De aquí al domingo escribiré tres minifics para celebrar el cumple de Ichigo (si lo digo aquí, Din, tengo que hacerlo ¿no crees?) Lo prometido es deuda. Este no es ninguna maravilla, pero me gustó escribirlo.

Dedicado para la PRDHA (Ché no me mates por el final).

Por cierto Din, te he robado a un personaje… o algo así ¿adivinas quien es?

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Esgrimió de nuevo la espada y cortó en dos al pobre desdichado hollow que le había tocado en suerte. Su mal humor era tan evidente, que le salía una pequeña aura de su cuerpo que hacía que nadie se pusiera cerca de él. Oh, espera ¿he dicho nadie? Sólo había una persona que realmente podía estar cerca de él, y lo conocía lo bastante bien como para no hacerlo.

En un montículo de arena, especialmente elevado, Kuchiki Rukia oteaba el horizonte, mientras escribía coordenadas en su móvil último modelo aprobado por la Asociación de Mujeres Shinigamis, e ignoraba al pelirrojo compañero que le había tocado en suerte desde hacía años.

-Oi, te he dicho que no mates hollows, déjalos en paz, no es nuestra misión –le dijo desde lo alto sin mirarlo.

-Si me ataca, le ataco –bramó el chico un segundo antes de ponerse a su lado con un shunpo.- ¿O quieres que pierda un brazo o una pierna o…?

-¡Basta! –le gritó mientras perdía un cálculo mental muy importante.- Últimamente estás realmente insoportable –levantó una ceja- pero hoy lo estás más que nunca ¿qué pasa?

-Nada, sólo me… -se rascó la cabeza y de un segundo a otro pasó de enfadadísimo a timidísimo- … me preocupo por ti.

-¿Matando hollows? –Rukia no le dejó continuar.- No ibas a decir eso, Ichigo, me importa muy poco la tontería que se te ha metido en la cabeza, idiota, pero ya que empie....

-Estás insufrible, enana del diablo.

-¿Y es culpa mía? ¿Eh?

-En parte sí –le señaló con el dedo- tú también tuviste algo que ver, así que no me culpes a mí de todo.

-¡Maldito Ichigo! –le gritó como una loca- ¡vamos a terminar esta misión ya!

-Eres un sargento pero en miniatura –musitó, y la chica prefirió ignorarlo por el bien de sus cálculos mentales.

Ese día era quince de Julio.

Ichigo desconocía muchas cosas sobre el quince de Julio. Como que era el centésimo nonagésimo sexto día del año, o que en él había nacido gente tan importante como Rembarndt o que una tal Santa Polutana –que encima era mártir- celebraba su día. Ni tan siquiera sabía que en Egipto, en 1799 un quince de Julio cualquiera, se descubrió la Piedra de Rosetta. ¿Y por qué debería saber Ichigo todas esas cosas? Pues porque también era un día importe para él.

Era su propio cumpleaños.

Dicen que es difícil olvidarse uno de su cumpleaños, pero claro, si estás rodeado de amigos o familia parece mucho más sencillo, y no cuando llevas tres días dando vueltas por Hueco Mundo, y no tienes claro si es de día o de noche. De hecho, si le hubiesen dicho a Ichigo que habían pasado dos semanas desde que llegó, él se lo habría creído sin rechistar.

Pero a Rukia no. Le gustaba pensar que tenía un control de su vida, ahora que se había definido a sí misma, podía hablar con su hermano y no decir siempre "si, nii-sama" e Ichigo le había dado fuerzas para todo eso y más.

Pero si había sido el mismo Kurosaki Ichigo el que le había dado alas para pensar que ella podía controlar su vida, fuera del yugo de la Sociedad de Almas. Fue él mismo quien le había atado una pesada bola de hierro a la pierna que no deseaba. Aún así, hoy era el cumpleaños del chico, y se merecía, al menos, celebrarlo fuera de Hueco Mundo.

-Ichigo –la contestación fue un gruñido de desesperación mientras sentía a lo lejos como los hollows escapaban de su órbita.- Me queda poco.

-Mejor.

-¿Por qué no voy yo a entregar el informe al Escuadrón y tu vas a casa?

-Bien, así podré ducharme y quitarme toda esta arena… ¿y a dónde irás tú después de entregar el informe? –preguntó sospechoso.

-A casa -¿eso no era una obviedad? Ella también quería ducharse.

-¿A cual?

Rukia esbozó una media sonrisa, ella con su soga al cuello y él pensando en tonterías.

-A la tuya, por supuesto –se giró y se dedicó a terminar de medir las fluctuaciones de la energía espiritual en esa zona de… ¿a quien le importa? Ni tan siquiera a la propia Rukia que todavía sabía como hacer sonrojar a Ichigo, pero sabía que jamás hubiera dicho algo así de no estar solos en Hueco Mundo… con muchos millones de hollows, pero ellos no eran cotillas ¿no?

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"Vaya mierda de sorpresa" pensó Ichigo.

Había esperado a Rukia. Finalmente le salió una vena caballerosa que salía en contadas ocasiones y decidió que irían juntos para casa. Hacía unos años que estaba pagando una pequeña casa de planta baja, algo pequeño y acogedor, pero él no quería nada más. Hasta que decidió dejar a Rukia entrar en su vida, en ese momento, su pequeño y acogedor escondite, le pareció poco para una noble del Seretei, pero aún seguía siendo Rukia, la shinigami que durmió en su armario cuando tenía quince años. Es decir, ella sabía como adaptarse mejor que nadie.

Esa tarde-noche, mientras asimilaban la situación en la que se habían metido, vieron como "misteriosamente" las luces que estaban encendidas de su casa, se apagaron y estúpidas sombras se escondían dentro de la casa.

