Antes que nada, quiero decirle a todos los que leen esto que pasen un FELIZ NAVIDAD junto a sus seres queridos y mis más sinceros buenos deseos para su año 2018.
Llevo mucho tiempo con esta idea en mi cabeza y simplemente me dije a mí misma "Mi misma, escribe esto!". Algunas personas me animaron a publicarlo y pues, gracias a ellas, les presento esto. Perdonen las faltas ortográficas, me tome el tiempo de revisar y revisar, pero estoy segura que se me habrán escapado algunas. Espero que les guste y que lo disfruten tanto como yo lo hice escribiéndolo.
Dedicatoria: Quiero dedicarle este primer capítulo (De muchos, espero) a Xerxes Eli, quien es una de las tantas personas que me apoyaron en esto. Así que considera esto mi regalo de navidad, no se devuelve XD.
Aclaraciones: El mundo de Harry Potter no me pertenece ni los personajes, todo esto es creación de la grandiosa JKR, aunque esta historia es de mi propiedad.
Capítulo 1: "No eres tú, soy yo"
Rutina.
Del francés routine, una rutina es una costumbre o un hábito que se adquiere al repetir una misma tarea o actividad muchas veces. La rutina implica una práctica que, con el tiempo, se desarrolla de manera casi automática, sin necesidad de implicar el razonamiento.
Personas simples y comunes tienen rutinas simples y comunes; hasta el punto que puede decirse que son predecibles y, generalmente, están tan acostumbrados a estas que cuando sucede un cambio les cuesta adaptarse, en especial cuando es un gran cambio.
Por ejemplo, si tuvieras tu cepillo de dientes guardado dentro de una cómoda y de un día a otro decidieras ponerlo en un vaso sobre el lavabo, olvidarías que está ahí aun cuando está frente a ti.
Y aun cuando las personas simples y comunes tengan rutinas simples y comunes no significa que estas tengan que parecerse, incluso cuando las personas dueñas de las rutinas se parezcan mucho entre sí. Un claro ejemplo son las diferencias entre las rutinas del profesor de pociones de Hogwarts, Severus Snape, y la prefecta de Gryffindor Hermione Granger quienes comparten una gran inteligencia y son los mejores magos de sus respectivas generaciones.
Todos los días, el profesor Snape suele levantarse a las 5:30 de la mañana, siempre se levanta del lado derecho de la cama y se talla el rostro con las manos. Va al baño a mojarse la cara y se pone pantalones de chándal para ir a correr sabiendo que todavía no hay nadie despierto para verlo o interrumpirlo. Cada dos días deja una nota sobre la mesita de noche con las palabras "Me divertí anoche. Por favor, usa la chimenea" que van dirigidas a la mujer de turno durmiendo desnuda y enredada entre sus sábanas. Cada dos días era una diferente, eso también era parte de su rutina.
Todos los días, Hermione Granger despertaba a las 7:00 en punto de la mañana para prepararse para ir a clases. Siempre quitaba el libro de su cara ya que suele quedarse dormida leyendo. Trata de no caerse hasta llegar al baño y se toma unos 20 minutos en desenredar su cabello —30 minutos si no lo trenza antes de dormir — y otros 10 minutos en peinarlo.
Todos se reunían a comer en al Gran comedor a las 8:00. Él tomaba el café caliente y ella, un zumo de naranja. Él comía un apetitoso croissant leyendo El Profeta y ella, una tostada con mermelada mientras leía un libro. Luego cada uno se dirigía a sus respectivas clases.
Otra diferencia era que durante las clases uno de ellos se dedicaba a restar puntos a la casa Gryffindor y el otro trataba de ganar puntos para esa misma casa. Uno de ellos hacia todo lo posible para ser vista y él otro hacía de todo para ignorarla.
Luego del almuerzo, Snape tenía la costumbre de encerrarse en su laboratorio en completa soledad a experimentar. Hermione, en cambio, solía pasar el tiempo con amigos ya sea en los jardines, en la sala común, en la biblioteca o en el estadio de Quidditch.
Finalmente, podría decirse que su rutina para dormir se asemejaba un poco: Un baño caliente, cepillarse los dientes, tomar agua y leer un libro. La diferencia era que Hermione tenía que arreglarse el cabello para que al día siguiente fuese más fácil peinarlo y no guardaba el libro ya que ella se había acostumbrado —como ya habíamos mencionado antes — a dormir con el libro en la cara.
Como dije, personas simples tienen rutinas simples. Pero hoy es un día diferente.
