Prólogo
-

Un cuádruple flip, un triple loop y un triple axel.

Lo supo en el momento en que aterrizó con su derecha y su izquierda se abrió para darle equilibrio con una practicada gracia adquirida con el paso del tiempo. El filo de sus patines arañó limpiamente el hielo y giró casi automáticamente para enfrentar la voz de Yakov.

― ¡Oye, Yuri! ¡Has iniciado el triple lejos de donde clavaste el cuádruple! ¡Ten cuidado con la rotación y deja de levantar los brazos! ¡Primero concéntrate en pulir esa combinación! La entrada es difícil, conseguirás suficientes puntos aún sino los levantas.

El aludido soltó un suspiro cargado de frustración y cansancio, su respiración era pesada, sus hombros se movían con cierta violencia al respirar. Era la cuarta vez que fallaba esa combinación. Fatigado por el momento y visiblemente frustrado comenzó a deslizarse hacia fuera de la pista para buscar su botella de agua y una toalla. Los músculos de sus piernas comenzaban a doler después de haber estado practicando desde la mañana, el malestar se agravaba específicamente en sus rodillas y tobillos que tenían que aguantar el ritmo de su intenso programa después de varias horas de práctica.

Yakov lo esperaba allí con su eterno ceño fruncido y los brazos cruzados, los hombros rígidos y la postura de reclamo contenido, como si necesitara apenas un catalizador para comenzar a recriminarle hasta sus fallas en programas pasados.

Cualquiera pensaría que los años no habían pasado para el viejo entrenador pero Yuri sabía que eso no era cierto: el pasar del tiempo, el trabajo, los patinadores, Viktor y él mismo habían pesado fuertemente sobre sus hombros. Aun así, Yakov no pensaba en un retiro próximo y actualmente gozaba de una formidable reputación. Desde su debut como senior hasta ahora, había ocupado el podio junto con Viktor en primer y segundo lugar, invirtiendo las posiciones de vez en cuando y todos reconocían a Yakov como el mejor entrenador del mundo.

―Yuri, deja de holgazanear y ponte a practicar el programa de esta temporada. Tienes tiempo suficiente para trabajar en el de la siguiente.

― Dame un respiro ― le cortó casi de inmediato mientras pasaba de él y tomaba la toalla que había dejado en la grada más cercana. Yakov negó resignado y se dio la vuelta para mirar la práctica de los más jóvenes.

Agotado, el ruso se dejó caer en la banca más cercana, limpiando un poco del sudor en su frente, deshizo la cola que sujetaba su cabello dorado, permitiéndole caer libremente alrededor de sus hombros hasta su baja espalda. Ahora tenía veinte años y estaba en su mejor momento como patinador, aunque, realmente no era como si alguna vez hubiera tenido un mal momento, desde sus victorias en los campeonatos junior hasta su debut como senior su carrera no había hecho más que ascender pero era extremadamente exigente. Ahora entendía que llegar hasta donde estaba era mucho más fácil que mantenerse en él.

Aun así no iba a quejarse, aquello era lo que siempre había soñado y estaba satisfecho con el resultado de su arduo trabajo. Y no solo le iba bien en lo que respecta a sus sueños como patinador…

―Aquí tienes ― una botella de agua le fue ofrecida cálidamente.

El esmeralda de los ojos de Yuri se encontró con los castaños de Otabek. El kazajo sostenía la botella a su altura y ofrecía una afectiva sonrisa. El rubio aceptó de buena gana el agua, tomándola de las manos del otro y bebió. Otabek se sentó a su lado y pasó un brazo alrededor de sus hombros, Yuri se dejó atraer y apoyó su cabeza en el hombro del kazajo.

No era un secreto para nadie que Yuri Plisetsky era un omega, ya que se había presentado como uno poco después de su debut como senior. Tampoco era un secreto que Otabek y él eran pareja desde hacía un par de años. No podía quejarse de esto, de su vida privada, ―no tan privada hoy en día―, después de presentarse como un omega, Otabek había esperado un año para empezar a cortejarlo. Aún con su actitud, Yuri tenía que admitir lo increíblemente perseverante que era el kazajo para que finalmente lograse que lo aceptara como su alfa. Mentiría si dijera que no lo había deseado.

―Creo que haces un trabajo fantástico, Yuratchka ― reconoció Otabek, mientras enredaba sus dedos en el dorado cabello del menor y depositaba un beso sobre su sien. Yuri emitió un sonido suave que ―el alfa juró― casi sonaba como un ronroneo.

―Eres mi alfa ¿No es tu trabajo decir ese tipo de cosas? ― replicó con delicadeza. Frunció el ceño, esbozando una burlona sonrisa y dio un empujón en su hombro aplicando apenas algo de fuerza. El kazajo gruñó por lo bajo, fingiendo estar ofendido por la reacción del rubio.

― ¿Por qué escogiste esa melodía? ― dijo después de un momento cuando el cómodo silencio volvió entre ellos. Su mirada ahora se dirigía hacia los patinadores más jóvenes que practicaban sus saltos y movimientos, preparando sus programas para la próxima serie.

