Vendrás?

Ninguno de los dos habitantes de aquel piso era aficionado a despertarse fácilmente. Por eso no fue hasta la duodécima vez que sonó que cogió torpemente el auricular y preguntó en una especie de murmullo malhumorado quien era.

Rukawa? – preguntó el que estaba al otro lado de la línea- Soy Hanamichi Sakuragi, te acuerdas de mí?

Sakuragi…- murmuró con voz cansada. Su mente analizó aquel nombre silaba por silaba. Despertó de golpe – Sakuragi?

Si , si, soy yo

Que quieres?

Estabas durmiendo? Pero si ya pasa de mediodía… nunca cambiarás.

Imbécil. Son las tres de la mañana

Las tres?... Ah, claro, no había contado con los fusos horarios… perdona

Que quieres? – volvió repetir en tono cortante

Ah si ,esto, vamos a organizar una reunión, los antiguos componentes del equipo de básquet y esto… hemos pensado que no podrías faltar. Vendrás?

No.

Por que? Va será divertido… Estaremos todos

No.

Va, zorro… no te hace ilusión volver a ver a este genio?

Genio? – Rukawa pensaba. No quería ir. Para que? Nunca se había llevado muy bien con le resto del equipo, no tenía ganas. Kaede, se sincero, pensó. No quieres ir porque no quieres volver a ver a Hanamichi. Porque te va a doler verle felizmente casado. Porque te va doler ver a todo el mundo felizmente unido a la persona a la ama. Volver a Hanamichi, volver a ver al pelirrojo, volver a ver a aquel torpe creído que ocupó su corazón, corrige Kaede, que ocupa… Volver a verle… - Cuando es?

Ya te has decidido? Va, te presentaré a Reika, te caerá bien

Emm… - Hanamichi es tan remadamente ingenuo como siempre, pensó Kaede apretando con fuerza el cojín, si me encantaría conocer a Reika… avísame cuando sea su funeral – Me lo pensaré

Es dentro de una semana, te dará tiempo a venir a Japón? Siento avisarte con tan poco tiempo, pero es que…

Sí, llegaré a tiempo…

De verdad? Me alegro… Quedaremos en el Shohoku, para recordar viejos tiempos…

Aha…

Y que, que te cuentas?

Que tengo sueño

Aaa…

Adiós

Ya cuelgas?

Las llamadas internacionales son muy caras

A si?

Kaede colgó. Sakuragi no había cambiado, seguía siendo igual de imbécil, torpe, fantasma… Algo parecido a una sonrisa se dibujó en su rostro. Sakuragi seguía siendo igual que siempre…

Se dirigió a su habitación y empezó a meter algo de ropa en la maleta, algo desconcentrado a causa del sueño y de su anterior conversa. Llamó al aeropuerto y preguntó por Michelle Jonhson, la recepcionista del turno de noche fan numero veinticinco del club de fans de Kaede Rukawa. La chica, tan efusiva como si aquella noche fuera la mejor de su vida, canceló el vuelo de unos pasajeros jubilados por dárselo a Kaede y no se despidió sin haberle hecho prometer que le dedicaría una foto la próxima vez que pasara por allí. Rukawa colgó asintiendo a todo y completamente absente.

Dispuesto a irse ya, se dio cuenta de que aún iba en pijama, así que no le quedó más remedio que volver a entrar y cuando iba por el pasillo se iluminó y descubrió que no tenía porque ser el único soltero de aquella reunión. Fue al cuarto de la chica y la llamó, pero sabiendo que ella no despertaría ni que se derrumbara el edificio a media noche, recurrió a la única forma eficaz (aunque no siempre) de que despertara. Llenó un bol con agua y hielo y se lo tiró encima.

Como acto reflejo la chica se levantó maldiciendo a Rukawa en voz baja.

Haz las maletas. Nos vamos dentro de media hora.

La chica empezó a meter sus dos armarios y medio en una maleta, que evidentemente no cabieron, así que dentro de un cuarto de hora estaba vestida frente a la puerta, y con cinco maletas más dos bolsos y una mochila junto a ella. Rukawa se sorprendió de la capacidad que tenía aquella chica para hacerlo todo mientras dormía. Evitó que cayera por las escaleras, pues aún no era consciente y una caída de sesentaidós pisos hubiera sido dolorosa. Bajaron por el ascensor y subieron al taxi como pudieron.