Desde que la guerra había acabado, casi nunca había duelos en la escuela. Los Gryffindor soportaban a los Slytherin y viceversa, por eso nadie podía explicar por qué había un gran número de alumnos reunidos en círculo en torno a unos chicos que se peleaban al estilo muggle.
— ¡Usa tu varita!
— ¡Golpéalo!
— ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!
Hermione y Ginny venían conversando tranquilas de la vida, dirigiéndose hacia el lago en donde habían quedado con los chicos para estudiar, pero no pudieron evitar detenerse para saber que pasaba. La curiosidad pudo más que ellas.
—¿Qué sucede? — Preguntó la pelirroja a un Hufflepuff mientras se abrían paso para ver mejor la pelea.
— Paul Mckenzie golpeó a Rooney Collvey porque este se metió a su novia. — Respondió sin apartar la vista de la pelea entre los miembros de las dos casas rivales.
— Alguien tiene que detener esto — Susurró Hermione mirando a los jóvenes sacar sus varitas listos para atacarse. Era una prefecta, tenía la autoridad de parar esa tontería. — USTEDES DOS, DETENGANSE YA.
Normalmente, esos alumnos de cuarto ya se hubiesen detenido al ver el ceño fruncido de Granger, pero dado el hecho de que tanto el prefecto de Gryffindor, Ron Weasley, y el prefecto de Slytherin, Draco Malfoy, estaban coreando y alentando la pelea, Hermione fue rotundamente ignorada.
Los profesores no tardaron en llegar, cada uno en defensa de su propia casa. Minerva McGonagall y Severus Snape gritaron los nombres de sus respectivos alumnos pero ninguno de estos les hizo caso y seguían atacándose con rayos de colores y chispas rojas.
— ¡McKenzie! ¡Deténgase ahora mismo o yo mismo me encargaré de que esté lo suficientemente lastimado para que nunca se vuelva a sentar! — Advirtió Snape mientras sacaba su varita.
Pero tampoco rindió resultados contra los dos alumnos, aunque sí contra los espectadores.
— ¡Calvorio! — Un rayo salió e impactó directo a Collvey a quien se le cayó el cabello castaño rápidamente.
— Me las pagarás, McKenzie. ¡Densaugeo! — McKenzie se cubrió la boca con la mano libre ya que sus dientes empezaron a crecer tal como le pasó a Hermione en su cuarto año. La castaña no pudo evitar lanzar una furtiva mirada al rubio platinado de Slytherin quien solo podía reírse.
— ¡Herbifors! — De la cabeza de Collvey empezó a crecer flores.
— ¡Ventus! — Una ráfaga en espiral salió de la varita y lo elevó por los aires.
Y aunque Snape pensó que los hechizos utilizados eran muy idiotas, se preparó para intervenir.
—¡Confundus!
— ¡Crinus Muto!
Los dos magos lanzaron sus hechizos a la vez y estos se encontraron y fusionaron en un solo hechizo. Ninguno quería ceder y al no poder contener tanta energía los hechizos se rompieron en un explosión que derribó a los dos oponentes y el rayo morado de la fusión de los hechizos salió disparado por cualquier dirección.
Los alumnos presentes se lanzaron al piso y cubrieron sus cabezas rogando que el rayo no cayera sobre alguno de ellos. Lástima que Snape no esperaba que ese rayo le cayera directo a él y lo derribara.
Hermione tampoco contó con eso, en especial con la parte en la que el profesor de pociones se caía sobre ella y la aplastaba.
— ¡Sr. Collvey! ¡Sr. McKenzie! ¡Suficiente los dos! — Gritó McGongall lanzando un Petrificus para detener a los chicos y poniendo fin a la absurda pelea — ¡Ambos están castigados! Prefectos, lleven a sus compañeros a mi despacho y veinte puntos menos para ambas casas.
— Sí, profesora. — Asintieron los chicos y levitaron los cuerpos de sus compañeros hacia donde se les había ordenado.
— Severus, ¿estás bien? — Preguntó la profesora McGonagall ayudando a su colega a levantarse mientras que la chica Weasley hacia lo mismo con su amiga.
— Sí, perfectamente. — Respondió alejándose del agarre de la mujer mayor.
— ¿Y usted, Srta. Granger?
— Herms, dime algo, lo que sea. — Pidió Ginny sacudiéndola. La expresión de preocupación estaba plasmada en su rostro pecoso.
