En la última clase de interpretación, se habían distribuido los papeles para la obra teatral. Todo había ido sobre ruedas hasta el momento en el cual Tori sacó de la urna un papel que indicaba que interpretaría al protagonista, un astronauta narcoléptico, y que Jade sería su amada esposa. Es fácil imaginar que trataron por todos los medios cambiar sus papeles, pero su profesor sentenció sus intentos con la siguiente frase: la caja ha hablado. Y en vista de la buena relación existente entre ambas protagonistas, decidió que debían tener una cita para solucionar sus diferencias.

Por esa razón, ambas jóvenes se encontraban justo en ese momento saliendo de Nozu. Habían tenido que pasar cerca de cinco horas juntas, algo que Jade sólo aceptó después de que su loco profesor, amante de los cocos, le dijera que de lo contrario suspendería.

Una vez fuera, Tori se dirigió a la parada de taxis, consciente de que su cita no la acercaría a casa. Levantó la mano para hacerle una señal a un taxi que se acercaba desde el final de la calle, cuando el sonido de un claxon la sobresaltó. El ruido provenía del coche de Jade que, sin que ella se hubiera dado cuenta, había parado a unos metros.

— Vega — dijo Jade, con su usual tono de molestia —, sube al coche.

— Gracias — dijo sonriendo —, pero no hace falta.

Ella deseaba aceptar su oferta, pero la última vez que se había montado en el coche de la chica, se había acabado tirando en marcha. La razón que la llevó a tomar aquella decisión, por la que estuvo contracturada bastantes días, fue la visión de una pala en el asiento trasero del coche de la gótica. A ese factor se había unido la música tétrica que salía de la radio y el desvío de Jade hacia un sitio bastante alejado y desértico que la hizo temer por su vida.

— Vega, no me hagas volver a repetirlo — dijo mientras señalaba con su dedo índice la puerta del copiloto.

Tori frunció los labios.

— Está bien, está bien – murmuró finalmente, mientras abría la puerta del copiloto y se dejaba caer en el asiento.

De inmediato se ató el cinturón para evitarle a Jade la tentación de empujarla fuera del coche cuando este estuviera en marcha o de llevar a cabo cualquier otra idea que pudiera maquinar su retorcida mente.

— ¿Por qué? —dijo pasados unos segundos.

— ¿Por qué que, Vega? Especifica.

— ¿Por qué te has ofrecido a llevarme?

— Porque muy lamentablemente esta noche eres mi cita — E hizo comillas con los dedos al pronunciar la última palabra.

— Gracias.

— Sí, como sea.

Aquella información hizo que Tori se relajara. Al menos ya no creía que fuera a morir a manos de Jade de una forma truculenta. Y es que habría sido bastante penoso morir a manos de la persona a la que amas por una razón inexplicable y desconocida. Más después de haber disfrutado de una velada no del todo desastrosa, incluso contando la parte de aquellos dos molestos chicos que no acababan de entender que no tenían nada que hacer con ninguna de ellas. Sin embargo, también era consciente de que Jade había accedido a pasar la noche con ella por imposición y no porque de verdad quisiera hacerlo. Por lo tanto, no debía hacerse falsas ilusiones pues sabía, que su relación no cambiaría ni un ápice y mucho menos en la forma que ella quería.

Lo que Tori no sabía es que bajo aquella coraza de antipatía y supuesto odio irrefrenable, Jade sentía lo mismo que ella. Que había roto con Beck porque él, que no era tonto ni mucho menos, se había dado cuenta de que lo que su novia sentía por la latina era de todo menos odio, y lo único que odiaba es no saber manejar lo que sentía. Tenía un miedo atroz a materializar en su mente esos sentimientos, puesto que darles nombre solo haría que tuvieran más importancia, algo que no deseaba.

Jade se había pasado todo el viaje mirando a Tori de soslayo. Incluso podríamos decir más, Jade se había pasado toda la noche mirando a Tori. Cada una de sus muecas, de sus sonrisas… Tuvo que reprimir una sonrisa cuando recordó ese momento en el que su acompañante había admitido que ella era guapa.

Cuando Jade se dio cuenta de que ya había entrado por la calle de Tori, maldijo interiormente al mundo porque la latina no viviera más lejos, solo un poco más. Jade aparcó frente a la casa de la chica y retomó su actitud, guardando aquellos aflorantes pensamientos de ser amable con ella y demás bobadas en el fondo de su mente.

— Vega —Ella la miró—, ¿vas a bajar a tu manera o prefieras bajar a la mía?

Tori la miró, consciente de que la suya sería a patadas así que murmuró:

— A la mía, a la mía.

Llevó la mano a la perilla de la puerta del coche, pero antes de abrirla se giró y le plantó a Jade un beso en la mejilla. La gótica notó como una sensación placentera, a la que no debía sucumbir, se instalaba en su estómago.

