Cerraron las valijas, ambas con una sonrisa. Al lado de ellas, se encontraban dos hombres, de mirada preocupada, y no sin razones. Uno era pelirrojo, al igual que su hermana menor, y el otro hombre era pelinegro. Ambos intercambiaron una mirada de preocupación antes de volver a mirar a las dos chicas.
— ¿De verdad quieren hacer esto?—Preguntó Ron, mirando a su novia y luego a su hermana.
—No somos niñas, Ronald. Sabemos cuidarnos nosotras solas—dijo con un dejo de fastidio Ginny. Harry, que la conocía y la amaba, sabía que detrás de esos ojos que mostraban tranquilidad, había chispas que eran como el fuego, y que si se la provocaba, estallarían, y nadie querría estar allí en ese momento.
—Está bien, Ron, dejémoslas. — dijo Harry, aunque sin mirar a su amigo—Cuídense chicas.
Pero el auto ya había arrancado. La pelirroja y la castaña saludaron con la mano, y al cabo de un rato, perdieron de vista a sus novios. Hermione, era, obviamente, la que manejaba. Ginny había dicho que no entendía nada de nada de esos botones y palancas, que si no quería morir, mejor manejara ella. Y ella le había echo caso.
Ambas amigas hablaban, conversaban que podían hacer durante esas dos semanas en las que se irían al Caribe, ese lugar de paraíso, para descansar como se merecían de la Guerra de la que habían sido participes hacía poco tiempo.
El ambiente era relajado, y cuando por fin llegaron a un lugar más alejado de la casa, salieron del auto, y tomaron el translador, que las llevó al cabo de unos instantes al Caribe. A sus vacaciones.
Sus merecidas vacaciones habían empezado.
