Esto no es mio, obviamente. Me refiero que el todo el universo de `Canción de Hielo y Fuego` le pertenece a George R. R. Martin.
Este fic participa del desafío de octubre "La batalla de hielo y fuego" del foro "Alas negras, palabras negras".
Quiero decir, que en un momento pensé que necesitaría mas de 500 palabras, algo que me extraño porque no suelo escribir mucho, no se si me explico (?). En fin, espero que lo disfruten (también me gustaría saber si lo hacen, if u know what i mean).
Camino con la barbilla en alto, con un sentimiento de nerviosismo y felicidad en su estomago. Más que felicidad, era un orgullo que quemaba, una satisfacción que la hacía casi sonreír.
Llevaba el vestido negro, rojo, aquel que había llevado en el banquete de bienvenida del Gran Torneo. Caminaba hacia su lugar, el Trono de Hierro. Lo había dicho su padre, era suyo.
Era suyo, no de nadie más. No dejaría que Aegon le robara lo que le pertenecía. Que idiota era su hermano al ser manipulado por Cole. Era muy divertido, este último había recurrido a su hermano, porque ella lo había rechazado.
Aegon era manipulable, tonto. Todo lo contrario a ella, no tenía idea de cómo liderar, y por esa razón era controlado por un capa blanca rebelde, dolido por un rechazo de amor. Fue tan patético cuando este último, con una mirada de ferviente deseo, le pidió que huyeran juntos. Rhaenyra no pudo más que aguantar una sonrisa condescendiente.
¿Hablaba este hombre en serio? Si. ¿Ella le tomo en serio? No. Nunca se podía tomar a los hombres en serio. Quizás le pedía eso con sinceridad, pero esa era una idea ridícula. No cambiaría por nada el ser reina.
Ladeo la cabeza, sin poder evitar el sonreír –pero ignorado las ganas de reír mediante un gran esfuerzo-, y le pidió que no fuera tonto. No sabía porque había sido tan considerada aquella vez, la verdad es que Rhaenyra pensaba que debió ser un poco más dura, no contenerse aquella vez.
Había subido todas las escaleras del trono. Dio la vuelta para darle la espalda al estruendoso conjunto de espadas que sobresalían sobre el asiento en sí, y observo. Este era su lugar, donde los podía observar a todos con superioridad, como debía.
Extendió la mano, tocando el frío hierro del trono. Paso su mano por unos de los bordes, una de las que antiguamente eran espadas. Inconsciente, pasó su dedo por la parte más filosa, con fuerza, y comenzó a sangrar.
Viendo su dedo fijamente sangrar, se quedo un momento quieta, confundida. Bajo la mano, y la apretó en un puño, para girarse con el ceño fruncido. Se le acaba de ocurrir la idea de que quería ver la sangre de Aegon y Cole correr.
Como inspirada, intento bajar las escaleras con un impulso, deseosa de montar a Syrax y buscar a los traidores por su cuenta.
Bajo la primera escalera, y paro con el sonido de la tela extendiéndose. Su vestido. Oh dioses, su vestido se había rajado, por haberse enganchado con uno de los restos de espada.
Intento retroceder, subir la escalera para evitar romperlo más, cuando un hierro le rompe la piel, manchando el vestido, volviéndolo de un color más pesado.
Se imagino la piel roja y cayendo de la espalda de Cole, manchada de líneas de sangre. El látigo también estaría goteando sangre, roja. Ella sonreiría, llevando un vestido más hermoso que el que tenía ahora, y ordenaría que lo volvieran a castigar.
