Capítulo 1: Hermanos
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Suspiró mientras observaba el paisaje por la ventana, con el rostro apoyado en la abierta palma de su mano derecha, sentado en el lujoso vehículo que le llevaría de vuelta a casa.
O, más bien, de vuelta a su prisión.
Veía los árboles, las pequeñas y humildes casas iluminadas con familias riendo en su interior, disfrutando de la cena. Las mismas que iban siendo sustituidas poco a poco por residencias más lujosas conforme seguían su camino.
Contemplaba adolescentes como él reunidos, divirtiéndose en una salida nocturna. Los locales qur podía ver abiertos a aquellas horas debían ser sólo lugares para el ocio de la noche, los otros comercios ya cerraban sus puertas al público.
También podía ver unos cuantos niños rezagados que se apresuraban a regresar a su casa para evitar ser regañados por las horas tan indecentes.
Tenían suerte, a él nunca le habían reprendido por ello. Nunca había llegado tarde porque, simplemente, nunca había salido de su esplendorosa y enorme prisión.
De no ser por las salidas excepcionales —en las que iba totalmente acompañado y no visitaba nada más que otra gran casa, las cuales ya empezaba a detestar—, podría afirmar que, en sus quince años de vida, todavía no conocía más allá que las paredes de la mansión en la que vivía.
Y si alguna vez salió solo, no se acordaba de ello.
Entendía la razón, y de verdad que apreciaba que le protegieran, pero era algo exagerado. Quizá lo comprendiera más si fuera como su hermano Ieyasu, el primogénito y destinado a ser el futuro jefe.
Sin embargo, no lo era y deseaba que se le diera más libertad. Pero era muy cobarde para expresar sus sentimientos en voz alta...
—¿En qué piensas tanto? —una voz le sacó de sus pensamientos, y miró a su hermano, sentado al lado de la otra ventana—. Parece como si estuvieras enamorado —rió.
Respiró hondamente, mentalizándose.
Debía decirlo, quería hacerlo. Había callado mucho tiempo su insaciables ansias de ver lo que había fuera, y esa quizá era su oportunidad de hablar sinceramente.
—No es eso —¿cómo, si no conocía a nadie más que a la servidumbre y a esas egocéntricas familias que de vez en cuando visitaba?—. ¿Nunca has tenido curiosidad?
—¿Curiosidad? —repitió.
—Sí. Lo mucho que salimos de casa es para visitar otras, y soportar a esos engreídas familias —se quejó—. ¿Nunca has querido... salir sin que estén controlando tus movimientos cada rato?
Al oírle, empezó a reírse a carcajadas.
—¡Me has hecho reír! —exclamó, como si no hubiera quedado claro—. Eres un ingenuo, hermanito.
—¿Tan tonto suena? —se sonrojó levemente, avergonzado.
—No es que sea tonto —aclaró—. Simplemente, no conoces el mundo y eres un inocente —dijo, con cierto tono sombrío que pasó por alto debido a la rapidez con la que se desvaneció.
—No hables como si lo supieras todo, solo me llevas cuatro años —se molestó.
El vehículo se detuvo frente a unas enormes puertas, que cercaban un jardín para nada pequeño. El conductor mostró una identificación y, minutos después, pudieron pasar.
—Pero sigo siendo mayor que tú, atún —sonrió con superioridad, llamándole por el apodo que tanto detestaba, haciendo que se molestara más.
—Pero no conoces mucho más que yo, rubio de bote —rebatió, ofendiéndole esta vez.
—Perdona, mi color es cien por ciento natural —se indignó mientras se echaba el cabello hacia atrás, como si estuviera protagonizando un anuncio de productos capilares—. Lo que pasa es que me tienes envidia porque eres castaño.
—A mí me gusta mi color de pelo —se encogió de hombros, bajando del vehículo cuando uno de los sirvientes le abrió la puerta—. Además, si quisiera tenerlo, bastaría con teñirme.
—Pero no sería natural —replicó imitándole, y ambos se encaminaron hacia la enorme puerta, continuando su conversación.
—Mucha diferencia no sería, el tuyo es igual —sonrió ante la indignación del mayor—. De cualquier manera... te quería pedir un favor.
—¿A mí? —ingresaron en su hogar, saludando con gesto a los que se encontraban en su camino a las escaleras.
—Sí, a ti, ¿o ves algún otro rubio de bote por aquí? —rió levemente ante la mirada asesina de su hermano.
—No estás ganando puntos para que te ayude —comentó—. ¿Qué es lo que quieres?
