Todo habia comenzado en un día increíblemente nublado, que amenazaba con terminar en tormenta. Ella se hallaba sentada en el jardín de la casa del Ministro de Magia, esperando que su novio llegara. Tenía un poco de frio, pero no le importó, ya que el ministro o su futuro suegro, estaba conversando con la odiosa de Lestrange. Ella no soportaba ver a Bellatrix ni en pintura, ya que ella estaba a punto de convertirse en su madrastra.
No tenia la menor idea de lo que ella hacia ahí, de seguro era para tratar de convencer al ministro con alguna de sus tonterías.
Ella seguía esperando a su novio, Mark Robalino, ya que según el, tenia algo muy importante que decirle. Ya lo suponia, ya que tenia el famoso sexto sentido de una mujer, además, eso se le habia escapado a su futuro suegro.
Habia comenzado a llover, así que no tuvo otro remedio que entrar. Cuando entro, escucho varias cosas romperse y luego unos gritos en la sala. Fue ha averiguar lo que sucedía, teniendo la varita lista apara defenderse en cualquier momento.
De repente, en toda la casa, reinaba un gran silencio, que le dio miedo, ya que generalmente, esos silencios no eran para nada buenos. Ya no se escuchaba ni el más mínimo ruido. Ya habia llegado a la sala, cuando vio que no habia nadie ahí, así que decidió recorrer la casa.
No habia nada en la cocina, ni en el comedor, tampoco en el despacho del Ministro. Subió las gradas para llegar al segundo piso, cuando una voz dijo: "Mata". No se podía controlar, ya que alguien le habia lanzado un Imperius.
Todos sus movimientos la llevaron a una habitación, a la habitación de su novio. El estaba inconciente, y su padre estaba al lado de el, tratando de que se despertara, pero por lo visto no lo lograba. El la vio, y le dijo que lo ayudara, ya que el habia caido de las escaleras y se habia golpeado seriamente la cabeza.
Ella no le habia respondido nada al padre de Mark, solo habia dicho un sencillo Avada Kedavra. Una luz verde iluminó toda la habitación, pero de ahí ya no supo mas, ya que se habia desmayado de inmediato.
Habia despertado, en un rincón de una celda de lo que parecía ser Azkaban. Se levanto bruscamente, gritando, en busca de una explicación para estar encerrada ahí, pero no la obtuvo.
Luego de unas horas, vino un señor, que al principio no podía ver bien, pero luego lo reconoció, era su padre.
- Papá! -grito ella, con felicidad, su padre venia a salvarla- no se que hago aquí…
- Lo sabes -le cortó su padre, con una voz que mostraba decepción- tu mataste al hijo del ministro. ¡Luna! ¿Como pudiste hacer eso?
- Yo no lo maté, el era mi amor, mi novio, mi futuro esposo…
- Pero ya no lo es, porque lo mataste -dijo tranquilamente Xeno- ahora estarás en Azkaban por el resto de tus días…
- Y porque no me crees -le reclamó Luna, gritándole- ¿PORQUE?
- Porque hay testigos, y hay pruebas que están en tu contra, además, tus antiguos amigos han dicho que tú en realidad no amabas a Mark, y que amabas a otro, a Harry Potter
- Papá! Tú me conoces, sabes que Harry es cosa del pasado…
- Pero aun así, tu eres la culpable. Bella te vio lanzar la maldición. El propio ministro te vio cuando lo hiciste, y no te importó estar frente a el. No sabes como me decepcionas, Luna
- Tú me decepcionas a mi -le dijo ella, mientras las lagrimas se le escapaban- eres capaz de creer en una mortífaga que en tú propia hija…Lárgate! Ya no te quiero volver a ver, ni llamarte otra vez padre, ADIOS! -le grito, señalándolo con el dedo del medio, mientras señalaba el pasillo por el cual, el habia llegado-
- Yo soy el que ya no tiene más una hija
No paraba de llorar, ella era inocente, pero no tenia pruebas, ni testigos que pudieran estar a favor de ella. Solo habían dos personas que la habían visto: el Ministro y su futura ex madrastra, Bellatrix.
Dos días despues, fue condenada a pasar a cadena perpetua en Azkaban. Cuando habían dicho su sentencia, miró a todo el mundo, y vio a sus antiguos amigos, que no habían hecho nada por ella, por lo tanto ahora ellos son sus enemigos, y tenia que darles su merecido por aquella imperdonable traición, aunque sabía que jamas lo lograría, por su sentencia.
Los años pasaron, Luna ya habia perdido la cuenta de los años que habían pasado. Como no tenia nada que hacer, comenzó a tararear una canción de la infancia, que según ella, le serviría para vengarse de todas esa personas. seguía sentada en un rincon de su celda, no prestaba la mas mínima atención de lo que sucedia con los otros presos, ya que ellos le gritaban en su cara que era una loca, por canturrear esa cancion, que para muchos de ellos, era infantil, pero para ella, una temible arma. Seguía cantando esa canción para si misma, cuando una visita inesperada, la sorprendió.
Era un muchacho, que estaba cubierto por una capa negra. Tenía una sonrisa especial. Ella no sabia de quien se trataba, cuando ese chico dijo
- Feliz cumpleaños, Luna
- ¿Que? ¿Mi cumpleaños? ¿Quién eres?
- Soy la persona que necesitas
- ¿Yo? ¿Necesitar a alguien? ¿Para que me traicione de nuevo, como lo hicieron todos?
- Yo no te voy a traicionar, te quiero ayudar, mejor dicho te conviene mi ayuda
- Primero, ¿Quién eres?
- Soy Draco Malfoy
