Hola a todos, si es que todavía hay alguien ahí. Ésta historia la comencé a publicar hace años y por motivos personales se quedó en el olvido. Hoy vengo con el propósito de terminarla y de paso me puse a editar los primeros capítulos los cuales vengo a publicar hoy.

•Esta historia es un crossover, junto a los personajes de Harry Potter y Las crónicas de Narnia.

•Es AU, sin magia.

•Pareja principal Edmund/Hermione, pero mi amor por el Dramione me hace involucrar a Draco en cualquier parte.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, todos son propiedad de J.K. Rowling y C.S. Lewis, autor de Narnia. Solo la trama es mía, queda prohibida la publicación de este fic en cualquier otro foro que no sea fanfiction o ficbook.


Prólogo

A este mundo vinimos a ser felices. El que venga a interponerse en ese objetivo, que se aleje.

Cuando te enamoras, estás tan ciego que das todo sin esperar nada a cambio; te entregas en cuerpo y alma por esa persona sin pensar en las consecuencias que, comúnmente, suelen ser destructivas.

Bendito amor.

Suena muy sencillo, confiar en alguien y renunciar a una parte de ti que creías irremovible. Al final, crees que nada pasará, que tu cambio será un bien para ambos, sin pensar en que tu esencia es la única cosa que debes dejar intacta.

Bendito amor.

¿Quién dijo que buscar el amor era sinónimo de encontrar felicidad?

Era jueves, aquel día prometía ser caluroso, por lo que esa pareja que huía de la preparatoria, se había visto tentada a huir a las frescas costas. Las más cercanas estaban a un par de horas de Londres, pero nada importó. El trayecto en carretera fue tan agradable y rápido. En compañía el uno del otro, el tiempo se volvía fantástico.

Por fin había convencido a Hermione de saltarse las clases de ese día, a pesar de que que ella se mostraba preocupada por sacar mala nota por no asistir. Pero Draco sabía que ella era la becaría con el mejor promedio del instituto, y por faltar un día no fallaría en sus notas excelentes del fin de curso.

Hermione nunca hubiera aceptado, ella no solía cambiar sus ideales; sus estudios eran lo primordial. Pero desde que salía con Draco, había cedido a ciertas cosas como esta. Ahora se encontraba a solo unos minutos de la costa, el calor comenzaba a sentirse con más intensidad por lo que poco a poco fue quitándose el saco y las mallas del uniforme.

Mientras veía el paisaje que comenzaba a alzarse a lo lejos, rezaba porque sus padres no se enteraran de su viaje exprés, al fin de cuentas hoy era un día para vivir una aventura alejada del mundo que ella conocía. Así era ser novia de Draco Malfoy, sorpresas inesperadas en un día inesperado.

Draco conducía su lujoso auto, con la mejor compañía que jamás imaginó tener. La miraba de reojo deleitándose con la imagen tan natural y bellísima de Hermione. Nunca imaginó, que la ratón de biblioteca Granger, lo traería en las nubes.

Draco Malfoy provenía de una familia de ricos y de buen estatus social, en su mundo, enamorarse de una becaria era inimaginable, pero él se había enamorado hasta los huesos. Un Malfoy enamorado, la sola frase le sonaba ridícula, pero debía aceptar que si el tener a alguien como Hermione a su lado significaba serlo ¡Que ahora mismo le dieran el premio al ser más ridículo!

Si su padre llegara a enterarse, lo obligaría a dejarla, de eso estaba seguro. Se había arriesgado al salir con ella y, al entregarse por completo, se estaba jugando la vida entera en cada minuto que le dedicaba, pero ¿qué otra cosa puedes hacer si estás enamorado?

Se estacionó en el aparcamiento más cercano a las frías aguas del mar. Ambos salieron disparados para jugar a no ser alcanzados por las olas. Draco le salpicaba agua a la castaña, logrando que su camiseta se trasparentara un poco; y gracias a la fría temperatura del agua, provocó que sus sostén se vislumbrara con facilidad.

