¡Saludos, queridos lectores! Gracias por apartar un poco de su valioso tiempo para leer este intento de fic orz.

En realidad no sé si esto será un Roma x China o si será algo más platónico o amistoso; lo único que sabía cuando comencé es que quería hacer algo que enfocara a ellos dos y la Ruta de Seda y etc. Supongo que mientras vaya avanzando veré en qué resulta. Sus críticas son bienvenidas.

Históricamente estamos ubicados durante la Dinastía Han y el mandato de Augusto...y'know, el primer emperador romano con todas sus letras. Sin embargo, puede que realice ligeros saltos hacia adelante o hacia atrás de vez en cuando para algunas escenas. Ciertamente, este fic comienza en las épocas mencionadas pero terminará años más adelante so... están advertidos (?).

Tanto APH como sus personajes pertenecen a Himaruya Hidekaz.


Otro día, otro amanecer.

Y como todos los otros amaneceres desde hace casi dos años, el joven dejó entrar los rayos de sol matutinos y asomó su cabeza al exterior. La brisa fresca revolvió sus largos cabellos en todas direcciones. No le importó. Como todas las otras veces, él no estaba dando la bienvenida a un nuevo día, la estaba reservando para algo más. ¿Quizás hoy si sería?

Hoy tal vez

El cielo al parecer estaba de su lado. A lo lejos y cruzando los enormes portones de la ciudad capital amurallada pudo distinguir una imagen familiar. Poco a poco los extremos de su boca se curvaron en una amplia sonrisa.

Por fin. La caravana de embajadores había regresado.

Se alejó de la ventana y corrió por el pasillo lo más rápido que sus largos ropajes permitían.

Por poco estuvo de llevarse por delante un par de sirvientas. Las jóvenes (Que se habían arrinconado a las paredes del pasillo por temor a un encontronazo múltiple) miraron aturdidas al representante humano de China pasar a su lado como un cohepor hacia las puertas principales.

— ¿¡M-mi señor!? ¡No es-

— ¡No es propio correr dentro del palacio! –Completó un sonriente Yao, empujando las pesadas puertas. La luz del sol entrante le hizo cerrar un ojo –Han vuelto, Sun-jing. Corre la voz, preparen algo para los recién llegados.

Las chicas asintieron y después de una reverencia se perdieron a paso rápido en las entrañas del palacio imperial.

Salió al exterior y la brisa que aún no amenizaba azotó sus ropas. Las ansias se lo estaban comiendo vivo. El gran grupo de individuos que se aproximaba a caballo estaba comenzando a ser rodeado por chiquillería que corría de aquí a allá sin dejar de hacer preguntas.

— ¿Habían dragones?

— ¿Conociste reyes y princesas?

— ¿Cómo son sus palacios?

Le resultó tragicómico darse cuenta que su curiosidad interna y sus propias ganas de saber sobre el viaje no eran muy diferentes a las de ellos.

—Ya, ya. Acaban de llegar, denles un respiro. –Soltó una risita, al tiempo que bajaba los escalones del palacio que lo separaban de la caravana de personas.

La persona al frente, un hombre en sus treinta y tantos y de expresión endurecida, bajó del caballo e hizo una profunda reverencia.

—Ha pasado un tiempo. Un humilde siervo se inclina ante su nación.

— ¡Bienvenidos de vuelta! –Su mirada pasó del hombre a su caballo, y notó que estaba cargado de objetos y artefactos que definitivamente no se había llevado consigo en un inicio. Miró los exploradores que conformaban la expedición y se veían similares – ¿Qué tal el viaje? Parece que ha sido provechoso.

El hombre (A todas luces el líder de la multitud de exploradores y embajadores) alzó la vista desde su reverencia y su rostro asomó algo parecido a una sonrisa.

— ¿Qué quiere saber?

La pregunta no era más que una mera formalidad y ambos lo sabían.

—Todo. –Respondió Yao.

Aquel definitivamente había dejado de ser un día como todos los otros.


—Serica.

