Magic Mystery
-Prólogo-
Su nombre era "Magikkumiraa", también conocida como la Galaxia del Espejo Mágico. Era una galaxia de mundos extraños, luces brillantes y grandes misterios. Iraruk, Druälle, Mornië y Maktub; eran los cuatro planetas de la galaxia.
Aquel suceso sería inolvidable. Los oráculos de Mornië pudieron ver en sus espejos mágicos y piedras videntes lo que ocurriría aquella noche de verano en Maktub... la destrucción de la civilización más antigua del mundo. Fueron los primeros se podría decir... pero hubo otros…
El viejo mago miró por la ventana. Podía sentir el gran peso de muchos años sobre él. Tantas cosas había vivido, tantos años, tantas aventuras. Cuantas personas y lugares que conocía.
Aquella noche la tristeza invadió su corazón. Profundamente acongojado vio como la ciudad estaba en llamas y los jinetes de Mortisel arrasaban con todo a su paso.
Se desplomó sobre su trono. Ahora nada podía hacer. Si eso era lo que los Altos tenían planeado, que ocurriera. Si era ese su destino, lo aceptaría con gusto.
- Ha caído en las sombras... vuestro querido hijo Taiyoushin nos ha abandonado- dijo Mikazuki, el Mago de Luna
- Él nos ha dejado... ahora es sirviente de Mortnoir... nos ha traicionado- añadió Tsukie débilmente
Kami Jikan, el Supremo Mago del Tiempo y la sabiduría bajó la mirada. La decepción lo inundó profundamente. Su hijo, su adorado hijo era el traidor del cual hablaban las profecías. El destino del Reino de Maktub estuvo en sus manos, y él se lo entregó a Mortnoir, el brujo de la oscuridad, el Rey de los oscuros dominios de Mortisel. Ahora ya nada se podía hacer…
- Mi señor... ¿Qué haremos?... – preguntó Ai, la prometida de Taiyoushin- Ya nada nos queda aquí...
- Sólo conseguirán la muerte si permanecen aquí... les suplico que se marchen... huyan hacia la Tierra... no permanezcan aquí...
Los once miembros de la Orden de Karimor miraron algo asombrados a Kami Jikan: La Tierra. Quedaba muy lejos de su galaxia pero la magia se ocupaba de eso. Aún así era una idea algo extraña. La Tierra era un mundo de mortales, no conocían la Magia ni los grandes secretos del Universo. ¿Qué podrían hacer allí?
Amarië le dirigió una mirada interrogativa a Kami Jikan. Las demás hechiceras; Hananosei, Nedôyh, Eümin, Sakura y Tsukie, hicieron lo mismo. Los magos aguardaron pacientes la respuesta del sabio hechicero.
- El destino de los demás Reinos y de la Magia Blanca está en sus manos... tenemos que impedir a toda costa que Mortnoir se apodere de la piedra de Ashonai. No importa cuanto cueste... confío en que podrán lograrlo... Huyan a la Tierra... allí esperarán hasta que yo regrese a ustedes... – Dirigió una mirada nostálgica a los magos y continúo en voz más baja- Mortnoir ha probado que no tendrá piedad por nadie.. Es muy astuto... puede que envíe demonios y espíritus para que encuentren la piedra Ashonai... nuestra vida depende de ello.. El destino de todos está en juego...
- Señor... – empezó a decir Kasei armándose de valor- Usted habla como si... ¿es que acaso no vendrá con nosotros?...
Kami Jikan sonrío débilmente.
- Yo me reuniré con ustedes llegado el momento..
- No podemos perder más tiempo- intervino Yumiya- Nosotros iremos hasta los claros de Luna y usaremos los portales para viajar hasta la Tierra...
- Yumiya, Amarië... Ustedes dos guiarán a los demás hasta los Claros de Luna. Mikazuki, Ai… ustedes aguarden un poco, tengo algo que decirles- dijo Kami Jikan
Yumiya y Amarië asintieron. Hicieron una pequeña reverencia en forma de despedida y partieron junto a Sakura, Kasei, Rakuyou, Eümin, Nedôyh, Tsukie y Hananosei hacia los Claros de Luna.
