Nota: Escrito especialmente para AglaiaCallia en el día de su cumpleaños.
El lugar.
Ambos pensaban en ello mientras respiraban agitados, luego de haberse entregado todo. Como siempre.
El paso del tiempo era inexorable y lo notaban cada día cuando se enfrentaban al espejo.
Resultaba imposible ignorar que habían ocurrido nacimientos –los niños corrían sin cansancio por los terrenos–, como también era inútil evitar pensar en el vacío que dejaron los que ya habían partido. El tiempo estaba presente en todos lados.
No obstante, había un lugar mágico, un sitio inmune a la realidad. Jamás hablaban de él, mas ambos eran conscientes de su existencia y frecuentemente anhelaban en silencio encontrarse allí una vez más.
Porque cuando estaban solos, uno frente a la otro, y mezclaban sus almas en aquel frenético e intacto intercambio de pasión, no existían diferencias con el ayer. Porque su interior estaba inalterado y seguían siendo los mismos veinteañeros ávidos de amor y placer.
Los años no habían extinguido las llamas que ardían en el lecho del Sr. y la Sra. Darcy. Su amor se arraigaba cada vez más a la juventud eterna.
