Era un asunto sumamente desagradable y ella lo sabía, sentía que no era ella misma, metida en un verdadero embrollo sin haberlo querido, se encontraba entre la espada y la pared y no sabía qué hacer, 3 malditos años de insultos, rabietas, golpes (por parte de ella), maldiciones, hechizos y toda una sarta de improperios en los que había cargado toda su furia contenida hacia ese idiota que ahora la tenía completamente confundida, totalmente desencajada y fuera de sí.
Abrió de un golpe las puertas giratorias de la cocina, entrando hecha una furia sin saber por qué; cerró los ojos con fuerza mientras se sentaba en uno de los taburetes puestos alrededor del desayunador y se llevó las dos manos a la cara como queriendo arrancar de su cabeza tan solo 10 días al reloj, toda esta situación la estaba volviendo loca… dejó escapar un suspiro y se levantó para servirse un poco de café, pero las puertas de la cocina se abrieron de nuevo imitando el batir de alas, dejando entrar a la razón de todos sus males.
-Se puede saber qué rayos es lo que te pasa?! –gritó Draco mirando a Hermione con sumo rencor.
-TU! Eso es lo que me pasa! TU tienes la culpa de TODO!
–De qué mierda estás hablando Granger? –preguntó realmente confundido, mientras se sentaba a la mesa bebiéndose de un sorbo la taza de café que había sobre ella.
-Lo ves? Ese era MI jodido café!! –gritó Hermione a todo pulmón mirando a Draco peligrosamente con una sartén en la mano.
-Pues si era tuyo por qué lo dejas aquí?! Y no me mires así Granger, pareciera que se te ha metido un demonio –atajó el rubio, untando un poco de mantequilla en un pan, sintiendo en su espalda la mirada de la castaña. Si las miradas mataran… Draco Malfoy ya estaría seis metros bajo tierra.
Hermione dejó el sartén en su sitio y lentamente sus facciones y gestos fueron relajándose pero sintió que las piernas ya no le funcionaban del todo bien y se dejó caer en una silla frente al chico.
-Lo se… -dijo la castaña en una exhalación.
-Además…!
-Lo se Malfoy! Ya lo.. lo-lo siento, no se qué me paso… -contestó hundiendo su rostro en el hueco que formaban sus brazos apoyados en la mesa.
-Pues que estás chiflada! Eso es! Deberías ir a San Mungo a una revisión!! –dijo metiéndose la mitad de una tostada a la boca. –O será que estás enamorada Granger? –se le ocurrió de repente, podría ser, no era tan descabellado, aunque, después de todo, no le había conocido ningún novio, sólo sabía del eterno embobamiento de la comadreja desde la escuela, pero él no era ningún problema, aunque en Hogwarts había hecho migas con el estudiante búlgaro Viktor Krum… será que sigue en contacto con ese troglodita superdesarrollado?. No supo por qué pero algo en su estómago se revolvió de sólo pensarlo. Se le atoró un pedazo de tostada en la garganta y comenzó a toser.
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La castaña levantó la cabeza enseguida y lo miró incrédula. Pero cómo se atrevía a meterse en su vida y sacar sus propias conclusiones de lo que sentía o no?! Si será cabrón!!
-Bueno y a ti qué mierda te importa mi vida sentimental imbécil?!
Exasperada por el comentario tan irracional e infantil de su interlocutor, se levantó y salió rumbo a cualquier lugar sin Malfoy, necesitaba estar sola y pensar, pensar en por qué tan solo diez días antes, su vida era por lo menos normal…
FlashBack…
El ligero sol de las ocho en punto, comenzó a filtrarse por las cortinas, alcanzando con sus rayos la cama de cierta castaña que dormía plácidamente, de un movimiento se dio la vuelta aún entre sueños, pero un haz de luz le dio justo en el rostro; apretó los ojos, se tapó la cara con la sábana… nada, el sol seguía ahí, insistiendo en que despertara. Hermione se sentó en la cama para desperezarse, estiró una mano para buscar su varita en el pequeño buró, acto seguido se levantó, se dio un corto baño y se vistió con jeans y una blusa ceñida al cuerpo. Era sábado y no tenía nada que hacer mas que comprar los víveres y limpiar su pequeño departamento, aunque nada le apetecía más que quedarse en la cama todo el día, ver caricaturas y empacarse un litro de helado, pues toda la semana había estado ocupada con asuntos del Ministerio; como Jefa del Departamento de Regulaciones Mágicas, nunca tenía tiempo para ella. Aún así, decidió que lo mejor era salir de una buena vez, para qué retrasar lo inevitable, tomó su abrigo del perchero y encaminó sus pasos al supermercado.
