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CAPÍTULO 1: Sweet Seventeen?

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- No me gusta.

- Sí, eso ya lo has dicho. Lo que quiero saber es por qué no te gusta.

- No hay ninguna razón en concreto. Simplemente, no me gusta – Respondió el pequeño teclista de Bad Luck, cruzando los brazos encima de su pecho y poniendo esa expresión de principito que está siendo condescendiente con la plebe que tanto irritaba a sus compañeros.

- A ver Suguru, cariño, corazón, ricura. . . – Dijo Hiro, con retintín. Se estaba empezando a cansar, y no pensaba consentirle al chaval más tonterías – . . . ya que no estás haciendo una crítica constructiva, dinos¿eres capaz de aportar tú algo mejor?

- Yo no soy el letrista – Contestó el otro, siguiendo con su tonito de perdonavidas. El tema de la discusión era el estribillo que Shuichi les acababa de proponer para su nuevo sencillo.

- Bueno, pues si no vas a escribir tú las letras, te aguantas con lo que hay, hn – Y Shuichi, que ya llevaba un buen rato aguantándose la indignación de ver despreciado su trabajo, se enfurruñó. Que ya estaba bien, hombre. Habían tenido exactamente el mismo diálogo de sordos dos días antes, cuando les presentó la primera versión de la letra que había escrito, y que tampoco había sido del agrado del pequeñajo.

- Vale, pues como veo cuánto se valora aquí mi opinión, me marcho y no os molesto más – Dicho esto, recogió sus cosas y, con un gesto entre la desgana y el fastidio, puso rumbo hacia la puerta – Ala, os dejo que sigáis "creando".

Cerró la puerta tras de sí, dejando a sus compañeros desconcertados y, por qué no decirlo, sintiéndose algo incómodos. No era normal que Suguru abandonara una discusión así como así, sobre todo si se trataba de un asunto referente al trabajo. Mucho menos normal era que se ninguneara a sí mismo, poniéndose voluntariamente por debajo de los otros dos miembros del grupo, como si él no pintara nada.

- ¿Qué le pasa a este? – Preguntó Hiro.

- No tengo ni idea, pero lleva unos días que no hay quién le aguante. Se queja por todo y luego se hace la víctima si le llevas la contraria. Me están entrando unas ganas de meterle un guantazo con la mano abierta. . .

- Bueno, bueno, no empecemos. Antes de ponernos violentos creo que deberíamos enterarnos de qué le pasa porque, incluso dentro de lo repelente que puede llegar a ser Suguru, esto tampoco es que sea normal.

- Ya. . . – Shu se sentía ahora un poco culpable. Él también se había dado cuenta de que algo no iba bien con Suguru, y se había llegado a preocupar un poco por él, pero es que le ponía tan, tan nervioso. . . – Pero es que ayer le pregunté si estaba bien, y el muy estúpido me contestó. . . – Entonces Shuichi puso cara de Suguru, que consistía en arrugar la nariz como si hubiera algo en la habitación que oliese mal y en mirar a Hiro por encima del hombro – "Bah, como si le importara a alguien." La verdad, muchas ganas de hablar con él no me quedaron.

- Sí, me imagino la escena. . . Bueno, ya sabes cómo es ese con sus asuntos, que nunca quiere contar nada. Pero ya sé dónde debemos preguntar – Añadió Hiro, guiñándole un ojo a su amigo.

- ¿Uh? – Shuichi, por supuesto, no se había enterado de nada. Aquello de dónde debemos preguntar había producido en su mente la imagen de una especie de mostrador de información, donde una azafata vestida con un uniforme azul marino, sombrerito incluido, respondería amablemente a sus preguntas sobre los problemas de Suggy-chan. Pero. . . eso no podía ser¿verdad?

- Anda, sígueme – Dijo Hiro, con exasperación, y le cogió del brazo para sacarlo del box. Shu-chan había puesto esa cara que él ya conocía tan bien. La que ponía siempre que se quedaba encallado en algún punto de a conversación, esa cara de estar haciendo un esfuerzo supremo por comprender algo que se le había escapado pero que, sorprendentemente, parecía estar muy claro para todos los demás. Irían más rápidos si se dejaba de explicaciones e iban directamente en busca de la solución.

-.-.-

"¡Ah, qué hermoso día! Brilla el sol, los pajaritos cantan, mi traje nuevo es una preciosidad y los discos se venden, se venden, se venden." Esto pensaba el presidente de NG Records, sentado en el trono desde donde dirigía su empresa, feliz como una perdiz.

