Otra vez, Claude entró en el aeropuerto en donde la ciudad guardaba un demonio dodo. Subió a su espalda con la esperanza de domarlo y escapar a las afueras de la ciudad. Con las riendas en la criatura, la hizo correr por el campo asfaltado y la obligó a estrellar su cabeza contra el pavimento hasta que su pico metálico comenzó a soltar chispas por la fricción, señal de que ya era hora de que el monstruo se alzara hacia las nubes. Ya en el aire, era cuestión de que el dodo no se viniera abajo, para lo cual lo forzaba a erguirse más y más alto. Una vez que se alejó de la ciudad, se empezaron a formar frente a él montañas cargadas de vegetación. El problema es que mientras más se alejaba, el paisaje más se deformaba. Era así que Claude observaba cómo esas montañas tan detalladas se convertían en texturas a medio terminar, veía a su izquierda un vacío infinito y azul que se extendía donde terminaba el océano y, más adelante, otro gran vacío en medio del océano, que revelaba al agua como algo plano y sin fondo, e Incluso llegó a ver un trozo de pueblo flotando encima de ese vacío, que no era más que otra ilusión. Reconoció ese trozo de pueblo por ser el banco que había robado al inicio de su aventura, y fue ahí cuando se extrañó. ¿Cómo había hecho para entrar y salir de allí? Ni él mismo podía responder esa pregunta, aun habiendo estado consciente casi todo el tiempo de sus acciones. Todo este conjunto de elementos discordantes le hicieron sospechar que quizás Liberty City no fuera un lugar real, sino algún tipo de ilusión. Un lugar sin pasado ni futuro, solo presente. Eso también le resultó extraño, pues recordaba haber tenido una vida anterior en un lugar llamado San Andreas. Allí había conocido a su exnovia Catalina, y habían abandonado el estado en un auto de marca ZR-350, que extrañamente no existía en Liberty City en ese año 2001. No tenía sentido, hasta que de pronto lo tuvo: Ese pasado no existía. Había sido inventado para justificar su presente aventura. Toda esa ciudad en la que residía, esos jefes mafiosos que había conocido, todos esos trabajos que había hecho eran una mera ilusión. Se deprimió, hasta que vio unos nombres escritos sobre el mar: "Garystown", "Aaronsville", "Les County". Como si fueran ciudades o pueblos fuera de Liberty City. Eso fue lo único que le daba esperanzas de que hubiera algo más allá. Se quiso acercar. Se acercó. Se acercó tanto que el dodo chocó con la barrera invisible que separaba al mar de la nada. Ambos cayeron al agua y, como uno era una bestia de metal y el otro no sabía nadar, se ahogaron en esa excusa de océano, otra vez.
