Capítulo 1

Si no lo esperas

Severus Snape nunca esperó sobrevivir a la guerra. Había pasado toda su vida enredado entre los bandos de la luz y la oscuridad, luchando por que el primero venciera y que el segundo no se llevara su cabeza durante el proceso. Y por eso no se sorprendió cuando Lord Voldemort ordenó a Nagini matarle.

Ahora, en esa especie de limbo, no podía mas que preguntarse si no estaba esperando a que se abriera una puerta a su infierno personal, había hecho demasiadas cosas "poco éticas" (por llamarlo suavemente de alguna manera) mientras vivía.

Pensaba en Albus Dumbledore, el hombre que aunque manipulador hasta su muerte había sido su tabla de salvación. Lily Evans, la única mujer que de verdad se hizo un espacio en su corazón. Draco Malfoy, su ahijado, esperaba que hubiera sobrevivido a la batalla y que no acabara en Azkaban junto con sus padres.

Harry James Potter, el maldito niño que esperaba hubiera aniquilado a su asesino. El joven del que se había enamorado como un maldito adolescente en los últimos años dejando atrás toda ética o moral de la que siembre había presumido ante sus compañeros. Por supuesto jamás le dio mayor importancia, simplemente guardó ese sentimiento junto con todos los demás en esa cajita imaginaria en su interior. No lo alentó, pero siguió ahí, y no pudo sentirse feliz en cierto sentido porque lo último que vieron sus ojos fue a él.

Intentó apartar de su mente esos pensamientos, después de todo ahora estaba seguramente muerto y no valía la pena llorar por la leche derramada. Sin embargo en ese sitio en el que todo era oscuro, tranquilo y… extrañamente confortable, no parecía haber mucho más que hacer. ¿Sería eso la muerte? Una nada eterna en la que sólo podías pensar y dejar pasar el tiempo (o la falta de él). Esos pensamientos rondaron su mente unos minutos más, o al menos eso le pareció, al menos hasta que un fuerte ruido le hizo tener una reacción que solo se daba en los vivos.

Se despertó.

Se llevó una mano al pecho, pues el corazón parecía a punto de salirse de este, y miró a su alrededor sin comprender nada de lo que ocurría. Estaba en una cama doble de madera oscura, con sábanas de la misma tonalidad y usaba sólo ropa interior.

Revisó su cuerpo en busca de heridas, de marcas o vendas. Se tocó el cuello buscando las hendiduras de los enormes y venenosos colmillos de Nagini, pero sólo halló piel áspera pero sin ninguna de las antiguas heridas que cruzaban su cuerpo por las batallas, peleas y torturas.

Pasó la mirada por todo el cuarto intentando buscar una explicación lógica, alguien tendría que haberle sacado de Hogwarts porque desde luego el cuarto no pertenecía al castillo.

En la mesita de noche el despertador sonaba indicando que eran las seis y media de la mañana con un ruido irritante que le crispaba los nervios, por lo que lo apagó de un manotazo mecánicamente.

- De acuerdo Severus, te has vuelto loco.- Pensó pasándose una mano por el pelo, el cual notó mucho más suave de lo usual. Siempre lo llevaba impregnado de una vaselina especial para no quedarse calvo al pasarse todo el día entre los vapores de ingredientes peligrosos para sus pociones desde que el pelo casi se le caía a mechones por su falta de cuidado.- Tiene que haber una explicación lógica, seguro que sí.

Pasó la mirada por el cuarto nuevamente intentando averiguar algo más sobre su situación aparte de que se encontraba en un lugar claramente muggle. El cuarto era bastante grande, la cama lo presidía apoyada en una de las paredes, a cada lado había una mesita de noche de madera del mismo color y en la pared izquierda un gran ventanal se escondía tras unas cortinas tupidas de una tela pesada. En el lado derecho había un enorme armario de aspecto antiguo pero en perfectas condiciones y un poco más adelante había una de las puertas de las dos que había en el cuarto, además de un mueble en el que se apreciaba un aparato de música muy moderno en comparación a los que había visto en sus veranos en el barrio muggle en el que vivía, herencia de sus padres. Finalmente, justo en frente de la cama se encontraba la puerta doble que imaginaba llevaba al resto de la casa. El suelo era de parquet claro, muy similar al color crema, y cuando apoyó sus pies en el lo notó cálido.

Caminó hacia la puerta individual que tal y como imaginaba daba a un cuarto de baño, uno extraordinariamente enorme y, para su gusto, excesivo. En sus mazmorras siempre había tenido todo lo necesario, después de todo el castillo te proveía de todo lo que precisaras, pero jamás fue algo similar a lo que veían sus ojos.