— Auch. — Respondió levantándose y arreglando su uniforme. Snape hizo lo mismo y luego de verificar que no tenía ni un hueso roto o algún efecto secundario del hechizo decidió volver a su laboratorio a pesar de las insistencias de Minerva para que fuera a la enfermería.
Los habitantes del castillo siguieron con su vida normal aunque para la hora de la cena, todo el mundo sabía acerca de la pelea y los jóvenes involucrados comían en silencio lanzándose miradas de odio que no se molestaron en disimular.
Snape era un fanático de tomar un buen vino tinto para acompañar la cena, pero nunca se pasaba de dos o tres copas así que ninguno de los profesores lo habían visto mareado durante las comidas, pero esa noche parecía haber una excepción. La mano le temblaba y era torpe al momento de alcanzar su copa.
— ¿Severus? ¿Te encuentras bien?— Preguntó el profesor Flitwick que estaba sentado junto a él.
— Sí yo... ¿Cuál de los dos me lo preguntó?— Snape veía doble y no sabía si hablarle al Filius Flitwick de la derecha o de la izquierda.
— ¡Qué barbaridad, Snape! ¡¿Estás borracho?!—Preguntó Minerva quitándole la copa de las manos.
—Esto es increíble, Severus. ¿Qué clase de ejemplo les das a los estudiantes si te emborrachas en la cena? — Reprendió Madame Pomfrey mientras miraba de forma seria al mencionado.
— Te ves muy pálida, Herms. — Comentó Ron mientras engullía otra pierna de pollo con la misma gracia que tenía un cerdo.
— Me siento mal. — Respondió con la cabeza apoyada sobre la mesa, se sentía mareada, le dolía el estómago y la cabeza. Solo quería cerrar los ojos y dormir.
— Estás así desde que Snape te cayó encima — Dijo Ginny acariciando su melena castaña — Creo que ese murciélago te aplastó algún órgano. Debemos decirle a Madame Pomfrey que te revisé.
— No es necesario. — Hermione sabía muy bien que dentro de pocos días empezaría su periodo, era normal que sintiera tantos dolores.
— Deberías hacerle caso a Gin, Mione — Agregó Harry — Si quieres yo habló con ella después de la cena.
— Estoy completamente bien, estoy sobrio y cuerdo — Respondió Snape extendiendo su brazo hacia Minerva — Ahora dame eso.
—Ay, ni te atrevas, Snape. Lo que necesitas ahora es un balde de agua fría para que se te pase — Dijo Pomona Sprout mientras pinchaba la carne con su tenedor.
—Deja de joder, Pomona, que no estoy de humor.
— No lo puedo creer, Snape, ahora te darás un baño y luego iras a la cama —Protestó — Y no quiero excusas.
— Me iré a la cama, chicos — Anunció Hermione mientras se terminaba su vaso de agua — Tengo que dormir, tal vez así se me pase.
— Te alcanzo luego — Dijo Ginny.
— ¿No quieres que llame a Poppy? — Preguntó Ron una vez más mientras que la sostenía en sus brazos besando su frente. Hermione se alejó de su agarre, no quería que nadie la tocase y en ese momento, no estaba de humor para que sea Ron precisamente el que lo hiciera.
— No, estoy bien. Me iré a dormir — Ella se despidió con la mano y se fue caminando lentamente a su torre.
— ¡Vete a la cama, Snape! — Gritó entre dientes Minerva apuntando a la puerta. Snape se levantó de la mesa a regañadientes, se tomó de un solo sorbo el vino y se fue a las mazmorras a prepararse para dormir.
—¡Mione! ¡Mione, espera! — Era Ron quien venía corriendo tras la castaña tratando de alcanzarla. La detuvo antes de que ella llegara a las escaleras — Vamos, yo te llevo a la torre. Te voy a cuidar.
—Ron… — Susurró antes de ser envuelta por los largos brazos del pelirrojo. Salían desde hace algunos meses y pues, Hermione descubrió que Ronald escogía los peores momentos para ponerse romántico y meloso con ella. Sí, era tierno que se preocupara, que la abrazara, le besara la frente y le masajeara el estómago si se sentía mal, justo lo que estaba haciendo ahora. Pero ella de verdad, necesitaba irse a dormir. Se sentía incomoda ante tanto apapacho de Ron, no quería que nadie la tocase; simplemente, no se sentía bien.
—Vamos — Él besó su mejilla y la ayudó a subir los primeros escalones.
