Nota de la autora: Sí, sé que ya pasó el cumpleaños de los Ninis pero no tuve tiempo hasta ahora para escribir estos drabbles, que por cierto, son los primeros que hago ya que me cuesta escribir historias en menos de 500 palabras. Pero la prisa me exigió hacerlo.


Primer regalo

Osomatsu había despertado la mañana de su cumpleaños como un día normal como cualquier otro. ¿Quién iba a festejar que a sus casi 30 años seguía siendo virgen? Solo pajamatsu.

Decidió salir a caminar.

En la calle con las manos en los bolsillos vio que la persona delante de él se le cayó su cartera, la tomó para devolvérsela. Al acercarse reconoció la voz y esa sonrisa de Tougou frente a él.

Fue jalado del brazo para ser arrastrado a un callejón oscuro. Cerró los ojos cuando Tougou le puso un cuchillo frente a su cuello, con el cual lo rozaba.

Irónico morir el día que naciste.

Dejó de sentir el arma, abrió un ojo lentamente esperando ver a su secuestrador muerto ante sus pies… pero su sorpresa fue hallarlo con un pequeño pastel con su vela y una gran sonrisa.

–Feliz cumpleaños Osomatsu-kun -dijo una frase tan inesperada- he escapado por hoy, pide un deseo antes que me atrapen.

–¿No morir en tus manos? -Sonrió posando su dedo índice sobre sus labios de forma nerviosa.

–No hoy -respondió con su sonrisa colocando su mano sobre el hombro contrario-. Felicidades mi niño –le beso su mejilla para Tougou, Osomatsu siempre será un niño.

El mismo niño que golpeo e intento llevarse.

Osomatsu no sabía cómo aceptar aquel detalle sin embargo un impulso hizo que se apodere de los labios del mayor con desesperación agarrándose del cuello rígido. Dejó caer el pastel para tocar al más joven debajo de sus ropas.

Comenzó a masturbarle mientras que el rojizo gemía contra su boca que mordía y besa con la lengua.

La primera embestida se vino sin avisar, sin prepararlo. ¿Pero que podía hacer? Tougou siempre ha sido brusco con él, eso nunca cambiará.

Estaba sintiendo como su virginidad se perdía junto con la longitividad del mayor en su profundo interior.

Mordidas en su cuello pondrán envidiosos a sus hermanos.

El semen en su interior le recordó que no probó el relleno del pastel pero sí de este puesto que se puso a lamer el pene de Tougou para limpiarlo. El mayor lamía el semen entre sus manos producto de la ordeñada que le dio al otro.

Se separaron por diferentes caminos sabiendo que se iban a encontrar otra vez.

Osomatsu lucía feliz porque había perdido su virginidad en su cumpleaños con la persona menos inesperada. Ese sí era un buen regalo.