MI VIDA SIN TI

Capítulo 1:

"Amo como ama el amor.

No conozco otra razón para amar que amarte.

¿Qué quieres que te diga además de que te amo,

si lo que quiero decirte es que te amo?"

Fernando Pessoa

Pronto harían un año que estaban juntos. Un año ya desde que Kate apareció chorreando en el loft de Castle. Ambos tenían grabado ese día en su memoria, y aunque sabían a ciencia cierta que ninguno de los dos había olvidado esa fecha tan señalada, se mantenían en silencio pues cada uno, tenía preparada una sorpresa para el otro, para celebrar su primer aniversario.

Había sido un buen año para los dos, la relación se había consolidado, habían tenido sus discusiones y reconciliaciones como cualquier pareja, pero habían aprendido a compartirlo todo y a hablar cuando surgía algún problema, por lo que cada dificultad que fueron capaces de afrontar y superar juntos, había contribuido a fortalecer más la relación entre ellos.

En ese año habían pasado cosas importantes. Kate por fin pudo ver entre rejas al senador Bracken. Al final, la suerte se volvió en su contra y alguien lo denunció por extorsión y asesinato. Era evidente que el senador no había aprendido la lección y había vuelto a hacer de las suyas, pensando que seguiría siendo intocable pero no fue así. Gracias a la investigación que se llevó a cabo, se demostró que efectivamente él era quien estaba detrás de varios crímenes y ninguno de sus abogados, pudo conseguir la libertad del senador bajo fianza, así que por fin dio con sus huesos en la cárcel.

Castle y Becket se encontraban en uno de los mejores momentos de sus vidas. Se tenían el uno al otro y esperaban ilusionados el día de su primer aniversario. Tenían mucho que celebrar, sobre todo el gran amor que se tenían. Afortunadamente para ellos, ese día tan esperado por los dos, sería sábado, por lo que Castle había reservado una noche en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, con cena incluida, en el restaurante del mismo. Sabía que quizás sería un poco pronto, pero estaba tan seguro de lo suyo con Kate, la quería tanto y la sentía tan imprescindible en su vida, que había decidido pedirle que se casara con él. Le había comprado un elegante y sencillo anillo de platino, con un diseño tan original, que perfectamente podía pasar por otro tipo de anillo pues quería que pudiese usarlo incluso en el caso de que ella le dijese que no, aunque realmente esperaba que estuviese preparada para aceptar su proposición.

Kate también era feliz, muy feliz. Por primera vez en mucho tiempo se sentía total y absolutamente satisfecha con su vida. Nunca pudo llegar a imaginar que aquel hombre que al conocerlo le pareció tan inmaduro y egocéntrico, incluso insoportable, hubiese llegado a convertirse en el centro de su mundo. Estaba enamorada de Richard Castle, lo quería como nunca había querido a nadie en toda su vida, y ese amor tan profundo que sentía por él, por una parte la asustaba, pues se sentía vulnerable y totalmente dependiente de sus sentimientos hacia él, pero por otro lado la hacía tan feliz, le hacía sentirse tan plena, que estaba completamente decidida a asumir todos los riesgos que esa relación pudiese llevar consigo.

Ella tampoco estaba segura de si a Castle le gustaría la sorpresa que le tenía preparada, pues también había sido una sorpresa para ella. Hacía poco que lo había confirmado, no se había dado cuenta pues casi no había tenido síntomas. Fue al echar cuentas del tiempo que llevaba sin tener el período cuando empezó a sospechar qué podría pasarle. Siempre había sido un poco irregular en las fechas y como tomaba anticonceptivos, no había pensado en que pudiese quedarse embarazada. Al empezar a pensar en esa posibilidad, compró un test de embarazo y al darle positivo dejó de tomar sus píldoras y visitó a su ginecóloga, que le confirmó que estaba de unas diez semanas y que tuvieron que ser los antibióticos que tomó cuando estuvo con bronquitis, los que habían inhibido el efecto de los anticonceptivos.

No le había dicho nada a nadie, quería que Castle fuese el primero en saberlo. Conociéndolo como lo conocía intuía que se iba a alegrar mucho con la noticia. Ella se sorprendió en un principio, pues ni se lo esperaba ni entraba en sus planes inmediatos tener un hijo, pero a cada día que pasaba estaba más feliz. Quería y deseaba ese hijo y le estaba costando verdaderos esfuerzos mantener el secreto. Ya había enmarcado la foto de la ecografía que le habían hecho para dársela a Rick, como regalo de aniversario.

