Disclaimer: Beetlejuice no me pertenece, blah blah blah!... Beetlejuice no le pertenece a nadie, él es bien dueño de sí mismo ;)
A/N: Quería aclarar que este mini-fic lo basé principalmente en el dibujito, pero también tiene muchos elementos de la peli. Además, acá Lydia tendría unos quince años... emm, bueno, eso nomas!
Enjoy :P
Capítulo 1
¡El único en el negocio, señores!
El sol estaba bien escondido detrás de montones de nubes oscuras y el viento azotando con fuerza las grandes ventanas de su cuarto. Seguramente iba a llover.
Una adolescente promedio habría estado de mal humor, quejándose de no poder salir en la tarde del sábado por culpa del clima, y de que los efectos de la humedad en su cabello eran desastrosos. Pero Lydia no era una adolescente promedio, no tenía ningún lugar a donde salir ese día, y no se preocupaba de que su pelo estuviese convertido en un nido de... cuervos (de todas formas, a ella siempre le gustó llevarlo así, y los cuervos eran unos de sus animales favoritos).
De modo que allí estaba ella, de muy buen humor, sentada en su cama con las piernas cruzadas. Aun en piyama, leyendo y releyendo su colección de cuentos y poemas de Edgar Allan Poe. Lydia estaba feliz (bueno, su tipo de felicidad era distinto al común, pero felicidad en fin). Se sentía tan a gusto allí, al menos en ese momento... Su cuarto era su santuario. Allí podía olvidar todo lo demás e internarse en mundos tan oscuros, extraños e inusuales, como ella misma.
Entonces alguien tocó a su puerta y el hechizo se rompió. Tuvo que dejar de lado a Edgar para afrontar la realidad, al menos un momento.
-¿Papá? –preguntó Lydia en voz alta. ¿Quién más podía ser? Delia rara vez se molestaba en subir a verla. O, mejor dicho, nunca.
-Sí, soy yo, calabacita– dijo su padre, abriendo la puerta despacio y asomando el rostro dentro del cuarto- Tú amiga... Bertha, acaba de llamar. Dijo que se olvidó aquí un cuaderno o algo así... – murmuró, mientras entraba a la habitación, echando una mirada alrededor, y pareciendo sentir un escalofrío al ver algunos nuevos detalles en el decorado, algo morbosos para su gusto. Calaveras en las esquinas de la cama y cosas por el estilo.
Lydia frunció el seño. Bertha debía haber olvidado el cuaderno cuando estuvieron haciendo el trabajo de matemáticas en grupo, ese que hicieron junto con Prudence, en casa de Lydia. Aquél día lo habían pasado en el ático, así que allí debía seguir el dichoso cuadernito.
-¿Va a venir a buscarlo ella? – Inquirió Lydia, acomodándose unos cuantos mechones de pelo negro detrás de las orejas-
Su padre negó con la cabeza:
-Dijo que tiene miedo de que empiece a llover cuando ella esté viniendo. Pero también dijo que necesita el cuaderno antes de... del Lunes, porque tiene que estudiar.
Lydia elevó las cejas, algo sorprendida.
-¿De modo que quiere que yo lleve el cuaderno hasta su casa?
-Supongo. –contestó el hombre, encogiéndose de hombros. Luego dirigió una mirada hacia la ventana, donde el viento seguía rugiendo, y agregó:- Mejor será que la llames y le digas que no puedes ir.
Lydia miró la ventana también y lo pensó un momento. ¿Recorrer la enorme distancia que separaba su casa de la de Bertha para darle un cuaderno? No sonaba muy divertido.
Además tendría que ir en su bicicleta... exponiéndose a que una lluvia torrencial la... (¿importunara?) a mitad de camino. Y el día estaba tan gris y no habría nadie fuera, todo el lugar estaría oscuro y solitario y... Y De repente la idea empezó a agradarle bastante. Bueno, es que ella tenía gustos un poco especiales. Sería excelente oportunidad para fotografiar paisajes sombríos.
-Voy a buscar el cuaderno y llevárselo hoy. – anunció, al tiempo que se arrimaba al costado de la cama, bajaba las piernas y se ponía de pie.
-¡Lydia!, no puedes... – empezó a protestar su padre, pero en ese momento una chillona voz femenina se hizo oír desde el piso de abajo:
-¡Charles! ¡Charles! ¡Baja ya mismo!
