La noche fue fiel y digna víctima de lo ocurrido en aquel encuentro mortal. Habían presentes mirando lo sucedido, algunos atónitos ante tan impactante vista, la zona era amplia, un gran patio repleto de suelos de negra piedra, cuatro paredes con ladrillos, antorchas y algunas plantas que amenazaban con invadir. Se encontraba un edificio, una construcción de aires asiáticos, fines edificaciones de piedra rojiza y soportes con decorados dorados dragones impregnados, entre estos había un anciano, mirando amenazante la batalla desde una planta alta. A su lado habían dos bellas jóvenes damas, una morena de largos caireles cafés y vestimenta verde esmeralda, jade quizás luciendo un atuendo revelador mientras que la otra era una mujer blanca de lagos cabellos negros, tan negros como su alma, tenía una vestimenta azul, pareciendo a un tono del color zafiro o una piedra aguamarina como la ágata. En la arena estaban dos valientes hombres luchando por sus vidas, una extraña regla prevalecía, el ganador debía sacrificar a su oponente, matarle para absolverse. Cada golpe era lanzado con una tremenda furia, manchando el suelo de piedra caliza con un líquido rojo escarlata proveniente de ellos, morían con cada atentado por parte del rival; el público era variado, algunos querían interponerse y acabar con el combate de manera pacífica, otros anhelaban ver esa sádica escena, pocos sentían repulsión, alcanzando a voltear la mirada. Uno de los dos resultó victorioso, el contrincante quien era un reconocido actor cayó de rodillas presuntamente para ser una víctima, afrontando su destino con su ejecutor, un sargento del cuerpo de la unidad S.W.A.T que apuntó con una pequeña pistola a la cabeza de ese hombre, Jonathan Carlton quizás se llamaba. —¡Mátalo! —El anciano de largas barbas blancas ordenó al unísono, tratando de penetrar el pensar del hombre vestido de azul. Quitó el seguro, su mirada era fría, sus ojos cafés desenvolvían cierto odio, su pupila se dilataba y, con una sonrisa bastante cínica expresó un sentimiento bastante... curioso. Decidió apartar la pequeña pistola, disparó al aire, gastándose la munición, fue un gesto extraño, humilde, esto sin dudar dejó sorprendidos a los espectadores, esperaban ver un crimen, una escena donde los valores no existían, morían. No fue así, el ganador dio media vuelta y se propuso a marcharse, dejando atrás ese drama. Nunca pensó en hacer daño a nadie (Claro, excluyendo aquel encuentro), tal vez unas cuantas cervezas ayudaran con la situación.