Aún quedaban diez días para su noche especial. Estaban en la comisaría cuando una seria capitana Gates llamó a Kate, para que entrara en su despacho, parecía por su cara que no tenía nada bueno que decirle. Gates bajó las persianas, estuvieron hablando mucho rato, tanto que Ryan y Esposito se despidieron de Castle hasta el día siguiente, diciéndole que ya les contaría Kate que tal le había ido con el capitán.

Cuando salió del despacho llevaba una cara malísima, los ojos enrojecidos y semblante muy serio. Castle no sabía si había estado llorando o es que tenía la cara así de puro agotamiento. Cuando fue a preguntarle que le había dicho Gates, ella lo tomó de la mano y tiró de él, para que se levantara de su silla.

Vámonos de aquí – dijo por toda respuesta.

Pero… – empezó a hablar Castle que se moría de la curiosidad, pues sospechaba que Gates los había descubierto y las cosas se iban a poner feas para él.

Aquí no, en casa, vámonos a casa – volvió a decir ella.

Castle la miró y no le gustó lo que vio. No tenía ni idea de lo que el capitán le había dicho, pero por la cara que llevaba, no parecían buenas noticias.

Llegaron al piso de ella y una vez dentro, Kate se lanzó a besarlo y a meterle mano, mientras le iba quitando la ropa.

Kate, Kate, para, ¿Qué pasa?, ¿Por qué estás así? – pues a pesar de apetecerle mucho, lo que estaban a punto de hacer, la notaba extraña – ¿Qué te dijo Gates?, ¿Nos ha pillado?, ¿Tengo que dejar la comisaría?

Si – dijo ella – nos ha pillado, pero me ha dicho que si seguimos siendo discretos y no montamos ningún numerito, puedes seguir viniendo cada vez que haya un caso.

¡Ah bueno! – dijo él – eso me tranquiliza, pero sigo sin entender por qué estás así tan alterada.

¿Tengo que tener algún motivo para que me apetezca acostarme contigo? – replicó ella apartándose un poco y mirándolo fijamente – solo estoy un poco molesta porque Gates nos haya pillado, y ahora que estamos solos quiero disfrutar un rato contigo, ¿es malo eso?

Claro que no – respondió él inclinándose para besarla – eso está hecho – y ahora fue él quien empezó a besarla con pasión.

Llegaron a la habitación entre besos y caricias, cayendo sobre la cama, donde hicieron al amor de manera apasionada y desenfrenada. Después del clímax, Castle que la tenía abrazada le preguntó:

Y después de esta increíble sesión de sexo, ¿Qué te apetece hacer?

Esto – le contestó ella saliendo se sus brazos y sentándose a horcajadas sobre él, empezando de nuevo a besarlo y acariciarlo.

Kate, pero si acabamos de…

¿Cuándo ha sido para ti un impedimento hacerlo por segunda vez, incluso por tercera en una noche? – lo interrumpió ella.

Nunca – respondió él devolviéndole los besos y dándole la vuelta para colocarse encima.

Horas más tarde, permanecían abrazados en la cama. Había sido un auténtico maratón de sexo, Castle no se quejaba, pero tenía la sensación de que esa noche Kate se entregó de una forma, que parecía como si hicieran el amor por última vez.

¿Duermes? – le preguntó.

No quiero dormir – dijo ella, mientras acercaba la cara a su pelo e inspiraba su olor.

¿Por qué?, ¿No estás cansada después de tanto amor?

El amor no me cansa Castle, al contrario, me da fuerzas, duérmete tú si quieres – dijo mientras lo acariciaba.

Preferiría hacer otra cosa.

¿Tienes ganas de más?, ¿no estás cansado?

Contigo siempre tengo ganas de más – dijo él – pero me tienes sin comer desde el mediodía, ¿no vas darme nada? – dijo con carita de pena – tengo que comer algo si quieres que sigamos luego con otra macro sesión de sexo – dijo con una sonrisa.

¡Pobre! Que solo te tengo a sexo, ¡que tortura! – dijo levantándose – prepararé algo.

Te acompaño – dijo él con intención de levantarse también.

¡No! – lo frenó ella – ¡quédate donde estás! Ya lo traigo yo.