- Seguchi-kun, Shindo-san y Nakano-san desean verle.

- Oh, que pasen, que pasen – "Qué chico tan agradable este Nakano" No, Shuichi no le parece agradable.

- Con permiso, Seguchi-kun. . . – Dijo la cabeza de Hiro, asomando por la puerta.

- Pasad, chicos, pasad y sentaos.

Los chicos obedecieron, no sin cierto temor. No les gustaba mucho entrar en el despacho de su jefe y, generalmente, intentaban evitarlo siempre que fuera posible. Las mejores y las peores noticias que habían recibido como músicos las habían escuchado en aquel despacho. Además, la persona de Seguchi les resultaba inquietante a los dos. Al principio también les ponía nerviosos, pero por ser alguien muy importante, con mucho poder, y por ser un miembro de Nittle Grasper. Ahora era por causas muy distintas. A Hiro le disgustaba porque ya había descubierto, sin que quedara ningún lugar a dudas, que la cara de ángel de su jefe no era más que una fachada (Después del tiempo que llevaba trabajando para él, ya era del todo consciente de hasta dónde era capaz de llegar Seguchi para conseguir lo que quería), y a él nunca le había gustado la gente con dos caras. A Shuichi le intimidaba por. . . Bueno, sobran las palabras. Y sin embargo, ninguno de los dos había podido librarse del todo de la fascinación que Seguchi ejercía sobre todo el mundo. Era tan hipnotizadora su presencia, tan subyugante su voz, tan exquisitas sus formas. . . ¿Qué le iban a hacer? El hombre tenía encanto.

Nerviosos y amedentrados, se sentaron en las sillas para las visitas que Tohma tenía delante del escritorio.

- ¿Os apetece una chocolatina? – Dijo "el presi", ofreciéndoles, con una sonrisa resplandeciente, un bol de cristal lleno de bombones envueltos en papeles de colores.

- No. . . No, gracias, Seguchi-kun – Hiro rechazó amablemente la invitación.

A Shu-chan sí que le apetecía una chocolatina, pero le daba rabia que se la ofreciera Tohma. Alargó una mano dubitativa, pero la detuvo a medio camino. La mano retrocedió unos centímetros, luego volvió a avanzar hacia el bol, pareció pensárselo mejor y volvió hacia atrás. . . Después de un rato de indecisión (Tohma ya se estaba cansando de aguantar el bol), la golosina pudo más que el orgullo y Shuichi se decidió a coger una chocolatina, odiándose a sí mismo por ello.

- Murbruruacias – Dijo al cuello de su camiseta.

- Bueno, chicos. ¿A qué debo el honor de esta visita?

- Pues. . . Verá, Seguchi-kun. . . – La verdad era que Hiro agradecía tener a Shu entretenido con la chocolatina. Eso le permitiría hablar a él sin que su amigo soltara alguna impertinencia, como ya había tomado por costumbre siempre que estaba delante de su jefe. Y si Seguchi tenía el día cruzado, la cosa solía acabar en una discusión sobre quién conocía más a Yuki, quién le cuidaba más, quién era menos irritante para sus nervios, etc, etc, etc. - . . . El caso es que hace unos días que notamos a Suguru algo alicaído. Nos preguntábamos si usted podría aclararnos algo porque, ya le conoce, es muy reservado para sus cosas. . .

- ¿Alicaído?

- Sí, está un poco. . .

- Está insoportable – Aclaró Shuichi, con la boca llena de chocolate. Hiro puso los ojos en blanco.

- Oh, bueno. . . ji ji ji – Tohma volvió a sonreír y puso esa cara coquetuela de quien va a desvelar una sorpresa que va a hacer que los que le están escuchando piensen que es adorable – Debe de ser porque cree que me he olvidado de su cumpleaños, ju ju.

- ¿Cumpleaños? – Preguntaron a coro los chicos, entre la estupefacción y el horror.

- Sí, es que no le he dicho absolutamente nada al respecto y, claro, el chiquitín debe de pensar que se me ha olvidado. Si es que. . . Aunque quiera hacerse el adulto, en el fondo sigue siendo un niño, ji ji. En realidad, le estoy preparando una fiesta sorpresa en el. . . – Sólo entonces se percato Seguchi de que aquellos dos no le estaban haciendo el menor caso, sino que se estaban mirando el uno al otro con caras de espanto y las bocas abiertas, sentados en el borde de sus sillas – Ejem, supongo que vosotros sí que os acordabais de que su cumpleaños es este sábado¿verdad? – Preguntó amenazadoramente. Los chicos empezaron a balbucear.