— ¿"Serica"? –La chica repitió. Y aunque Egipto no figuraba precisamente entre las personas más expresivas (Al menos no con él), Romulus pudo notarla visiblemente confundida.

— ¡El imperio grande al oriente! –Se explicó, algo impaciente. La conversación había transcurrido ridículamente igual con Grecia y Germania. A veces olvidaba que sólo él lo llamaba Serica y daba por hecho que los demás lo hacían también. –Los que hacen linda ropa ¡Seres!

Finalmente. La chica alzó las cejas y asintió, acompañado de un "Oh~" que daba a entender que sabía a quién se estaba refiriendo.

—Como sea –El romano hizo un gesto con la mano, restándole importancia a la tertulia inicial – ¿Qué sabes de él? ¿Lo conoces?... ¿Lo has visto al menos?

Después de un par de segundos de reflexión (Que a Roma le parecieron interminables. Se llegó a preguntar si la chica lo hacía a propósito), Egipto negó con la cabeza.

—Nunca.

—Ya…

Otro día infructuoso. No estaba teniendo suerte al preguntar a otros. Ahora sólo esperaba que Júpiter sintiera pena por él y le lanzara un rayo.

Miró en dirección al puerto de Alejandría y suspiró resignado.

Un viaje a Egipto para nada.

Todos los intentos de búsqueda de información sobre Serica terminaban igual: Un callejón sin salida. Si no fuese porque la seda que tanto le gustaba vestir a su gente provenía de allí, ya hubiese comenzado a dudar seriamente de la existencia de tal lugar.

Un imperio en el oriente. Grande, vasto, idílico… Pero que nadie conoce, con el que nadie ha hablado, y que nadie ha visto en persona. La poca información en su poder venía de mano de rumores sueltos de terceros e historias fantásticas (y algo dudosas) de viajeros y comerciantes.

—Aunque…

Romulus volteó en la dirección de la voz para encontrarse con que Egipto seguía allí, de pie a su lado, con una mirada pensativa. Él esperó, expectante.

–Mi biblioteca podría tener respuestas. Estoy segura que tengo manuscritos sobre ese imperio. –Y antes de que Romulus pudiese reaccionar, ella levanto el dedo índice y lo miró con repentina severidad

–Por un día. Sólo un día –Enfatizó.

La menuda egipcia fue envuelta en un efusivo y unilateral abrazo. Oh por los dioses, al fin algo, no se iría con las manos vacías.

— ¡Gracias, gracias, gracias! –Y de veras que lo agradecía. Sabía lo sobreprotectora que era Egipto en lo que se refería a la Biblioteca de Alejandría y sus manuscritos. Eran como sus bebés. –Oh, bella Egipto, eres el sol que resplandece en mi horizonte, he de compararte con el Nilo en mi desierto, tu ojos son como-

—Ahórratelo o me arrepentiré –Espetó la chica, intentando poner distancia entre ella y el romano, dedicándole una mirada de advertencia.

Ok, retirada. No haría que le revocaran el pase libre tan pronto. Alzó las manos y sonrió de la forma más encantadora que pudo, como diciéndole "Tú ganas", devolviéndole a la egipcia su espacio.

– ¿Y qué quieres con esa nación de todas formas? –Inquirió ella distraídamente. A él le pareció que preguntaba sólo por cortesía- Grecia me dijo que le preguntaste sobre él también.

No estaba seguro de si era un hecho universal lo de que las noticias volaban. Pero en el caso de Egipto y Grecia, en efecto lo hacían. Confidencialidad femenina o sabrán los dioses qué.

Miró a los azules ojos de su interlocutora con repentina serenidad, para inquietud de la nación egipcia.

¿Por qué todos preguntan lo mismo?

— ¿Nunca… Has sentido curiosidad? Es decir… –Y miró hacia el paisaje que se extendía ante ellos. El Mar Mediterráneo se perdía en el horizonte y se fusionaba con el cielo. La luz de la tarde hacía parecer que brillaba con reflejos de oro. Lo mismo se repetía y se repetía hasta donde la vista alcanzaba – ¿Nunca has querido saber… Que hay más allá? –Y centró de nuevo su mirada en ella– Somos escasos, Egipto. Por eso los representantes de nación nos conocemos tan bien entre nosotros. Y aun así…

Aun así

—Hay lugares allá afuera. Imperios enteros (Como Serica), que nadie conoce. Y al parecer todos están bien con eso. Tienes que admitir que es raro ¿No crees?