Cuando la chica despertó al fin estaban a medio trayecto del aeropuerto i tardó varios segundos en reaccionar.

Kae, donde estamos?

En un taxi

Oh, dios, eso ya lo se. Dónde vamos?

A Japón – la chica rió ante lo absurda que era aquella frase

Es una broma no? – el silencio de Kaede le valió de respuesta. Él no hacía nunca bromas, tendría que haberlo imaginado. – Kae, son las cinco de la mañana

Así llegaremos pronto- la chica, más que acostumbrada al carácter impulsivo de Kaede se limitó a encogerse de hombros

Despiértame cuando lleguemos.

Varias horas más tarde que a Kaede se le hicieron eternas se encontraban en el aeropuerto de Tokio. Se había pasado todo el viaje intentando dormir, pero entre lo alto que era y el poco espacio que dejaban entre los asientos había tenido que adoptar una postura bastante incómoda. Se negó a comer, pues todos sabemos los deliciosos manjares que ofrecen en los aviones, y no tenía nadie con quien hablar, ya que su compañera de viaje durmió durante las más de diez horas que duraba el vuelo.

Una vez en tierra firme se relajó un poco y se alegró interiormente del único pensamiento que tenía en la cabeza: volvería a ver a Hanamichi. Volvería a ver a su pelirrojo.

May Shielding tenía 22 años, estudiaba derecho y sin saber como, aquel día en que se propuso ponerse en forma, acabó entrando en el equipo de aspirantes al grupo de cheerleaders que animaban al equipo de Rukawa.

El día en que en su residencia se detectó una plaga de termitas y hubo que fumigar, May se vio desesperada por encontrar un nuevo hogar donde alojarse durante dos meses. Un compañero de Kaede le preguntó a este que acogiera a May durante aquel par de meses y este no hizo más que negarse en rotundo. Pero ante la insistencia de la chica acabó aceptando (no le gustaban las llamadas a medianoche).

Confiado en que tal como había prometido, May limpiaría el apartamento, cocinaría y le pagaría un alquiler, Rukawa se decepcionó al observar como May no solo no limpiaba, si no que ensuciaba más aún, que lo único que sabía hacer en la cocina era descongelar pizzas y abrir el envoltorio de sus barritas dietéticas y que, tan despistada como era, se le había olvidado de pagar a Rukawa a principio de mes (y a mitad, y a finales…)

En fin, a pesar de todo aquello Rukawa se acabó encariñando con aquella chica y no estuvo dispuesto a que regresara a la residencia cuando acabaron con aquella horrible plaga de termitas. Sabía que en solo dos meses se había convertido en lo que muchos no habían conseguido en años: su mejor amiga.

Entraron a la habitación que les habían asignado, y la única que quedaba libre en los 28 hoteles en los que habían intentado alojarse.

Uau, que lujo – Dijo May al entrar- Me pido la cama de matrimonio! – dijo entonces mientras se tiraba en la enorme cama y empezaba a dar vueltas – Siempre había querido tener una así.

Rukawa se resignó a quedarse en el plegatín que habían colocado mientras May seguía dando saltos para probar la resistencia del colchón.

Hay baños termales! – dijo May efusiva – Me voy

Ahora?

Y las maletas?

Bah, ya las desharé luego, hay tiempo

No lo harás

Confía por una vez en mi, si digo que lo haré es que lo haré

Y si no piensa que es como hacer la cama. Si te vas a acostar luego, para que hacerla? Pues lo mismo, si luego las tendré que volver a hacer, y sabes que eso me pone de mal humor, para que deshacerlas ahora?

Rukawa la dejó irse sabiendo que May tenía realmente vocación de abogada y que le daría mil y un argumentos con tal de poder ir a los baños termales. Se echó en la cama y cerró los ojos. Hacía mucho tiempo que no le pasaba, pero no podía dormir. Solo una cosa estaba presente en su mente. Hanamichi, Hanamichi, Hanamichi… Finalmente se durmió con un solo pensamiento en la cabeza. Sakuragi, Sakuragi, Sakuragi…