El camino a casa
"Te preparare las maletas... Nada me gustaría que te quedaras más… Promete que te cuidaras… que jamás olvidaras el camino a casa…"
Ya nada podía hacer para evitarlo. Le había hablado bastante claro cuando le dijo que tenía que marcharse. No había progresos en su entrenamiento y creía que se debía a su constante distracción con ella. No podía culparlo, incluso ella misma estaba distraída en su trabajo, y más con su reciente "abultamiento".
Sabía que no podía llamarlo de esa manera, que no era correcto, pero era como él lo llamaba, y su personalidad tan fuerte a veces hacia que incluso ella misma aceptara sus pensamientos como propios.
-¿Quieres que acomode todas tus cosas en la maleta?
-…
No recibió respuesta, aunque no es que la esperara realmente. Se había acostumbrado también a sus escuetas contestaciones, tanto que incluso era ya capaz de identificar que significaba un gruñido de otro.
-Tal vez solo un poco de ropa… No creo que te cambies demasiado mientras estés allá - ¿Qué más podía hacer? Tal vez sus hormonas por el embarazo le estaban jugando una mala pasada en ese momento, pero no es que el engreído príncipe que estaba tras ella le ayudase demasiado a tratar de retenerlo.
-Sé que estás seguro de tu decisión… no creo que tomes las cosas tan a la ligera… - Sabía que eso no era cierto, muchas de sus acciones en el pasado, en el presente, y presentía que también en el futuro, estaban marcadas por el rápido proceder de un monumental orgullo herido – Pero quiero que sepas… que no importa lo que pase… siempre puedes volver aquí…
No quiso voltear a verlo mientras empacaba con exasperante lentitud algunas de sus ropas en la maleta. Sabía que las cosas que estaba diciéndole, o incluso su comportamiento estaban perturbando de alguna manera al príncipe, pues si otro fuese el caso le habría apresurado para que terminara su equipaje, o por el contrario, se había marchado sin él, no era como si lo necesitase realmente.
-La cámara de gravedad está equipada para que estés un año completo en ella. Claro, siempre y cuando no la explotes… - sonrió melancólica al recordar aquel incidente que los había acercado… y que ahora se veía tan lejano – Vigila el lugar en el que aterrices. Podrían robarse la nave por su tecnología o incluso por diversión, y si logran salir del planeta entonces te quedarías varado en ese lugar.
Pudo escuchar un resoplido de indignación desde la puerta, que era donde estaba el apuesto hombre desde que ella había comenzado con la exageradamente lenta tarea de preparar sus cosas antes de que se marchase al espacio.
-Vegeta… - No le contestó, ya sabía que no lo haría, pero esperaba… - ¿Tienes alguna idea de a dónde ir?
-El espacio es demasiado grande mujer.
Suspiró mientras sentía sus ojos azules arder y su vista ponerse borrosa. Había sido más fuerte de lo que esperaba al aceptar su partida después de enterarse de su embarazo, incluso había colaborado con la preparación de la cámara para dicha excursión en el espacio, y como toque final para su propia tragedia personal, se había tomado la libertad de preparar su maleta ante sus ojos. Esperando algo que sabía que jamás vendría.
-Pero tienes que tener alguna idea… algún lugar en el que puedan cuidarte… algún lugar en el que no seas como un extraño…
-No necesito que nadie me cuide – había algo en su voz que no pudo identificar, un tono extraño que ella no se atrevía a enfrentar pues aún se encontraba de espaldas a él, y no tenía intención de cambiar eso – Y si quieres un lugar en el que no sea un extraño será en algún rincón de la galaxia, pues muchos planetas se encontraban bajo el mando de Frieza gracias a mí.
-Entonces – Levantó su rostro con la esperanza de poder retener un poco más las lágrimas que comenzaban a ser demasiado pesadas para contenerlas – supongo que deberé agregar un kit de primeros auxilios más extenso de lo que había anticipado, conociendo tu afición a la flagelación, no creo que este de más.
Entró al baño de la habitación y procuro cargar con todas las medicinas posibles. No quiso detenerse a mirarse por mucho tiempo en el espejo, sabía que su aspecto seria deplorable, por no decir miserable, pero ¿Qué podía hacer? Definitivamente auto compadecerse teniendo en frente al principal causante de su dolor no era la mejor opción.
-¿Tienes alguna idea de que tanto vas a tardar?
