Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece a JKR.
"Esta historia participa de Desafíos "Buscando la inspiración" del Foro First Generation: The story before books"
Imperius
Hannah Abbott caminó con rapidez a través del Callejón Diagon, ajustándose la capa al cuerpo y maldiciendo internamente el intenso frío que azotaba Londres.
El sol se encontraba oculto tras una gruesa capa de niebla, producto de los Dementores que circulaban por el país, solo visibles para aquellos que, como ella, poseían un ojo mágico para ver todo lo sobrenatural que conformaba su mundo y permanecía oculto para los muggles.
Hannah no entendía muy bien por qué Ernie la había convocado a aquel lugar, sabiendo los tiempos que corrían. Prácticamente había tenido que salir de su casa a hurtadillas en cuanto recibió su carta y deseó que lo que fuera que quisiera no la demorara demasiado. Su madre pegaría el grito en el cielo si descubría su ausencia, y con mucha razón.
—Hannah —llamó una voz tras ella, haciéndola sobresaltar ligeramente.
—¡Ernie! —exclamó la muchacha al tiempo que su amigo le tomaba del codo y la arrastraba a la parte trasera de una tienda abandonada, sin delicadeza alguna.
—¿Trajiste lo que te pedí? —reclamó el Hufflepuff, sin siquiera devolver el saludo de su amiga.
—Eh… claro —respondió Hannah dudosa, sin comprender por qué el chico se veía tan ansioso—. Está todo aquí —agregó, sacando un sobre de su capa que contenía toda la información que su padre había recolectado a lo largo de los años sobre una varita de sauco.
—Perfecto, Hannah —la felicitó el chico, tomando el sobre de sus manos y echándole una hojeada superficial.
—¿Para qué lo necesitas? —preguntó Hannah sin ser capaz de controlar el temblor en su voz al ver la expresión siniestra en el rostro de su amigo.
—Nada que te incumba ahora —contestó Ernie, sacando su varita y susurrando el hechizo que acabaría con la vida de su mejor amiga antes de que está pudiera comprender lo que estaba sucediendo.
Segundos después, Ernie MacMillan abandonaba el lugar en dirección a la casa de Augustus Rookwood, dejando tirado en aquel sucio callejón el cuerpo sin vida de Hannah Abbott, quien nunca supo que su amigo solo cumplía órdenes bajo el hechizo Imperius.
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