Miró a Tori con la mayor frialdad que pudo y le espetó:

— Si en alguna otra ocasión se te ocurre volver a repetir lo que acabas de hacer no me importará realizar contigo una sesión de acupuntura gratuita, eso sí, con mis tijeras.

Ante esta respuesta Tori abandonó el coche de inmediato. Jade odiaba ver aquella mirada de temor en la latina y más aún el brillo de decepción en sus ojos chocolate. Se rozó la mejilla, justo en el lugar en el que ella la había besado. Un impulso repentino la hizo salir del coche, antes de que Tori alcanzara la puerta de su casa.

— Vega.

La chica se dio la vuelta y vio como Jade caminaba hacia ella. Cuando se encontraron frente a frente Tori habló:

— ¿Pasa algo?

Los ojos de la gótica se clavaban en los suyos con tanta intensidad que sus piernas flaquearon.

Mientras, Jade, desde su posición se debatía entre dar o no dar aquel paso. Su corazón había tomado durante poco tiempo las riendas y ahora notaba, con su mente otra vez al frente, que había sido demasiado impulsiva. Sentía que se encontraba en una encrucijada en la que o se hacía daño ella o hacía daño a Tori. Trataba de controlar su respiración y esa sensación de incomodidad que hacía que le diera vueltas la cabeza, sin darse cuenta del contacto visual tan intenso que estaba haciendo con la latina sin ser consciente. Tori, frente a ella, estaba expectante. Su rostro mostraba preocupación y cansancio. Finalmente decidió que, por una vez, no dañaría a Tori y la besó.

Tori tras un breve momento de parálisis por la repentina acción, correspondió a Jade. No entendía nada, pero prefirió no hacerlo si eso hacía que pudiera seguir besando a la gótica. Llevó una mano a la nuca de Jade para impedir que se alejara, pero ella rompió el contacto.

Jade vio confusión en la mirada de la latina al separarse, algo normal teniendo en cuenta la peculiar situación.

— ¿Por qué?

¿Por qué? Aquello también se lo preguntaba ella. En cambio le respondió:

— Por lo mismo que tú has correspondido.

— ¿Por pena? — Tori sabía que con aquella contestación estaba cruzando una línea que no debía cruzar. Sin embargo, creyó que la respuesta provocaría una reacción agresiva en Jade, no que le lanzaría la mirada más dolida que había visto en su vida. Le pareció que incluso los ojos se le ponían vidriosos antes de darse la vuelta y tratar de huir. Le agarró la muñeca — Tu puedes decirme barbaridades de la talla de te voy a echar a patadas del coche o te voy a conceder una sesión de acupuntura gratis con mis tijeras y yo no puedo si quiera gastarte una broma. ¿Dónde está la reciprocidad?

Tori vio como Jade se tensaba y como comenzaba a respirar con más fuerza de la debida antes de volver a mirarla y soltar con rabia:

— ¡Vega!

— ¿Sí, West? — Y le dio un casto beso en los labios.

Gracias a eso, en lugar de un Yo te mato de los labios de la gótica salió un:

— Yo…em… pasaré por ti mañana para llevarte a clase. No…no me hagas esperar.

Y se dio la vuelta en dirección al coche.

— No lo haré —La oyó decir.

Jade opinaba que era por aquel fácil dominio que Tori había ejercido sobre ella, justo en ese momento, por el cual le daba miedo expresar lo que sentía. No podía ablandarse. Era Jade West, por Dios Santo.

Los acontecimientos recientes le dieron a Tori un sosiego inesperado, que la hicieron disfrutar de un placentero e ininterrumpido sueño.

Cuando despertó a la mañana siguiente, aún sonreía. Se arregló, bajó enérgicamente las escaleras y se dirigió a la cocina en la que sus padres ya estaban desayunando. Ella se apresuró a hacer lo mismo, pues Jade llegaría pronto y le había prometido la noche anterior que no la haría esperar.

Tori dio cuenta de su desayuno entre tarareos y sonrisitas ante la mirada atónita de sus padres. Cuando salió de la cocina para acabar de arreglarse oyó como su padre decía:

— ¡Cuánta energía tienen algunas los lunes!

Eso solo la hizo sonreír más.

Cuando bajaba nuevamente por las escaleras, ya lista, sonó el timbre, y se apresuró a abrir la puerta.

— Buenos días — sonrió.

— Hola, Vega — dijo Jade. ¡Cuánta expresividad! Pensó la latina.

— Tori, cariño, ¿quién es? — dijo su madre asomándose por la puerta de la cocina.

— Es Jade.

— ¿Jade la que te odia?

— Odiaba — dijo entrando a la casa. Luego agregó —. ¿Quién odia a su novia?