-No lo sé
Sus respuestas eran tan cortas, no había ni el tiempo ni la cantidad para examinar lo que podían expresar. Podría haberse girado y enfrentar sus ojos contra los siempre fríos e imperturbables del príncipe saiyan, pero sabía que eso más que una victoria, sería un fracaso total, estaba segura que se lanzaría a sus brazos suplicando por lo más preciado que no se fuera. Y no estaba entre sus planes humillarse más de lo que ya lo estaba haciendo. Todo por amor…
-Está bien… pero sabes – podía sentir el peso de sus profundos ojos ébano sobre su espalda, lo que le dio el valor de continuar – No importa cuánto tardes, o cuanto necesites pensar… siempre puedes regresar aquí… - terminó con una sonrisa y levantando su vista al techo por segunda ocasión, tratando de retener las lágrimas una vez más, logrando su cometido – Sabes que el tiempo cambia las cosas, las personas y las circunstancias… pero eso no te importa – no había ni una pizca de reclamo en su voz, y esperaba que él también se percatase de ello – y no importa porque aquí, aunque no lo creas, hay personas que se preocupan por ti y por tu felicidad… así que si algún día, mañana o después de los dos años que faltan para que vengan los androides, decides volver… siempre tendrás este lugar al cual regresar.
El silencio fue tan denso que casi podía escuchar su respiración a pesar de encontrarse en el otro extremo de la habitación, y estaba segura de haberlo escuchado tragar con dificultad.
-No importa si no tienes quien cuide tus heridas mientras estés allá… no importa si te tratan como un extraño o incluso si ocurriese todo lo contrario… sabes que aquí tienes un lugar a donde volver… - La ropa en el armario se había terminado y acababa de doblar la última camiseta y ahora estaba en la parte en la que sellaba la maleta, sellaba la marcha de su adorado saiyan, y ponía broche de oro a su auto impuesta humillación.
-Deseo igual que tú que puedas convertirte en súper saiyan… sé que lo lograras pues eres demasiado obstinado para dejarte vencer por algo así… no hay ningún obstáculo que se te resista – Se recargó en la maleta que se encontraba en el centro de la cama que había sido testigo silencioso de tantas noches de pasión que ahora rendían su fruto dentro de su vientre, pero ni eso lo detendría – Incluso si después de los androides no sabes a donde ir… siempre puedes partir desde aquí…
Se quedó callada cuando sintió que al bajar la mirada las lágrimas que había logrado retener victoriosamente dos veces comenzaban a caer sin previo aviso de sus ojos, su flequillo cubría sus ojos pero no sus mejillas que parecían caudal de río con sus amargas lágrimas. Volvió a levantar su mirada y en el techo encontró de nuevo la respuesta a sus preguntas internas: ella era la Gran Bulma Briefs, había aceptado el reto de vivir con el sanguinario príncipe de los saiyans, había cometido la imprudencia de enamorarse de él y ahora debía pagar las consecuencias con el mismo orgullo con el que se había planteado tremendas posibilidades.
Se levantó sin mirarlo aun y tomó la maleta con sus dos delicadas manos. Pero apenas la hubo bajado de la cama sintió como su peso desaparecía por completo y al levantar sus ojos se encontró con la mirada aturdida del príncipe, quien era el que ahora sostenía la pesada maleta a su costado.
-No te entiendo…
Sintió en su rostro formarse una bella sonrisa y pudo verla reflejada en los ojos del hombre que más amaba en el mundo; el padre del hijo que llevaba en su vientre. El que aceptara que no podía comprenderla no solo era una muestra de sinceridad, sino el resultado de una empresa fallida que había comenzado sin ella darse cuenta.
-No importa… no tienes que entender lo que siento… tal vez nunca puedas entenderlo, pero no me importó antes y lo más probable es que no me importe después… sólo quiero que sepas que esta será tu casa siempre que lo necesites o desees… - se aventuró a acercarse al hombre, y al no sentir ninguna muestra de rechazo se atrevió a apoyar su frente contra la de él, aspirando su aroma una última vez – aquí te esperaremos… no importa que tanto tiempo pase… sólo recuerda… que te amo…
Hacía tiempo que había reconocido sus sentimientos ante el gran y orgulloso príncipe, pero eso lejos de incomodarle la hacía sentirse más poderosa que él, pues era capaz de un sentimiento tan puro y noble y eso bastaba para su propia vanidad.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos con una cálida mano que se posó sobre su hombro, sin apartarla, sin intentar acercarse más… solo demostrando que estaba ahí.
-Volveré…
Y sin más, el hombre se giró y salió de la habitación dejándola con muchos sentimientos y pensamientos inconclusos. No sabía que podía esperar, ni hasta qué punto sus ilusiones podían pasar a ser hechos concretos o simples sueños sin fundamento… pero la única cosa que estaba clara era que… sin importar el tiempo que tardase, ella lo esperaría para poder concretar o desechar los sentimientos que desde hacía tiempo poseía. Sólo esperaba que con el tiempo, no olvidara el camino a casa.
FIN
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