DISCLAIMER: Panem y todos los personajes de "Los Juegos del Hambre" no me pertenecen. Todos son obra y propiedad de Suzanne Collins. Yo sólo hago historias a su costa xD.

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Esta historia es parte del foro "El diente de león", participa en el reto "Pidiendo teselas" y está dedicado a ImagineMadness. ¡Ojalá que te guste!

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Capítulo 1: Y que la suerte…

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~o~ Katniss ~o~

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—¡Yo llegaré primero!

Prim me empuja hacia un lado de manera tan brusca que casi me doy de bruces contra el suelo. Mi carcajada no se hace esperar y, de inmediato, uso las uñas que recién han salido de la manicura para levantarme y correr tras ella. La risa de mi hermana rebota en el pasillo como si fuera música, y su largo cabello rubio con mechas artificiales rosadas baila al ritmo de sus pasos rápidos.

Mis pies descalzos casi me hacen resbalar en el encerado suelo de la cocina pero consigo mantener el equilibrio. La diminuta ventaja que Prim había conseguido hace unos instantes parecía desvanecerse con cada una de mis zancadas. Sonrío con malicia.

—¡Allá voy, Primrose Everdeen! —le grito en el mismo instante en que fuerzo las piernas para avanzar cada vez más rápido.

La tengo a casi medio metro de distancia cuando me lanzo hacia adelante y consigo cruzar el umbral junto a ella, casi derribándola en mi insensata acrobacia. Dos pares de ojos se giran para mirarnos. Son mi madre y mi padre; ambos están reunidos ya en la sala familiar, esperándonos sólo a nosotras.

—¡Gané! —grita Prim emocionada.

—Oh, claro que no —replico de igual forma—. ¡Yo gané!

—¡No! —me contesta haciendo un puchero. De pronto se da la vuelta y respinga—. ¡Papá! ¿Verdad que yo gané?

Él nos mira a las dos de manera alternada antes de reírse de nuestras caras expectantes.

—Quedaron empatadas —dice dando su veredicto. Nuestra protesta no se hace esperar—. Déjenlo ya y vengan aquí, o se perderán la retransmisión —Y justo en el momento en que termina de hablar, la programación de la enorme pantalla al fondo de la sala cambia radicalmente y el himno del Capitolio nos invade con sus notas armoniosas.

Prim se me adelanta y se sienta en el gran sofá de extravagante piel animal, justo al lado de mamá, por lo que yo escojo un lugar al otro lado, muy cerca de mi padre. Subo los pies en el mueble y doblo las rodillas, acomodándome lo mejor posible.

El color azul brillante que aparece al principio es sustituido al instante por un blanco nuclear en el cual se dibuja con sutileza el escudo de nuestra nación. Es muy sencillo y, aunque me agrada, me parece bastante soso. Pronto el enfoque cambia y un enorme estudio se hace presente.

—¡Muy buenas noches! ¡Muy buenas noches tengan todos ustedes! —Caesar Flickerman, el carismático hombre de cabellos azules y piel bronceada aparece en una de las esquinas y hace reverencias al público que, excitado, llena de gritos el lugar.

Casi puedo sentirme ahí, en medio de la multitud enardecida. Los vellos de mi nuca se erizan por la emoción, puedo sentirlo. Prim abre los ojos y mira ensimismada el rostro de Caesar. Lo cierto es que en cada transmisión parece más joven que antes. Una parte de mí (y posiblemente todo Panem también) se pregunta qué clase de operaciones se realiza para estar así. ¿Serán seguras? ¿Podría yo alguna vez…?

"Déjalo Katniss" me repito haciendo una mueca. Mi padre voltea a verme con extrañeza. Relajo las facciones y sonrío, mostrándome animada otra vez. Él es el problema. Si mi papá no se mostrara tan reticente con el tema…

Observo el sedoso cabello rubio de mi hermana, tan brillante y hermoso con sus salteados mechones de color fucsia. Es algo temporal, siempre es así, sólo para que Prim lograra calmar su capricho y mostrara a sus amigos de la escuela que ella también podía hacerse cambios. Menudo capricho.

—¡Felices Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre, y que la suerte esté siempre, siempre de su parte! —continúa Caesar, quien disfruta visiblemente del ambiente en el foro. Levanta una mano y mueve los dedos hacia abajo, indicando a la gente que calme sus ansias—. ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Puedo sentir el fuego! ¡Puedo sentir toda la emoción! ¡Este año los Juegos del Hambre serán inolvidables! ¿No les parece? —Y entonces lanza una de esas risas tan propias de él, un sonido que casi ya no parece humano—. Bien, ya que la euforia se ha calmado un poco —dice con una sonrisa—, su adorable anfitrión, o sea yo —mueve las cejas de manera graciosa y observa al público. En la sala Prim suelta una risita—, procederá a dar una perspectiva en resumen de las cosechas de este año.

—Ahí van —murmura Prim, arrodillándose sobre la alfombra, muy cerca del televisor.

Es en ese momento cuando abro los ojos a todo lo que dan. Durante toda mi vida he visto los resultados de las cosechas sin darle demasiada importancia en realidad. Bueno, es comprensible, sólo era una niña. Sin embargo, ahora que por fin he cumplido dieciocho años, es mi turno de poner atención.

Por fin podré patrocinar.

Me costó mucho, demasiado en verdad, convencer a mi padre de cederme el control total y absoluto del patrocinio a mí y sólo a mí. Todo el tema resultaba ridículo ya que, para mi vergüenza, yo era la única de todos los jóvenes que conocía que no podía patrocinar hasta tener la mayoría de edad y haber aprendido a ser "responsable con el dinero". Un par súplicas y ofrecimientos no bastaron al principio, pero la sabia intervención cariñosa y manipuladora de mamá había completado el trabajo por mí.

En cierto modo, el no poder intervenir antes era muy estresante. Recuerdo muy bien las veces que había rogado a mi padre para apoyar a tal o a cual tributo, prometiendo cosas que ni siquiera cumplí sólo para que hablara con los mentores, pero nunca funcionaba. Mi padre no es muy dado a realizar tratos; siempre, por mucho que se esfuerce el mentor, el trato no logra ser lo suficientemente justo para mi padre. Nada es suficiente.

Pero yo soy Katniss Everdeen. Si bien es cierto que poseo más características suyas que de mi madre, aún me queda mi capacidad de convencimiento y la intuición, algo que nadie puede quitarme.

—Del Distrito 1… —dice Caesar. Saca un papel y una pantalla se despliega a sus espaldas—… Veámoslos… ¡Marvel y Glimmer! —La imagen surge y llena la pantalla.

El primer plano de Caesar es sustituido por una imagen ampliada del Edificio de Justicia del Distrito 1. Un anunciador de voz célebre llama primero a una niña de cabellos cobrizos, no debe tener más de quince años, pero el público sólo se permite un respiro antes de que otra chica se ofrezca como voluntaria. La muchacha rubia avanza hasta las escaleras con andar agraciado y ocupa su lugar junto al micrófono, evidentemente orgullosa. Se presenta como Glimmer y le sonríe de inmediato a la cámara que la graba antes de que el tributo masculino sea escogido. El proceso se repite con resultados similares: un adolescente es sorteado; otro voluntario, un tal Marvel, que sube sin dudarlo; la ola de vítores se alza sobre los chicos, animándolos.

Bufo un poco, haciendo una mueca ante los tributos. Ninguno de los dos me agrada. Los próximos siete minutos transcurren más o menos de la misma forma. Distrito tras distrito, los jóvenes sorteados desfilan ante mis ojos pero no logro retenerlos a todos; sólo un par de rostros permanecen en mi memoria, y dudo mucho que vivan demasiado en ella.

