En principio Incondicional iba a ser el final de la historia que comenzó en Algo para Recordar, pero le he cogido tanto cariño a esta relación de Tony y Steve que no he podido dejar de escribir sobre ellos. Esta tercera parte será un poco distinta porque estará dividida en capítulos y una vez resueltos los problemas de Tony y Steve quería tener la oportunidad de escribir también sobre su amistad con los otros Vengadores.

El fic es secuela directa de Incondicional a partir del cuarto capítulo. Los tres primeros están situados antes del final de Incondicional, en el lapso de tiempo que va desde que Bucky se va a vivir a la base y Steve y Tony vuelven a estar juntos.

Espero que os guste esta continuación, muchas gracias a los que me habéis leído y dejado comentarios en las otras dos entregas, lo agradezco mucho y me dan muchos ánimos para seguir escribiendo sobre esta pareja que me gusta tanto :)


Capítulo 1: Steve y Bucky

—¿Tony se ha marchado? —preguntó Bucky en cuanto Steve volvió. A Steve le hicieron falta un par de segundos para registrar que lo que había detectado en la voz de su recién recuperado amigo era decepción.

—Uh… Sí, tenía cosas que hacer —respondió Steve con toda la naturalidad de la que fue capaz de fingir. Se aseguró de no mirar hacia donde estaban Clint y Natasha porque sabía que ambos debían estar luciendo idénticas expresiones de lástima.

—Me dio la impresión de que vivía aquí con vosotros —dijo Buck, y no, en serio, ¿a qué venía ese interés por Tony cuando apenas se conocían? ¿Se había perdido algo?

—Stark es un hombre sumamente ocupado —señaló Clint, sin ocultar su sarcasmo.

—Aunque viviera aquí lo más probable es que tampoco le vieras mucho —corroboró Natasha.

—Ya. —Bucky no se mostró nada convencido.

—Y nosotros también tenemos cosas que hacer, ¿verdad, Clint? —dijo Natasha, pegándole un codazo en el brazo a su compañero.

—Ah, sí, cosas. Os vemos luego, chicos. —Clint y Natasha abandonaron la sala y dejaron a Steve y a Bucky a solas.

Bucky miró a su alrededor, y debió encontrar la sala de entrenamiento fascinante porque sus ojos se posaron en todas partes excepto en la persona que tenía delante. Steve había imaginado miles de veces lo que le diría a su amigo una vez le encontrara pero ahora que por fin ya estaban reunidos se dio cuenta de que su mente se había quedado totalmente en blanco.

—Lo siento —fue lo único que se le ocurrió decir.

—Lo siento —dijo Bucky al mismo tiempo que Steve. Ambos rieron nerviosamente—. ¿Por qué te disculpas? —quiso saber Bucky.

—Ah… Bueno, ya sabes. Por no haberte salvado cuando caíste de aquel tren. Asumí que habías muerto, y… —El familiar sentimiento de culpabilidad le llenó el pecho.

—No… No fue culpa tuya, Steve. Nada de esto ha sido tu culpa —le aseguró Bucky. Steve sonrió, algo aliviado.

—Tampoco tú has tenido culpa de nada, Buck. Lo sabes, ¿verdad?

Bucky se limitó a pasar el peso de un pie al otro, encogiéndose de hombros.

—Aquí somos como una familia —continuó Steve, consciente de que a su amigo le esperaba un largo y tortuoso camino por delante hasta su recuperación—. Y varios compañeros también tienen pasados de los que no se enorgullecen y que quieren dejar atrás, como es el caso de Natasha, o de Wanda, o… —Tony, pensó. Pero Tony ya no estaba allí, desgraciadamente, así que no pronunció su nombre—. Eso aquí no nos importa.

Bucky medio sonrió al oír eso.

—Algo así es lo que me dijo Stark —afirmó.

—¿Sí?

—Me explicó que él creó un robot homicida, y también lo de esos hermanos que se sometieron voluntariamente a los experimentos de HYDRA para vengarse de él. Me dijo que tú le aceptabas pese a todos los errores que había cometido.

Steve tragó saliva con dificultad.

—Sí… Eso es verdad.

—Pero Stark no está aquí contigo y con los otros. ¿Por qué?

—Ya te lo he dicho, está muy ocupado. Si por mí fuera… Si por todos fuera viviría aquí con nosotros. —Steve se forzó a sonreír, a sabiendas que estaba haciendo un pésimo trabajo en quitarle hierro al asunto. Esperó que Bucky no le notara en la cara lo mucho que le afectaba el que Tony no estuviera allí.

—Es un tipo bastante peculiar, el hijo de Howard —dijo Bucky, aceptando la explicación de Steve.