Después de pasear por la costa, y llegar a la conclusión de que el uniforme de Hermione no aguantaría más transparencias, se dirigieron a un hotel ubicado a solo unos kilómetros de distancia. Era demasiado lujoso para el gusto de Hermione, pero el rubio insistió en que ella se merecía estar en un lugar así, al menos por una vez en su vida.

Al entrar a la habitación no pudo dejar de sorprenderse. Sabía que los hoteles podía llegar a ser así de ostentosos, pero para Hermione aquel lugar era algo que sobrepasaba lo real. ¿Quién necesitaba mesas con incrustaciones de joyería? Era demasiado. Para Malfoy, era común hospedarse en ese tipo de lugares, pero supo mantenerse al margen para no incomodar a Hermione.

—¡Jamás!, te lo juro Draco, jamás he estado en un lugar así —decía mientras se paseaba por todo el lugar, que cada vez parecía más grande que su propia casa. Draco sonreía al ver la cara de asombro de su novia, y eso lo hacía sentir orgulloso.

—Bueno, te tendrás que acostumbrar —Hermione lo miró algo confundida, pero decidió no preguntar a qué se refería con eso. Draco solía actuar de manera exagerada en ocasiones, tal como la imprudencia de no asistir a clases el día de hoy.

Hermione siguió con la exploración del lugar, entró al baño y ¡santo cielo! ¡eso no era un baño! ¡era el paraíso construído dentro de cuatro paredes!

—¡Hay un jacuzzi! —gritó Hermione desde adentro. Bien, se estaba comportando como una niña, pero era imposible no hacerlo con tanto lujo de por medio. Trató de serenarse, y volvió al pasillo donde Draco se encontraba recargado en la pared, embelesado con sus reacciones. Se acercó a él y lo rodeo por la cintura mientras recargaba su mejilla en su pecho—. Esto es demasiado, tendrás problemas con tu padre cuando se entere del tremendo gasto que has hecho.

La preocupación estaba lejos de lo que Draco sentía en ese momento.

—Lo he gastado en cosas inservibles, y él ni lo nota —le comentaba mientras unía su frente a la de ella—. Esta ocasión amerita todo esto, quiero que lo recuerdes siempre.

Draco la guío hacia la gran cama, se dejaron caer lentamente en ella mientras sus labios se rozaban con suavidad.

No había que preguntar si ella estaba de acuerdo. Porque lo estaba. Desde el momento en que unieron sus labios en aquella primera cita y el pecho le latió con fuerza desmedida.

Esa noche, Hermione probó el dolor y el placer de perder una de sus más íntimas esencias, esas primeras sensaciones la llenaron toda la noche, se dejó guiar por Draco sin vergüenzas ni miedos, al experimentar todas esas caricias y besos sentía que su alma iba directo al cielo.

No podía estarse equivocando, no podría ser tan malo algo que se siente tan bien.

•••

Edmund Pevensie, se encontraba en la biblioteca de su colegio, la inmensa tarea que le habían encargado lo hacía estar en ese lugar hasta tarde, podría hacerla en su casa, pero prefería mil veces la biblioteca a su hogar.

No soportaría los incesantes comentarios de Peter respecto a su terquedad por estudiar tanto.

Luchaba por conseguir un lugar en la universidad de medicina, en los próximos meses haría el examen de admisión. A pesar de saber que podía entrar sin problemas debido a la posición de su familia, tal cual lo hicieron sus hermanos mayores. Fue gracias a las influencias que solían tener sus padres que entraron a la universidad sin obstáculo alguno.

Pero Edmund quería ser diferente, destacar por su inteligencia y dedicación.

Llegó a su casa pasadas las ocho de la noche, cerró despacio la puerta principal para que nadie lo oyera y recibir otro regaño por parte de sus hermanos por su llegada a "horas inadecuadas", como solía decirle Peter.

Pero Edmund no era caracterizado por su gran agilidad y destreza, por lo que al entrar con tantos libros bajo el brazo e intentar subir las escaleras; éstos cayeron al suelo provocando un sonoro desastre en la silenciosa casa.