Estoy bastante exasperada para cuando llegan los últimos distritos, los menos agraciados, por así decirlo. Los tributos del Distrito 11 me sorprenden un poco: resultan ser un hombre serio de piel oscura, alto y fornido, y una niña tan pequeña y de apariencia tan frágil que da la impresión de que va a romperse al más leve toque. Algo en mi pecho se encoge al observarla y una única certeza se hace presente en mi mente: esa niña no sobrevivirá, al menos no sin ayuda. Por un momento pienso en la remota posibilidad de patrocinarla. ¿Qué podría hacer por ella? Secretamente tomo nota de su nombre. Quizá… sólo quizá…

Caesar no se detiene en el 11 y pasa rápidamente al último distrito. El aspecto tétrico del lugar en el que se lleva a cabo la Cosecha me obliga a hacer una mueca. Por doceava vez escucho el pergamino que relata en voz del alcalde la historia de los juegos, sus razones, y bla, bla, bla. Si soy sincera, no es algo que me importe demasiado.

El alcalde menciona un único nombre y un hombre alto, barrigón, y no del todo sobrio sube al escenario. Tropieza con sus pies cada tres pasos y por fin consigue sentarse en la silla dispuesta sólo para él. Una mujer excéntrica, con un maquillaje exagerado incluso para mí, se levanta con garbo, taconea hasta el micrófono y, esbozando una sonrisa forzada, se dirige a la urna de las chicas bajo el lema de "las damas primero".

Me permito suspirar en los dos segundos que tarda en sacar la papeleta y regresar al centro de la tarima.

—¡Madge Undersee!

Un grito ahogado resuena entre la multitud. Las cámaras apuntan a todos los rostros posibles antes de clavarse sin reparo en el alcalde. Las facciones del hombre rebosan de incredulidad mal disimulada… y miedo. Sobre todo miedo. Lentamente, una chica de rasgos delicados y hermoso cabello rubio se abre paso hasta las escaleras. La lente se esfuerza en captar su expresión: sus ojos se mantienen fijos en sus zapatos y su mandíbula tiembla un poco, pero logra contenerse mordiendo su labio inferior. El silencio es absoluto.

—Pobre niña —La voz de mi madre me distrae de la visión de la chica. De nuevo a su lado, Prim la observa sin comprender—. Al parecer la suerte no está de parte de esa familia.

—¿A qué te refieres? —pregunto.

—Hace ya varios años, durante el segundo Vasallaje, un miembro de esa familia resultó sorteado en la cosecha —explica. Sus ojos vuelan de nuevo al televisor con una sombra de tristeza sobre ellos—. Era un chica muy joven, idéntica a ella. Era de mis favoritas, pero no lo consiguió.

Mi vista regresa sólo para recoger la imagen de la muchacha rubia. Ahora que está arriba mantiene la frente en alto en un admirable acto de valentía. Me fijo mejor en ella, examinando el fondo de sus pupilas, como si esperara encontrar algo. Una chispa brilla de improviso y reconozco lo que es: coraje. Sonrío de verdad, encantada con ella.

—¡Gale Hawthorne!

La repentina fascinación se rompe como una burbuja ante la voz de la mujer. Parpadeo algo desorientada. ¿Ya ha sorteado al varón? Tal parece que sí. Muy al fondo, entre las últimas filas, se produce una pequeña conmoción cuando un chico alto, con buena constitución y piel morena trata de avanzar al frente. Un par de chiquillos le sostienen la mano en un intento de evitar que se aleje. Al final, la mujer que carga con los niños pide ayuda de modo que por fin el muchacho sorteado puede ir y ocupar su puesto. Es una visión muy curiosa. Él aprieta los puños con mucha fuerza, como si deseara golpear a alguien, e ignora de forma grosera a la escolta de agentes de la paz que se acerca para conducirlo.

—¡Maravilloso! —chilla la mujer con entusiasmo—. ¡Los tributos del Distrito 12 de este año!

