El amor se basaba en la lujuria. Eso siempre nos había contestado nuestra madre cuando le expresábamos nuestro amor. Creíamos que solo era un vieja loca, apegada ciegamente a su religión. No le hacíamos daño a nadie, nos amábamos realmente y teníamos un futuro prometedor, ¿qué tenía de malo? Pues hasta el día de hoy, pese a todo, sigo sin entenderlo.

Mi hermano y yo nacimos juntos, en el amanecer de la primavera con las flores decorando la habitación de hospital. Papá, siendo el encargado del parto, se encontraba en el semblante más profesional que podía. Intentaba no temblar y concentrarse en su mujer. No era su primer parto, pero sí iban a ser sus primeros hijos. Según nos explicó mamá, cuando nos guardaba cariño y respeto, ella le regañaba y le rogaba que se comportara como el médico que era. Rodeada de los nervios de su marido y la preocupación de varias enfermeras, madre pudo dar luz a los dos gemelos que se habían prometido un par de meses antes de todo aquello.

- ¡Madre, madre! –llamó Len, mi, en ese entonces, odioso hermano gemelo menor. Tenía el cabello tan dorado como los mismos rayos del sol, y una piel pálida como un cadáver, la nariz puntiaguda, los ojos de un meloso celeste como el cielo azul (que hacía juego con sus rubios cabellos, de cierta manera), y, aunque me doliese admitirlo cuando era una chiquilla, era demasiado mono. ¿Por qué me doliera, si eso significaba que yo era igual de mona? Era una pequeña, y no pensaba bien las cosas- ¡Mira que Rin no me deja usar mi coche! –Yo le saqué la lengua. Para mis ocho años, seguía sin comportarme como una dama, o siquiera como mujer infantil. Me gustaban los juguetes de Len, sus patinetas y hasta sus ropas. Cuando ambos estábamos de humor, intercambiábamos de ropas y fingíamos ser el otro por un día. Lastimosamente, nuestras malas actuaciones terminaban ofendiendo al otro y todos terminaban descubriéndonos por nuestras peleas. Era peculiar, pero todo en nosotros siempre ha sido así: diferente.

-Ya voy, cariño. Ya voy… Oh, sí, nada mal. –Mamá casi siempre tenía firmeza y mano dura sobre nosotros, mas en el teléfono era otra persona. Aproveché esto y no le devolví su cochecito, en su lugar, me puse a jugar con más emoción mientras que él, inútilmente, intentaba recuperarlo. Len, por alguna razón que yo no comprendía, era más débil que yo. Tal vez porque yo me concentraba en el fino arte del baile y me gustaba ejercitar mi pequeño cuerpecito, mientras que él prefería el aburrido canto. Aun así seguía sin explicarme, en ese entonces, del por qué mi hermanito era tan débil.

El doctor Kagamine, o mejor conocido en esta casa como "papá", entró, pero no solo. Algo que me frustró y sorprendió bastante (tanto a Len como a mí) fue ver que aferrada a su gran mano, había otra más pequeña, tal vez de mi tamaño, y esta estaba pegada a un cuerpecito vestido de una tela blanca, y de ella sobresalían dos coletas de un color que nunca había visto antes (o simplemente no recordaba en nombre). Mamá también desconocía la existencia de la niña, por lo que miró a su marido, pidiéndole una explicación en este instante, sin decir ni una sola palabra más que "Tsuna…" en tono reprochador.

-Miku, juega con los gemelos. –Nos señaló a ambos, y la niña asintió sin respuesta audible. Yo le pasé el coche a Len, sin apartar mi vista de ella-. Eh, Elena… Vamos a la cocina, ¿sí? –Los hubiera seguido, ya que yo también quería respuestas sobre esa tal "Miku", pero mamá me hizo una señal para que me quedara ahí. Momentos más tarde, cuando solo estábamos nosotros tres, la niña que parecía tan solo un año o dos mayor que yo seguía con una mirada perdida que yo no pude describir. Ninguna palabra salía de esos labios rosados, como esperaba…

- ¡Hola! –Len animadamente se le acercó- ¡Mi nombre es Len! ¿El tuyo es Miku, no? –Quería gritarle y pregunta "¡¿Qué hacías?! ¡Podría estar infectada!", pero paré al oír a mi padre decir "nueva hija" desde la cocina. Ahora que lo pienso, debió haberlo gritado. Y me acerqué, dejando solos a Len y a Miku (la cual seguía sin hablar) y llegué hasta la puerta de la cocina. Cuidadosamente puse mi oreja para escuchar atentamente, y así lo hice.

-Elena, en los años que llevo aquí nunca he visto un trato así. ¡Tiene tan solo diez años, y la han insultado, golpeado, violado y torturado! No creo que pueda volver a hablar. Y no hay nadie más que se haga cargo… No puedo dejarla sola en un orfanato cuando puedo darle todo lo que necesita.

-Pero ya tenemos nuestro propios hijos, Tsuna –contradijo mamá, que por los pasos que escuchaba, supuse que se había parado-. Mira, que Rin y Len no querrán otra hermanita… -Y con eso mi corazón paró. Era verdad: detestaba el hecho de no ser la pequeña y única princesita de papá. Pero, con todo el esfuerzo que tuve, seguí escuchando sin hacer mucho ruido.

- ¿Me estás diciendo que deshechas la oportunidad de darle la felicidad a alguien que lo necesita, solo por un tonto capricho? ¡Oh, Elena! ¡Miku es muda, no tendremos problemas! –Ahora puedo imaginar la mirada de incredulidad que le debió haber dado. Pero, ¿muda? Eso explicaba mucho, y sentí algo de pesar hacia ella, algo.