Esta vez, Lydia pudo estar segura de que su padre había tenido un escalofrío.
-Será mejor que -– empezó a decir el hombre, pero volvió a ser interrumpido-
-¡Ya mismo, te dije! – Volvió a gritar Delia-
Charles dejo escapar un suspiro y salió de la habitación lo más rápido que pudo.
Y Lydia sonrió. A veces su madrastra, a pesar de ser uno de los seres más insoportables del planeta, podía resultar muy útil.
Lydia caminó hasta su ropero en busca de algo apropiado para usar ese día. Tenía que ser algo colorido (bueno, lo más colorido posible dentro de lo que podía encontrar entre sus prendas), pues en un día así de gris e incoloro, la mejor idea era resaltar. Incluso así podría sacarse un par de fotos a sí misma.
Creo que esto servirá, pensó Lydia, al encontrar el llamativo poncho rojo, diseñado de manera que las líneas negras sobre él emulaban los hilos de una telaraña. Recordó la ocasión en que lo había visto en una tienda de lo más extraña, en Nueva York. Sin pensarlo dos segundos, y totalmente fascinada, lo compró. Por alguna razón, rara vez lo usaba, (quizá el color negro la hacía sentirse más cómoda), pero hoy parecía un buen día para vestirlo. Sacó del closet una remera y un pantalón negros, y sus botas preferidas. Sí, con eso bastaba. Se cambió rápidamente y encima del conjunto se puso el pocho rojo.
Se aplicó maquillaje y, mientras se ponía unos guantes negros sin dedos en las manos, miró su reflejo en el espejo con complacencia. Se veía bien. Bueno, al menos, lo mejor que podía verse ella. Y eso era suficiente.
Una vez hubo encontrado su mochila y metido su cámara dentro, se dirigió al ático con paso veloz. Tenía que encontrar ese cuaderno y largarse de la casa antes de que su padre estuviera libre de... de lo que sea que Delia le estaba pidiendo ahora.
No le costó mucho hallar lo que buscaba en el polvoso ático. El cuaderno de tapas anaranjadas era definitivamente fácil de distinguir. El problema era que estaba apoyado sobre un estante muy alto. Y Lydia no era exactamente alta. Bertha sí. Pero, ¿Qué necesidad había tenido de dejarlo allí arriba? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? Lydia suspiró y dejó vagar sus ojos por el desordenado lugar, buscando algo sobre lo que poder subirse para alcanzar el cuaderno. Arrastró una silla cerca del estante. Pero aun estando trepada sobre la sillita, le costó muchísimo lograr que su mano alcanzara a tocar las tapas anaranjadas y empezó a preguntarse si realmente era posible que Bertha hubiese dejado el cuaderno allí. Es decir, Bertha era definitivamente alta, pero tampoco para tanto...
Entonces Lydia por fin logró agarrar una de las tapas, pero al tirar de ella pasaron varias cosas al mismo tiempo: El cuaderno se cayó; todos los papeles que estaban debajo de éste lo siguieron en su camino al suelo; Lydia pisó mal la silla, ésta se desestabilizó y... Lydia también se cayó. Y se dio un buen golpe en la cabeza, debo agregar.
Dolorida y algo en shock por la rapidez en que todo había pasado, se quedó acostada boca arriba en el suelo por unos momentos, observando cómo un último papel caía del estante. Y este papel, curiosamente, fue a parar a su rostro.
Lydia dejó escapar un largo suspiro y, agarrando el papel con cuidado, lo alejó de su rostro lo suficiente para poder leer el extraño anuncio siguiente:
"¿Atormentado por los vivos?
¿Es la muerte el problema y no la solución?
¿Infeliz con la eternidad?
¡Necesita al único bioexorcista en el negocio!
LLÁMELO:
Beetlejuice
Beetlejuice
Beetlejuice!"
ATENCIÓN!: Bien, ese fue el primer capítulo y calculo que tomara uno o dos más para que esta mini-fic termine. Aunque, si a nadie le interesa (y sospecho que va a ser difícil que alguien llegue a ver este fic, considerando lo olvidada que está la sección de Beetlejuice en español), bueno, como decía, si a nadie le interesa, lo dejo acá numas :P Así que... si quieren saber cómo sigue... REVIEW!
Desde ya, gracias si alguien lo lee =)
Saludos!
