— ¡Martina! — Manuela le grito a su novia. Estaba lavando ropa, como hacia todos los domingos, pero se encontró con una sorpresa. Y por cierto que no era una buena.
—Che, Manu, ¿Qué paso? — dijo dicha Argentina metiendo la cabeza al cuarto. En realidad no quería estar ahí, quería estar sentada en el sofá viendo tele por un rato más, pero si Javi la llamaba tenía que venir. Si es que no quería a una mujer enfogonada en su cara.
Manuela tomo un par de pantis de encima de la lavadora y Tina noto una enorme mancha roja.
—Ahh… eso…— dijo la Argentina metiéndose entera al cuarto y mirando al suelo.
—Martina, ¿me quieres explicar esto? — Manuela pregunto, o mejor dicho, exigió. Tina empezó a jugar con su pelo y le miro los ojos.
—Bueno, Javi, amorcito mio, cuando una niña se convierte en mujer, ciertos cambios le pasan al cuerpo y— y la pobre nunca pudo terminar por un par de pantaletas en la cara.
—Las quiero de vuelta en menos de 5 minutos—dijo la chilena dándole la espalda — y si no las estregas bien, no las lavo, oíste aweona?
