Heheheyyy~
Buenas :_D
Bueno, hace tiempo que llevo escribiendo esta historia. Aunque es bastante inventada. Un día escuchando una canción de Sonata Artica se me ocurrió hacer esta historia ambientada en piratas, y como no, con los de Hetalia (L). Y se me vino en mente Arthur y como no, hacer yaoi :___D así que, Alfred también va en el bote (?) XD. Aunque la mayoría de los personajes que no sean de Hetalia son inventados por mi o con un aire a algunos de otros animes pero vamos, la mayoría me los he inventado (como uno que ya veréis en el capítulo 3 por ejemplo =D)
Resumen: Arthur es el pirata más buscado en Inglaterra. Es conocido por ser uno de los mejores piratas en el mar, especialmente saboteando los barcos ingleses que vienen de América. Entonces aparece Alfred, un chico de 16 años que quiere ser su aprendiz y lo acoge con él y le enseña a ser pirata.
Los primeros capítulos no ira mucho de piratas y tal, ya que están en Londres, pero espero poder escribir pronto a que estén en el barco y tal.
Bueno, no me enrollo más, espero que os guste tanto como a mí escribirlo. Tengo hasta el cuarto escritos, pero solo subo el primero por ahora y dependiendo de cómo vaya iré subiendo los demás. No escribo perfecto, pero se intenta, todavía me queda mucho por aprender ;_;
Ale, no os interrumpo más, aquí va el primer capítulo~
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Estaba empapado. Las olas, cada vez más furiosas, se abalanzaban sobre la barca donde se encontraban los pocos que habían podido salvarse. Extendió la mano para que se agarrara a ella. Había demasiado oleaje y cada vez se alejaba más. El joven al que tanto aprecio había cogido en esos últimos meses se ahogaba y él no podía hacer nada. Se inclinó fuera de la barca, agarrándose al borde y con la otra extendida para coger al muchacho. El joven alargó su mano para coger la suya pero justo en el momento en el que las manos se rozaban, una ola se lo llevó perdiéndose de vista.
- ¡Alfred!
…Lo último que se escuchó fue ese grito desgarrador y una sola lágrima resbalaba por su pálido semblante.
Capítulo 1: Cuando te vas sin pagar…
Es fácil pensar que navegar no tiene dificultad alguna. Pero cuando hay que mover un timón, si hay una tormenta, ordenar a cierta persona que haga esto y lo otro, es demasiada coordinación y es complicado. Estas son algunas de las cosas que pueden ser difíciles al echarte a la mar. También se piensa que los piratas no existen, y que por eso está cantado. Si piensan eso, se equivocan señores. Los piratas existen.
Dejó la jarra de cerveza en la mesa con un golpe sonoro. Empezó a reír a carcajada limpia del muchacho que tenía delante. Se colocó el parche del ojo derecho, que lo tenía algo movido por los bruscos movimientos que había hecho al reírse. El joven le miró avergonzado y se dejó deslizar hacia debajo en la silla. Dejó de reír, apartándose una pequeña lágrima del rabillo del ojo. Golpeó la mesa violentamente y le miró fijamente a los ojos con su ojo izquierdo esmeralda.
- ¿De verdad estás preparado para serlo? – preguntó al joven, sonriendo.
- ¡Sí! Y demostraré a todo el mundo que puedo ser el mejor pirata que ha navegado por la mar, y todo el mundo temerá al Grandioso Alfred el "Terrorífico Corta cabezas"… bueno, el nombre todavía debo de pulirlo un poco… - dijo demasiado rápido por los nervios.
- Jajajaja… - rió escandalosamente y todos los de la taberna se giraban para mirarle de reojo. – Ganas no te faltan, pero para ser el mejor pirata primero tienes que superarme. – revolvió el pelo rubio del chico con una mano, tenía los dedos llenos de anillos con piedras preciosas del tamaño de una roca y pulseras repletas de oros, zafiros y rubíes en sus muñecas.
- ¿Entonces es cierto lo que dicen? ¿Usted es el mejor pirata del que ahora mismo se habla tanto de sabotear los barcos ingleses con el oro y piedras preciosas que traen de América? – preguntó en voz baja. La verdad, no se creía que estuviera hablando con el pirata que estaba en boca de todos. Puso los codos en la mesa y apoyó el rostro en sus manos y le miro con admiración. – Vaya, no esperaba que pudiera hablar con un ladrón famoso…
- Oye, chaval, yo no soy ningún ladrón. Solo cojo prestado, nada más. Y la mayoría de las cosas son bastante defectuosas, fíjate en esta pulsera ya está medio oxidada…- dijo mientra señalaba una pulsera que tenía en la muñeca de oro con algo de óxido en ella. – Pero sí, soy ese fantástico pirata, así que te agradecería que no lo fueras diciendo por ahí porque no me gustaría que me encarcelasen. Ya sabes, soy uno de los piratas más buscados ahora mismo en Inglaterra. – le guiño un ojo con aire seductor y cruzó las piernas por debajo de la mesa. Cogió la jarra de cerveza y bebió un sorbo.