—Sí. No lo sabes tú bien. —Steve hizo una pequeña pausa antes de preguntar—: ¿Cómo estás, Buck?

Su amigo vaciló ligeramente al contestar.

—Todo lo que bien que podría estar —fue su respuesta. Steve le miró a los ojos y no vio en ellos prácticamente nada del antiguo Bucky. No era de extrañar que no le hubiera reconocido después de aquellos primeros encuentros con el Soldado del Invierno, antes de que se le cayera la máscara.

—Te he estado buscando todo este tiempo —admitió Steve, casi en un susurro. Todavía no se creía del todo que Bucky estuviera allí delante de él, vivo, prácticamente tan joven como le recordaba, más de setenta años después de verle caer al vacío. Era un milagro.

—Lo sé —dijo Bucky, y volvió a desviar la mirada, metiéndose las manos en los bolsillos.

—Soy muy feliz de que estés aquí conmigo —afirmó Steve. Bucky no dijo nada—. Sé lo difícil que es adaptarse a un cambio tan grande así que quiero que sepas que estoy aquí si me necesitas, ¿vale? Cuando quieras hablar de ello, o, no sé, para lo que sea.

—Estoy un poco cansado —fue lo que dijo su amigo—. Si no te importa me gustaría echarme un rato.

—Claro. —Steve trató de mostrarse comprensivo—. Te asignaré una habitación.

—Stark ya me ha dado una. Todo esto es suyo, ¿verdad?

—Sí… —Y la conversación había vuelto a Tony. Steve se preguntó de nuevo qué cómo era posible que Bucky se hubiera encariñado tanto con Tony en tan poco tiempo, pero supuso que él no era el más indicado para hacerse esa clase de cuestión. Hacía meses que habían roto y Steve era incapaz de sacárselo de la cabeza.

Bucky le permitió acompañarle hasta su habitación, que estaba muy cerca de la de Steve. Tony lo había hecho adrede, sin duda. Steve informó a Bucky de esa proximidad y le repitió que podía contar con él para lo que hiciera falta.

—Normalmente cenamos todos juntos a eso de las ocho —le hizo saber también—. Si te apetece nos encantaría que te unieras a nosotros.

Bucky dudó, con la mano apoyada en el marco de la puerta.

—Lo intentaré —dijo.

Pero Bucky no se unió a ellos aquella noche. Ni tampoco las siguientes.


Algunas noches, cuando Steve pasaba al lado de la habitación de Bucky, oía a su amigo gritar.

Otras noches le oía llorar.

Steve solo entró una vez, la primera, y lo que vio le rompió el corazón: puro terror en el rostro de Bucky, sus ojos hinchados y la mirada perdida, inyectada en sangre, como si se tratara de un animal salvaje. Steve intentó calmarle, le puso una mano en el hombro y con suavidad le aseguró que lo peor ya había pasado, que ya estaba a salvo. No sirvió para nada. Bucky, temblando, con los brazos cruzados sobre su pecho, le gritó que se marchara. Steve comprendió que para su amigo era humillante que él le viera en ese estado tan vulnerable, así que no volvió a intentarlo.


Lo único que pudo hacer fue mandar a Bucky a un psicólogo que le recomendó Coulson y que según le dijo este era muy bueno en este campo. Rezó para que pudiera ofrecerle la ayuda que no podía proporcionarle él mismo.

Una mañana, con voz temblorosa, y con una timidez totalmente impropia de él, Bucky le pidió a Steve el teléfono de Tony.

Steve golpeó y golpeó el saco de boxeo, tratando de deshacerse de parte de su frustración. Fue inútil. Acabó maldiciendo a Tony entre dientes porque él había diseñado esos malditos sacos indestructibles, así que ni siquiera podía gozar de ese instante de satisfacción cuando el material se abría bajo sus puños y volaba por los aires como antaño.

—¿Qué te ha hecho el pobre saco para que la tomes así con él? —le preguntó Natasha, media sonrisa en su rostro. Estaba tan concentrado en el saco que no la había oído entrar. Steve cogió una toalla y se limpió el sudor de la frente.

—Ya te lo puedes imaginar —contestó Steve.

—¿Quieres pelear contra alguien que se pueda defender? —Natasha se ajustó los guantes y Steve aceptó agradecido.

Durante varios minutos combatieron de forma muy igualada. Nat era una compañera de entrenamiento ideal porque si bien Steve era más fuerte y era bastante veloz pese a su volumen, la Viuda Negra era extremadamente ágil y tenía a su favor que podía anticipar todos los movimientos de su contrincante.