—Suéltame, puedo hacerlo sola. No me siento de humor para que seas cariñoso — Escupió con desdén. — Anda a terminar tu cena, solo quiero dormir. Sola. — Siguió subiendo mientras dejaba al Weasley parado a los pies de las escaleras mientras su novia subía débilmente las escaleras.
¿Quién entendía a las mujeres?
Ambos llegaron tambaleándose a sus respectivos cuartos y se desplomaron sobre sus camas. Hermione se quitó los zapatos con los pies y se enrolló con sus sábanas hasta quedar bien abrigada y lista para dormir. Snape se cambió la ropa usual a un pijama por medio de magia y se cubrió la cabeza con la almohada.
En la oscuridad de sus habitaciones ambos reflexionaron un rato. Por un lado, Snape no entendía porque todas las mujeres en su vida tenían que ser tan odiosas. Primero estaba la sobreprotectora de Minerva McGonagall. Él no era un niño pequeño que necesitaba de los cuidados de una niñera, no la necesitaba, él sabía hasta cuando debía tomar antes de caer borracho y solo había tomado una copa esa noche. Luego estaba Sprout, tan mandona y chismosa, nadie le daba órdenes, ¡nadie! Y mucho menos una mujer y en frente de otros colegas. Por último, Pomfrey, tan cargosa, caprichosa y metiche. Algún día envenenaría a esas tres con sus pociones y no tendría cargo de conciencia.
Por otro lado, Hermione tratada de dejar de sentirse culpable de haber despreciado a Ron de esa forma. Es que a veces era tan… Los primeros meses que salieron todo era perfecto. Siempre iban tomados de la mano, él era atento, siempre la abrazaba y la besaba. Era lo que siempre deseó. Pero con el pasar de los meses y sin la presión de la guerra, todo cambió. Poco a poco, Ron empezaba a dejar de ser tierno y meloso con ella y cuando lo era, es que quería algo o lo hacía en los momentos menos indicados, aquellos en los que ella no los necesitaba. Hermione supuso que también era su culpa por dejar que pasara, pero ahora no quería pensar en eso. Quería dormir.
A la mañana siguiente...
Severus despertó con un terrible dolor de en el bajo vientre y estómago, aunque ya no le dolía la cabeza. Tal vez no debió tomarse esa copa de vino ayer, aunque dado por su historial en los bares una copita no debía provocar tanto daño.
Se revolvió más entre las sábanas y escondió la cabeza en la almohada al darse cuenta que la luz del sol de la mañana se filtraba por su ventana. De seguro debían ser las siete, un día sin correr... Bueno, un día que no corriera no haría daño ¿no?
La cama es suave.
... Un momento... ¿Luz del sol? Pero mi habitación no tiene ventana.
Hermione se quitó el libro de la cara al despertar, aunque este libro era demasiado blando, después de unos segundos de inconsciencia se dio cuenta de que no era un libro sino una almohada. Dios. Sentía que la cabeza le martillaba pero al menos sentía mejor el vientre y el estómago.
Tocó su cabello lacio y ahora algo graso. No lo encontró trenzado ni con los ruleros, eso significaba que estaría imposible de desenredar.
Mmmm... La cama es dura.
... Un momento... ¿Lacio y graso?
Tal vez seguían durmiendo, pensaron. Así que ignoraron esas diferencias y siguieron en sus camas un rato más.
Snape tenía que ir al baño, era parte de su rutina, debía ir al baño. Aún con los ojos cerrados, rodó hacia el lado derecho de la cama y se reincorporó con torpeza para tallarse la cara con las manos, pero ahora, algo faltaba. Se conocía muy bien así mismo como para saber que faltaba. Él no era la persona más apuesta del mundo. Tenía cejas pobladas, labios demasiados finos y una prominente nariz ganchuda. Algo faltaba, algo faltaba.
Su mano tocó su nariz. Su pequeña, respingada y delicada nariz.
¡ESA NO ERA SU NARIZ!
Hermione tenía hambre. Mucha hambre. Abrió los ojos y pensó que seguían cerrados debido a oscuridad de la habitación. Parpadeó un par de veces por lo que se dio cuenta de que ya había despertado inmersa en la oscuridad. Se frotó los ojos y se pasó las grandes manos por el cabello lacio.
¿Manos grandes? ¿Cabello lacio? ¿Qué está pasando?
