Disclaimer: Nada en el universo de Harry Potter es de mi propiedad.

Aviso: Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2014" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

Alguna persona sin nombre ni rostro me pidió lo siguiente: "Lav-Lav y Parvati tienen una lista y el resto es cosa tuya". ¿En serio? Pues tengo una sorpresa para mi AI con este fic. Espero que le guste, porque si no… ya veré qué hacer XD.

Advertencia: Este fic contiene femslash, es decir, romance entre dos chicas. Si te sientes incómodo con esta clase de parejas o no es de tu agrado, cierra la ventana de tu explorador y ponte a llorar porque no podrás disfrutar de la historia. Avisados quedan. :P

Nota del Autor: No estoy seguro de esto, pero creo que Lavender fue asesinada por Greyback. Si eso es cierto, entonces este fic no considera ese hecho. Ni decir que éste es mi primer longfic. Deséenme suerte, o crucifíquenme según sea el caso.


Sobre un trozo deteriorado de pergamino
Acto I: El acuerdo

La situación de Lavender Brown era muy crítica y aquello le causaba muchos problemas con su entorno más cercano. Un cáncer muggle era una enfermedad complicada aun para la medicina mágica, pero un cáncer de origen mágico era una auténtica pesadilla pues aquella enfermedad tenía complicaciones impredecibles y los pacientes jamás mostraban los mismos síntomas pese a que tenían la misma enfermedad.

Nadie sabía cómo Lavender había caído enferma pero los síntomas comenzaron a aparecer un par de años después del término de la Segunda Guerra, mientras ella postulaba a un trabajo como clarividente en jefe de la Oficina de Predicción de Crímenes del Departamento de Seguridad Mágica. Ella tenía muchas ventajas por sobre los demás candidatos para obtener el puesto y un día sólo tenía que presentarse en el Ministerio de la Magia para comenzar el proceso de contratación, cuando ocurrió lo impensable.

Lavender se vino abajo mientras caminaba por el Atrio, rodeada de una miríada de funcionarios del Ministerio. Sus papeles se diseminaron por el piso, alrededor de ella, quien sufría de violentas convulsiones, como si ella fuese un títere controlado por una persona con Parkinson. Varios funcionarios reaccionaron después del impacto que suponía ver a alguien actuando de esa manera y la llevaron a San Mungo.

Los sanadores tardaron seis meses en diagnosticar lo que tenía y no lo habrían hecho de no ser por la llegada de una nueva sanadora al hospital que había hecho un posgrado en medicina de diagnóstico. Sin ella, Lavender estaría muerta hace mucho, pero el cáncer ya llevaba mucho tiempo en desarrollo y se trataba de una variante muy agresiva y se temía una falla general de su organismo en cualquier minuto.

También resultaba que esta nueva sanadora era la mejor amiga de Lavender Brown.

Parvati Patil, pese a que tenía muchos dones para la adivinación, la guerra le hizo ver que uno de los mayores sufrimientos de la especie humana era la falta de salud. Las heridas y las enfermedades segaban millones de vidas por año y la guerra fue una especie de paradigma para ella. Entendió que la adivinación no le sería muy útil si quería contribuir con su granito de arena al mundo mágico. De ese modo, tras salir de Hogwarts, Parvati se dedicó a estudiar medicina mágica y a los dos años ya tenía su posgrado en medicina de diagnóstico. Su meta con ello era detectar enfermedades antes que pudiesen provocar daños irreversibles en las personas.

Y hasta unos días atrás, lo había logrado.

Aunque no fue culpa de ella que hubiese llegado tan tarde para diagnosticar a su amiga, Parvati se sentía muy responsable de Lavender, como si no hubiera hecho bien su trabajo. Y por mucho que Lavender le dijera que se despreocupara del asunto, que la tardanza en el diagnóstico pasaba por la inexperiencia de otras personas, Parvati no cejaba en su pensamiento. Y eso que ella no era particularmente tozuda.

Un día de abril, el cielo amaneció con un gris muy denso, algo raro porque en Inglaterra rondaba el aire primaveral. Parvati entró a San Mungo y registró la entrada a su turno, sintiéndose exhausta pese a lo bien que durmió anoche. En otras circunstancias no habría podido dormir como un angelito por el calvario que pasaba su mejor amiga, pero un par de tazas de poción para dormir bastaba para enviar los malos pensamientos a la parte de atrás de su conciencia, donde no molestarían hasta el día siguiente. Parvati tenía un problema con el sueño; la Segunda Guerra fue un suceso impactante para ella y ver tantas personas heridas, ensangrentadas, mutiladas y asesinadas fue demasiado para su psique. Todas las noches desde que terminó aquella sinfonía de muerte y destrucción, soñaba con brazos, piernas, cabezas, sangre, alaridos de dolor y gritos de angustia, y despertaba en medio de la madrugada entre sudores fríos y respiraciones agitadas. Y casi siempre las lágrimas la acompañaban en aquellas tormentosas vigilias.

Irónicamente fue otro sanador quien le recomendó el remedio que empleaba para combatir los malos sueños y dormir tranquila.