Comieron en la cama lo que preparó y cuando terminaron, devolvió la bandeja a la cocina, mientras él entraba al baño. Volvieron a acostarse y ella lo sorprendió a él, sacando el móvil y haciéndole una foto.

¡Eh, eh! – se quejó – ¡que estoy desnudo!

Te tapa la sábana.

Luego eres tú la que no quiere que le hagan fotos en situaciones comprometidas.

Es que tú te pasas, tú móvil parece el de un acosador, me sacas fotos en todos los momentos del día, trabajando, comiendo, hablando por teléfono, solo te falta hacérmelas en el baño.

Bueno, ya sabes que lo intenté, pero no me dejaste.

Castle las fotos en el baño no son sexys.

Cuando te secas el pelo en ropa interior delante del espejo estás muy sexy, y a mí me encanta verte así.

Ella le sonrió y le dio un besito.

Hagámonos una juntos – dijo poniendo el móvil para hacerse una auto foto.

Se hicieron varias fotos con el móvil de ella para mandarlas luego al de él. Después del pequeño descanso de la tardía cena, volvieron a amarse para terminar Castle dormido en brazos de ella, que permaneció despierta, pues no podía ni quería dormir.

Castle se despertó y se desperezó bostezando ruidosamente, lo que provocó la risa de Kate, que aprovechó el momento para hacerle otra foto.

¿Me has fotografiado en pleno bostezo?

Sí, pero has abierto tanto la boca, que te has salido del objetivo.

Espero que esa la borres, ¿has dormido algo? – le preguntó pues la veía casi en la misma posición que la noche anterior.

Algo si – mintió ella.

Pues sigue descansando mientras me ducho y luego te preparo el desayuno.

No tengo hambre.

Pero tienes que comer algo, que el día de hoy es muy largo y hasta la hora del almuerzo no vas a aguantar.

Claro que aguantaré, por cierto hoy como con mi padre.

Estupendo, me encantará invitar a tu padre a almorzar.

He dicho como, Castle – replicó mordaz – no, comemos.

¿Por qué no quieres que coma con vosotros?

Porque no – contestó secamente.

¿Por qué estás tan borde?, no entiendo que te pasa.

Lo siento – dijo ella – mi padre me mandó un mensaje y me dijo que tenía algo urgente que decirme, pero que por favor fuese sola.

Por toda respuesta, Castle se acercó de nuevo a la cama y arrodillándose junto a ella, puso su cabeza de lado sobre el regazo de Kate, diciendo:

Anda, aprovéchate que ya sé que esto te relaja.

¿Aprovecharme de qué? – preguntó confusa.

De mi oreja, puedes tirar todo lo que quieras, anda, date una buena sesión de orejoterapia.

¡Ay Rick! – dijo por toda respuesta, sin poder evitar que se le saltaran las lágrimas.

¡Ey, ey!, ¿Qué te pasa? – preguntó preocupado – ¿Por qué lloras?, ¿he hecho algo que te haya molestado?

No eres tú, soy yo, serán las hormonas, es que estoy premenstrual – mintió descaradamente tratando de disimular, pues sus hormonas probablemente estaban alteradas, pero no precisamente por eso.

Lo siento, me ducho en seguida y te preparo unas tortitas con doble ración de sirope de chocolate especial anti hormonas alteradas – y se levantó para dirigirse al baño.

Cuando Rick salió del baño, Kate ya estaba levantada y había hecho la cama.

Me ducho yo, mientras preparas el desayuno, ¿vale? – y se metió en el baño.

Mientras se vestía Castle no podía dejar de pensar en lo rara que estaba, y no pudo evitar pensar que quizás ella quisiera dejarlo, lo que hizo que se pusiera nervioso.

Salió a la cocina y empezó a preparar el desayuno, lleno de calorías y azúcar, para ver si así la animaba un poco. Ella salió ya arreglada y empezaron a comer en silencio, aunque Kate, más que comer, mareaba la comida. Castle no quería insistir y volver a preguntarle que le pasaba, pero su cabeza no podía dejar de pensar y con cierto temor le preguntó:

Kate, ¿te pasa algo conmigo?

No – dijo mirándolo extrañada – ¿Qué va a pasarme?

Te noto seria y preocupada, ¿es que te has cansado ya de mí y piensas dejarme? – preguntó temeroso.

Ella sonrió con tristeza y le acarició la mejilla.