- Este. . . El caso es que. . . Bueno, es que hemos tenido tanto trabajo. . . Y como él no nos dijo nada. . .

- No me lo puedo creer – A Seguchi se le notaba visiblemente enfadado - ¿Y qué se suponía que os tenía que decir? Sois sus compañeros de grupo¿no¡Qué menos que el que recordéis la fecha de su cumpleaños! – Hiro y Shuichi bajaron la cabeza, avergonzados – Bueno, largaos de aquí. Voy a ver si le encuentro y le animo un poco, ya que vosotros sois un par de desconsiderados, hn.

Al salir del despacho, los dos chicos exhalaron un profundo suspiro. Ya habían vuelto a echarles de allí con cajas destempladas y con una nueva regañina sobre sus espaldas, como casi siempre que entraban en aquella sala. Y lo peor era que esta vez no habían fallado como músicos, sino como amigos.

-.-.-

- . . . Es que. . . Verás, cariño, ya sabes que en mi estado no puedo conducir ni mucho menos coger un avión, y a Ken no le va bien traerme porque. . . Bueno, anda muy liado de trabajo y. . . los fines de semana necesita descansar. . . y ya sabes que el viaje desde Osaka no es precisamente corto. . .

- Claro, mamá. No te preocupes, lo entiendo perfectamente.

- De verdad que lo siento, Suguru. . .

- No pasa nada, en serio – Repitió el chico, tratando de sonar despreocupado – Ya nos veremos en otra ocasión.

- Aix, mi niño. . . – Contestó su madre, visiblemente aliviada – No deja de sorprenderme lo maduro que has sido siempre.

- Bueno, ya me conoces. Yo soy muy independiente, jejeje. ¿Y tú, cómo estás?

- ¿Yo? Pues gorda, hijo¡muy gorda! – Madre e hijo se rieron. A partir de aquí, la conversación se volvió del todo banal, tópica, aunque los dos fingieron estar encantados de hablar el uno con el otro.

Tras aguantar la farsa unos minutos más, se dieron permiso para despedirse. Suguru colgó el teléfono y fue a acabar de prepararse la cena. Al pasar por el salón, de camino a la cocina, reparó en el paquete abierto que había dejado allí abandonado aquella mañana, cuando lo recibió, antes de irse hacia el estudio. Era el regalo que le había enviado su madre: un jersey de punto tejido por ella misma. No era la cuestión de que en pleno junio no le hiciera falta para nada un jersey de lana lo que había hecho que, hasta entonces, no hubiera tenido ganas ni de volver a mirarlo. En realidad, le hubiera hecho mucha ilusión de no ser por el detalle de que era ridículamente pequeño. Claro, con el tiempo que llevaban sin verse, era imposible que su madre conociera sus nuevas medidas. Claro que. . . también podía haberse imaginado que había crecido¿no?

Volvió a ignorar el paquete. Mejor sería no pensar más en el asunto del cumpleaños. "De todas formas, es un día como cualquier otro" Se repitió, por milésima vez. "No veo por qué tendría que hacer nada especial." No tenía ganas de cocinar, así que se preparó un sándwich premeditadamente insípido, que fue a comerse delante de la televisión, acompañado de una lata de refresco.

Intentó concentrarse en la programación, que esa noche le pareció especialmente mala, pero no pudo evitar que la autocompasión apareciera y empezara a darle vueltas y vueltas por la cabeza. Se veía a sí mismo allí, tirado en el sofá, con la ropa torcida y arrugada, cenando un sándwich que sabía a celofán con el plato apoyado en el estómago y mirando aquellos estúpidos programas. Él, que siempre había sido pulcro hasta rayar en la neurosis, convertido ahora en la imagen misma de la dejadez. Era tan deprimente. . .

- Felicidades, estrella del tecno – Dijo en voz alta, levantando la lata de refresco en un brindis melancólico – Esto es lo que has conseguido con todo tu talento y tu esfuerzo. Que cumplas muchos más, glub, glub, glub.

- El cantante Shuichi Shindou. . . – Empezó a decir la presentadora de la televisión - . . . pareja sentimental del famoso novelista Yuki Eiri, ha afirmado ante nuestras cámaras. . .