—¡Mierda! —susurró desesperado sabiendo lo que se le avecinaba. Regresó a unos escalones más abajo para recoger los libros caídos, pero lo inevitable sucedió.

—¿Dónde estabas? —Peter apareció justo a lo alto de las escaleras. Se miraba cansado y sin lugar a dudas, se notaba el enfado hacía él.

Sabía que su hermano lo esperaba para darle el sermón de padre, el cual ya no tenían pero que se había tomado la molestia de aparentar serlo, aunque Edmund sentía que lo hacía más para molestarlo.

No esperó a que Edmund contestara pues con sólo mirar los libros, lo supo.

—¿En la biblioteca? —Edmund asintió, al menos Peter sí que lo conocía bien—. Acabo de llegar, mamá se volvió a poner mal, recayó de nuevo.

Edmund detuvo su tarea de juntar sus libros, no quería mirar a su hermano a los ojos, sabía que el no estar con su madre en éstos días que más lo necesitaba era algo imperdonable para Peter. Ya que su hermano siempre se jactaba de poder hacer todo a la vez; trabajar como cirujano en el prestigioso hospital de la ciudad y a la vez, cuidar de su madre.

La señora Pevensie padecía de cáncer desde hacía ya seis años, la había librado bien, pero en los últimos meses recaía muy rápido. La quimioterapia ya no era opción viable, no la soportaría.

—Mientras perdías tu tiempo estudiando ella se puso muy mal —continuó reprendiéndolo—, no había nadie aquí para llevarla al hospital, ella sola llamó a emergencias y la ambulancia vino hace más de una hora, nosotros nos enteramos cuando una enfermera llamó a Susan para contarle.

—¡Lo siento! —musitó Edmund, bajando la cabeza.

—¡Eso no basta, Edmund! Tú bien sabes que tu entrada a la universidad está ganada, las referencias que logró hacer nuestro padre no están en vano, ¿que eso no te basta? —bramó Peter, bajando las escaleras hacia su hermano algo desesperado.

—Ese es el esfuerzo de papá, no el mío —refutó Edmund, enfrentando a su hermano.

—Entonces, esfuérzate luego en eso, en estos momentos eres el único que puede estar al pendiente de mamá en cuanto ocurra una emergencia como hoy. Susan y yo trabajamos y Lucy apenas es una niña —Edmund quiso recordarle que ella ya tenía quince, pero sabía que solo lo empeoraría, así que sólo guardó silencio—. Ayúdanos de vez en cuando, ¡no seas egoísta! —Peter se encaminó a la sala y tomó su saco—. Iré al hospital, pasaré la noche ahí, por favor, mañana, apenas salgas del colegio, ve a pasar la tarde con ella.

El mayor de los Pevensie salió hecho una furia hacia el hospital, cerrando de un portazo.

Por su parte, Edmund terminó de juntar sus libros y subió a su habitación. Entró totalmente desganado tumbándose en la cama pensando en cada palabra que Peter le gritó. ¿Por qué siempre lograba hacerlo sentir tan mal? Ahora se sentía como un completo egoísta.

Edmund nunca había sido muy afectuoso con sus hermanos, incluso con su madre era un poco distante. No lo hacía a propósito o con motivos para herir. Así era él, serio, tímido y dedicado al estudio.

Por momentos deseaba poder ser distinto, sentir el afecto para poder darlo. Pero él siempre fue un chico peculiar.

Miró su escritorio repleto de libros y de apuntes que había elaborado para prepararse para el examen. Anhelaba pasar ese examen con sus propios conocimientos, demostrar que podía ser mejor que Peter. Pero la imagen de su madre le removió el corazón, si en verdad quería ser mejor que él, no la dejaría sola nuevamente.

Amaba a su madre, por lo que le demostraría a Peter que él podía cuidarla y a la vez estudiar para presentar su examen y entrar a la universidad por su propio esfuerzo.

Ambos ya tenían su camino planeado, pero en ocasiones el destino planea un camino totalmente distinto...