¿Crees que voy a dejarte después de lo que vivimos anoche? Yo te quiero aunque no te lo haya dicho lo suficiente y no me he cansado de ti, nunca podría cansarme, solo estoy preocupada por otras cosas, pero te aseguro que no tienen nada que ver contigo.

Sé que me quieres, yo también te quiero, perdona por preguntarte.

No importa, siento mucho como me he estado comportando, de verdad. Y ¿Rick?

¿Sí?

No olvides nunca que te quiero, pase lo que pase, nunca dejaré de amarte.

Y se acercó para darle un pringoso beso de sirope de chocolate, que él correspondió con ganas. Una vez terminado el desayuno, recogieron y después de lavarse los dientes, salieron hacia la comisaría.

Al llegar a la 12th, Kate entró del tirón al despacho de Gates y pasó gran parte de la mañana allí, mientras Castle ayudaba a los chicos a buscar datos en internet para la investigación que tenían entre manos.

Un poco antes de la hora del almuerzo Kate salió muy seria del despacho, y le hizo señas a Castle para que la siguiera a la sala de descanso.

¿Qué ha pasado?, ¿Por qué has estado tanto rato ahí dentro? ¿Ha habido algún problema? – empezó a preguntar preocupado.

No, no – intentó tranquilizarlo ella – ayer no te conté que el capitán me ha propuesto para un ascenso y…

Pero eso es una noticia estupenda – la interrumpió él – ¿Por qué no me dijiste nada?

Porque no estoy segura de si quiero ascender, eso supondría prepararme unos exámenes con todo el sacrificio que eso conlleva y más carga de trabajo, por eso llevo tanto rato ahí dentro con ella, y esta tarde después del almuerzo, me va a presentar a un preparador, quiere que hable con él, y la verdad es que no sé qué hacer – dijo de un tirón y sin mirarlo a los ojos.

Bueno, la decisión es tuya nada más, debes hacer lo que creas que es mejor, ya sabes que yo te apoyaré siempre, ¿no?

Lo sé, ahora tengo que irme, he quedado con mi padre a la una, ¿me acompañas al aparcamiento?

Claro, vamos.

Por cierto, no le digas nada a los chicos de lo que te he contado, ¿de acuerdo?

De acuerdo, soy una tumba.

Salieron los dos hacia el ascensor, para bajar hasta el sótano. Llegaron al coche de ella, lo abrió con el mando a distancia y mientras dejaba dentro sus cosas, le preguntó:

¿Comerás con los chicos?

Supongo que aceptarán mi compañía, si pago yo la comida – dijo con una sonrisa.

Pues no deberías pagar tú, que cada uno pague lo suyo – dijo un poco molesta pues sabía lo abusones que podían llegar a ser Ryan y Esposito.

No me importa y lo sabes – dijo él.

Lo sé, pero me da coraje que sean tan frescos – y levantó los brazos para rodear su cuello e iniciar un beso.

Se besaron durante un rato, Castle de lo más sorprendido de que ella se mostrara tan desinhibida, en la misma comisaría, pero sin protestar por ello. Kate dio por terminado el beso y se despidió de él, diciéndole que se verían después del almuerzo.

Castle se volvió a la planta de homicidios para seguir ayudando a sus compañeros que no pudieron evitar preguntar por el extraño comportamiento de su jefa y por qué pasaba tanto tiempo en el despacho del capitán. Castle esquivó sus preguntas alegando que no sabía nada, que a él tampoco le había contado y que ya se enterarían en su momento. Comió con ellos y se alegró cuando el ascensor se abrió y vio a Kate salir de él.

La saludó alegre. Ella después de dejar sus cosas, le dijo que tenía que hablar de nuevo con el capitán, a lo que él le contestó que la esperaría fuera. Estuvo toda la tarde en el despacho, llegaron un hombre de mediana edad y pelo canoso y una mujer de unos cuarenta y cinco años, alta y de cabello corto y castaño rojizo, bastante atractiva, que acompañados de un oficial entraron al despacho del capitán y se quedaron allí hablando con las dos, hasta que ya era casi de noche y Kate salió con cara de agotamiento.

¿Vamos a casa? – preguntó él.

Si por favor, ¿a mi apartamento?

Sí, he hablado con mi madre para que no se preocupe y le he dicho que estaré en tu casa.

Genial, vamos.