Tori cerró los ojos y se golpeó la frente. Nunca habría creído que Jade fuera a ser tan directa. No le había dejado opción de duda. Tampoco es que las tuviera, pero podría haber dejado que fuera ella quien soltara la bomba a sus padres. Después de todo no sabía cómo se lo iban a tomar.

De pronto oyó como su padre corría hasta posicionarse al lado de su madre en la entrada de la cocina. A diferencia de lo que esperaba, estaba bastante contento.

— Holly, ¿has oído eso? —dijo con emoción— Ahora no debemos preocuparnos por si se queda o no embarazada.

Tori miró con extrañeza a su padre, al mismo tiempo que todo el calor corporal se le acumulaba en las mejillas.

— ¡¿Y antes si?! —soltó Tori. A lo que su padre respondió con una carcajada.

— David, cariño, ¿no tienes ninguna otra cosa que decir? — preguntó Holly.

— ¡Ah, sí! Jade, recuerda siempre que soy policía. Y que tengo un arma, antes de pensar siquiera en hacerla daño a mi hijita — Y parecía convencido de su advertencia porque dio un asentimiento final con la cabeza.

Sin embargo, el no vio como Jade se había tensado ante su comentario, y como había llevado su mano derecha al lugar en el que Tori sabía que guardaba sus tijeras. Si no hubiera sido por los reflejos de la latina, que le sujetó el brazo, la relación con su suegro no habría empezado con buen pie.

A pesar de todo, y como es Jade West, justo antes de salir por la puerta de la casa de Tori en dirección al coche, le espetó a David con una sonrisa maliciosa:

— Señor Vega, y usted debería saber que yo siempre llevo a mano unas afiladas tijeras.

Tori no pudo ver cuál había sido la cara de su padre, pero sabía que tendría que dar más explicaciones a su regreso por salir con Jade, con todo lo que ello conllevaba, que porque Jade fuera una mujer.

Una vez dentro del coche, ya de camino a Hollywood Arts, Tori se dirigió a Jade:

— ¿Me puedes explicar a que ha venido todo eso? ¿No puedes ser amable y normal ni delante de mis padres, y más hoy?

— Teniendo en cuenta de que te enamoraste de mí, aun habiéndote tirado café por encima en tu primer día de clase, y un largo etcétera del que ya ni siquiera me acuerdo. ¿Por qué debería serlo, si se nota que te gusto así, eh Vega?

— Y esa es otra, me llamo Tori, no Vega. Si vamos a ser novias, según lo que tú has decidido sin preguntarme siquiera, agradecería que me llamaras por mi nombre y no por mi apellido.

— Es que Tori suena de lo más tonto.

Sin embargo, después de un sinfín de intentos por parte de la latina, Jade cedió. Le prometió que la llamaría por su nombre siempre y cuando no estuviera demasiado molesta con ella. Así mismo, también acordaron no decir nada relacionado con su incipiente relación hasta la hora de la comida, ya que Jade quería divertirse un rato a costa de la ignorancia de sus amigos.

Las horas pasaron volando para Tori, y cuando quiso darse cuenta ya se encontraba en la mesa de siempre comiendo con sus amigos, y a la espera de que Jade llegara. Sin embargo, cuando esta lo hizo se sentó, para asombro de todos los presentes, al lado de la latina.

— ¿A qué vienen esas caras? — dijo Jade. Cat temerosa de que aquello terminara en una broma de mal gusto por parte de Jade, le hacía aspavientos a Tori para que huyera.

— Vienen a que es realmente extraño que te sientes al lado de Tori por voluntad propia cuando te pasas la vida diciendo que la odias.

Jade se llevó la mano al corazón en un gesto de sorpresiva ofensa.

— ¿Yo? ¿Odiar a Tori?

— Y ahora la llama Tori —murmuró Robbie con temor.

— ¿Vosotros creéis que si la odiara se me pasaría siquiera por la cabeza hacer esto? — y agarrando a la latina de las mejillas la besó.

— Imposible — dijo Robbie.

— Improbable — mustió André.

— Increíble — exclamó Beck, que se alegraba de que Jade finalmente se hubiera atrevido a dar el paso.

— Yeey — dijo Cat con emoción.

Una vez que se separaron Rex comentó:

— ¿Podéis hacerlo de nuevo?

Jade le envió una mirada de soslayo a Robbie.

— Shappiro, si no quieres tener que comprar una marioneta nueva controla lo que dice —le gruñó la gótica.

— ¿Cuándo te declaraste, Jade? — preguntó Beck con interés.

— Por qué piensas que fui yo la que…—Beck enarcó una ceja de incredulidad al más puro estilo de su ex novia—. Anoche.

— Pues yo no me lo creo —dijo André.

— Ni yo — asintió Robbie.