"Bueno, ya he tenido bastante" Aquello ya era más de lo que podía soportar en ese momento. Apagó la televisión y se fue al dormitorio. "A ver si duermo un poco. Por lo menos, mientras esté dormido no recordaré que le importo un pito a todo el mundo."

Esto le había pasado a Suguru tres noches antes, y fue el punto de partida de su melancolía. Para acabar de empeorar su estado de ánimo, resultó que encima nadie en absoluto parecía acordarse de lo de su cumpleaños y, por más que se repetía que eso a él le daba igual, que no quería celebrar nada, no podía evitar sentir aquella desazón al comprobar que, por lo visto, era bien cierto eso de que le importaba un pito a todo el mundo.

Pensando en estas cosas se lo encontró su primo, sentado en una mesa de la cafetería, solito, dibujando garabatos en una servilleta.

Seguchi había salió de su despacho bastante mosqueado, no sólo con Shu y Hiro, sino también consigo mismo. ¿Cómo no se había dado él cuenta de que Suguru estaba deprimido? Se le había pasado por alto y habían tenido que ir aquellos dos ineptos a hacérselo saber. Eso era un fallo muy importante.

A parte del enfado, Tohma se sentía también culpable. Dedujo que su distracción se debía a que había estado tan ensimismado planeando la fiesta sorpresa, procurando que todo resultara perfecto, que había dejado de prestar atención a lo más importante: Suguru. Por primera vez se le ocurrió pensar que, en realidad, no había estado organizando aquel sarao para darle una alegría su primo, sino para marcarse un tanto, quedar como el perfecto anfitrión y ser el centro de la atención, como hacía siempre. Estaba avergonzado de sí mismo, pobre Suggy-chan.

- Hola primito (sonrisita) – Le saludó, acercándose a su mesa.

Suguru alzó la vista, se lo quedó mirando un segundo, y siguió garabateando la servilleta.

- Hola – Contestó, sin ganas.

Tohma comprendió en ese mismo instante que no lo tendría nada fácil, pero decidió no desistir. Se sentó a la mesa enfrente de su primo, intentando parecer todo lo jovial posible.

- Vaya, vaya, vaya. . . El sábado mi pequeño Suggy-chan cumple diecisiete años. Tendré que dejar de llamarte Suggy-chan, jejeje. ¿Te hace ilusión?

- Ptsé. . . – Ante semejante respuesta, Tohma tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no desanimarse él mismo. De acuerdo, tendría que sacar la artillería pesada.

- Bueno, ejem. Verás, no te lo iba a decir porque quería que fuera una sorpresa, pero no puedo esperar más, jijiji. ¡Te he preparado una fiesta! - Suguru apartó por segunda vez la vista de la servilleta. Miró a su primo, que se le había quedado mirando con una sonrisa nerviosa congelada en la cara, esperando, por lo visto, sus muestras de entusiasmo.

Suspiró. Vale, Tohma se había acordado de su cumpleaños, y se lo agradecía, sí. Pero Tohma nunca se olvidaba del cumpleaños de nadie porque esa era su forma de ser, siempre atento a los compromisos sociales y, en el hipotético caso de que se olvidara, tenía a su secretaria avisada para recordárselo. Además. . . ya conocía él las fiestas de Tohma. . .

- Gracias, Tohma. Es muy amable por tu parte y. . . no quisiera parecer desagradecido pero. . . la verdad es que no me apetece celebrar nada – Contestó, sonriendo tristemente.

- ¿Nooooo? – A Tohma se le veía profundamente desilusionado - ¿Estás seguro? Lo pasaremos bien, Mika ha elegido un regalo precioso para ti, y he reservado el bar para nosotros solos.

Suguru miró a su primo con melancólica ternura, como si éste fuera un niño de cinco años que intenta consolarte cuando estás triste haciéndote un dibujo con muchos colores.

- Muchas gracias Tohma, pero de verdad que no me apetece. Además¿a quién iba a invitar?

- Eeeeeem. . . – Menudo planchazo. Con eso no contaba – Bueno. . . Yo había pensado en decírselo a Hiroshi y a Shuichi, a Sakano, K. . . Eiri seguramente también vendrá. . . Mika, por supuesto, los de Nittle Grasper. . . En fin, los de siempre.

- Claro, los de siempre. Como mi círculo social se reduce al trabajo. . . – Suguru parecía seriamente a punto de echarse a llorar.