Bajaron hasta el garaje. Al llegar al coche, en un gesto que sorprendió y preocupó a Castle, a partes iguales, Kate le ofreció las llaves, diciendo que estaba demasiado cansada para conducir.

Cuando llegaron al piso, se repitió la rutina de la noche anterior. Kate se le echó encima, empezando a besarlo y diciendo lo mucho que lo había extrañado durante todo el día. Él no quería rechazarla, pero se moría de curiosidad, no solo por saber como le había ido con las dos personas que habían estado toda la tarde con ella en el despacho de Gates, si no que había pasado en su cita con Jim, ya que le preocupaba que su suegro tuviese algún problema.

Hicieron el amor con verdadera ansia el uno del otro y una vez que estaban en la cama muy juntos y abrazados y antes de que ella quisiera volver a empezar, él sacó la conversación y ella no tuvo más remedio que explicarle, que aquellas dos personas eran el preparador y su esposa, que también era policía, que había hablado mucho rato con ellos, y le habían explicado en que consistían las pruebas.

¿Qué vas a hacer entonces? – preguntó con interés.

Aun no lo sé, porque con lo de mi padre…

¿Qué le ha pasado a tu padre? – preguntó alarmado.

Nada, nada, no te preocupes – intentó tranquilizarlo – solo que ha tenido un problema en el trabajo y me ha confesado que ha estado casi a punto de volver a beber, pero que fue capaz de acudir a su tutor de Alcohólicos Anónimos y no ha sucumbido a la tentación.

Menos mal – suspiró Castle que había estado conteniendo la respiración sin darse cuenta.

Pero eso ahora es otra preocupación, yo debería ser mejor hija y pasar más tiempo con mi padre y ahora con esto del ascenso, va a ser difícil. Mañana he quedado a comer otra vez con él, espero que no te importe, pero sé que le da mucha vergüenza que sepas esto, pues cree que lo considerarás una persona débil.

¿Débil?, Kate, admiro a tu padre por ser capaz de superar su enfermedad como lo hizo. Se quedó viudo de forma trágica, ¡Dios! – dijo sin poder evitar estremecerse – no quiero ni pensar que no haría yo si a ti te pasara algo. Es una de las personas más valientes que conozco, después de su preciosa hija – dijo con una sonrisa y dándole un beso en la punta de la nariz.

Rick – dijo ella muy seria – prométeme una cosa.

Lo que quieras – dijo sin pensar.

Prométeme que si a mí me pasara algo, tú nunca te escudarías en la bebida, para mitigar tu pena.

No digas eso ni en broma, Kate, a ti nunca va a pasarte nada.

Lo digo en serio Rick. Tengo un trabajo peligroso y nunca se sabe lo que podría pasar, pero prométeme, que no te convertirás en un alcohólico.

No puedo prometerte eso Kate – dijo serio y apretando el abrazo con el que la tenía sujeta – enloquecería si te pasara algo, no quiero ni pensarlo, ni sé cómo reaccionaría.

Pues tendrás que ser fuerte, no solo por ti, si no por Alexis y Martha. No obligues a tu hija a pasar lo que yo pasé con mi padre, ella no lo merece.

Bueno, si es eso lo que quieres, te lo prometo – dijo él sin mucha convicción – pero ahora, cambiemos de tema y dejemos de hablar de cosas tristes. ¿Te he comentado ya la sorpresa que te tengo preparada para el día de nuestro primer aniversario? – le preguntó tratando de quitarle hierro al asunto.

Seguro que viniendo de ti, es una sorpresa maravillosa – dijo con una triste sonrisa.

Castle sabía que algo la preocupaba, pero también sabía que era mejor no insistir. Ella ya le contaría cuando le pareciese oportuno. Debería tener paciencia y estar siempre con ella.

Kate empezó de nuevo a ponerse cariñosa, Castle estaba cansado después de la noche anterior, pero sabía que ella necesitaba eso, y empezó a devolverle las caricias y los besos, hasta que terminaron haciendo el amor de nuevo. Él se durmió casi enseguida después de terminar, ella al igual que la noche anterior se abrazó a él y permaneció despierta, acariciando su piel y su cabello, embriagándose de su olor y mirándolo sin cansarse, porque no quería olvidarlo.