Hermione aplaudió dos veces y las velas que estaban en la habitación se encendieron iluminando la gran habitación. Esa gran habitación que no era suya. Había un gran armario de dos puertas negras, una puerta al baño, una cómoda negra, escritorio, libreros ordenados. Si bien tenía los muebles que tenía su habitación, esta no era su habitación. No era su armario, ni su escritorio, ni su librero, ni su papel tapiz ni su cama... ¡Ni sus manos!
¡ESAS NO ERAN SUS MANOS!
Snape abrió los ojos y descubrió que, efectivamente, esa no era su habitación y —dado por la decoración tan femenina— supuso que era de una chica. Se miró las manos... ¡NO ERAN SUS MANOS!
Hermione miró las grandes manos, las sacudió y tocó dándose cuenta de que obedecían sus órdenes así que, en teoría, eran sus manos.
Snape tocó su rostro. Nariz pequeña, labios carnosos, cejas arregladas y la piel suave. Rápidamente se elevaron hacia su cabello enredándose en los rizos castaños descontrolados que atrapaban sus dedos y los mantenían prisioneros.
Hermione examinó su rostro con el tacto, totalmente en pánico e hiperventilándose, tocó la forma de su nariz que era ganchuda y demasiado grande, sus labios muy finos, las cejas pobladas y la piel reseca. Descubrió que su cabello rizado se había convertido en el cabello lacio, graso y negro que tenía sostenido entre sus dedos.
Ver sus femeninas manos le provocó un ataque de pánico a Snape por lo que llevó la mano al corazón para sentir sus latidos, pero encontró algo que le impedía llegar a él... Era un pecho... Mejor dicho, dos pechos... Mierda, pensó, le habían salido pechos. ¡TENÍA PECHOS DE MUJER!
Gritó.
Hermione sintió una incomodidad entre sus piernas. Levantó las sábanas descubriendo que había algo demás en su anatomía, algo que sobraba, algo que resaltaba debajo de los pantalones de pijama que no eran de ella. Soltó un gritó que de seguro se escuchó por todo el castillo. Tiró las sabanas al suelo y se levantó de la cama de un salto, sintió que algo le impedía caminar y eso estaba ubicado en su entrepierna y, sintiéndose extraña, llegó al espejo del baño.
—¡No! ¡No, no, no! ¡NO! — Gritó cuando vio su reflejo y se dio cuenta en quien había mutado.
—Esto, es una maldita broma, Merlín, es una maldita broma. —Gritó mientras salía de la cama a toda velocidad. No espero para nada toparse con Hermione Granger cuando pasó junto al armario. Dio un pequeño brinco debido a la impresión.
—¡GRANGER! ¿Qué carajos está pasando aquí? — Por alguna extraña razón no escuchó su voz. Para nada. Era como si él fuese mudo y solo la Gryffindor hablara. La voz de la castaña decía lo mismo que él. Esto era una locura — Esto no es gracioso, exijo saber que está pasando aquí.
Cabe decir que a Snape le tomó un par de segundos darse cuenta que la imagen en ese espejo no era Hermione. Era él convertido en Hermione Granger, la tercera Gryffindor que más odiaba actualmente.
—Es una pesadilla. ¡Una absurda pesadilla! ¡Despierta, Herms, despierta!— Se dijo Hermione a si misma mientras entendía con horror que no solo estaba en el cuerpo de un hombre, estaba en el cuerpo de su profesor de pociones —de casi cuarenta años— Severus Snape. Abrió la llave y dejó que el agua helada inundara sus manos para luego lanzársela a la cara y restregarse hasta casi hacerse daño.
—No puede pasar esto. No es cierto. — Se dijo así mismo volviendo a sentarse en la cama y tomando su cabeza entre sus manos. Pronto se dio cuenta de que hasta ese pequeño gesto se sentía diferente. Y era porque los pechos de Hermione se apegaban a sus brazos y chocaban contra estos. Snape se sentó erguido rápidamente tratando de evitar todo contacto físico o visual con las partes que no tenía su verdadero cuerpo y este sí, recién era consciente del peso de los pechos que le colgaban. El cabello rizado y castaño volvió a caerle sobre los ojos. Lo odiaba.
—Cálmate. Relájate. No pienses — Se ordenó y habló con él reflejo de Snape como si de verdad fuese el suyo — Todo está bien… Todo está bien — El pánico volvió a invadir su cuerpo y trotó sobre su mismo lugar con intenciones de llorar — ¡Soy ridícula!
Podía ser que ambos habían sido víctimas de una cruel broma, tal vez alucinaban, podían haber cambiado de cuerpo en realidad, o incluso, era probable que estuviesen intercambiado mentes. Nadie lo sabía, pero lo único que no había cambiado en ellos era los hábitos en su día a día y uno de esos hábitos era ir al baño en la mañana.