Tohma empezó a preocuparse. Algo le decía que allí lo de la fiesta era un asunto secundario. Había algo más, y se propuso firmemente no marcharse hasta averiguarlo, aunque se lo tuviera que sacar con sacacorchos. Cogió una mano de su primo entre las suyas.

- Suguru¿qué te pasa? – El otro se puso a la defensiva.

- No me pasa nada¿vale? Nada. Que no me apetezca celebrar mi cumpleaños no significa forzosamente que me tenga que pasar algo. No es más que un día como cualquier otro en el que se ha desarrollado como un hábito consumista eso de organizan fiestas y comprar regalos inútiles que en el fondo. . .

- Suguru – Le interrumpió su primo – Vale ya. Sé que te pasa algo, no puedes engañarme. Cuéntamelo – Aquello último se quedó a medio camino entre una invitación y una orden.

Sin que Suguru pudiera evitarlo, su labio inferior tembló levemente. Bajó la vista, evitando los ojos de su primo, triste, avergonzado y enfadado consigo mismo a la vez. Bueno¡al diablo! Se lo contaría y punto. Ya no soportaba cargar con aquello dentro ni un segundo más. Le contó a Tohma una versión de la llamada de su madre en la que quedaba muy claro que a ella no le apetecía trasladarse hasta Tokio, ni siquiera para visitar a su propio hijo el día de su jodido cumpleaños, por lo que se hacía evidente eso de hacerse un año más viejo no era nada digno de celebrarse cuando ni siquiera tu propia madre le concede la más mínima importancia.

Tohma dejó que se desahogara escupiendo todas aquellas frases sarcásticas con las que Suguru describía la actitud de su madre. Cualquiera que le oyera, pensaría que el chico estaba siendo un poco exagerado, pero Seguchi sabía que eso mismo había ocurrido en todas las "ocasiones especiales" anteriores y que madre e hijo llevaban ya casi un año entero sin verse por pura dejadez. "Anda que. . . También a Kaneko, ya le vale. . ."

- Bueno, pues ya sé lo que haremos. Ahora mismo vamos a llamar a tu madre y le diremos que le enviaré un coche con un chofer de la empresa a recogerla. ¡Como a una señora! (Sonrisita) - Suguru puso cara de ¿Pero tú eres tonto, o qué?

- Venga ya, Tohma. Si hubiese tenido ganas de venir, ya hubiera buscado ella alguna solución.

- Bueno, es cierto que puede venir en tren. Pero viajar sola en su estado. . . – La idea de que su marido la acompañara en el tren ni siquiera valía la pena planteársela.

- Mira, si no es capaz de insistirle un poco a su marido para que la traiga, por mí que se quede en su casa. Si le envías el coche vendrá por compromiso y no me hace ninguna falta. Déjalo estar - Y Tohma lo dejó. Estaba completamente de acuerdo con su primo.

Hubo una pausa llena de tensión. Suguru tenía la cabeza apoyada en una mano y miraba obstinadamente hacia la mesa, intentando esconder su cara crispada por el enfado. Tohma se daba perfecta cuenta del estado de ánimo en el que se encontraba el chico y eso le hacía sentirse de lo más incómodo. Además, había otra cosa que necesitaba saber, pero no sabía si era prudente preguntarlo en ese momento, tal y como estaba Suguru. . . No, tonterías. Ese era el momento en el que había que aclararlo.

- ¿Has hablado con tu padre?

- ¡Ja! – Suguru sonrió con desprecio – Ese sólo llama para saber si sigo ganando dinero.

Tohma suspiró. Todos sus malos presentimientos se estaban materializando y él empezaba a desesperarse.

- ¿No sabes nada de él?

- Qué va. Ni me interesa tampoco, la verdad. Andará por ahí, inseminando a su cuarta esposa – Tohma ya ni siquiera era capaz de seguir sonriendo. Aquello era muy injusto. No había derecho a que le hicieran eso al chico.

Se revolvió en su asiento, asqueado por el recuerdo de su ex-tío, Yoshihiro Fujisaki. Aquel tipejo con aspecto de galán de película italiana, con su finísimo bigotillo y sus trajes hechos a medida. Unos trajes que ves a saber cómo los pagaba, porque el muy zorro no tenía dónde caerse muerto antes de casarse con la ingenua de su tía Kaneko y dar el braquetazo de su vida. Bueno, al menos el premier braquetazo de su vida porque, cómo ya había dicho Suguru, otras tres inocentonas se habían dedicado a mantenerle después de ella.