Muy temprano en la mañana, ella lo despertó a besos y reclamando de nuevo su atención y su cariño. Castle medio dormido no pudo evitar pensar, que como siguiera así muchos días lo iba a dejar seco, pero respondió a cada caricia y volvió a amarla de nuevo. La notaba tan entregada y a la vez, tan desesperada que no podía evitar seguir preocupado y rezar para que ella se decidiera pronto, a compartir con él sus preocupaciones, pues no la veía nada bien, y por mucho que él la quisiera, había cosas que no se arreglaban en la cama.

Se ducharon juntos y después de desayunar, marcharon a la comisaría. La mañana fue relativamente tranquila. Un par de horas antes de que Kate saliera a almorzar con su padre, Gates la reclamó en su despacho. Estuvo allí por más de dos horas, cuando salió, al igual que el día anterior volvió a pedirle a Castle que la acompañara hasta el coche.

Una vez en el garaje, se despidieron durante un gran rato besándose y diciéndose palabras cariñosas, hasta que fue Rick, quien puso un poco de cordura en el momento y apartándose de ella, le dijo:

Llegarás tarde a tu cita con tu padre. Luego nos vemos. Alégrate que es viernes y mañana no tenemos que venir.

Y le dio un besito, que ella profundizó volviendo a agarrase a él y comiéndole la boca con verdadera desesperación.

Te quiero Rick, te quiero mucho, siempre te querré, no lo olvides nunca, te quiero.

Yo también Kate, yo también te quiero.

Se decidió por fin a meterse en el coche y arrancó, saliendo de la plaza marcha atrás, para dirigirse a la rampa de salida del aparcamiento. Miró una última vez por el espejo retrovisor, para ver a Castle diciéndole adiós con la mano y con una enorme sonrisa en su cara.

Adiós mi amor – dijo Kate en voz baja – lo siento, lo siento mucho – y no pudo evitar que las lágrimas empezaran a rodar por sus mejillas.

"La muerte no nos roba los seres amados.

Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo.

La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente."

François Mauriac

No podía creer que se encontraba en el mismo lugar después de casi dos años y que esta vez, era Kate la que estaba dentro de ese ataúd. Junto a este, otro igual que contenía los restos de Jim Becket. Todo había ocurrido muy deprisa. El día que se despidió de ella en el garaje de la comisaría, pues iba a comer con su padre, fue la última vez que la vio con vida.

Kate había recogido a Jim en la entrada del edifico donde estaba su bufete y una vez montados en el coche, ella puso dirección al túnel de Lincoln que conecta Manhattan, con Weehawken, New Jersey. El túnel solo estaba abierto en un sentido, a causa de unas obras. Nadie supo muy bien como había ocurrido, los testigos no habían visto mucho, pues todos coincidían en que el túnel estaba bastante oscuro y las obras mal señalizadas.

Cuando estaban dentro, al parecer un camión chocó con una furgoneta y salieron ardiendo, provocando una explosión, que alcanzó al coche de Kate que estaba justo al lado, y que también explotó, ardiendo con ella y su padre dentro. Hubo cuatro muertos, ellos dos y los dos conductores de los vehículos que provocaron el accidente. Porque eso dijeron al principio, que había sido un accidente, pero después de varios días investigando y de confesar Gates, que la inspectora Becket había recibido amenazas, aunque no sabían de quien, los expertos dijeron que el accidente, podría haber sido un atentado.

Cuando Castle se enteró de lo de las amenazas a Kate, se sumió en la desesperación. Fue a hablar con Gates, que le confesó que los últimos días de la policía con vida, habían estado viendo de qué forma podían ponerle protección, y que no sabían de quien eran las amenazas, pero que desgraciadamente no habían llegado a tiempo.

Fue entonces cuando Castle comprendió porque ella estaba tan rara esos días. Se enfrentó con el capitán echándole en cara que no le hubiesen dicho nada, pues él tenía dinero y podría haberla protegido de alguna forma. Gates le confirmó que le había prohibido a Kate contárselo a nadie, pero estaba segura de que aunque le hubiese dado permiso para hacerlo, ella se hubiese callado la boca para no ponerlo en peligro.

Castle quiso ver sus restos, pero no le dejaron verla. Estaba calcinada e irreconocible, al igual que su padre. Habían podido identificarlos gracias a sus fichas dentales. Lanie se disculpó con Castle por no participar en la autopsia, primero y principal porque no se sentía capaz de hacerlo, cosa que Castle entendía y respetaba y en segundo lugar porque antes de que ella pudiese decir algo, le dejaron muy claro que no podría participar.

