Summary: —Por favor, no digas nada. Por favor —declaró, los recuerdos que se estaba muriendo por olvidar empezaron a llegar de nuevo a su cabeza. Ella se estremeció ante la formación de imágenes y se mordió el labio.

Disclaimer: Los personajes de Hetalia pertenecen a Hidekaz Himaruya. Las historia le pertenece a Frances Desmarais, yo sólo la traduzco al idioma del jefe España :3

Pairing: Corea del sur X Bielorrusia/ Im Yong Soo X Natalia/Natasha.

N/A: Hola… Natasha es como un diminutivo de Natalia je je me acabo de enterar de eso o.o ¡Más traducciones, oh síp! Espero y me dejen un review.


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Quejidos y gemidos llenaron la habitación, una pieza mal ventilada y pequeña, dos cuerpos en la cama se movieron, entrelazados. Labios contra labios, las manos de él sobre el pecho femenino, sobre todas partes.

Sus lenguas bailaban una danza de fuego y ella enredó los dedos en su pelo negro, se sorprendió el sentir la suavidad de ese cabello, tirando y -ocasionalmente- arañando el cuero cabelludo con las uñas largas.

Un gemido salió de sus labios, cuando el hombre encima de ella le pasó la lengua por el pecho, las manos de Natasha le pasaron por el cuerpo. El corazón le latía con fuerza, demasiado rápido para ser normal.

Él levantó la cabeza y la miró. Enrojecida, así estaba la cara de Yong Soo, los ojos cerrados, respirando rápido. Su piel brillaba a la luz de la luna marchita.

Recorrió un mechón de pelo que resbalaba por la cara de Bielorrusia, la miró con atención. Piel suave, labios pálidos y ese hermoso cabello plateado casi irreal. Él gruñó y se inclinó hacia abajo, tomando el pezón en la boca. Era tan deliciosa.

Ella se retorció debajo de él y lo golpeó en la cabeza. Ignorando el dolor, Corea del sur continuó sus acciones. Ella trató de empujarlo, pero él era demasiado fuerte, demasiado fuerte, su cuerpo prácticamente encima de ella, la aplastaba. Después de unas cuantas rondas de lucha logró empujarlo un poco.

Sintió esos dedos acariciándola, en el punto más sensible de su ser, se obligó a no dar ninguna voz, a no gemir, no importaba lo bien que se sentían esos dedos traviesos y esa lengua corriendo en círculos los alrededores de su erecto botón. Su cuerpo se sacudió.

Después de lo que pareció una eternidad, sin preparación o previo aviso, él la penetró.

Sus gritos eran fuertes, lo suficientemente fuerte para despertar a todo el vecindario. Estaba apenada. Él gimió, sintiendo el ardor a su alrededor, estrecho y cálido… húmedo. Le tomó las piernas y la acomodó a su gusto, él continuó empujando dentro de ella. Haciendo caso omiso a su fuerza de voluntad y dignidad, ella gime y grita de dolor. Le pasó las uñas por la espalda, como desea hacerle daño, deja arañones en líneas rojas horizontales y verticales en la piel asiática.

Duele, él es muy fuerte, tanto que casi se siente asustada, la forma en él se estrelló contra ella.

Ella quería que él sintiera el mismo dolor. Natasha alzó la cabeza y le mordió el hombro, con fuerza. La sangre brotó, un poco, pero ahí estaba, la chica sonrió, satisfecha de su creación, de repente, sintió más dolor, Corea arremetía contra su cuerpo más fuerte, la estaba destrozando.

Ella gruñó, con las manos clavadas en las sábanas, sus nudillos se pusieron blancos, los dedos encrespados y las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. El hombre encima de ella gruñó de placer.

—Esto es por morderme —su aliento apestaba a alcohol y sus ojos no se apreciaban bien. Estaba borracho cuando comenzaron. Los empujes de hicieron más violentos.

Había bebido varias botellas de cerveza cuando lo encontró, sentado en el taburete del bar, con la cabeza en la barra superior. Estaba siendo amable, lo llevaría a casa para que durmiera. No supo cómo él la atrapó, la besó y empezaron a hacer lo que hacían.

Ella no quería eso, pero todo sucedió tan rápido y antes de que ella se diera cuenta, Natasha está ahí, con él encima, disfrutándolo.

Bielorrusia estaba llena de una tranquilidad que jamás había sentido. Ocurrió, ella se sentía un poco feliz, pero entonces sintió miedo y lo único que quería hacer era correr y esconderse, sólo quería estar en casa. No debía ser vulnerable. Estaba confundida.