Ambos chicos se saludan con algo de incomodidad por parte de ella e indiferencia por parte de él. La toma cambia radicalmente y de nuevo Caesar aparece ante las cámaras.

—¿Inesperado? ¿Emocionante? Yo creo que sí —dice él con una sonrisa—. Recuerden que podrán ver a sus tributos en el arribo del tren y, posteriormente, en el gran desfile. ¿Quién sobrevivirá? Usted —Como si quisiera hacerlo más personal, Caesar apunta con el dedo a la cámara—, sólo usted lo sabe. ¡Sigan a sus tributos favoritos! ¡Soy Caesar Flickerman, y que tengan felices Juegos del Hambre! Buenas tardes.

El televisor se apaga automáticamente y mi padre suelta un suspiro antes de acomodarse en el sillón. De pronto noto todas las miradas sobre mí.

—¿Y bien, mi pequeña patrocinadora? —pregunta él en tono casual—. ¿Qué te parecieron? ¿Algún tributo afortunado?

Frunzo los labios y me tomo mi tiempo para contestar. Al final decido no ponerme en evidencia.

—Quizá uno —respondo con una sonrisita. Mi madre y mi hermana sonríen con entusiasmo y mi padre asiente.

"O dos", añado sólo en mi mente, cavilando distraídamente sobre la pequeña del Distrito 11, Rue.

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~o~ Peeta ~o~

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—No sé qué piensen ustedes —comienza uno de mis hermanos, el mayor de los tres, con aire de sabihondo—, pero yo creo que el chico del Distrito 2 ganará los juegos.

—¡No te creas! —le contradice el segundo sin tardanza—. ¿Es que no viste al sujeto del Distrito 11? Te aseguro que ese tipo es capaz de matar a cualquiera con ese brazo.

—No le servirá de nada el brazo si se lo cortan —ataca Tread gesticulando con sus cejas oscuras. Hace más de un mes que se las pintó de ese color azul medianoche y aún no me acostumbro a ello—. Una filosa espada en conjunto con una buena mano que la empuñe y… ¡boom! ¡Adiós, Distrito 11!

Los ojos azules de mi hermano brillan con diversión y casi puedo verlo oprimiendo el botón de traspaso, gastándose una buena parte de su dinero para proveer al tributo con esa arma mortal.

—Pues… pues… pues no será tan tonto como para ir corriendo hacia esa espada —suelta Chase, negándose a perder esta disputa.

—Nunca se sabe qué podemos esperar de esos distritos —musita Tread encogiéndose de hombros, y los tres sabemos que él ha ganado. Nunca se sabe qué esperar de los distritos inferiores—. ¿Qué piensas tú, Peeta? ¿Tengo razón o no?

Hago una mueca diminuta, pensando. Los dos me miran con atención.

—Al menos te has fijado en uno, ¿verdad?

—¡Oh, claro! ¡Claro que sí! ¿Cómo podría no fijarme? —digo con una sonrisa ligera, mordiéndome la lengua. Lo cierto es que ni siquiera supe cuándo empezó y cuándo finalizó el programa. Estaba demasiado distraído vigilando cierta subasta en línea. El aparato de chequeo era tan pequeño que ni siquiera se dieron cuenta de que ignoraba completamente sus discusiones sobre los tributos; estaba a punto de conseguir ese color, a punto...

—Bueno, entonces, ¿a qué tributo apoyarás? —pregunta Chase, interesado.

Mis ojos se abren casi por completo y parpadeo. ¡Carajo!

—¿Qué cosa?

—¿A qué tributo apoyarás? —repite con impaciencia, ansioso por saber si estoy de su parte o no.

Me río nerviosamente y rebusco de forma rápida en mi cabeza. "¡Vamos, Peeta!" Tiene que haber algún nombre, un rostro, algo... ¡Lo que sea! Mi mirada salta de un lado a otro, buscando algún indicio que salve mi mentira. Mis ojos se encuentran de pronto con el imponente reloj de la torre más alta de todo el Capitolio. El segundero pregona el número cincuenta y ocho y luego el cincuenta y nueve. Los seis números cambian radicalmente y marcan una sola hora.

Mediodía: son las doce.

—Eh... Al chico del Distrito 12... —balbuceo con algo de duda. Mis hermanos me observan con incredulidad pero asombrados por lo que, para reforzar, añado—: Me pareció un gran oponente. Creo que puede lograrlo.

Durante un largo momento no mencionan palabra alguna. Esbozo una sonrisa rogando en mi mente que el chico que mencioné no sea un enclenque o algo parecido. Cuando creo que ya ha pasado una eternidad, Tread se adelanta un paso y coloca la mano en mi hombro.

—Hermano... ¡cómo se nota que eres un novato! —dice a modo de burla, pero después se encoge de hombros—. Pero no importa. Lo admito, tiene una buena pinta con toda esa rebeldía. Es... bueno.

—¿Quién sabe? —le contesto sacudiéndome su palma de encima—. Quizá te lleves una sorpresa.

—Quisiera ver eso. Ahora vamos, no falta mucho para que lleguen.

Nos escabullimos entre la gente que rebosa de euforia y prisa. Tread tiene razón. Se supone que el tren de tributos llega al mediodía y nunca se retrasa. De hecho, es imposible que se retrase. Por un instante me pierdo en la corriente de cuerpos que luchan por avanzar hasta la estación y conseguir un buen lugar. Hago un esfuerzo y logro llegar hasta el andador justo detrás de mis hermanos. No tardamos mucho en atravesarlo y, al final del tramo, el ascensor de pulidas puertas de cristal se abre para recibirnos.

—Al infinito, y más allá... —bufa Chase un segundo antes de que seamos disparados hacia arriba.

Los veinticinco pisos que conforman el edificio desaparecen bajo nuestros pies a tal velocidad que no logro reprimir el cosquilleo en mi estómago. El ascensor se detiene suavemente y el cristal vuelve a retirarse. Echo un vistazo a mi alrededor: el lugar está casi lleno.

—¡Corran! —dice Tread, empujándonos—. ¡Corran o no conseguiremos un buen lugar!

La fila avanza muy rápido y pronto estamos al frente. Un agente de la paz reposa la espalda en una esquina, vigilando perezosamente la entrada y salida de la gente… y del dinero, obviamente. Tread se adelanta e introduce su tarjeta en el aparato que vende los pases y rápidamente teclea un gran "3". Medio segundo después tres boletos son despachados por una ranura diminuta.

Disfrute la vista —murmura una voz femenina automática proveniente de la máquina.

—Gracias —contesta Tread haciendo una reverencia, como si hablara con una persona real, y yo tengo que esforzarme por contener la carcajada que se avecina.

Después de un par de empujones y risas descontroladas, por fin encontramos un buen sitio con los miradores. Me coloco frente a una base de metal plateado y brillante y, en cuanto mis pies tocan el lugar adecuado, la base se eleva con diligencia. Una pantalla delgada y nívea se coloca en posición y otro artefacto programado me ofrece un par de livianas gafas azules de cristal. Me las pongo al instante y la pantalla se activa.

Buen día, señor Mellark —saluda la voz femenina de antes. Estoy tan acostumbrado y familiarizado con ella que sonrío sin quererlo.

—Buen día —respondo sin pensar en lo estúpido que he de sonar. Es una suerte que mis hermanos no puedan escucharme.

La lista de opciones se abre ante mí como un abanico, un arcoíris de puro azul. Me pregunto cuántas tonalidades serán...

El tren de tributos ha arribado en la estación —me informa la mujer—. Cámara 1A: Estación general. Cámara 2B: Pasillo principal. Cámara 3G: Pasillo secundario. Cámara 1B: Desembarque de Distritos 1, 2 y 3...

La voz continúa recitando el orden y la zona que cubre cada opción mientras sobresalen una a una en la pantalla. Espero pacientemente, echando un vistazo a todo lo disponible. Puedo ver el momento exacto en que el tren se detiene en la estación y a la gente que se arremolina a su alrededor como hormigas coloridas.

—Cámara 5A —pido a tiempo que mi dedo toca la imagen de la cámara indicada. La imagen se abre y me muestra una toma en alta resolución del pasillo por el que descienden los tributos de los Distritos 10, 11 y 12. He dicho Distrito 12 así que ahora me veo obligado a ponerles atención. Un par sale primero, una chica delgada y un chico que no se ve lo suficientemente bien. Niego con la cabeza, mordiéndome el labio.

"Ese chico no sobrevivirá", me digo.

Poco después otra pareja hace su aparición, y el contraste entre ambos me sorprende. Ése ha de ser el chico del que hablaba Chase. Mi hermano no exageraba; su tamaño es bastante asombroso, a pesar de no ser un profesional. Su compañera... La imagen de esa niña tan pequeña ahí, en medio de tanto barullo, me deja sin aliento. Su rostro se ve tan inocente...

Por fin los últimos dos tributos descienden del tren. La chica que baja primero es muy linda, bastante, aunque no parece muy peligrosa. ¿Será hija de alguien importante? Hago una mueca de disgusto. Ojalá hubiese puesto atención a las cosechas. Su andar es bastante agraciado y su aspecto brilla aún más ahora que ya no está envuelta en las sombras del tren. Tiene una ventaja, sin duda. Estoy seguro de que con un buen atuendo podría llamar la atención lo suficiente como para salvarle la vida...

Detrás de ella, evitando con esmero todas las cámaras, los saludos y los flashes, el chico avanza pisando fuerte. Como hombre puedo decir que parece tener buen porte, pero su expresión me descoloca por un instante. ¿Qué le pasa? Su mirada de ojos grises luce asqueada, despreciable... airada.

"Rebeldía", había dicho Tread.

Sin embargo, el muchacho logra llamarme la atención de verdad. No cede ante nadie; se acerca a su compañera de distrito, quien parece haberse atorado en el andador con un par de hombres que no cesan de mirarla, y la toma por el codo, escondiéndola bajo su brazo, dedicando a su vez una envenenada mirada a sus acosadores. El gesto tan simple pero tan significativo hace que el chico me caiga bien de inmediato; por lo que veo es un caballero. Le echo un último vistazo antes de que desaparezca por el túnel que los llevará al Centro de tributos.

—¡Hey, Peeta! —Chase me sacude el hombro ligeramente. Se ha quitado sus gafas y las ha colocado sobre su cabeza, levantándose el pelo de la frente—. ¿Nos acompañarás en el gran desfile de esta noche?

—Mmmm... No, lo siento —respondo en una disculpa.

Chase pone los ojos en blanco y yo me río de su expresión.

—No sé ni para qué pregunto —se queja—. Esta vez patrocinas, deberías estar ahí —me dice.

—¿Para que me desespere entre tanta gente y pierda la audición? —pregunto en tono algo mordaz—. No, gracias. Prefiero mantenerme entero.

—Siempre puedes arreglarte el oído —recalca él, pero sé que ya no insistirá más—. Aburrido... Te asemejas al abuelo Mellark...

—Ajá, ajá... —le corto desviando mi atención.

En casi todas las cámaras la gente fluye a borbotones como si se tratase de una fuente humana. La lista de nombres de los tributos de cada distrito ha aparecido ahora junto al menú de opciones. No resulta muy complicado encontrar el que busco.

—Gale Hawthorne... —musito mientras una foto de frente de él se actualiza en la base de datos.

Suspiro pesadamente y me dispongo a quitarme las gafas especiales. Sin embargo, justo cuando mis dedos tocan el armazón, un borrón reluciente atraviesa la visión de la cámara 5B. Vuelvo a colocármelas a toda prisa y abro la imagen con un clic desesperado. Parpadeo un par de veces para estar seguro de lo que estoy viendo. ¿Es real? Sí, es absolutamente real.