-Podrían ser ladrones –dijo Rukia al ver la cara de incredulidad de Ichigo.

-Más les vale.

La chica tragó saliva. Si algo sabía, y se había confirmado hacía bien poco, era que a Kurosaki Ichigo, no –y digo no- le gustan las sorpresas. Ni un poquito. Ni sorpresas buenas, ni malas. En ese aspecto era un poco soso.

Maldiciendo entre dientes abrió la puerta de la casita, y acto seguido, comenzó el verdadero infierno. Miles de confetis cayeron y detrás de Ichigo se escuchó una voz de mujer que decía "Mierda, ¿y ahora quien va a limpiar eso?" Rukia tampoco estaba muy contenta.

-¡¡Feliz cumpleaños Ichigo!!

Gritos. Emoción. Saludos. Sonrisas. Más confeti…

-¿Ya es quince de Julio? –preguntó Ichigo a la nada.

-¡Oh, mierda! –exclamó Rukia- era hoy.

-¡¡Nii-san!! ¡¡Rukia-san!! –Yuzu salió al ataque para abrazarlos a los dos.

-¿Por qué nadie me ha avisado de esto? –le susurró la pequeña de los Kuchiki.

-Porqué nadie quería que se repitiera lo del año pasado.

Rukia chascó la lengua, cómo se habían puesto por una tontería de nada.

Ichigo fue arrastrado por una muchedumbre de familiares, amigos, humanos con poderes, humanos sin poderes, shinigamis en funciones, shinigamis exiliados y vizards. Su pequeña y acogedora casita era ahora una lata de sardinas. Menos mal que tenía patio por la parte de atrás y era un quince de Julio normal con un calor asfixiante. Y allí habían preparado todo.

Mientras veía a Ichigo reírse por primera vez desde hacía días, Rukia se sentía desilusionada. Y no entendía bien porqué, ya que debía haber imaginado algo así. Pero desde su última discusión fuerte, justo unos días antes de saber de su misión a Hueco Mundo, había estado pensando en pasar el primer día tranquilos de otra manera, y no con una fiesta multitudinaria.

Y para colmo, no había podido comprar un regalo.

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Con el pasar de las horas y el alcohol, unos cuantos vizards y shinigamis llegaron a hermanarse más de lo necesario, quedando K.O en alguna parte verde y blanda del jardín de Ichigo. Era una visión realmente lamentable.

Poco a poco la gente fue desapareciendo, quedando sólo algunos amigos muy cercanos y la familia de Ichigo, que intentaban ayudar a recoger.

-Ya sabes que me gusta Rukia-chan –le dijo su padre mientras le ayudaba con unas sillas.

-Sí, lo se.

-Pero no comprendo porque hace horas que ha desaparecido de la fiesta y tú no has ido a buscarla ¿algo va mal?

La respuesta inmediata y que comenzaba a salir de la boca de Ichigo era: "A ti te lo voy a decir", pero la expresión de su padre, y que no hubiera traído ningún poster gigante de su madre, le decían que esta vez, él estaba allí para escuchar.

Aún así le dio igual.

-Todo va perfectamente.

-Me alegro, porque así no saldrás hecho una furia cuando sepas que se puso mala y un tal… ¿cómo se llama? Ka... Ka… ¡no lo recuerdo!

-Kai, se llama Kai.

-Se la llevó al piso de arriba porque…

Su padre lo vio salir, no hecho una furia, sino un basilisco. Sonrió. Le encantaba molestar a su hijo, y ahora que no podía pegarle porque era demasiado rápido, al menos podría incordiar en su vida. Como esa fiesta sorpresa que le había preparado.

Y así, sin ton ni son, Kurosaki Isshin comenzó a reír a carcajadas al entender el último enfado de su hijo.

-¿Qué ocurre papá? –preguntó Karin mientras olía, con mala cara, un plato que estaba llevando a la cocina.

-Que hace años que soy el médico de Rukia-chan, y creo que Ichigo no se acuerda de eso.

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Ichigo no pudo dejar de esbozar una sonrisa al ver a Rukia tumbada en la cama, y aunque tenía mala cara, se había acordado de porqué. Y ¿por qué no? La veía adorable siendo un poco vulnerable. Así que entro, cerró la puerta y se acostó a su lado para abrazarla. Era una faceta de Ichigo que sólo Rukia conocía.

-¿Ya no estás enfadado?

-No demasiado, pero todavía no lo comprendo.

-Ichigo –se revolvió un poco para mirarlo, pero él no la dejó.- Es una muy buena oportunidad para mí, pensé que te alegrarías.

-Pero ser Teniente hará que estés casi siempre en la Sociedad de Almas, no tendrás casi tiempo…

-Shh, sabes que el Capitán Ukitake me ha dicho que podré seguir viniendo y que no cambiará mucho.

-No puedo creerlo.

-Venga, dale una oportunidad –decidió ceder- si todo cambia y no puedo verte… lo dejaré –aunque era lo último que quería.

-Está bien –sonrió, sabiendo que eso era muy improbable.

-No te he comprado nada –musitó al rato.

-No quiero nada –quiso cambiar de tema.- ¿Tú estás mejor?

-Nunca me acostumbraré a esto…

-Pues has tenido años –sonrió y le beso la cabeza.

-Feliz cumpleaños, aunque no te he comprado nada y te han preparado una fiesta sorpresa algo loca…

-Por cierto ¿por qué subiste con Kai?

-¿Kai? No ha venido.

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¡Felicidades Ichigo! Hace años que no tienes 15, asúmelo.