Disclaimer: Solo me pertenece la idea y los recursos para llevarla al papel, en este caso, al documento.

Bueno, sí, lo confieso, no he podido resistirme a publicar este primer capitulo de mi nuevo fic. Y sí, lo sé, ya tengo muchos abiertos xD Pero no pienso publicar de este hasta que termine los demás. Dejemoslo como... una muestra.

Os dejo varias explicaciones:

Este fic no es como los demás que he hecho. Se me ocurrió un día, pensando en una Lovett adolescente (o casi) enamorada de un hombre bastante mayor que ella, y debido a las hormonas, miente al Sr. Todd. Bien, hasta ahi todo claro. Cabe aclarar que se me ocurrió el día de Halloween del año pasado (2008), cuando pensando en ésta idea vi la película y me lleve una gran decepción al ver que, efectivamente, eso era más o menos lo que pasaba en la película, que la Sra. Lovett era muy egoísta.

Así que para este fic, he cambiado algunas cosas. Sigue la línea argumental de la película, pero con algunos cambios que no pienso desvelar. He pretendido darle al Sr. Todd un carácter diferente, así que hay un poco (poquísimo) OC por parte de ambos. En la película, Todd es un hombre gruñón, que no hace otra cosa que pasarse el día en al silla pensando y gruñendo, apenas comunicandose. Pero hace poco he visto Sweeney Todd Director's Cut BBC 2006 (que podéis encontrar en el blog), en la que se le veía como un hombre que piensa, y eso quiero plasmar. Normalmente, cuando escribimos sobre él, no podemos escribir, porque siempre es el mismo enfoque. Pretendo darle una mente, que se mueva, piense, hable, pero sin salirse de su venganza, guardando todo su carácter y dándole otra forma.

Mientras que la Sra. Lovett es un poco más alocada, más viva. También, como no, he "fickeado" esto, así que ella guarda un gran secreto que no le puede contar al Sr. Todd por algo que se verá más adelante.

Sigue la línea argumental desde después de "My Friends" hasta justo después de "A Little Priest" y a partir de ahí cambia todo. También he querido rellenar las lagunas existentes de la película contestando a preguntas como: ¿Qué pasó después de darle sus navajas? (Suponiendo que fuese de noche) ¿Cómo encontró las fotos y el retrato? ¿Qué pasó desde que le da las navajas hasta que le lleva al mercado? Y algunas más qué iré contestando durante la marcha.

Y ahora, para no daros más la chapa, el capitulo xD (No sé si se me olvida algo, así que iré editando si eso)


Antinatural, Imposible contarle la verdad.


Era una fría noche de Marzo. Las calles estaban prácticamente vacías, y la mayoría de la gente empezaba a irse a dormir.

Una mujer, una de los protagonistas de esta historia, se sentó en su cama, suspirando. Aquél primer día había estado lleno de emociones, de sentimientos encontrados, de personas encontradas. Había encontrado al hombre que ella amaba, o mejor dicho, él la había encontrado a ella, justo en el momento en el que entró por la puerta de su puerta. ¿Y qué había hecho ella? Tratarle como a un cliente más. Y eso se debía a que hacía meses que no veía uno, el hambre podía con ella y solo pensaba en llevarse algo a la boca. Pero en cuanto escuchó su voz... Sí, ella supo quién era. Desde el momento en el cual preguntó por la antigua habitación, se dio cuenta de que aquél hombre, o sabía más de lo que aparentaba o no era de allí, y había acertado en las dos. Pero por mucho que le amara no podía contárselo todo. No podía contarle lo de Lucy. No podía contarle lo del Juez Turpin. Si lo hacía… Si lo hacía la mataría al instante, y aunque no podía echárselo en cara, se llevó una mano al cuello inconscientemente y tragó hondo. Simplemente no podía.

La verdad era demasiado dolorosa, incluso para ella. Desde el primer momento, desde que empezó la historia, desde que pronunció el primer "Poor Thing" , supo que iba a mentir, y supo que le iba a doler. Y su amor por él era algo insano, antinatural, y algo imposible. Era todo tan simple y tan complicado a la vez, que muchas veces se preguntó por qué había tenido que ir a enamorarse de ese hombre en concreto con la de miles que había en el mundo.

Suspiró frustrada, empezando a desabrocharse el apretado corsé que –esperaba- sería totalmente innecesario a partir de esa noche.

Se sacó el montón de capas que era su ropa pensando en algo. Acababa de ocurrírsele que podría llevarle el Jueves al mercado, donde el Sr. Todd–antiguamente Barker- podría desafiar al vendedor ambulante -"mejor barbero de Londres"- en frente a St. Dunstan's.

Ya vestida con el camisón y la bata, cogió el cepillo y empezó el ritual que era irse a la cama. No tenía dinero suficiente para lavarse el pelo más que una vez al año, como todos los pobres de aquella ciudad. Ella ansiaba subir de categoría. Si solo su padre no la hubiera echado de la mansión, tal vez ahora no estaría viviendo aquella especie de "pesadilla" y "sueño hecho realidad", tendría dinero y una chuleta que llevarse a la boca cada día.

Dos horas y media después estaba tumbándose en su cama. No había tenido el valor de llorar, de hacerse la mártir. No tenía derecho después de todo. Ni siquiera le mintió así a su querido Albert. Claro, que no tenía por qué hacerlo, Albert era demasiado manso para ello.

Pero Dios, no podía evitar amar a ese hombre. Y ese hombre llevaba 25 años sin ver a su esposa, la cual hacía competencia. Y ella odiaba a Lucy. Incluso el Juez la amaba. ¡Incluso Albert estuvo obsesionado con ella! E, igual que antes, era antinatural odiarla, siendo ella… quien era. El Sr. Todd debió sufrir de lo lindo en la cárcel, rodeado de todos aquellos presos, sin descansar apenas. Y seguramente pensando todos los segundos, minutos, horas del día en su "linda Lucy", en su Sol particular. La Sra. Lovett pensó que esa podría ser la posible razón de la cana que nacía en su negra cabellera.