Una chica se ha acercado al andador, nadando en el río de personas. Lleva a alguien de la mano, una niña rubia de rostro angelical, y empuja para avanzar hasta el pasillo principal, pero no es la acción lo que me llama. La chica es hermosa... ¡No! Hermosa se queda muy corto. Su vestido con tirantes y ligeramente por debajo de la rodilla le hace resaltar de entre toda la multitud. Los colores amarillos contrastan perfectamente con los suaves tonos anaranjados. ¿Acaso son hojas? Lo son. Cada una tiene un comienzo distinto y puedo notar cómo van plegándose una a una, dando forma a las ondas que la envuelven. Con el zoom que me permite la cámara puedo verla mucho más de cerca. Casi no lleva maquillaje. Lo único que resalta en su rostro es el delineador dorado que contornea sus ojos grises, y su pelo...

—Oye... ¡Oye! Ya vámonos. Mamá quiere vernos ya en casa —Tread me jala del brazo, lo cual me hace sentir un escalofrío y me obliga a soltar las gafas, que caen al suelo sin poder evitarlo.

—Eh... sí, ya, sólo un segundo... —les digo, apresurándome a levantarlas con la esperanza de poder verla otra vez.

"Vamos... Vamos... ¿Dónde estás?"

Pero ha desaparecido. Su fulgor ha desaparecido.

—¿Qué veías, Peeta? —pregunta Chase.

—¡Nada! Nada... Vamos.

Permanezco en un depresivo silencio durante todo el camino hacia el ascensor, hasta yo me doy cuenta. No es que sea muy parlanchín o algo por el estilo, pero...

—¿Qué zona quieres para la gran entrada? —le pregunta Tread a Chase—. Estoy seguro de que Ralf puede conseguirnos algunas para el círculo presidencial.

El círculo presidencial es un espacio muy privilegiado. Muy pocos son los que logran obtener el privilegio de estar ahí y observar el desfile desde la misma distancia que nuestro querido presidente. Mis pensamientos continúan girando alrededor de esa chica hermosa. ¿Acaso será que...?

—¿A qué hora asistiremos? —pregunto.

Mis dos hermanos detienen su andar en seco, poseídos por algún traumatismo o shock.

—Pensé que no irías... —murmura Chase.

—Cambié de opinión —respondo sin dar muchas explicaciones—. ¿Cómo podría perdérmelo?

Estoy seguro de que les parezco sospechoso, pero me esfuerzo en disimular.

—Bien —sonríe Tread—. Le diré a Ralf que me consiga tres espacios. Por fin el pajarito saldrá del nido —añade medio burlón, dándome un golpe en las costillas.

Apresuramos el paso y pronto estamos circulando por los grandes comercios de la plaza central del Capitolio. El sol nos cae en todo su esplendor sobre la espalda pero nada ni nadie puede apagar el ánimo. Los anuncios y carteles gigantes promocionan el evento de hoy. Inhalo una profunda bocanada de aire cargado de emoción y mi pecho se hincha con una cálida sensación.

"Voy a encontrarte... quien quiera que seas".

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¡Yeeiiii! *-*

¡Buenos días, buenas tardes, buenas noches o lo que sea! n_n

A días de terminar febrero por fin traigo este fic. La verdad es que sólo leí la idea y no pude resistirme xD. Las personalidades de Katniss y Peeta serán un poquito diferentes, sólo un poquito (obviamente, porque son del Capitolio). Espero hacerlo bien y que te guste ImageMadness. Sobre las actualizaciones pediré un poco de tiempo ya que tengo compromisos académicos en marzo ;u;

Aún así, si me animan lo suficiente, haré un esfuerzo mayor por actualizar lo más pronto posible, lo prometo n_n/

¡Gracias por leer! ¿Me regalan un review?

Mina.