Dejó las lágrimas caer libremente y alargó la mano para agarrarle la cabeza, tirando de él hacia abajo en un beso fuerte. Las lenguas luchaban por el dominio y finalmente ganó, él ganó.

—Oh, Natalia —gimió.

Ella abrió los ojos y se estremeció ante la luminosidad de la habitación. La habitación olía a humo de cigarrillo y… a sexo. Se masajeó las sienes y se incorporó lentamente, notando su pecho desnudo. Ella suspiró y se cubrió con las mantas. La bielorrusa apenas podía oír el eco del agua cayendo en la ducha del baño. Ropa en todas partes del suelo. Se puso de pie, tomó unas prendas de ropa, su vestido y la camisa de él, se ruborizó. El crujido de la puerta se escuchó y allí estaba él, de pie en la puerta, con el pelo mojado, una toalla alrededor de su cintura, el pecho desnudo.

Sintió un rubor en sus mejillas y miró hacia otro lado.

—Buenos días —dijo Yong Soo, acercándose a ella y agarró su ropa.

—Buenos días —ella respondió en voz baja, mirando al suelo.

—Puedes ducharte, sí quieres—le expresó y ella asintió. Lentamente, se puso las sábanas alrededor de ella y procedió al baño. Ella cerró la puerta y dejó caer las mantas al suelo mojado. Aspiró el aire del baño, que olía a vapores de agua, jabón y a él.

El olor de él, en todas partes. Este era su cuarto de baño después de todo.

Ella sacudió la cabeza, liberándose de pensamientos estúpidos y entró en la ducha. Natalia abrió la llave y dejó que el agua golpeara su piel. Ella siseó ante el calor y se obligó a acostumbrarse a él, el agua quemaba.

Se froto con fuerza la piel, se sintió sucia. Se sentía como una puta barata. Cerró el puño en la pared del baño, volvería a llorar.

—Hice el desayuno —le dijo una vez que ella salió del baño con los ojos rojos e hinchados. Su cabello húmedo goteó. Él ya estaba vestido, en una camiseta blanca y pantalones vaqueros. Ella asintió con la cabeza, sin hablar. Le dio las gracias, probó una rebanada de pan tostado.

Tenía un sabor horrible. Demasiado quemada.

—Ayer por la noche…—comenzó, ella contuvo el aliento y evitó su mirada, no quería ver sus ojos— Lo siento. Lo siento mucho—él se disculpó, inclinando la cabeza, el flequillo le cubría los ojos— No, no sabía lo que estaba haciendo y… yo estaba borracho. Lo siento mucho, Natalia. Nunca volverá a suceder.

Dejó el pan tostado y miró. Haciéndose la valiente.

—Por favor, no digas nada. Por favor —declaró, los recuerdos que se estaba muriendo por olvidar empezaron a llegar de nuevo a su cabeza. Ella se estremeció ante la formación de imágenes y se mordió el labio.

—Lo siento.

Ella sacudió la cabeza y suspiró. Sus dedos se aferraron a la tela de su vestido púrpura largo.

Se quedó allí, inmóvil y la miró fijamente, sentada en la cama, su cama, mirándola tan indefensa y hermosa, con el pelo mojado y oliendo a jabón, su jabón. En realidad, no estaba ni un poco arrepentido de lo que hizo anoche. Estaba borracho, eso era un hecho, pero se alegraba de haberla encontrado. Él estaba extremadamente agradecido por la noche que había pasado a su lado.

Él bebió hasta que casi se desmayó, sin embargo, aun recordaba su bello rostro.

Estás borracho. Te voy a llevar a casa. Parece que no sabes cuidar de ti —habían sido las palabras de Bielorrusia.

Con sus brazos alrededor de él, guiándolo al taxi que esperaba fuera y su aliento en el cuello, el olor de su perfume, se había estado volviendo loco. Quería tomarla allí mismo. Pero esperó pacientemente hasta que llegaron a su casa. Entonces sucedió, le quitó la virginidad y él no lo siente. Ni siquiera un poco.

—¡Yong Soo…! —ella exclamó, cuando el coreano se dio la vuelta para salir de la habitación. Él le echó un vistazo por encima de los hombros.

—¿Hmm?

—Esto… yo estaba pensando que… ya sabes… tal vez —un rubor se deslizó hasta su cara y ella bajó la mirada, el flequillo le cubre sus ojos violetas— Tal vez podamos salir alguna, otra vez —más rubor.

Yong Soo la observó con los ojos muy abiertos y cuando procesó lo que acaba de decir, asintió vehemente.

—Claro, ¿Por qué no? —y sonrió para sus adentros.


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N/A: Déjenme un comentario, lo pido de rodillas D: