Capítulo 1
La propuesta
Como diría la señora Weasley, hay dos tipos de personas: las agradables, y las desagradables. A Molly siempre le gustó mucho simplificar las cosas. Los Malfoy, sin ninguna duda, pertenecían al segundo grupo.
Por aquel entonces Ninphadora Tonks acababa de salir de Hogwarts, era joven, podía alterar sus rasgos, y necesitaba dinero. Para la retorcida mente de Narcisa eso fue más que suficiente, y a pesar de que no mantenía ninguna relación con su prima, compuso un plan en el que ella era la protagonista.
La vieja cafetería era un lugar confortable, con sus paredes de color crema y su aroma a panecillos recién horneados. Narcisa franqueó las puertas amarillas y buscó a Tonks entre las mesas de patas negras. Nimphadora no parecía sentirse cómoda cuando desvió la vista del servilletero y se topó con la mujer caminando hacia ella.
Narcisa se sentó con gracilidad en la silla de la cafetería y evaluó a su prima con la mirada, lo que debió de molestarla, porque se removió en su asiento con el ceño fruncido. Siempre se preguntaba cómo, con los poderes que tenía, Ninphadora no se sacaba más partido, si ella hubiera sido capaz de cambiar su físico habría compuesto para sí misma unos rasgos perfectos.
-Hola prima, ¿Qué tal estás?
-¿A qué viene ese repentino interés?
-Vamos, Tonks, relájate, si no me equivoco tienes toda la tarde libre.
Ninphadora respondió con un gruñido y Narcisa, riendo, llamó al camarero. Tendría que cambiar de actitud si quería el dinero.
-¿Has acabado Hogwarts, verdad?
-Sabes que sí. Pero no me has llamado para hablar de mis notas. Ve al grano.
Narcisa alzó una ceja, pero dejó de dar rodeos.
-Vengo a proponerte un trato.
Repentinamente se sintió violenta y guardó silencio. Buscó las palabras adecuadas para expresar lo que quería de su prima con suavidad. No era un tema con el que pudiera ser muy púdica ¿Se estaba volviendo loca? Dio un sorbo al café, tratando de serenarse y de ganar tiempo, pero con la precipitación se quemó los labios y tiró parte del oscuro líquido sobre la mesa. Esta vez fue Ninphadora quien arqueó una ceja.
-¿Y bien?
Narcisa se tomó su tiempo en contestar, secando la mesa con servilletas de papel. Finalmente suspiró y entrelazando los dedos sobre la mesa miró a su prima a los ojos.
-Creo que Lucius me está siendo infiel.
-Qué lástima-ironizó la joven, sin mostrar interés.
-Quiero que le seduzcas.
-¿Qué?-Tonks parpadeó, no debía de haber oído bien.
-Te pagaré si consigues acostarte con él.- Narcisa desvió la mirada y cuadró los hombros, no le estaba resultando tan fácil como había planeado.
-Me estás tomando el pelo- Afirmó Tonks-. No me lo puedo creer. ¿Pretendes que me acueste con tu marido por dinero?
De repente a Narcisa su plan brillante le pareció ridículo. Tal y como Tonks lo decía sonaba grotesco, como si pretendiera fundar una casa de mala fama. Narcisa estuvo a punto de ponerse en pie y marcharse, pero pensó en su marido. Si se iba no habría conseguido nada más que quedar en ridículo, necesitaba saberlo. Se armó de valor y miró a Tonks a los ojos.
-Quieres entrar en la escuela de aurores, ¿verdad?
-¿Qué tiene que ver…
-Cien mil galeones. Podrías mantenerte hasta que empezaran a pagarte por tu trabajo.
Ninphadora estaba desconcertada, se mantuvo en silencio, tratando de ordenar sus ideas finalmente dijo:
-Es ridículo… ¿pretendes comprarme?
-No es eso. Pretendo asegurarme de que mi marido me va a ser fiel siempre.
-Contrata a un detective.
-Siempre, Tonks, siempre. No ahora, o ayer, sino siempre.
Tonks no contestó, era absurdo, completamente desbaratado.
-Piénsalo, no te lo habría pedido si hubiera visto otra solución. Y no son diez mil galeones… te estoy ofreciendo mucho más.
Tonks, atónita, observó cómo Narcisa recogía sus cosas y se levantaba. Casi parecía que salía huyendo. Con cierto fastidio se dio cuenta de las miradas masculinas que seguían el apresurado paso de su prima.
No podía creer lo que acababa de proponerle. ¿Pensaba que aceptaría? ¿Por dinero?
No podía creerlo. Era, simplemente, imposible.