— Yo sí. Me alegro mucho por vosotras — dijo Cat sonriente —. Jadey y Tori sentadas en un…

— ¡Cat para, si no quieres que…!

Sin embargo, Jade no pudo terminar la amenaza, puesto que Trina llegó visiblemente enfadada.

— ¡¿En serio estás con eso, Tori?! — exclamó Trina señalando a la gótica—. Cuando mamá y papá me lo dijeron esta mañana no quise creerlo.

— ¡¿A quién llamas tu eso, perturbada?! — dijo Jade levantándose de la mesa de forma repentina. Pero Tori le agarró del brazo y la convenció de sentarse.

— Así que te lo dijeron ellos.

— Sí, y papá parecía algo preocupado de que salieras con alguien con problemas de control de ira —Tori notó como Jade se tensaba—. Bueno, así que la psicópata de Hollywood Arts es mi cuñada. Me iré comprando ropa protectora.

— ¡Yo no soy nada tuyo! —gruñó Jade.

— Sí que lo eres—confirmó Cat con inocencia—. Eres la novia de su hermana.

— Déjalo Cat — dijo Trina mientras se daba la vuelta—. Adiós cuñadita.

Tori vio como Jade rebuscaba en busca de sus tijeras y la detuvo.

— Vega, ya he dejado pasar cuatro oportunidades de acuchillar algo hoy. Podrías dejarme ser.

— ¿Tantas?

— Sí, una con tus padres, otra con Cat y dos con la perturbada de tu hermana.

— ¡No es culpa mía si me quieres dejar sin familia!

— ¡Ni la mía que los Vega sean tan molestos!

— ¿Perdona?

— Lo que oyes.

— ¡Pues todos los West son unos antipáticos!

— Repite eso, Vega — dijo encarándola.

— Chicas, chicas, chicas, sois novias. ¿Es que nunca vais a parar de pelear? —preguntó André.

— ¡No! — dijeron ambas a la vez. Luego Tori continuó—No hasta que se disculpe.

— ¿Yo? Discúlpate tú.

Entonces la latina decidió cambiar la estrategia y se acercó a su novia hasta que sus frentes chocaron ligeramente, y luego la besó. Jade se sorprendió ante la repentina acción, pero no la apartó.

— ¿Tan molesto ha sido eso? — murmuró Tori contra los labios de su novia al separarse. La gótica negó ligeramente — Entonces, por favor, dale una oportunidad a mi familia y deja de decir que son molestos. ¡Vale, Trina no cuenta! — Y Jade sonrió ligeramente —. ¿Eso ha sido una sonrisa?

— Sí, pero tú debes darle una oportunidad a mi familia.

— Vale, aunque dudo que haya un West más difícil que tú —dijo, y Jade volvió a sonreír.

Entonces André las sacó de su burbuja para decir:

— Tortolitas — Jade le miró de reojo y el chico se tuvo que aclarar la garganta antes de continuar—. Nueva actualización en The Slap.

— ¿Cuál? —preguntó Tori con curiosidad. André les acercó su peraphone.

CAT VALENTINE:

Jadey y Tori están juntas :), le debo a Sikowitz una caja de cocos :(

ESTADO: FELIZ

— ¿Cat?

— ¿Sipi, Tori? — soltó la inocente pelirrojilla.

— ¿Por qué le debes una caja de cocos a Sikowitz?

— Le prometí que se la daría si vuestra cita iba bien.

— ¿A qué te refieres Cat? — preguntó Jade.

— Yo quería que fuerais amigas así que le pedí a Sikowitz que os obligara a tener una cita. Al principio me dijo que no, pero cuando vio lo mal que lo hacíais en los ensayos aceptó.

— Gracias Cat — dijo Tori antes de levantarse para ir a clases junto a Jade, de cuyo brazo tiró.

— De nada — dijo la pelirroja que se quedó un rato más con el resto.

— ¿A qué ha venido eso, Vega? Aún quedan diez minutos.

— ¿No crees que Sikowitz timó a Cat?

— Sí, pero se lo merece por confiada.

— Pero en parte es gracias a ella por lo que estamos juntas.

— ¿Y?

— Que podríamos darle nosotras la caja de cocos a Sikowitz de su parte.

— No.

— Es tu mejor amiga.

— Y la tuya.

— Pues por eso mismo.

― Esta bien, Vega, pero si pregunta ha sido idea tuya.

― Es que ha sido idea mía.

― Ves cómo eres molesta.

― ¿Otra vez con eso?

― Sí ― concluyó, mientras entraba a clase para no seguir escuchando a Tori.

La latina dio un sonoro suspiro y se dijo que Jade, fuera o no su novia, nunca iba a cambiar. Y cuando trató de consolarse con la única victoria que había logrado, es decir, que Jade la llamara por su nombre, se percató que llevaba llamándola Vega durante toda la comida.