—No lo es –Ella advirtió su mirada y suspiró, explicándose– Está demasiado lejos. Nadie lo conoce porque no se puede llegar. Es simple, Roma.

— ¿Y qué hay de Alejandro Magno? ¡Él logro hacer-

—Eso no lo sabemos –Interrumpió ella –

— ¡Oh, por favor! –Protestó – ¿Por qué mentiría al respecto? ¡Estaba escrito! ¡"Seres"!

—Él murió y se llevó eso consigo –Replicó impasible – Y si tanto quieres saber, tal vez quieras visitarlo en el más allá y preguntárselo. –Dijo con la misma actitud distraída, mirando el horizonte y cubriendo sus ojos con una mano para protegerse del sol.

—… ¿Acabas… acabas de desearme la muerte? ¿Fue eso una versión bastante sutil de "vete al infierno"? Porque así sonó.

Ella siguió viendo el sol como si no lo hubiese escuchado o de plano ignorándolo. En serio, Egipto a veces podía ser tan rara. Finalmente replicó:

—Tienes pase libre hasta el anochecer –Y le dio la espalda, resuelta a marcharse.

—Hasta el… ¡Espera un momento! ¡Dijiste que me darías pase libre por un día! ¡Faltan…faltan—

—Menos de cuatro horas, según la posición del sol –Informó mientras se alejaba –Tómalo o déjalo. Tengo cosas que hacer –Y se despidió con la mano –Y por favor, intenta no quemar nada.

El romano abrió la boca, y la cerró, inseguro de qué responder. Ya Egipto estaba algo lejos.

— ¡Entendí esa referencia! ¡Y NO fue graciosa! –Fue lo único que se le ocurrió. Miró la posición del sol y ladeó la cabeza, queriendo comprobar por sí mismo cuanto le quedaba. Ella estaba acertada. Si quería convertir aquel día infructuoso en un día productivo debía empezar ya. — ¡Muy bien! –Juntó las palmas y se frotó las manos, al tiempo que se dirigía en dirección a la Biblioteca de Alejandría. –Serica, veamos quién eres –Un atisbo de ambición se reflejó en sus ojos al vislumbrar el edificio en la distancia. No pudo evitar sonreír.

Esto será pan comido.


NOTAS DEL AUTOR

Serica: Así era como los romanos se referían a China. Significa "Tierra de seda".

Seres: Lo mismo pero para el gentilicio chino. Significa "Personas de seda".

Júpiter: No el planeta lol, la deidad. El equivalente romano a Zeus.

Alejandro Magno: ¡Es un rey! ¡Es un conquistador! ¡Es la fantasía de hombres y mujeres! ¡Es Alejandro! :D (?) okya. Uno de mis husbandos históricos, fue probablemente el mayor explorador de su tiempo, todo en nombre de Macedonia... bueno, en nombre de Grecia para hacerlo más simple. Alejandro Magno fue uno de los primeros en explorar realmente el oriente, nadie llegó tan lejos como él en su tiempo. Sus exploraciones llegaron hasta lugares tan remotos como la India. Hay registros que apuntan a que él conoció lo que el llama los "seres", pero no se sabe realmente si esto es verdad. Así que si Alejandro realmente conoció a los chinos o no es dudoso.

Biblioteca de Alejandría: Hoy en día tenemos navegadores pero en la antigüedad contaban con esa belleza 3 La biblioteca de Alejandría era la más grande del mundo antiguo. En su máximo esplendor llegó a contender alrededor de 100.000 ejemplares. La biblioteca se vio afectada en un incendio que comenzó en el puerto (Denle gracias a Roma por eso) pero afortunadamente sobrevivió y siguió en funcionamiento durante mucho tiempo más hasta el siglo II.