No, hacía mucho tiempo que Suguru no esperaba nada de su padre. Desde que se largó, hacía ya varios años, no había vuelto a interesarse por él. El único momento en el que Fujisaki-kun volvió a ponerse en contacto con su hijo fue el episodio de una llamadita que le había hecho hacía cosa de un año, para ofrecerse a aconsejarle sabiamente sobre qué hacer con todo ese dinero que estaba ganando. . . Ante semejante desfachatez, no es necesario repetir las palabras que se cruzaron padre e hijo, sólo diré que fueron gruesas, muy gruesas. Vamos, que si os lo dijera, no os creeríais que Suguru es capaz de hablar así.

Y eso fue lo último que el chiquitín había sabido de su padre. Tampoco es que le importara un pito, sinceramente. Si durante tantos años las reuniones de padres, las visitas al médico y los conciertos escolares no habían tenido suficiente glamour para contar con su presencia, no iba a pretender ahora formar parte de su vida sólo porque se había convertido en un músico famoso (y sin ninguna ayuda por su parte, por cierto).

- Bueno, pues lo celebraremos por nuestra cuenta¿vale? – Tohma apretó la mano de Suguru, que aún sujetaba entre las suyas. Por primera vez en mucho tiempo, al chico le pareció que el tacto de aquellos guantes era cálido – Ya verás como nos lo pasaremos bien en el. . .

- De nuevo muchas gracias, Tohma, pero es que no me apetece – Se puso de pie. Estaba seguro de que su primo continuaría insistiendo con lo de la fiesta todo el rato que permaneciera en la mesa – Bueno pues. . . Hasta luego.

Tohma, sabiéndose derrotado, le dijo adiós con la mano y con una sombra de desaliento en la cara. A Suguru le sabía mal rechazar sus atenciones, (para uno que tenía atenciones con él. . .) pero aquella fiesta se le antojaba una farsa tan grande como lo de hacer venir a su madre medio a la fuerza. Si a nadie le apetecía¿qué sentido tenía pasarse toda la noche metidos en un local fingiendo que se alegraban por él? Ninguno.

-.-.-

Por su lado, Tohma sí que se quedo un rato más en la cafetería, con la barbilla apoyada sobre la mano derecha y el dedo índice cubriéndole los labios. Incluso tenía el ceño fruncido de tan concentrado que estaba. Finalmente, después de unos dos minutos de completa inmovilidad, se puso de pie casi de un salto y puso rumbo hacia su despacho a paso ligero.

Aquello ya se lo temía. No se lo esperaba, pero se lo temía.

Tohma apreciaba sinceramente a su jovencísima tía Kaneko, tan solo seis años mayor que él, y hasta podía comprender su actitud, pero de ninguna manera podía disculparla. Desde que se volvió a casar, Kaneko parecía haber delegado todas sus labores maternales en la persona de Tohma, que ya empezaba a estar más que harto de hacer de padre, madre, primo, profesor, jefe y mentor de Suguru. A parte de que no era su obligación, no era ningún secreto que el chico tampoco quería que Tohma asumiera aquellas funciones. Cielos. . . Demasiado normal había salido el niño con todas aquellas movidas.

En cuanto al cerdo de Fujisaki. . . Casi se alegraba de no tener noticias suyas.

¡Pero qué rabia¡Qué rabia le daba el despego que demostraban aquellos dos hacia su hijo! Como siempre, le iba a tocar arreglarlo a él pero, por una vez, eso fue lo que menos le importó. Se imponía adoptar medidas drásticas¡y vive Dios que él las iba a adoptar!

Antes de entrar en su despacho, se detuvo frente al escritorio de su secretaria. Le dio un buen susto a Hiroe, que no estaba acostumbrada a ver a su jefe con aquella cara tan seria (Además que, en ese momento, Hiroe estaba buscando fotos de Gackt por internet. . .) Le dijo que buscara a Nakano y a Shindo y que los enviara a su despacho enseguida, con un tono, que la chica estuvo a punto de cuadrarse y contestar "¡Señor¡Sí, señor!"

- ¡Pero por megafonía no, mujer! – Le gritó, al ver se había llevado el micrófono a los labios y que estaba a punto de pulsar el botón. – Que vaya a buscarlos en persona y me los traiga. Aix, a veces parece que tenga que explicárselo todo, Hiroe.

Tohma se metió en su despacho dándoselas de víctima de las circunstancias y Hiroe salió de detrás de su mesa refunfuñando. De verdad que había días que parecía que a su jefe le hubiera bajado la regla. . .