Steve hizo todo lo posible por concentrarse en el combate, por enfocar su mente en los movimientos de su rival y solo en eso, y lo logró durante esos primeros minutos. Pero no pudo evitar que su cabeza volviera a llenarse de sus preocupaciones habituales y por supuesto Natasha no dudó en aprovechar la distracción. Nat esquivó con facilidad su puñetazo, se agachó con velocidad y barrió las piernas de Steve, derribándole.

Steve se sentó, con las piernas cruzadas y las palmas de las manos en el suelo. Nat fue a coger dos botellas de agua y se sentó a su lado, alcanzándole una. Steve la vació de un trago.

—No estás en tu mejor momento, ¿eh? No sé dónde tenías la cabeza pero está claro que no en el combate —señaló ella en cuanto Steve recobró el aliento. Steve puso cara de «¿Tú crees?».

—No sé cómo hablar con él, Nat —le reconoció a su amiga. Se sentía totalmente superado. Lo cierto es que cuando decidió ir a buscarle, tras saber que estaba vivo, no pensó mucho más en lo que haría una vez le encontrara. Había dado por supuesto que todo volvería a ser como antes, al fin y al cabo, habían sido amigos toda la vida y siempre se habían sentido cómodos el uno con el otro. Pero, desgraciadamente, no había sido así; este Bucky era un extraño para él.

Tenía la pequeña esperanza de que recuperarle le iba a ayudar a superar su ruptura con Tony pero la verdad es que se sentía más miserable que nunca.

—Dale tiempo. Para él tampoco está siendo nada fácil —le recordó Natasha.

—Sí, eso ya lo sé, pero tampoco le veo muy dispuesto a dejarme que le ayude.

—¿Y eso te sorprende? Tú conocías a su antiguo yo, pero él es una persona diferente ahora, Steve. Y tenerte cerca le recuerda lo mucho que ha cambiado, todo lo que ha perdido por el camino, y eso no es agradable. Pero él sabe que estás aquí y que puede contar contigo cuando te necesite, y eso es lo más importante. Sé que crees que entiendes por lo que está pasando, pero es más complicado que eso. James necesita encontrar su propia identidad en este mundo después de todas las cosas horribles que ha hecho y eso no se hace de la noche a la mañana.

Steve lo consideró y tuvo que admitir que Natasha llevaba razón y que su amiga comprendía mucho mejor que él por lo que estaba pasando Bucky.

—¿Cuánto tiempo te costó a ti? —le preguntó.

—Aún en estoy en ello —respondió Nat sonriendo—. Pero tener cerca a gente a la que le importas y que no te juzga por tu pasado ayuda mucho.

—Gracias, Nat —le dijo sinceramente Steve, sintiéndose algo más tranquilo. Bucky ya no estaba solo; aunque Steve todavía no pudiera ayudarle del todo, podría apoyarse en Natasha y en los demás.

—De nada. Y oye, cambiando de tema, me he enterado de que has cortado con Sharon.

A Steve le sorprendió que su colega hubiera tardado tanto en mencionarle el asunto, dado el interés que suscitaba siempre en ella cualquier novedad sobre su vida amorosa.

—Sí, yo no… No me conviene estar en una relación ahora mismo. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. Así que no me busques citas —le advirtió.

—No, tranquilo, no pensaba hacerlo, no después de la última vez. Si hubiera sabido que las preferías con bigote te hubiera hecho unas sugerencias muy distintas.

Steve chasqueó la lengua.

—Eso ya da igual.

Natasha abrazó sus piernas y apoyó la barbilla en las rodillas.

—Todavía estás colgado de Stark —afirmó, no preguntó.

—Ya se me pasará —dijo Steve, pero sin tener ni la más remota idea de cómo iba a hacer algo así. Natasha puso cara de incredulidad y Steve suspiró—. Es que es muy injusto, Nat. ¿Sabes lo que es saber que el hombre al que quieres también te quiere a ti pero no estáis juntos porque él se piensa que así te está haciendo algún tipo de favor? ¿Que no puedes estar con él porque supuestamente lo está haciendo por tu bien pero duele tanto que por mucho que le busques el sentido no se lo encuentras por ninguna parte y lo único que puedes hacer es sufrir en silencio y alimentar la absurda esperanza de que un día entrará en razón y volverá a ti?

—No, Steve, ¿cómo habría de saber yo algo así? —preguntó ella sarcásticamente, y Steve de inmediato se sintió fatal porque se había olvidado completamente de lo sucedido con Banner.

—Dios, tienes razón, perdona, soy idiota. Tú también lo has pasado mal con esto y ahora vengo yo a llorarte mis penas…

—No digas tonterías, para eso están los amigos, ¿no? ¿Quién va a entenderte mejor que yo? —le aseguró ella. Steve le sonrió.