A pesar de ser un día soleado, hacía un frío espantoso, sentía la nariz congelada y las manos ni se diga, había optado por caminar, pues el mercado quedaba tan solo a unas cuantas calles de su casa, pero ahora realmente comenzaba a arrepentirse.
Miró a su derecha, tan solo de reojo, por una callejuela en la que se cernía un poderoso edificio, alto y derruido. Le daba curiosidad aquél lugar, siempre que pasaba por ahí le gustaba inventar historias sobre lo que hubiera sido aquella inmensa construcción en la época en la que debió funcionar. Pero esta vez, algo llamó su especial atención, al mirar de soslayo creyó ver algo en las escalinatas de la entrada. Volvió la mirada, esta vez por reflejo, pero ya no había nada. Qué raro, hubiera jurado que… se escuchó el ruido de vidrios y latas cayendo al piso, que le pareció provenía de la misma calle.
Por unos segundos sostuvo una lucha interna entre ir a investigar u olvidar el tema y seguir su camino. Pero la curiosidad pudo más y aferrando su varita, se dirigió a paso lento hacia el lugar donde minutos antes creyó haber visto algo. Pasó junto a los escalones, solo para asegurarse que ahí ya no había nada. Siguió un poco más y al doblar la esquina, vislumbró un diminuto callejón y un pequeño coche antiguo estacionado a algunos metros. La ventana trasera del vehículo estaba llena de polvo y periódicos, por lo que desde donde se encontraba, no podía ver absolutamente nada hacia dentro.
La castaña sintió miedo, le temblaban las piernas y tenía la mandíbula fuertemente apretada, una densa neblina se instaló alrededor de ella, mientras barajaba las posibilidades de encontrarse con alguno de los seguidores de Voldemort. La guerra había terminado y el Señor Tenebroso había sido destruido pero aún quedaban algunos mortífagos libres… Vamos Hermione, si hay mortífagos acechando el Londres muggle, lo último que deberías hacer es huir, peleaste contra muchos de ellos en la batalla final así que no seas cobarde… se decía a sí misma intentando darse ánimos aunque estaba hecha un manojo de nervios. A paso lento pero decidido, dio la vuelta al extraño vehículo hasta detenerse frente a la puerta del conductor, seguía sin distinguir nada, pues lo mismo que la ventana trasera, las demás ventanas se encontraban en igual o peor estado. Respiró profundo y contó mentalmente…
1… estiró su mano hacia la manija de la puerta 2… la asió con fuerza 3… dio un fuerte tirón y abrió la puerta de golpe.
- Pero qué…?! –atinó a decir al mirar asombrada a la persona que se escondía dentro.
-N-no n-no lo mate! Yo- yo no pude, no pude hacerlo… le fallé… -decía el chico entre sollozos. Tenía el pelo revuelto y sucio, llevaba una túnica negra, roída, su piel; llena de moretones, cicatrices y heridas profundas y sangrantes. Por su expresión, denotaba puro delirio, tenía la mirada perdida, fija hacia el frente, y al parecer no habia notado la presencia de Hermione pues esos ojos grises, antes tan penetrantes, que en los tiempos de escuela la fulminaban y le transmitían puro odio y asco hacia su persona por ser hija de muggles, ahora simplemente carecían de brillo, de alma. Su cuerpo entero temblaba cada dos segundos, como si tratara de sacudirse todo el terror y el sufrimiento que había vivido y no se hubiera enterado que Voldemort había caído, esta vez para siempre.