Y después de casi diez días de investigaciones y gestiones, por fin le habían dejado enterrarlos, ya que al no tener más familia conocida, fue él, quien se encargó de todo. Estaban en el cementerio, junto a la tumba de Johanna Becket, oyendo el discurso de despedida, que pronunciaba Esposito, intentando tragarse las lágrimas. Le habían pedido a él, si quería decir el panegírico, pero se había sentido incapaz de hacerlo.

Cuando terminaron las oraciones y le rindieron homenaje con sentidas pláticas, procedieron a bajar los ataúdes. La bandera de los Estados Unidos, que doblaban y daban a los familiares de los caídos en acto de servicio, le fue entregada a él, después del gesto que Gates, les hizo a los oficiales que procedían a doblarla de forma tan ceremoniosa. Castle impecablemente vestido de negro y con gafas de sol, del mismo color, permanecía sentado y ausente entre su madre y su hija, que no le habían soltado las manos en ningún momento de la ceremonia.

Una vez concluido el entierro, los asistentes empezaron a dispersarse. Castle seguía sentado en el mismo sitio. Sabía que tenía que irse de allí, Kate y Jim ya no estaban entre ellos, pero él no podía dejar de mirar al agujero donde habían enterrado al amor de su vida.

Vamos papá – le dijo Alexis, tirando suavemente de él – tenemos que irnos a casa.

Si hijo – corroboró su madre – ya no tenemos nada más que hacer aquí.

Se dejó guiar por Martha y Alexis, que lo llevaron hasta el coche que los llevaría a su casa. Lanie, Esposito, Ryan y Jenny, con los ojos llorosos se acercaron para darle un abrazo. Él se dejó abrazar y siguió como un autómata hasta el coche. Gates y otros compañeros de ella, también se acercaron a darle sus condolencias.

Cuando llegaron al loft, Rick solo fue capaz de sentarse en el sofá y quedarse con la mirada perdida en un punto lejano. Alexis, al borde del llanto, miraba a su padre y no podía dejar de pensar, que nunca iba a poder superarlo.

¿Cuánto tiempo va a estar así abuela? – preguntó en un sollozo.

Hija, aún es pronto, tiene que asimilarlo – dijo Martha con un suspiro – solo han pasado unos días desde que todo ocurrió y todavía tiene que llorarla, no ha derramado ni una lágrima – dijo con pesar mirando a su hijo que permanecía inmóvil tal como lo habían dejado cuando llegaron al loft.

¿Y si no lo asimila? – preguntó Alexis de nuevo – ¿Y si nunca es capaz de superarlo?

Dale tiempo, hija, no seas impaciente – contestó Martha – poco a poco y todo a su tiempo. ¿Te irás al campus hoy?

Creo que lo dejaré para mañana, esta noche me quedaré aquí. Siento tanto lo que ha pasado, Kate y el señor Becket no merecían morir de esa forma tan espantosa. Voy arriba, a ver si consigo estudiar un rato, aunque no creo que pueda – y mirando tristemente a su padre – llámame si necesitáis algo.

Tranquila cariño, vete arriba.

Martha se sentó al lado de su hijo y poniéndole una mano sobre la pierna, le preguntó:

¿Quieres que te prepare una copa?, seguro que te vendrá bien beber algo fuerte.

Castle la miró y musitó:

No puedo beber, no debo hacerlo.

Una copa no te hará daño, hijo, al contrario.

Se lo prometí, madre, le prometí que no bebería si a ella le pasaba algo – dijo con voz trémula – ella lo sabía, sabía que estaba en peligro y no quería que me abandonara a la bebida como hizo su padre, ella sabía que la iban a matar.

Y ahí fue cuando no pudo aguantar más y rompió a llorar con desconsuelo. Martha lo atrajo hacia ella y lo acunó, como si fuera un crío.

Pobre hijo mío – dijo Martha – llora mi niño, llora y desahógate, eso te hará bien – mientras le acariciaba la cara y el pelo.

¡Ay mamá! – gimió – duele, duele mucho, no quiero que Kate este muerta, no quiero, yo no voy a poder vivir sin ella, no lo soporto – mientras lloraba cada vez con más amargura.

Ya verás cómo poco a poco todo se arregla, ahora llora tranquilo, mamá está aquí contigo.

Sentada en la escalera una llorosa Alexis era testigo de la desgarradora escena que ocurría en el salón de la casa.

CONTINUARÁ…