—No sé qué haría sin ti, de verdad —le dijo. Ella le devolvió la sonrisa—. ¿Todavía piensas en Banner?

—No tanto como antes, pero… El tiempo también ayuda en este caso.

—Ya.

—Bruce tomó una decisión. Obviamente yo creo que se equivocó pero quedarme de brazos cruzados esperando a que cambie de opinión no va a servirme de nada. No sé si Tony tendría los mismos motivos o no, pero has de mirar para adelante, Steve. Lo mejor será que te olvides de él y empieces de cero.

—Estoy un poco cansado de empezar de cero cada dos por tres, la verdad —admitió Steve. Su amiga tenía toda la razón del mundo, Tony le había dejado claro que ya no iban a volver a estar juntos y tenía que aceptarlo. Pero saberlo era una cosa y hacerlo otra muy distinta, porque seguía doliendo tanto como el primer día y empezaba a pensar que no es que no pudiera olvidar a Tony, si no que el problema era que no quería hacerlo. No quería dejar de quererle porque eso sería como rendirse.

—Poco a poco, ¿vale? —dijo Natasha, levantándose y ofreciéndole la mano—. Bueno, ¿preparado para que vuelva a patearte el trasero, Capitán?

Steve aceptó su mano y se puso en pie, dispuesto a tomarse la revancha. Habiendo recuperado parte de su ánimo, esa vez no pensaba ponérselo tan fácil.


Una mañana, un tiempo después de su charla con Natasha, Steve se levantó temprano para ir a correr y se encontró a Bucky esperándole.

—¿Te importa si te acompaño? —le preguntó su amigo algo inseguro, y Steve sonrió de oreja a oreja.

No cruzaron apenas palabra durante el ejercicio, pero a Steve no le importó. Era un silencio cómodo, y Bucky estaba haciendo un esfuerzo para que las cosas volvieran a recuperar un mínimo de normalidad; era más que suficiente.

Salir a correr juntos por las mañanas se convirtió en costumbre. A veces se les unía Sam durante un trecho, pero la mayoría de días iban ellos dos solos.

Y cada día hablaban más.

—¿Sales con alguien? —se interesó Buck una de esas mañanas.

—Salía con una chica, pero lo dejamos estar no hace mucho —le contestó Steve. Algún día tendría que contarle lo que había pasado con Tony pero aún no se había atrevido a hacerlo. No sabía cómo se lo tomaría su amigo.

—Vaya, lo siento. ¿La dejaste tú o te dejó ella?

—Fui yo.

—¿No era lo suficiente buena para ti? —bromeó Bucky.

—Qué va, es fantástica. Era yo que no me veía con el ánimo suficiente de estar en una relación.

Bucky dejó de correr. Steve también se detuvo.

—¿Buck?

—No es por mí, ¿no? —le preguntó—. Quiero decir, ya sé que estás preocupado por mí y todo eso, pero no quiero que sacrifiques nada solo porque crees que me debes algo, o…

Steve le puso una mano tranquilizadora en el hombro.

—No te preocupes por eso. Que no esté con nadie ahora mismo no tiene nada que ver contigo. La verdad es que… Todavía estoy enamorado de mi ex y no creí que fuera justo estar con alguien mientras todavía sigo pensando en otra persona.

—Oh. Sí, es lógico. —Bucky entornó los ojos—. No te referirás a Peggy, ¿no?

—No, Buck, no estoy hablando de Peggy. Volví a enamorarme en este siglo.

—¿Y qué pasó?

Steve se encogió de hombros.

—Todavía no estoy muy seguro. Me dejó sin más. Supongo que la culpa es mía por meterme en una relación con una persona tan complicada, pero…

—Ei, Steve —le interrumpió Bucky—, estoy seguro de que debe de ser una mujer muy especial para que te esté costando tanto olvidarla, pero, ¿alguien a quien el Capitán América entrega su corazón y que no lo acepta? No vale la pena. La que sale perdiendo es ella, no tú. Ya encontrarás a alguien que apreciará lo increíble que eres.

Steve sonrió. Eso era algo que le hubiera dicho el antiguo Bucky.

—Gracias, Buck.

—Y oye, ahora que estamos los dos solteros tenemos que aprovechar. Las mujeres de este siglo están muy bien, ¿eh? Y yo que creía que nunca vería un uniforme más ceñido que el tuyo y ahora se han puesto de moda…

Riendo, Steve pasó el brazo por encima de los hombros de su amigo y tuvo la absoluta certeza de que todo iba a salir bien.