―Tú sabes porqué ― emitió un gruñido en voz baja después de dar otro sorbo a la botella de agua. Otabek sonrió. Yuri no solía hablar en detalle sobre sus decisiones o sentimientos con respecto al por qué hacía las cosas. A lo largo de los años había entendido que mucho de lo que Yuri quería decir realmente lo transmitía en acciones, esperando que fuesen intuidas.

―Pero Yakov tiene razón, deberías practicar los programas de esta temporada. El Grand Prix es el próximo mes.

― ¿Y ahora tú? También deberías estar practicando tanto como yo ― Refunfuñó y esta vez el golpe vino con el codo de Yuri siendo empujado debajo de la costilla de Otabek. Ambos comenzaron a reír animadamente.

―Sí, creo que debería empez…

― ¡Hey! ¡Altín! ¡Deja de jugar y entra a la pista! Aún debes mejorar tu secuencia de pasos en el programa corto si quieres entrar al medallero este año ― la gran voz de Yakov una vez más.

― Y ahí está mi señal ― Otabek frotó cariñosamente el hombro de Yuri y depositó un nuevo beso sobre su sien, aprovechando a inhalar el perfume de su omega antes de levantarse y tomar sus patines.

Yuri lo vio alejarse con una pequeña sensación de vacío. Era una reacción absolutamente normal a la que estaba acostumbrado, pero que aún le causaba cierta molestia, el tener que sentir esa dependencia a su pareja. De hecho, ese era uno de los muchos aspectos de su naturaleza que aborrecía. No es que lo odiara, pero siempre había estado orgulloso de su independencia. Los omegas ya marcados por un alfa sentían un fuerte lazo y necesidad por estar a su lado, especialmente cuando su celo se acercaba.

Mientras tomaba un poco más de la botella, sus ojos instintivamente siguieron el movimiento del alfa. Vio a Otabek detenerse frente a Yakov, el cual se dedicó a dar unas cuantas indicaciones a las que el kazajo asintió diligente mientras se ajustaba los patines.

Mucho antes de enlazarse, Otabek se había mudado a Rusia donde vivía actualmente con Yuri. Naturalmente, para continuar su carrera le habían pedido a Yakov que también fuese su entrenador. Por suerte no fue difícil convencerlo, pues Otabek era tranquilo y escuchaba los consejos con atención, más de lo que se podría decir de Viktor o Yuri.

Vio al alfa deslizarse en la pista y comenzar con la práctica de su programa. Otabek era rápido esforzándose para conseguir el dominio de su rutina: entraba a la pista decidido, se movía y clavaba sus saltos con seguridad, casi nunca tenía fallos y cuando los había eran mínimos; una mano tocando el hielo por un segundo, recuperando al instante el equilibrio, firme como un soldado.

Se había esforzado por cubrir aquello que lo diferenciaba de otros patinadores, mejoró su flexibilidad y soltura sobre el hielo, sus movimientos ya no eran del todo rígidos ni sus rutinas escuetas. Mucho de lo que había mejorado en él fue gracias a la ayuda de Yuri. El apoyo mutuo e incondicional los llevaba a los dos siempre hacia las finales, pero nunca hacia el podio. Durante esos últimos cinco años después de su debut como senior a Otabek le fue imposible asegurarse un lugar en el medallero.

Solo el año pasado, con el retiro de Katsuki Yuuri como patinador, Otabek quedó cuatro puntos por debajo de JJ, quedando, por quinto año consecutivo, en cuarta posición. Yuri sabía que era frustrante, para alguien que trabajaba tan duro como Otabek, quien no contaba con las mismas armas que los demás tenían y que llegaba hasta esas alturas de la competencia, siéndole imposible cerrar esa última brecha entre patinadores. Yuri parecía más afectado que el alfa respecto a los resultados del Grand Prix, pero sabía que Otabek también lo estaba aunque nunca lo admitiría, ocultándolo detrás de esa cálida sonrisa que siempre le dedicaba, para no arruinar la victoria del rubio, quien el año pasado también obtuvo el oro.

Este año tenía que ser. Otabek había adaptado un poco más sus programas, para salir de su zona de confort, del patinaje firme que él mismo se había autoimpuesto y había sorprendido con melodías y movimientos más suaves que los que estaban acostumbrados a verse en él. La originalidad siempre había sido su sello personal y ahora, con ayuda de Yuri, estaba sacando el mejor provecho a su rutina. El omega había trabajado tanto en el programa de Otabek como en el suyo propio.

Justo en ese momento, Yakov y el kazajo se encontraban decidiendo qué saltos modificarían para mejorar la puntuación de su programa corto, el cual tenía más puntos débiles que su programa libre.

El ruso miró un momento más desde las gradas antes de regresar a la pista y unírsele.

.

Más tarde, en los vestidores, Yuri y Otabek se preparaban para regresar a casa. Después de haber pasado todo el día practicando sus rutinas, ambos se sentían sumamente agotados, añorando la reconfortante sensación de una ducha y la suavidad de una cama. Yakov también se encontraba allí, guardando algunas cosas de los patinadores más jóvenes en los casilleros.

―El Grand Prix es dentro de un mes, más vale no confiarse y continuar practicando los programas hasta entonces ― dijo el entrenador volviendo su mirada hacia la pareja, que guardaba sus patines en una misma maleta. Asintieron sin decir nada más. Yuri sabía por qué lo decía, Viktor había estado flojo esta temporada y ahora mismo se encontraba en Japón con Yuuri. Se podría pensar que era exceso de confianza, pero la verdad era que a Viktor no le había estado yendo bien los últimos años.

Si bien al hacer su triunfal regreso al patinaje, había vuelto tan inspirado que consiguió el oro por dos años consecutivos, en estos últimos dos años el peliplata había bajado a la segunda posición, por debajo de él. Y sabía que era muy engreído decir que por conseguir la medalla de plata no le estaba yendo bien, pero se trataba de Viktor después de todo ¿Los años por fin estarían reclamándolo? Estaba forzando su edad como patinador.

A eso debía agregarle que Yuuri estaba esperando a su segundo hijo y se habían dado el lujo de esperar su llegada en Japón, justo dos meses antes del Grand Prix. En realidad ambos residían en Rusia, en el amplio departamento de Viktor, sin embargo, habían decidido pasar los últimos meses de embarazo con la familia de Yuuri. Yuri jamás lo admitiría, pero había pensado mucho en ellos este año.

Otabek fue el primero en levantarse y cargar la maleta con sus cosas, le tendió una mano a su pareja y Yuri la tomó sin demora. El Alfa apretó suavemente la mano del omega, dedicándole una mirada de complicidad y carraspeó un poco haciendo un disimulado gesto hacia Yakov. Yuri sonrió con picardía.

―No te preocupes, Yakov, nos encargaremos de entrenar mucho ―Y agregó― Después de nuestra semana libre ― Lo dijo, suave, con casualidad para no ofrecer ningún tipo de impacto inicial intencional.

― ¿Eh? ― El hombre mayor cerró el casillero con fuerza y se giró estupefacto hacia la pareja, el cuerpo tenso, no dijo nada más, una parte experimentada de él sabía lo que vendría y se preparó.

― Nos ausentaremos esta semana ― dejó caer sin más. Otabek suspiró avergonzado. Eso no se escuchaba como una disculpa en lo absoluto. El kazajo se sintió repentinamente incapaz de volverse para enfrentar la mirada del entrenador que debería estar mirándolos furibundo a ambos.

― ¡Oye, Yuri! ¡¿También vas a holgazanear?! ―exigió el anciano.

Yuri se dio la vuelta y, sin ningún tipo de culpabilidad, se colgó del brazo de Otabek, presionándose contra su hombro de una forma tan acorde a su naturaleza, que él sabía que despertaba la condición protectora del alfa, haciendo que fuese incapaz de molestarse con él. Sin embargo, el patinador de Kazajistán conocía de más las tácticas del rubio y no se dejó seducir por el gesto. Emitió un gruñido muy suave a manera de reprimenda que hizo a Yuri tensarse levemente y después de unos segundos, como si hubiese perdido una batalla interior, agregó sin volverse hacia Yakov:

―Estaremos de vuelta la siguiente semana. Y nos mantendremos en forma, no te preocupes.

Como si se tratase de un intercambio justo, su pecho volvió a ejercer esa delicada presión en el brazo del mayor, consiguiendo que este empezara a caminar junto con él hacia la salida, no sin que antes Otabek emitiera un pequeño sonido de aprobación. Yakov se quedó rechinando los dientes mientras los miraba salir, pero finalmente suspiró y no dijo nada más. A esas alturas debería estar acostumbrado.

―Deberíamos trabajar en tu tacto, Yura ― habló todavía con un ligero tono de reprimenda cuando por fin salieron hacia las frías calles de Rusia, caminando aún muy juntos. A Otabek le hubiera gustado pasar el brazo alrededor de Yuri, pero este aún lo mantenía abrazado de esa forma tan peculiar con un poco de menos fuerza que a como lo había hecho dentro.

― ¿Esperabas que le dijera que nos ausentaríamos porque esta semana es mi celo y estarás muy ocupado cogiéndome? ― gruñó.

― No creo que no se lo imagine justo ahora.

― Bien, déjalos imaginar.


¡Hola! ¡Por fin voy a publicar mi trabajo más querido! He estado trabajando en esta historia mucho tiempo y me ha dado batalla, la verdad, he enfrentado bloqueos y situaciones que me desanimaban a medida de que escribía, pero realmente quiero seguir y tomarme mi tiempo con ella. Me haría muy feliz que le den una oportunidad, así que les agradezco si han leído hasta aquí :) Galletitas y abrazos ~