Este fic participa en el reto "Viñetas de emociones" para el foro En una tierra mítica y en una época mágica.
Disclaimer: Nada que se reconozca me pertenece, pertenece a la serie Merlín de la BBC.
1. ADMIRACIÓN
—Merlín, rápido, pásame la infusión de mentrasto; hay que bajarle rápido la fiebre a este hombre.
Durante unos instantes el joven mago se quedó paralizado. Como ayudante del galeno de la corte había visto muchos enfermos, algunos de los cuales estaban tan graves que acababan muriendo a pesar de los tratamientos del médico, así que eso no era lo que le había impresionado. Pese a su corta edad, ya estaba acostumbrado.
Sin embargo, mientras contemplaba al anciano hombre de largos cabellos plateados trabajar con energía se dio cuenta de que acababa de descubrir algo que ya sabía desde hacía tiempo, pero de lo que no había sido plenamente consciente hasta aquel momento.
La sabiduría de Gaius había estado siempre más allá de ninguna duda, tenía amplios conocimientos de todos los campos y hasta el mismísimo rey tenía muy en cuenta sus opiniones. Podía recordar con cariño cómo ello le había servido incluso para convertirse en un hombre libre.
También pensaba en las muchas horas que había pasado con su viejo amigo estudiando sus muchos libros de medicina, anatomía e historia. Cómo, pese a que había cosas que se le resistían, Gaius no perdía la paciencia y se lo explicaba una y otra vez hasta que lo terminaba comprendiendo. No dejaba de sorprenderse al ver cuántos conocimientos albergaba la gran mente del galeno y se sentía sobrecogido al comprender que él nunca alcanzaría tal sabiduría.
Así mismo, su bondad y amabilidad habían sido demostradas con creces. Seguía maravillado al pensar que aquel hombre que no le conocía en absoluto le había aceptado bajo su techo ofreciéndole un hogar, había guardado su secreto poniendo en riesgo su propio bienestar y le había protegido de todo y todos sin importar el precio.
Recordó aquella vez en la que hizo un largo y solitario viaje para ofrecer su vida a Nimueh, temeroso de que el joven mago se sacrificara para salvar a su madre. O aquella en la que se entregó al cazador de brujas para alejar sus malvados ojos de Merlín, condenándose a sí mismo a morir en la hoguera.
Apreciaba a aquel hombre con todo su corazón, pues empezó siendo su maestro, le trataba como un fiel amigo y se acabó comportando como un padre para él.
—Venga, Merlín, no hay tiempo para quedarse atontado —urgió Gaius.
Y el joven de ojos azules por fin reaccionó y se dispuso a preparar lo que se le había pedido mientras observaba al anciano mezclar hierbas con sales y machacarlas con la precisión y rapidez conseguidas a lo largo de muchos años de prácticas.
Gaius era un hombre mayor, a veces le costaba levantarse de la cama y sus viejos huesos le solían dar más problemas de los deseados. Pero era en esos momentos, en los que alguien necesitaba sus cuidados cuando cambiaba. Ya no era el anciano Gaius, era Gaius, el médico. Desaparecían todos los achaques debidos a la edad y todos los dolores, al menos durante un tiempo. Rejuvenecía veinte o treinta años y se movía como un hombre mucho más joven. Si una vida dependía de él lo daba todo, algo tan simple como su propia edad no iba a impedir dar lo mejor de él.
Merlín ya sabía todo eso, pero fue en aquel momento, viéndole trabajar como le veía todos los días, cuando se quedó sobrecogido. Gaius tenía los conocimientos para salvar vidas y tenía la voluntad de querer salvarlas. Pero eso no era todo lo que se necesitaba. Era capaz de trabajar bajo presión, con una entereza y una claridad mental envidiables. Ya habría tiempo de llorar después, lo importante era en el momento clave no perder la cabeza y pensar con lógica. Así podía evaluar los daños que veía, los riesgos y los beneficios de cada tratamiento para decidir finalmente cómo actuar.
Y eso era algo que Merlín no había valorado hasta ese momento, algo que sabía que él no tenía, pero que necesitaba. Se dio cuenta de lo importante que sería conseguir esa actitud si quería mantener a Arturo a salvo de todo peligro. Su anciano maestro le había enseñado algo nuevo, una vez más.
Puede que él hubiese nacido como el mago más poderoso de todos los tiempos y con sus nobles hazañas había conseguido el respeto de muchos poderosos aliados. Sin embargo, fue en ese momento en el que se dio cuenta de que él no habría conseguido ser lo que era sin su maestro, su amigo, su padre. Y que nadie merecía ser más admirado que Gaius, que con su sabiduría, su bondad y su amor había conseguido que un joven mago atemorizado por que se descubriera su inmenso poder se convirtiera en un valiente joven dispuesto a luchar por cumplir su destino.
Merlín avanzó con una sonrisa en los labios mientras le acercaba al galeno la infusión que ya había preparado. Asintió satisfecho de haber conocido a aquel hombre, lleno de admiración.