Alfred sonrió y bajó los brazos de la mesa y los balanceó para distraerse. Ninguno habló y se quedaron así, en silencio, durante unos minutos. Podría parecer incómodo pero no lo fue en absoluto. En ese espacio de tiempo, el pirata observó al joven que quería ser su discípulo, o en parte, trabajar en su barco. Sonrió y pegó otro sorbo de cerveza. Le encantaba la que servían en esa taberna. La servían tan fría que cada gota que bebía le refrescaba cada célula de su cuerpo. Miró fijamente la poca cerveza que quedaba en la jarra y luego clavó su mirada en la del joven. Un leve sonrojo apareció en sus mejillas y sonrió. Se rascó un poco la frente con un dedo en señal de timidez.
- Y… ¿bueno? – preguntó al final. Parecía que hacía tiempo que le rondaba la pregunta en su cabeza.
- ¿Bueno? – sabía claramente a que venía la pregunta pero quería que el muchacho se lo dijera.
- Que si estoy admitido… - lo soltó después de unos segundos de silencio.
El pirata se levantó del asiento dejando la jarra vacía encima de la mesa. El chico pudo ver durante un segundo una pequeña sonrisa burlona en su cara pero creyó que eran cosas suyas. El joven, todavía sentado miraba al pirata que se alejaba de la mesa. Pero antes de marcharse de la taberna pudo leer en sus labios, "corre".
- Eh, vosotros… ¡NO OS VAYÁIS SIN PAGAR! – gritó el tabernero alzando el puño y con un pequeño paño en la otra mano.
- ¿Qué? … ¡CABRÓN! - solo pudo gritar porque tuvo que salir corriendo de allí.
Echó a correr de la taberna, y al salir de ella vio al pirata girando la esquina, y decidió seguirlo porque creyó que era lo más prudente. Tenía que saber porque le había traicionado de esa manera yéndose sin pagar. Maldito bastardo. Le debía una explicación. El tabernero desistió la persecución al ver al chico cruzar la esquina. Pero si los volvía a ver por allí a esos dos mandriles lo iban a pagar muy caro fregando durante las jarras durante una semana.
Alfred se detuvo al lado del pirata. Los dos tomaban aliento apoyados en la pared. El capitán dejo que su cuerpo descendiera al suelo y se quedó sentado con la espalda en la pared. Apoyó el brazo en la rodilla para sostenerse la cabeza. Miró al joven que estaba a su lado y se rió con su ya típica risa burlona. El joven se le quedó mirando y empezó a reír también. Pudieron tirarse como unos diez minutos solamente riéndose, de lo que acababa de pasar. Alfred, se calló y le miró con el semblante serio.
- ¿Por qué te fuiste sin pagar? – preguntó, necesitaba una explicación.
- ¿Acaso los piratas pagan?
- ¿Los piratas siempre roban? Entonces somos criminales… y eso es malo. Robar es malo…
- Si piensas eso de nosotros, nunca podrás ser un pirata. –Respondió algo seco.- Ser pirata es un arte. Robar es un arte. Para nosotros, ser el pirata más buscado y con mayor recompensa es lo que ansiamos. Nuestra meta. Retarnos con demás rivales, luchar en medio del mar, robarles. Incluso matar. Para nosotros, la ética no existe. Nuestra filosofía es robar a unos y a otros también. Eso es lo primero que deberías aprender para ser un pirata. ¿De verdad quieres serlo?
El chico se le quedó maravillado. Pero tenía razón, ¿quería ser un pirata? ¿O solo era una ilusión, un sueño? Quizás ya solo por estar dudando de querer ser un pirata o no, ya no era digno a serlo. Pero estaba decidido. Necesitaba ser. No, quería serlo. Y si había que robar se robaría. Sí tuviera que matar, mataría. Asintió con la cabeza a la pregunta que le había hecho. El pirata se levantó y desenvainó su espada dejándola a pocos centímetros del cuello del joven. El chico tragó saliva de la tensión. Cerró los ojos esperando una muerte segura pero notó que la espada se alejaba.
- ¿Seguro?
- Sí, seguro.
- Enhorabuena eres un pirata. Bueno, mejor dicho, eres un principiante. – le guiño un ojo. Le había cogido cariño al joven. Sonrió.
- Pues vaya, ¿y cuesta mucho llegar a ser pirata?
- Cuando estés preparado lo sabrás…
- Pues entonces soy un pirata… ¡ay! – le cortó un golpe en la cabeza.
- Capullo, todavía eres… ¿cómo decirlo? Nadie. – sonrió mientras se frotaba el puño por el golpe que le había dado al chico.
- Pero si acabas de decir que cuando lo sepa sabré que soy un pirata, así que me lo autoproclamo.
- Pues serás pirata cuando te lo diga yo y punto. – respondió renegado por la conversación.
- Eso no vale.
- ¿Eso quién lo ha dicho? – preguntó.
- … Por cierto, todavía no sé como te llamas. – clavó su mirada en el pirata que le respondió la mirada.
- Bueno, suelen llamarme de muchas formas, pero tú puedes llamarme capitán.
- Joder, eso no vale, digo tu nombre verdadero.
- ¿De verdad quieres saberlo? – preguntó.
- Sí.
- Cuando ese día llegue lo sabrás. ¿Tienes hambre? – preguntó al chico porque acababa de oír sus tripas rugiendo porque necesitaban comida.
- Un poco.
- Vamos a zampar algo y de paso busquemos un sitio donde quedarnos a pasar la noche. – dijo mientras sonreía y pasaba un brazo por el hombro del joven y se dirigían a algún sitio donde hospedarse.