Ai y Mikazuki contemplaron la luna que se alzaba majestuosa en el cielo. El fuego rugía por las calles de la ciudad. Llamas azules, naranjas y rojas crepitaban en las viviendas y arrasaban con los bosques. Algunas personas trataban de salvar sus pertenencias, otras corrían lejos y unas pocas decidían esconderse en los bosques. Los soldados del palacio luchaban contra los jinetes de Mortisel. Una gran nube negra de humo y polvo se alzaba sobre la ciudad. Todo parecía derrumbarse. Sólo quedaba la esperanza...
Kami Jikan les habló a Mikazuki y a Ai. Era increíble como una simple gema podía ser tan poderosa. Contaban las historias y leyendas, que en la creación del mundo la Magia Pura se fusionó en una pequeña gema. Un cristal de color jade, una piedra que con el paso de los años fue llamada "Ashonai". La Magia contenida en la piedra, era tan poderosa, tan sobrenatural que no existía nada capaz de comprarse con ella. Podía otorgar poderes extraordinarios, pero el poder más grande y el más peligroso era el de la inmortalidad. Una inmortalidad perfecta, que duraba hasta el final de los días. Quien obtuviese la piedra y pronunciase los hechizos adecuados, sería invencible. Ninguna enfermedad, ningún conjuro o arma podían quitar la vida eterna que proporcionaba la piedra Ashonai. Por ningún motivo podía caer en malas manos.
- Ai... El cristal que tu posees es conocido como "Kibou"*- Kami Jikan señaló el cristal que llevaba Ai colgado al cuello
- Mi cristal es... la legendaria piedra "Kibou"... . ¿la única capaz de contrarrestar el mal de la piedra Ashonai?- se extrañó Ai. Ella le guardaba un gran cariño al cristal que traía puesto. Era un regalo de su madre, ella se lo había obsequiado al nacer. Era el único recuerdo que le quedaba de su dulce madre. Nunca había imaginado que sería una gema tan valiosa y poderosa.
- Mikazuki... tú eres un gran mago... Fuerte, sabio y poderoso, por eso quiero que ayudes a la joven Ai... tú y ella serán los guardianes de las piedras mágicas...
- Señor, ¿y la piedra Ashonai?... ¿Dónde está?- inquirió el joven mago.
Kami Jikan extendió su mano mostrándole a Mikazuki una gema brillante de color jade. Se la entregó con mucha confianza. Él a diferencia de Taiyoushin siempre había sido muy humilde, y cuidadoso con sus hechizos. Taiyoushin se había vuelto muy arrogante y tal vez ese era uno de los motivos por los cuales Mortnoir pudo convencerlo...
- Señor... usted.. ¿Cuándo volverá a nosotros?
- Pronto lo sabrás... ahora márchense... no pierdan más tiempo.. ¡Vayan!- exclamó el Mago
Ai y Mikazuki salieron de la sala del trono. Las profecías eran ciertas, aún había un largo camino por recorrer...
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Mikazuki corrió hacia la sala del trono. Esquivó hábilmente a varios jinetes y se apartó justo en el instante que brasas ardientes caían del techo. Las llamas se propagaban por los corredores. Los muebles y las plantas ardían en llamas de colores. Faltaba poco... sólo un poco más…
Abrió las puertas para toparse con una sorpresa desagradable. Taiyoushin y los dos sirvientes de Mortnoir, Kaguya y Yoru se encontraban allí. Kami Jikan observaba a Taiyoushin con decepción. Él lo había herido profundamente.
- ¡Taiyoushin!- exclamó Mikazuki sorprendido- ¿¡Cómo pudiste!?...
- Mi nombre ya no es Taiyoushin... A partir de ahora yo soy Shinigami**- dijo fríamente-
- Maldito traidor – murmuró Mikazuki entre dientes al mismo tiempo que apretaba los puños.
- ¡Mikazuki vete!- suplicó Kami Jikan
Mikazuki palideció al ver que Shinigami, antes Taiyoushin, apuntaba con la espada a Kami Jikan. Este permaneció inmóvil. En sus ojos se podía contemplar un dolor inmenso, decepción y frustración; el dolor de una traición.
- Shoukon... Mayonaka... ¡Ima!- Shinigami sonrío con malicia y atacó a Kami Jikan.
-Mikazuki abrió los ojos horrorizado.
- Vete Mikazuki! ¡Yo volveré... Después de que suenen las campanas del milenio!
-
Entonces Mikazuki comprendió lo que ocurría.
* Kibou: en japonés "esperanza"
** Shinigami: en japonés "dios de la muerte"