El cuarto de baño era mas o menos de la mitad del tamaño de la habitación y mas de dos veces el que poseía en las mazmorras. Una enorme bañera de hidromasaje con tamaño para que varias personas cupieran en su interior se encontraba en la pared contraria a la puerta, el suelo era de mármol blanco lo que contrastaba con el cuarto anterior en el que hasta las paredes eran de color oscuro, el lavabo era grande también, y la pared derecha estaba completamente cubierta por un gigantesco espejo en el que se pudo ver bien por primera vez desde que despertó.

Puso una mano sobre su antebrazo, donde desde su estúpida juventud llevaba la marca tenebrosa, señal de pertenencia a los Mortífagos y de servidumbre ante Lord Voldemort, o donde debería estar porque su piel estaba limpia. No había marca alguna, ni las cicatrices ni las ojeras, parecía… joven. No es que aparentara menor edad, sólo que los llevaba mucho mejor, como si nunca hubiera tenido que llevar la vida de espía.

Revisó cada parte de su cuerpo buscando más diferencias. Las ojeras habían desaparecido, su pelo parecía algo más largo de lo que nunca lo había llevado y, finalmente, notó una cicatriz que nunca había tenido en el lateral del muslo izquierdo, parecía un círculo perfecto. Eso jamás lo había tenido.

Salió a toda velocidad del cuarto de baño y se dirigió al armario abriéndolo de golpe, encontrando ropa muggle perfectamente ordenada según su color, aunque no había ninguna de color excesivamente claro. Era ropa de esa que llevaban los hombres de negocios. Cogió una al azar con las manos algo temblorosas, una camisa y unos pantalones vaqueros bastante elegantes colgaban de la misma percha. Se los puso a toda prisa y, tal y como temió, todo le quedó perfecto.

Se llevó una mano al rostro nervioso, todo era demasiado confuso. Un cuarto decorado enteramente a su gusto, con sus colores favoritos, de la manera que él lo hubiera hecho. Ropa que le quedaba demasiado bien, un cuerpo sin cicatrices, sin marca tenebrosa… Sintió que sus piernas no lo sostenían.

- Tendrías que estar muerto Snape, imbécil, esto no puede estar pasando.

Se acercó a las pesadas cortinas y las apartó de un solo movimiento, quedándose mudo por las vistas. La hermosa ciudad de Londres se abría paso a sus pies, pues ese cuarto se encontraba en un enorme rascacielos. Casi le dio mareo el mirar abajo, estaba claro que los cristales no dejaban pasar el ruido porque la cantidad de tráfico a los pies del edificio y el movimiento de la gente desde luego no podría permitir el pesado silencio en la habitación a pesar de ser tan temprano.

Tambaleándose hacia atrás logró sentarse en su cama antes de darse de bruces contra el suelo, nada tenía sentido. Se supone que ahora tendría que estar en el infierno, sufriendo por sus terribles pecados. ¿Este sería acaso su infierno?

Se sobresaltó de nuevo cuando la melodía de Bach, no sabía cuál, salió de un teléfono fijo que se encontraba al lado del reloj. Se quedó indeciso sobre cogerlo o no, ¿qué le diría a su interlocutor? Aún no se había aclarado lo suficiente sobre lo ocurrido como para hablar con nadie. Sonó un pitido en la base del teléfono y al escuchar su propia voz sonar en un mensaje pregrabado se sintió mas confundido aún.

- Ha llamado a la residencia Snape, en este momento no puedo atenderle, deje su mensaje y le llamaré cuanto antes.

Pero nada le preparó para la frase que vino después de la voz que parecía pertenecer a su ahijado, Draco Malfoy.

- Padrino, de verdad esperaba más de ti, pensé que al menos intentarías evitarlo pero ya veo que Potter tenía razón contigo, sólo siento no haber hecho algo para apartarle de ti antes de que le hicieras tanto daño. – Hubo una pausa de varios segundos en los que Severus intentó digerir esa información, averiguar a qué se refería, estaba tan nervioso que no pudo ni descolgar el teléfono para preguntarle.- Como tu abogado he de advertirte de que ha al final ha pedido el divorcio. Iré hoy a la oficina para que puedas firmarlo y que toda esta locura acabe, se lo debes. Y no te preocupes, no quiere nada tuyo, sólo la separación.

Después de eso se escuchó un ruido que indicaba claramente que había cortado la llamada, pero Severus sólo siguió en la misma postura.

"Sólo siento no haber hecho algo para apartarle de ti antes de que le hicieras tanto daño."

¿Hacerle daño a Potter? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué a su ahijado le importaba?

"Como tu abogado he de advertirte de que ha al final ha pedido el divorcio."

¿Abogado? ¿Divorcio? Draco nunca habría trabajado con muggles, y por Merlín, ¡eso era mas creíble que el hecho de que él podría estar casado con Potter!