-¿Sra. Lovett? –llamó el recién llegado barbero a su puerta. Tuvo suerte de que ella estuviera despierta, aunque tenía el sueño muy ligero, una se acostumbra a dormir con una mole de 3 toneladas al lado cada noche. Aunque claro, ahora Albert estaba muerto-. ¿Está despierta?

-Sí, Sr. Todd. Ahora salgo –dijo levantándose de la cama. ¿Podría notar el atormentado hombre el miedo que provocaba en ella? ¿Y la culpabilidad?

-No hace falta. Solo dígame donde están las mantas. Yo las cogeré.

La Sra. Lovett se dio con la mano en la cabeza.

-Espere, ahora mismo voy. Se me ha debido olvidar hacerle la cama.

-Está bien –contestaron al otro lado de la puerta.

Se enfundó en su bata -con el cinto bien prieto y el cabello suelto- y salió finalmente al exterior, bajando las escaleras que daban a la sala lentamente. El hombre la esperaba sentado en el sofá, mirando el fuego inexistente con una expresión de dolor tal que hizo a la Sra. Lovett temblar. Simplemente no podía decírselo.

-Vamos, querido –susurró, intentando que pareciese un bostezo su voz miedica.

Él no respondió, solo la siguió hasta su antigua barbería. Ambos temblaron cuando entraron en la oscura habitación. Los años habían hecho mella en el lugar. Y el tiempo había provocado grietas en las paredes, creando corrientes de aire. Ella se sintió culpable por ello. Estaba todo lleno de polvo, aunque había pisadas por el suelo y marcas de manos en una tabla marcada.

La cuna aún seguía en su sitio, pero la pequeña tela que cubría el lugar había sido quitada, para dejar ver una muñeca maltrecha y con la pintura corrida. Aquello llenó sus ojos de lágrimas. Ella nunca había conocido a su madre, y su madre nunca le había regalado una muñeca de trapo con la que jugar.

-Sra. Lovett –llamó impaciente el Sr. Todd.

-Sí, perdone –respondió, conteniendo las lágrimas.

Salió al balcón donde estaban las escaleras, y sin bajar, se metió a la habitación contigua, donde le habían dicho antes de obtener la casa que estaba la habitación del hombre y su mujer.

Se acercó al armario de la esquina y cogió un par de mantas y sábanas, salió cargada con ellas al balcón, donde el Sr. Todd la interceptó.

-Déjeme ayudarla –y sin recibir respuesta cogió todo lo que cargaba.

Simplemente no podía hacerle aquello, no podía decirle la verdad y causarle daño. Se moriría si le viera sufrir, si él se enteraba de toda la verdad, posiblemente sería su final, el de ella, y el de él, al lado de aquella rubia-loca. Sobre todo si ella no sabía dónde estaba –aunque tampoco lo deseaba lo más mínimo-.

-¿Va a quedarse ahí parada toda la noche? –gruñó.

-No, señor –y volvió a entrar para coger una almohada.

Con la ayuda del cada vez más gruñón Sr. Todd, consiguió ponerle en orden todas las ropas de cama. Suspiró por última vez en aquella noche y se dispuso a retirarse, pero la mano de él se posó sin previo aviso en su abrazo, haciéndola retroceder.

-¿Hay algo que no me haya contado, Sra. Lovett? –preguntó entre dientes.

-No, señor –tembló. La había descubierto. Este sería su final. La interrogaría, y ella le contaría toda la verdad, no sería capaz de decirle un simple "no" a aquél hombre, ni de contarle tan siquiera una mentira más.

-Está muy nerviosa esta noche. ¿Está segura? –tragó hondo y carraspeó, haciendo tiempo mientras buscaba una buena excusa.

-No todos los días se ven fantasmas de hace 25 años, señor… -contestó, intentando sonar sincera.

-Eso espero, no tolero ni a los mentirosos, ni a los traidores, Sra. Lovett –susurró amenazadoramente. Ella volvió a tragar saliva.

-Lo tendré en cuenta, señor –contestó tan ligeramente como pudo, pensando que ya tenía un pie en la tumba-. ¿Puedo retirarme?

-Por supuesto –la soltó. Ella casi corrió a la puerta-. Aunque mañana me gustaría saber sobre usted –ella se congeló en la puerta-. Como esperará, no pienso fiarme de la primera que me ofrezca un techo bajo el cual dormir, y mucho menos, de alguien a la cual no conozco de nada, ¿verdad?

-Supongo que no, Sr. Todd –dijo dándose lentamente la vuelta.

-Supone bien. Buenas noches, Sra. Lovett –y con un gesto de la mano, indicó que podía irse. Ella exhaló todo el aire que había contenido y dejó la tienda.

Bajó a todo correr las escaleras, intentando escapar del frío. Ahora no tenía un pie en la tumba, ahora tenía los dos. Solo le faltaba el empujoncito. Sentía que el corazón se le saldría por la boca. Si él se enteraba… si él se enteraba de su pasado… no quería saber a qué sería capaz de llegar. Corrió a la sala, cogió un vaso y la botella de ginebra. Se echó un poco y tomó un trago, notando como bajaba la ansiedad.

Suspiró cuando su corazón bajó su ritmo y volvió a beber. Se odiaba a si misma por ser una alcohólica, no tanto como para pensar solo en beber, pero si para encontrarse con resaca al menos una vez a la semana, y aquella era otra de las muchas razones por la cual no tenía dinero suficiente para comer.

Y aquél sería uno de aquellos días…