, toda crítica constructiva es bienvenida. A ustedes les gusta leer historias, a mí igual, pero ahora me gustaría más leer sus reviews. Aunque también pueden esperar a terminar la parte que queda de la historia. La decisión es suya, así que, adelante.