- ¡¿Muda?! ¿Qué pasa con la escuela? ¡Nos costará el doble!

-Ambos sabemos que tenemos el triple. Y no será necesario; Miku es buena expresándose de otras maneras. –Mamá, al cabo de un rato y argumentos que papá terminó refutando, fue cediendo, cosa que a mí no me gustó para nada. Al volverme donde Miku y Len, noté que este parecía algo decaído con su (por como lo vi) "nueva amiga". Claro que lo estaría, porque a Len le encantaba escuchar hablar a las personas, y Miku, siendo muda, no podía decir ni una palabra de las que mi gemelo esperaba. Poco después, papá y mamá salieron de la cocina y le sonrieron a la pequeña que, aparentemente, en unos momentos se convertiría en mi nueva hermana.

Tal y como había predicho, mis padres hicieron el tan "esperado" anuncio. Len no supo que reaccionar, como yo hacía unos minutos cuando lo había escuchado por primera vez. Ambos estábamos molestos, por diferentes razones. Le dirigimos una mirada a Miku que se limitaba a darnos una sonrisa tímida, como un saludo o una especie de "espero vuestra bienvenida". Mas demoramos en años en acostumbrarnos a aquella chica que terminó con sus sueños frustrados por un accidente. Demoramos tiempo en madurar y aceptarla como es, pero de eso ya hablaremos más adelante

Toda acción tiene su reacción, y así mis padres obtuvieron la mía. Me fui corriendo a mí habitación y me encerré. Me puse a llorar ya que ahora no sería la "princesa número uno de papá". Minutos más tarde, papá entró con un regalo en la mano, pero me negaba a verle al estar sollozando en la cama. La verdad, no estaba tan triste, sino frustrada, y necesitada de atención, como cualquier chiquilla de ocho años que se sintiese reemplazada. Miku era muda, y sentía que por ello le darían la atención que a mí me hacía falta. Papá me acarició la cabeza y me la besó. Él tenía el cabello tan negro y brillante como el azabache, según recordaba y me había comentado una vez mamá, con aires enamoradizos. Y los tenía atados a una larga coleta que pude sentir, rozando contra mis piernitas de niña ¡No quería que alguien se colara del amor de papá!, decía en mi mente una y otra vez, ignorando cualquier muestra de cariño.

-Cariño, Miku se quedará por un tiempo, y debes ser comprensiva… -Me negué nuevamente. Papá suspiró-. Mira, sé que es difícil, pero para ella lo es más. Muchos adultos le han hecho cosas malas, y no podrá acostumbrarse tan fácil si no la ayudamos.

- ¡No quiero que se acostumbre, quiero que se largue! –le reproché.

-Rin, tienes ocho años. Ya deberías saber que no todos tenemos lo que queremos, y lo único que queda es afrontar nuestro destino. Miku y tú se podrían llevar bien…

- ¡Ni siquiera sabe hablar!

-No es que sepa, simplemente ha perdido la habilidad de comunicarse de esa forma con nosotros… -Papá empezaba a perder la paciencia, eso lo sabía y no era nada bueno. Decidí escucharlo, y fingir que aceptaría a nuestra nueva hermana. No supe si fue una decisión inteligente para mi edad, o algo sumamente digno de los pocos años que traía encima. Ambos bajamos, tomados de la mano, y bajamos.

Miku estaba sosteniendo un cuaderno y lo exponía frente a mamá y a Len. Éste estaba centrado en las posibles palabras que traía al igual que mamá. Yo también tenía curiosidad, y papá se alegró de ello por lo que me soltó y me motivó a ir hasta ellos. Solo era su nombre, su edad, y… su sueño.

"Mi nombre es Hatsune Miku, tengo diez años y deseo, de grande, ser una exitosa cantante. ¡Gracias por recibirme en su hogar!"

Confesó en la nota. Papá se quedó atónico, sin saber que decir o hacer, al igual que mamá que entendió de inmediato su preocupación. Yo demoré unos minutos, al igual que Len, entender el porqué de esto. Finalmente todos llegamos a la conclusión de que Miku no volvería a hablar, mucho menos a cantar por el resto de su vida. Fue de las pocas veces en mi infancia que me sentí mal por ella, verdaderamente mal…

Papá nunca se atrevió a decirle la verdad frente a frente, y mucho menos nosotros. Creo que cuando ya creció y maduró, se dio cuenta del verdadero motivo por el cuál la veíamos tan penosamente, ya que ella poseía la inocencia de alguien de cinco años. Oh, mi dulce hermanita adoptiva…

Esa fue la primera tarde que pasé con Miku, la primera de tal vez miles. Len se puso a cantar cientos de cosas, mientras que yo no hacía ningún esfuerzo de encariñarme con ella, ya que robaba toda la atención. Yo hice uno de mis tantos bailes que me enseñaban en la Academia Vocaloid. Todos se quedaron fascinados, incluyendo a la nueva princesita. Bailé y bailé, queriendo que todos, incluyendo a la nueva, se dieran cuenta que yo era perfecta, que yo nunca cometería ningún error a diferencia de la otra, que estaba llena de tantos imperfectos. Fue cuando crecí que me pregunté "¿por qué?"

Pasaron los años, finalmente yo cumplía doce junto con Len, y Miku sus catorce. Lastimosamente, todo se fue cuesta abajo.

¿LenKu o RiLen? La verdad, ni siquiera sé que haré con esto. Con inspiración de Koe no Katachi y Flores en el Ático, hago este fanfic que ni tiene la trama completamente definida, mientras escribo esto con una mano, y con la otra bebo mi café para mantenerme despierta. He de advertir que no habrá taaaaanto romance, no como tal. Solo lo básico, ya que este fanfic quiero que se trate de la supervivencia de Rin y sus hermanos.