El "presi" descolgó el teléfono, sujetó el auricular con el hombro mientras se aflojaba la corbata con la mano izquierda y con la derecha marcaba la extensión del despacho de Mika.

- ¿Sí?

- Hola, cielo. Oye, he estado hablando con Suguru y. . . Me temo que vamos a tener que hacer un cambio de planes respecto a lo de la fiesta.

- ¿Lo veeeeeeeees, Tohma? Ya te dije que a los niños no les gusta el caviar. Y devuelve el Rolex, anda, que le va a dar un patatús como le regales eso - Por supuestísimo, el regalo no lo había escogido Mika.

- Ya, ya, ya. . . – "Qué pesada es, la tía." Sí que era pesada, sí, pero es que además tenía razón, y eso era lo que realmente le fastidiaba. Mika llevaba una semana repitiéndole que la fiesta que estaba organizando era en extremo ostentosa para tratarse del cumpleaños de un chavalín de diecisiete primaveras. ¿A dónde iba con tanto canapé¡Que pusiera patatas fritas, hombre! – Mira, reconozco que tenías razón y ahora vamos a dejar eso porque hay algo mucho más urgente que debes saber.

- ¿Qué pasa?

Le hizo un resumen de lo que acababa de contarle Suguru, más lo del hecho de que, por lo visto, nadie había tenido el puñetero detalle de acordarse del cumpleaños de su primo, que vale que era un repelente, pero tampoco se merecía eso. Un silencio al otro lado de la línea le indicó que su mujer se hacía perfectamente a la idea del estado de ánimo en el que se debía de encontrar Suguru en aquel momento. No en vano ella se había ocupado anteriormente de un pequeño e inteligente marginado social, y Tohma sabía que Mika no podría sentir una compasión más franca por Suguru ni aunque él hubiera sido otro hermano suyo. Le explicó lo que se le había ocurrido como alternativa de la fiesta. Esta vez quería estar seguro de acertar, no iba a arriesgarse.

- ¿Te parece bien?

- Es una gran idea, Tohma – Respondió ella, complacida. Cuando su marido era generoso de verdad con alguien, Mika sentía que le quería con toda su alma.

- Bien, porque. . . Verás, se me había ocurrido que. . . que tú podrías colaborar con otra cosilla. . . si no te importa, claro.

- ¿Uh¿El qué? – Explicación - ¡Oh, Tohma¡Pues claro que lo haré¿Cómo me va a importar eso? JAJAJAJA - En ese momento se escuchó la vocecita de Hiroe anunciando que ya había encontrado a los de Bad Luck y que los tenía esperando en la puerta.

- Que pasen. Mika, cariño, tengo que colgar. Quedamos así, hasta luego. Venid aquí – Les dijo a los chicos, antes de que pudieran siquiera pedir permiso para entrar.

Mucho más asustados que antes, Hiro y Shuichi se acercaron a la mesa de su jefe. Seguchi estaba muy serio, buscaba algo por los cajones de su escritorio y resoplaba de vez en cuando. Se le veía nervioso. . . Finalmente, Tohma encontró lo que buscaba y les hizo un poco de caso por primera vez desde que entraran en el despacho.

- Bien, ejem, veamos. . . – Se peinó un poco con las manos y luego se les quedó mirando unos segundos, muy, muy serio, como si esperara descubrir algo que le estuvieran ocultando. Hiro y Shuichi estuvieron a punto de abrazarse el uno al otro del miedo que les estaba entrando – Si no me equivoco, vosotros fuisteis a un instituto público¿no es así? – Lo de instituto público lo dijo así como con repelús, como si le estuviera llegando un tufillo a la nariz.

- Eeeeeem. . . Sí.

- Ajá. Y supongo que en ese instituto. . . celebraríais muchas fiestas¿no?

Los chicos dejaron de temblar, sustituyendo su miedo por un profundo desconcierto. Se miraron el uno al otro con cara de ¿Qué dice este? Pero, en cuestión de un par de segundos, entrañables recuerdos les fueron llegando a la mente, haciendo que todas sus dudas y temores se desvanecieran, embriagándolos con esa sensación maravillosa que produce el recuerdo de los buenos ratos pasados.