El castaño se detuvo tras subir las escaleras, haciendo que el otro lo imitara unos pasos más adelantado, girándose algo intrigado para ver el rostro agachado del menor.
Solo cuando se disculpaba o le pedía algún gran favor tenía esa expresión. Descartando la primera, era más que posible la segunda.
—Yo... —cogió aire y enfrentó la mirada caramelo del mayor—. Quisiera que tú pidieras que me dejen salir, tú eres bueno convenciendo, a ti te harán más caso...
Dejó la frase en el aire al ver como la expresión de su hermano se volvía algo seria, cosa que muy rara vez pasaba en aquel rostro siempre divertido.
—No puedo hacer eso —volteó y continuó caminando, siendo adelantando por el menor tras una pequeña carrera de este.
—¿Por qué? —preguntó, impidiéndole el paso.
El rubio no le miraba, evitaba que viera sus ojos desviándolos. Eso era malo, nunca había sido de mirar a otro lado cuando hablaban, a menos que el tema le molestara o incomodara en demasía.
—Es muy peligroso —pasó por su lado, dirigiéndose a su habitación.
—¡Tendré cuidado! Además, no me conoce nadie —rebatió, molesto por su actitud.
—He dicho que no —dijo con un tono resignado que parecía ser forzado, deteniéndose frente a la puerta que daba acceso al dormitorio del menor. Entonces se dignó a mirarle con una pequeña sonrisa obligada—. Anda, ve a dormir.
—¡Por favor! —pidió mirándole con su mejor expresión de pena.
—Ya te he dicho que es peligroso y...
—¡Tengo quince años! ¡Sé defenderme! —interrumpió, pese a que se tropezaba con sus propios pies y a veces caía por las escaleras.
—Tienes la fuerza de una niña —se cruzó de brazos, intentando no perder la paciencia.
—Pero nadie me atacará, no tendrían razón de hacerlo —replicó.
—Te he dicho que no, me da igual como te pongas —dijo más serio, pero el castaño era testarudo y no se rendiría tan fácilmente, no cuando había tomado el valor de contarle aquello y tenía la oportunidad de cumplir su deseo.
—¡No es justo! ¡Tú eres imprescindible, pero yo no! —se molestó.
—Deja de insistir, no voy a cambiar de opinión —descruzó los brazos, estaba empezando a perder la paciencia.
—Por favor —le tiró de la manga de la camisa, y el rubio respiró hondo para calmarse.
¿Por qué tenía que ser tan terco?
—No —se negó.
—Por favor.
—No.
—Por favor, querido hermano mayor —intentó—. Por favor, por favor, por favor...
—¡He dicho que no, Tsuna! —explotó, haciendo que el castaño le soltara y retrocediera un par de pasos, asustado y sorprendido.
Podía contar con una mano las veces que le había llamado por su nombre. Siempre le decía "hermanito" o "atún", pero jamás le llamaba por su nombre, aunque fuera abreviado.
Sólo lo hacía cuando el chico traspasaba los límites de su paciencia, cosa que no sucedía casi nunca, o corría peligro.
—Y-yo... —se arrepintió de haberle gritado al ver su agachada expresión, la cual no le dejaba ver sus orbes avellana. Trató de tocarle el hombro para reconfortarle, disculparse, pero Tsuna se alejó—. No quería...
—Déjalo —cortó, y entró en su habitación lo más rápido que pudo, poniendo el seguro por dentro tras cerrar de un portazo.
En el pasillo, el rubio suspiró, repentinamente cansado y cerró los ojos momentáneamente, apretando su puño contra la puerta que su hermano le había cerrado.
—Lo siento, pero no volveré a cometer el mismo error... —murmuró, y se encaminó de regreso al piso de abajo en vez de a su dormitorio.
Sabía lo testarudo que era el menor, y debía evitar que se le ocurriera la idea de escaparse.
Debía impedir que saliera, aunque ello conllevase el odio del castaño.
Era por su propio bien, y lo sabía mejor que el mismo chico al que quería proteger.
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Salut lectores~.
Si. Por dios matadme ya que esta muchacha lo hace muuuuy lenta y torturosamente. A este paso, adiós vida social y dormir.
Yo se como es. Para qué le comento mis ideas. Es que soy tonta dios.
Bien, como sea, este será un fic algo largo. Por si no ha quedado claro, amodoro a mi rubio con todo mi kokoro y tambien me encanta el francés XD
¿Merezco review? ¿Disparo? ¿Tartita?
Au revoir~. Nos leeremos pronto~.