Parvati ingirió un desayuno frugal antes de entrar en la sala en la que Lavender descansaba. No era necesario que ella estuviese hospitalizada porque los síntomas no eran crónicos y podían manifestarse de forma muy esporádica, pero cuando lo hacían, los resultados eran calamitosos. Y las convulsiones, por muy terribles que fuesen o por muy desconcertantes que se viesen, no representaban los peores síntomas.

Lavender estaba despierta cuando Parvati entró en la sala. Lucía muy entera y compuesta cuando la sanadora de diagnóstico hizo acto de presencia. Parvati admiraba a su amiga por la forma en que lidiaba con el asunto de la guerra; mientras ella tenía que recurrir a brebajes para conciliar el sueño, Lavender prefirió darle la espalda a los malos recuerdos y dedicarse a contribuir para que semejante carnaval de sangre no ocurriera de nuevo. Antes de la guerra, quien reposaba en la cama no tenía un carácter particularmente fuerte, sino todo lo contrario; ella era emocionalmente volátil y se tomaba muy a pecho las decepciones amorosas. La guerra la cambió por completo; de ser una chica como las demás, pasó a ser una persona con un carácter como esculpido en piedra y casi no derramaba lágrimas por alguna cosa que fuera especialmente conmovedora.

—¿Te sientes mejor?

Lavender asintió brevemente mientras tomaba una bandeja con lo que restaba del desayuno e ingería un pan de aspecto rancio. No pareció importarle.

—Uf, la recaída de ayer fue terrible —respondió la paciente como si hablara del tiempo para mañana—. Este maldito cáncer me enerva bastante.

—Hablas como si tu enfermedad fuese un animal bastante cargante —dijo Parvati con una mezcla de admiración y susto.

—Bueno, en cierta manera lo es —repuso Lavender con una pequeña carcajada—. Oye Parvati. Tengo algo que mostrarte.

—¿Qué es?

Lavender se ladeó para abrir el cajón del velador y extrajo un trozo muy deteriorado de pergamino, como si hubiera sido sumergido en agua varias veces. En ella había una especie de lista, garrapateada con una caligrafía casi ilegible, pero que al menos se podían adivinar las palabras. La tinta lucía corrida. El escrito tenía por título: "Diez locuras que cometer antes de morir".

—¡Por Merlín! —chilló Parvati cuando vio el trozo de pergamino—. ¡Recuerdo eso! ¡Nosotros hicimos esa lista como una tarea descartada de Adivinación!

Lavender soltó una risa que podría hacer pensar que no tenía ninguna enfermedad pesando sobre ella.

—Recuerdo que teníamos la bola de cristal delante de nosotras y veíamos cosas y las anotábamos en ese pergamino. Poníamos cualquier tontería y casi la presentamos como tarea hasta que nos dimos cuenta de lo estúpido que sonaba todo el asunto. ¡Creí que habíamos tirado el pergamino a la chimenea de la Sala Común!

—Teníamos esa intención —añadió Parvati, sintiéndose de repente como una colegiala otra vez—, pero parece que se me cayó en el lavabo de las chicas después de una clase de Encantamientos.

—Bueno, eso explica por qué está en este lamentable estado.

—¿Y por qué me muestras esto? ¿Estás pensando en algo?

Lavender mostró una sonrisa misteriosa.

—Oh no.

—¿Qué?

—¿No estarás pensando en realizar las cosas de la lista? —inquirió Parvati, desconcertada.

—¿Por qué no? Según tu último informe médico, mi pronóstico es incierto. Podría morir mañana o en un mes más. No quiero desaprovechar mi oportunidad de hacer cosas aberrantes antes de irme. Y quiero que tú seas mi cómplice.

—¿Yo? Lavender, tengo trabajo en el hospital. No podría hacerlo.

—Pide un permiso administrativo —sugirió Lavender, repentinamente emocionada con la idea de cumplir con las locuras de su lista—. Ya llevas aquí más de dos meses. Tienes derecho a pedir una semana.

—Pero…

—Pero nada Parvati. Mañana me dan de alta provisoria y tú vendrás conmigo. ¡Piénsalo! ¿Qué podrías perder? Imagina que te queda una semana de vida. ¿Qué harías para aprovechar al máximo tus últimos días?

Aquella era una buena pregunta. Parvati no supo qué responder por varios minutos, durante los cuales se ocupó en revisar el equipo médico, comprobar que los diversos brebajes que debía beber Lavender para que se mejorar fueron administrados correctamente y revisar si había algún patógeno mágico en la sala. Finalmente, cuando Parvati hubo cumplido con sus quehaceres matutinos, al menos en lo que respectaba a Lavender, tuvo una respuesta.

—Espérame mañana en el vestíbulo a las seis.


Nota del Autor: No estoy seguro si debería introducir femslash en la historia, pero como me dijiste "y el resto es cosa tuya", bueno, creo que quisiste decir "lo que mi imaginación quiera". Y como a mí me gusta el femslash y las parejas poco usuales, quería entregar algo que te complaciera a ti y a mí a la vez. En cuanto al femslash, seré lo más sutil posible con eso y, si en el caso que introdujera alguna que otra escena sexual, trataré de hacerla lo más implícita posible porque aborrezco las escenas muy gráficas o que desbordan detalles a mí entender innecesarios para retratar una escena de amor que conmueva.

Muy pronto tendré el segundo capítulo de esta historia. Y como dicta el cliché, espero que te guste.

Un saludo.