Esto no iba a ser bonito.
Hermione sintió un dolor incomodo en su entrepierna —aunque lo correcto sería decir "en la entrepierna del cuerpo de su profesor" — y luego cayó en la conclusión de que necesitaba usar el inodoro.
ELLA NO HARIA ESO.
Pero el cuerpo en el que estaba pedía a gritos evacuar en ese momento. Necesitaba eliminar líquidos, urgentemente. Miró con recelo el inodoro e ignoró el pedido. Salió a la habitación tratando de caminar lo más decente que podía, aunque era difícil teniendo en cuenta que algo le sobraba en su anatomía.
¿Quién necesita ir al baño?
Snape tampoco se acercó al baño, en cambio, optó por analizar sus dudas existenciales en ese momento, hasta que alguien le sacó de sus pensamientos.
—¡HERMIONE! ¡DESPIERTA! ¡LLEGAREMOS TARDE A HERBOLOGIA!
Hermione —ahora Snape—vio la hora en el reloj de pared. Eran las 7:50. Llegaría tarde a clases, aun cuando no desayunara. Aunque eso no importaba ahora, aun cuando llegase a clases, todos se preguntarían el porqué de que Snape estaba en una clase de Herbología cuando él ya no era un alumno y de seguro tendría una clase de pociones que dictar.
Maldición. ¡¿Qué carajos hago ahora?!
Severus no necesitaba una clase de Herbología ahora y mucho menos que la última Weasley tocara como una loca la puerta para verlo atrapado en esa incómoda situación. Lo que necesitaba ahora era encontrar su cuerpo. ¡Necesitaba encontrarse!
Pero… Ahora era Granger, por ende, quería decir que estaba en las habitaciones de mujeres de la torre Gryffindor en el séptimo piso y lo más probable es que su cuerpo —Su amado y preciado cuerpo— estuviese en las mazmorras. Tendría que llegar ahí como Hermione Granger, y cabe decir que la chica no se veía nada agradable por la mañana.
Hermione sacó conclusiones por su cuenta. Si ella estaba en el cuerpo de Snape, él debía estar en su cuerpo. Debía encontrarse. Debía buscarse y el único lugar en donde podría estar era la Sala común de Gryffindor, el último lugar en donde estuvo. Tomó la capa de su profesor que estaba colgada sobre un perchero.
Olía a él y ella también olía a él.
Se la puso para cubrir el pijama completamente y salió con el único objetivo de encontrarse. No podía evitar caminar con las piernas abiertas exageradamente que resultaba cómico.
Snape no perdió el tiempo al no encontrar ninguna capa de la Gryffindor y sacó las sabanas de la cama para cubrirse todo el cuerpo con ella. Buscó los zapatos de la chica y se los colocó torpemente. Se veía horrible, con los ojos legañosos y el cabello como el de un león. Pensó que no era su problema, después de todo, no era su cuerpo.
Abrió la puerta encontrándose a una enojada Ginny Weasley delante de él. Ahora que estaba en el cuerpo de Granger, la pelirroja parecía de su misma altura, lo cual era raro ya que estaba acostumbrado a ver hacia abajo cuando trataba con estudiantes.
—¡Hermione Jean Granger! ¡¿Aún no estás lista?! ¡Ya es tarde! — El ceño fruncido de Ginny Weasley era algo que en otro momento tendría que respetar e incluso temer, pero eso sería en el futuro si no lograba recuperar su cuerpo — ¡Ni siquiera te has vestido! Te ves horrible, deberíamos ir con Madame Pomfrey.
—Salga de mi camino, Weasley.
Ginny se quedó mirando atónita como su amiga castaña salía de su habitación apenas sosteniéndose con sus delgadas piernas mientras arrastraba literalmente las sabanas a lo largo de la escalera hasta llegar a la sala en donde ignoró a todos los que la saludaban y gruñendo salió por el retrato de la Dama Gorda a quien cayó con su varita.
—¿Esa era Hermione?
—¿Qué le pasa hoy? ¿Se levantó del lado equivocado de la cama o qué?
—¿Acaso ella me dijo que me apartara? — Preguntó incrédula a Harry y Ron quienes seguían en shock después de ver a su amiga de toda la vida en ese estado. Algo no estaba bien.
REVIEWS? :3
Nuevamente, que tengan una Feliz Navidad!