- ¿Fiestas? Puf¡qué si celebrábamos fiestas¿te acuerdas de la que montó Masao en su casa aquella vez que sus padres se fueron de viaje, que acabó haciendo un streaptease encima de la mesa del comedor? JUA JUA JUA. . . - ¡Ya lo creo¿Y la fiesta sorpresa que le montamos a mi hermana, que llegó a casa y casi se muere del susto cuando salimos todos de detrás del sofá? JUAAAAAAA JUA JUA. Qué tonta es la pobre. . . - ¡Oh, oh, oh¿Y te acuerdas del cumpleaños de Satomi, en la casa de la playa¡Aquella sí que fue de órdago! - ¡Ya te digo! Que tú te liaste con Megumi y luego con su prima. ¡Menudo cabreo se pillaron el lunes siguiente las dos! JUAAAAAAAAAA JUA JUA – Eh¿por qué has tenido que contar eso?

- Bueno, veo que estáis versados en la materia. . . – Hiro y Shuichi recordaron de repente que seguían en el despacho de Seguchi y se esforzaron por recobrar la compostura - . . . por lo tanto, voy a encomendaros una misión – Nuevas miradas de desconcierto – Vamos a celebrar la fiesta de Suguru esta noche. Será una sorpresa que le daremos. Quiero que sea algo muy normalito, sin ostentaciones, como esas a las que ibais vosotros. Ya sabéis: vasos de plástico, patatas fritas, whisky marca No-te-fijes. . . En fin, cosas así. Por eso había pensado que lo ideal sería que lo organizarais vosotros. Ah, Nakano-san. . . Para hacerlo más, digamos, "íntimo", había pensado que lo podríamos montar en su casa. Mañana enviaré a alguien para ayudarle con la limpieza. ¿Le supone algún problema?

- Oh, claro que no. Tampoco sería la primera vez que se organiza una fiesta en mi casa y luego me dejan la limpieza para mí solo – Mirada de recriminación hacia Shuichi.

- Bien, perfecto entonces – Toma echó mano de lo que había estado buscando por los cajones, que resultó ser una especie de libretita, y empezó a garabatear sobre la primera hoja mientras continuaba hablando – Yo me encargaré de entretener a Suguru hasta que llegue el momento. Ah, y he avisado a Mika para que os ayude si necesitáis algo. Calculo que mi primo y yo llegaremos allí sobre las diez y media. ¿Es buena hora?

- Sí, perfecto.

- Muy bien, pues. . . – Arrancó la hoja de la libreta y se la tendió a Hiro – Aquí tenéis, para lo que necesitéis comprar.

Los chicos salieron del despacho todavía sin acabarse de creer lo que acababan de oír. Una vez fuera, se quedaron plantados en la puerta mirando el papelito que les había dado Tohma, que resultaba ser un cheque. Ninguno de los dos parpadeaba. Finalmente, Hiro se decidió a pronunciarse.

- Shuichi. . .

- ¿Sí, Hiro?

- ¿Nos acaba de dar un cheque de 10.000 yenes para organizar una fiesta con vasos de plástico?

- Sí, Hiro.

- . . . . . . Ah.

Mientras tanto, Tohma seguía moviendo sus influencias.

- Hola, Eiri, soy yo. Oye¿te acuerdas de lo que te comenté del cumpleaños de mi primo?. . . Bueno, pues va a tener que ser hoy. . . Sí, hoy. Ya te contaré. ¿Podrías traerlo para esta noche? . . . Sí, ya sé que es una lata y además muy precipitado, pero de verdad que se trata de una causa de fuerza mayor, si no, no te lo pediría. Que vayas tú a buscarlo es la única manera de que llegue a tiempo. . . Gracias, Eiri. Sabía que podía contar contigo (Sonrisita)


Hola a todos otra vez:

Algunos me estabais pidiendo una continuación para Sweet Sixteen, así que. . . aquí está¡ Espero que os haya gustado este primer capítulillo en el cual me he pegado la inventada padre sobre la familia de Suguru. Pero bueno, como tampoco tengo ningún dato al respecto y esto se trata de dar alas a la imaginación y esas cosas, pues ala, a inventar¡

No os perdáis el próximo capítulo en el que disfrutaremos de la famosa fiesta de cumpleaños, descubriremos qué es ese favorcillo del cuál va a encargarse Mika y, lo más importante: Sabremos qué es esa sorpresa tan especial que Tohma le ha estado preparando a su primo y que Yuki debe darse prisa en traer a tiempo. Lo conseguirá? Todo esto y mucho más en el próximo capítulo.

Hasta entonces¡